Mayo 2016
Después del terremoto de 7.8 en la escala de Richter que azotó a la costa ecuatoriana, además de las 661 víctimas mortales, 40 desaparecidos, 4.605 heridos, 29.000 albergados, 7.000 edificaciones afectadas, ha tenido la capacidad de desnudar una vez más que siempre los sectores más afectados por los desastres naturales son las masas más desprotegidas y que viven en condiciones de mayor vulnerabilidad.
¿Obra de la naturaleza? ¿Designios de Dios?, en absoluto. Si bien es cierto hay el efecto incidental del evento natural, son las condiciones de vida material de las masas las que se tornan determinantes para que la desgracia se haga presente más devastadora y dramática.
Pero la desgracia no solo vino del lado de la naturaleza y de las difíciles condiciones de vida de las masas. El régimen reformista de Alianza País, ha hecho lo suyo. Manifestando que la reconstrucción material de las zonas afectadas por el terremoto demandará de aproximadamente 3 mil millones de dólares, apresuró en la Asamblea Nacional la «Ley de Solidaridad y Corresponsabilidad Ciudadana por los afectados del Terremoto» con la idea de recaudar los fondos necesarios para dicha reconstrucción.
Esta ley contempla una serie de medidas tributarias que van desde una contribución por una sola vez del 3% adicional sobre utilidades y una contribución del 0,9% sobre personas naturales cuyo patrimonio sea mayor a un millón de dólares; el pago de un día de sueldo durante un solo mes para quienes ganen más de USD 1 000, la venta de algunos activos del estado y sin lugar a dudas la más importante es el incremento en un 2% del IVA (del 12% al 14%).
También se considera un préstamo de contingencia por 600 millones de dólares al Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco de Desarrollo de América Latina-CAF y, obviamente, volver sobre los fueros del FMI de quién Correa manifestó hace unos pocos años que: mientras más lejos tengamos al FMI y al Banco Mundial, los grandes culpables de la debacle de América Latina en los últimos 20 años, mejor nos irá.
Salvo algunas de las medidas (Incremento del IVA, Venta de activos y endeudamiento con el FMI) los otras decisiones del régimen solo tienen un carácter populista que pretende remitir el mensaje “de que los que más tienen, más aporten” no obstante asegurar una recaudación que no va más allá de los 200 millones de dólares.
Por el incremento del IVA el régimen aspira 750 millones de dólares. El problema del incremento del IVA es que al ser una medida directa al consumidor consiguientemente implica un encarecimiento al nivel de vida de las masas. Es evidente que con el escuálido salario básico que tiene un obrero su capacidad de compra se reduce notablemente. Además, se supone que esta medida es temporaria –un año- pero no nos queda duda alguna que no será retirada ya que la pretensión de hacer este incremento es de vieja data y ante la incapacidad del régimen de palear la crisis estructural necesariamente tendrá que sostenerla.
Pero sobre cualquier argumento, hay una premisa que en el transcurso de la historia se ha mostrado en el país: cada vez que el gobierno (indistintamente de él) toma medidas fiscales, son las masas las que terminan cargando sobre sus hombros la crisis en la medida que la gran burguesía y grandes terratenientes transmite los impuestos al consumidor, y definitivamente son las masas las que terminan financiando cualquier emergencia económica que se presenta en el país. El fundamento es el siguiente: “la burguesía nunca pierde”.
Es importante resaltar que, a pesar de ese incremento del IVA, el régimen admitió que el monto de recaudación del IVA tendrá una disminución de 25 a 30 puntos porcentuales menor a la recaudación obtenida en 2015(6.352 millones de dólares). La principal razón para que, a pesar de incrementar el IVA en dos puntos, en la actualidad, la mayor contracción de la economía determinará una menor recaudación y el discurso de que ésta se tomó como respuesta a la emergencia nacional pierde peso y cobra su verdadera razón de ser.
Sobre la venta de determinados activos que hoy administra el estado no llama la atención, de hecho, ninguna de las medidas que tomó Correa con pretexto de la emergencia llaman la atención ya que son propósitos que ha venido manifestando desde hace años.
«Construimos las hidroeléctricas, lo hemos hecho bien, hemos logrado la soberanía energética, somos exportadores de energía, pero dadas las circunstancias tenemos que vender una hidroeléctrica», Manifestó Correa… La entrega de sectores estratégicos del estado es una vieja pretensión que tiene la burguesía compradora del país desde 1992 en el gobierno de Sixto Durán Ballén.
El interés que tiene este sector de la burguesía pasa porque es ahí donde tiene mayor oportunidad de reproducir su capital al convertirse en socias menores de las grandes transnacionales que serían las únicas que tendrían la capacidad económica de comprar activos como la hidroeléctrica.
Si el régimen viene arrastrando un déficit fiscal que ya está en el orden de 7.261 millones de USD (8% del PIB del 2016), el terremoto se ha convertido –para el régimen- en el argumento oportuno para despojarse ya de la máscara reformista y dar rienda suelta a su mutación servil a las transnacionales e inclusive al FMI con quién abre nuevamente relaciones políticas en una serie de tratativas para acceder a créditos que ya tienen su triste record histórico en el país por su voracidad y las secuelas que deja en su recurrir.
A la venta de la tercera hidroeléctrica más importante del país «Sopladora» que hasta aquí le ha costado al país más de 800 millones de dólares se suma la venta de los canales de televisión, bancos, hoteles. Y mientras esto sucede los actos de corrupción siguen salpicando a varios funcionarios del régimen quienes han sido citados en los «Papeles de Panamá».
Hoy, la excusa para el gobierno es el terremoto, empero, pocas semanas antes del trágico 16 de abril el régimen esgrimía su «preocupación» por la «salud de los ecuatorianos» manifestando que las bebidas azucaradas eran un verdadero peligro para la salud humana porque eran causantes, entre otras patologías, de la diabetes, primera causa de muerte en el país. Claro, hoy solo vemos como un pretexto porque a esta decisión de ninguna manera le antecedido una campaña preventiva al respecto, etc.
Adicionalmente, el régimen, ajeno a tomar una correcta decisión de salir de la dolarización, estimula a la población para que utilice en sus transacciones el dinero electrónico, una moneda emitida directamente por el gobierno y sustentada en un tipo de cambio convertible con el dólar (Art. 94, Código Orgánico Monetario Financiero, R.O. No. 332, sept. 2014), y que evidencia la existencia solapada de una “moneda nacional” y que no va más allá (desmontar la dolarización) por su frío cálculo electoral.
Las masas de país han palpado la incapacidad del gobierno por dar respuestas oportunas y coherentes ante la emergencia. Hay que acordarse, de hecho, que el gobierno hace ya algunos años eliminó el llamado Fondo de Contingencia y lo incorporó al gasto fiscal. Dicho sea de paso, al momento del terremoto el régimen solo contaba con 500 millones de dólares en la cuenta principal del Banco Central para confrontar sus gastos.
Pero hay también un aspecto subjetivo que emerge de las entrañas de la desgracia. Tanto el régimen como la llamada «oposición» se han desatado en una verdadera carrera ecuestre para ver quién ofrece y asiste más a los damnificados con donaciones en un mísero espectáculo circense en el que trafican con la desgracia de nuestro pueblo.
La campaña electoral ha sido llevada por parte del gobierno, la oposición y el oportunismo de la izquierda electorera a lo más íntimo del terremoto: el dolor y desesperación de nuestro pueblo. Los miserables, en esta oportunidad no han perdido la oportunidad para tratar de tener protagonismo ante las masas que abone a sus mundanas pretensiones de frente a las elecciones del próximo año.
La ayuda, limitada por cierto, que ha entregado la comunidad internacional (EEUU, China, Rusia, Francia,…) se la ha tomado como una dádiva, sin entender que es muy poco lo que ha dado en relación a los que se han llevado por siglos.
Nuestro pueblo no debe solicitar ni mendigar una gota de agua; hay que comprender que atender de manera íntegra los daños materiales y el cese del circuito comercial de las masas es una responsabilidad que debe cumplir el gobierno y las clases que detentan el Poder hacia un pueblo al que le han exprimido sangre, dolor y lágrimas.