Entre el 20 y el 26 de septiembre se llevó a cabo la “Asamblea General de las Naciones Unidas”, evento anual que reúne a los presidentes y funcionarios de “alto nivel” de los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas – ONU. Esa agencia del imperialismo que hoy está conformada por 193 países, tuvo como preámbulo la firma de la Carta del Atlántico del 14 de agosto de 1941, por Franklin D. Roosevelt, Presidente de los Estados Unidos de América, y Winston Churchill, Primer Ministro del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. En ella plasmaron entre otros propósitos, establecer un sistema de seguridad general, amplio y permanente. Fue así como, en medio de la Segunda Guerra Mundial, el 1 de enero de 1942, los 26 Estados en guerra con las Potencias del Eje Roma-Berlín-Tokio, suscribieron la “Declaración de las Naciones Unidas”, siendo los países principales Estados Unidos, Reino Unido, China y la URSS que conformaron el bloque de Los Aliados.
Dentro de la estructura de la ONU, se encuentra el Consejo de Seguridad creado en 1945, el cual cuenta con 5 miembros permanentes y con derecho de veto –China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos, vencedores de la Segunda Guerra Mundial– que emite resoluciones vinculantes obligatorios para todos los demás países que hacen parte de esa organización. El Consejo de Seguridad es el bloque o columna central sobre la que se erigen la Asamblea, los demás Consejos y Corte Internacional de Justicia que componen el total de la ONU.
¿Por qué es importante para el proletariado entender lo que pasó en la última Asamblea General de la ONU? Porque permite ver la hipocresía de las potencias imperialistas, quienes mientras hablan de paz, desatan guerras de agresión en diferentes partes del Planeta, siendo hoy la que se libra en Ucrania, la que enfrenta a las potencias imperialistas socias y lacayas del bloque encabezado por los Estados Unidos a través de la asesina y criminal OTAN contra Rusia y sus aliados.
Mientras Rusia en cabeza de Sergey Lavrov, Ministro de Relaciones Exteriores, afirmó que adelantó la llamada “operación militar especial” –léase guerra de rapiña– ante la inacción de Occidente frente a las constantes agresiones del neofascista régimen de Kiev contra Lugansk y Donetsk a las que Rusia les reconoció su independencia de Ucrania, como también, ante la amenaza que significa la expansión de la OTAN sin control por toda Europa. Por su parte, Joseph Biden, presidente de Estados Unidos, afirmó que se trata de “una guerra brutal e innecesaria elegida por un solo hombre”, haciendo clara referencia al presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin. a la vez que criticó las amenazas lanzadas por Putin de desatar un conflicto con armas nucleares, guardando silencio frente a la declaración de Elizabeth Truss, Primera Ministro del Reino Unido, quien sin aspavientos manifestó hace unas semanas que hacer uso de las armas nucleares “es un deber importante”.
Al final, estos discursos sólo esconden la esencia de los conflictos entre los países imperialistas, abocados a solucionar por medio de la violencia reaccionaria la lucha por hacerse con el control de más capital y fuentes de riqueza alrededor del mundo para sobreaguar en algo la profunda crisis económica, social y política en la que se está ahogando el capitalismo imperialista. Hablan de paz mientras desatan guerras de agresión y sometimiento contra los pueblos del mundo. La burguesía de Rusia y Estados Unidos, al igual que las de los aliados de ambas potencias, se enfrentan en una disputa criminal contra los pueblos del Este de Europa, que ya se empieza a extender incluso hacia el oriente del mundo, donde Taiwan podría ser el escenario de un nuevo frente de guerra entre los imperialistas yanquis y chinos. ¡La paz de los imperialistas, es guerra contra los pueblos y naciones del mundo!
Con igual hipocresía los jefes de las potencias imperialistas hablan de salvar el Planeta de la crisis medioambiental, climática… mientras continúan en su carrera desaforada por producir mercancías que las masas no pueden consumir por causa de la más despiadada superexplotación capitalista, en medio de la más brutal producción anárquica de un sistema económico que no puede planificar lo que las masas necesitan. un sistema que solo puede subsistir, además de devorar la fuerza de trabajo creadora de la riqueza social, depredando la naturaleza para satisfacer el voraz apetito de ganancia de un puñado de parásitos capitalistas. Hipócritas imperialistas hablan de salvar el planeta, mientras continúan en su desenfrenada carrera nuclear armamentística con la que podrían destruir el mundo en unas cuantas horas si desatan la guerra nuclear con la que están amenazando a la humanidad.
Hablan desde el atril de la ONU de enfrentar la crisis social, el hambre, la miseria y la salud de los pueblos esclavizados, mientras experimentan en pueblos y naciones oprimidas con nuevas armas biológicas, imponen condiciones leoninas a los empréstitos, sus monopolios se lucran del hambre en medio de la superproducción de alimentos y condenan a las masas al negocio de la salud en el que las farmacéuticas monopólicas son las principales vencedoras.
Los proletarios revolucionarios, los obreros conscientes o incluso los más inquietos por los asuntos de la política, conocen sobre el carácter criminal de los imperialistas del mundo. Sin embargo, la más reciente Asamblea de la ONU también permitió develar el carácter y dejar en su justo valor la inservible imperialista ONU: allí los imperialistas, con la reverencia de los mandatarios lacayos de los demás países, solo permiten hacer algunas denuncias, discursos acalorados, llenos de prosa otros y en diferentes tonos… pero de ahí no pasa.
Nunca la ONU ha detenido una guerra de agresión, una guerra que afecte a millones de seres humanos en alguna parte del globo terráqueo. Nunca una decisión de la ONU ha podido detener la máquina devastadora de la naturaleza que significa la producción capitalista. La burguesía mundial, apenas oye lo que se dice en la ONU pero no aplica ninguna de las políticas o medidas que contravengan la ley de la acumulación de la ganancia capitalista de la que viven, a costa de la devastación de la naturaleza y la superexplotación del proletariado mundial.
Esta Asamblea General de la ONU, también le sirve al proletariado para comprender el papel conciliador y concertador de los reformistas a nivel mundial: darle oxígeno al moribundo sistema capitalista. Unos y otros, entre los que se destacó localmente el presidente Gustavo Petro, en el fondo clamaron a los dueños del capital para que humanicen el capitalismo en medio de una u otra denuncia altisonante que no afecta en absoluto el poder económico y militar de los imperialistas.
Los reformistas, hacen denuncias muy ciertas a los imperialistas, proponen medidas o reformas que a veces son tenidas en cuenta por los grandes monopolios económicos y por las potencias imperialistas, que les sirven para enmascarar sus propósitos rapaces, como lo hacen sus organismos adjuntos: Organización Internacional para la Migraciones – OIM, Agencia de la ONU para las Migraciones – ACNUR, Programa Mundial de Alimentos – PMA, Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura – FAO, Organización Internacional del Trabajo – OIT, Organización Mundial de la Salud – OMS… todos creados para mostrar la “cara amable” del imperialismo, mitigando en algo las consecuencias de su voracidad a la vez que cumplen su papel desmovilizador de la lucha popular alrededor del mundo. En la ONU, los imperialistas los dejan hablar, alzar la voz, denunciar… al fin de cuentas son discursos inofensivos que en nada alteran el poder del capital.
En resumen, la 77 Asamblea General de la ONU dejó claro para quienes quieran ver su fracaso total en todos los ámbitos que abarca; un fracaso que es a su vez la muestra palmaria el fracaso del capitalismo imperialista y su avanzado estado de agonía y, por tanto, el fracaso histórico de la burguesía para seguir dirigiendo los destinos de la sociedad mundial. El capitalismo imperialista debe ser sepultado y con él la burguesía para darle paso a un estadio superior, el socialismo.
Por consiguiente, al margen de lo que pueda hacer y lo que ocurra con la ONU imperialista, los revolucionarios del mundo tienen que hacer lo suyo. Trabajar sin descanso por la unidad de los marxistas-leninistas-maoístas en una Nueva Internacional Comunista, que dirija la lucha internacional del proletariado y los pueblos del mundo contra la burguesía mundial. Se necesita el cuartel general de los oprimidos y explotados del mundo, que organice la guerra de las clases oprimidas contra las clases reaccionarias para alcanzar el triunfo de la Revolución Proletaria Mundial.
Así como las clases dominantes se organizan y hacen congresos y asambleas para reforzar el dominio del capital sobre el trabajo y tratar de salvar su sistema moribundo, los revolucionarios del mundo están en deuda de avanzar en el compromiso de adoptar una Línea General para la Unidad del Movimiento Comunista Internacional. Los revolucionarios de esta época no pueden quedarse al margen de los acontecimientos, quedándose absortos mientras los imperialistas destruyen el Planeta en medio de las más brutales y despiadadas guerras de agresión contra las masas populares.
Igualmente y como parte de sus tareas, es necesario avanzar en la construcción de los partidos revolucionarios en cada país donde no existan, que logren vincularse a las masas y dirigirlas hacia la toma del poder político por medio de la Guerra Popular, única forma en que de verdad reine la paz para los pueblos y naciones del mundo, se puedan revertir los daños causados a la naturaleza y se preserve la vida en el Planeta.
Las condiciones objetivas están dadas: el capitalismo imperialista está en crisis. Los imperialistas están haciendo lo suyo con el apoyo del reformismo. Los revolucionarios están obligados a organizar en serio la Revolución Proletaria Mundial y desatar la fuerza poderosa de las masas transformadoras del mundo y verdaderas protagonistas de la historia.
Comité Ejecutivo – Unión Obrera Comunista (mlm)
27 de septiembre de 2022