Los trabajadores en Colombia viven dominados por tres cadenas de esclavitud: la burguesía, los terratenientes y el imperialismo. Son ellos los responsables de la difícil situación económica y social del pueblo. Son responsables de que el salario no alcance, los servicios públicos sean exageradamente caros, no haya empleo, tener vivienda digna sea imposible, de que para acceder a salud y educación de calidad haya que pagar, de que acceder a la tierra y cultivarla se vuelva un crimen y defender los derechos implique una lápida en la espalda.
Las mujeres trabajadoras, además de padecer estas tres cadenas, se encuentran dominadas por los hombres. Estas cuatro ligaduras mantienen sometido al pueblo y romperlas es perentorio para conquistar la verdadera emancipación de la clase obrera y los campesinos.
Entender esta cuestión pone de presente, al movimiento obrero y campesino, la necesidad de politizar a las mujeres, de vincularlas decididamente a la lucha económica, ideológica y política contra los explotadores y opresores. De igual modo, implica una crítica firme contra el machismo en el seno de las organizaciones de masas y en las organizaciones políticas, así como acciones concretas que faciliten la vinculación de las mujeres a la lucha revolucionaria.
El pueblo no podrá triunfar sin la participación decidida de las mujeres, ya la historia de la lucha de clases ha corroborado que los grandes cambios sociales no se dan sin la participación del «fermento femenino».
Lo confirman las mujeres obreras y artesanas de la Comuna de París que, con gran valentía, lucharon por defender el primer gobierno obrero. Fueron ellas quienes incitaron al proletariado y a la Guardia Nacional a salir en defensa de los cañones que significaban la defensa de París; impidieron el desarme, lo que fue el inicio de la insurrección el 18 de marzo de 1871. Durante los casi tres meses que duró la Comuna participaron en la fabricación de armas y municiones, hicieron uniformes, dotaron de personal los hospitales, ayudaron a construir las barricadas, tomaron los fusiles de los caídos luchando con gran decisión y, cuando el enemigo arremetió para aplastar la insurrección, ellas dieron ejemplo de valor aguantando más tiempo que los hombres en defensa de la revolución. Y, aunque la Comuna de París fue aplastada, de no ser por la participación decidida de las mujeres, no hubiéramos tenido la experiencia práctica de la forma del nuevo Estado con el que la clase obrera debe reemplazar el podrido y caduco Estado burgués.
Pero este no es el único hecho que demuestra la importancia de la vinculación de la mujer a la lucha. También podemos hablar de las mujeres rusas que participaron en la revolución bolchevique en 1917, las obreras —dirigidas por grandes camaradas de la época como Krupskaya, Innessa Armand, Stahl, Kollontai, Eliazarova, Kudelli, Damailova y Nikolayeva— hicieron parte de las manifestaciones de febrero, en las que se dio inicio a la revolución donde, por primera vez, el proletariado conquistó y consolidó el poder obrero, derrotando a las clases dominantes de su época.
Fueron las mujeres de la clase obrera quienes tomaron la vocería para llamar a los soldados a voltear los fusiles y se negaran a dispararle a sus propios hermanos de clase. La participación decidida de las mujeres revolucionarias —a través del periódico Rabotnitsa que agitaban al pueblo y especialmente a las mujeres, a luchar por pan, paz, tierra y volcar todo el poder a los Soviet— contribuyó enormemente al triunfo de la Revolución de Octubre.
Y así podemos seguir enumerando hechos de la historia, incluso recientes en Colombia, de cuánto contribuye al avance de la lucha cuando las mujeres hacen parte de la vanguardia. Su condición de estar sometidas a cuatro cadenas de opresión es, al mismo tiempo, un motor que le imprime a la lucha: inteligencia, audacia, valentía, sentido práctico, entre otras cualidades.
Pero para lograrlo exige que las organizaciones obreras, campesinas, estudiantiles… y el Partido de la clase obrera realicen una sistemática labor de educación, organización y movilización de las mujeres del pueblo. Exige tener consciencia que cada compañera vinculada a la lucha se le debe facilitar las condiciones materiales y emocionales para que no desista de continuar en la batalla junto a sus hermanos de clase por destruir, de una vez y para siempre, las cadenas de la explotación y la opresión machista.
Cuando el ejército del pueblo cuente con su mitad avanzando con resolución, que tiemblen los enemigos, pues el triunfo de la revolución está cerca.