editorial

Un balance necesario de las jornadas del 28 y 29 de mayo

El paro convocado para el 28 y 29 de mayo desató declaraciones de los representantes de las distintas clases y discusiones en el seno del pueblo, que amerita un pronunciamiento del proletariado revolucionario para poner las cosas en su justo lugar y dilucidar el camino a seguir.

Según el Puesto de Mando Unificado a nivel nacional fueron reportadas hasta el 28 de mayo a las 8 de la noche 91 acciones de manifestación pública en distintos puntos del país, que cobijaron, además de las principales ciudades, más de 70 municipios; entre las actividades realizadas, se reportaron más de 15 manifestaciones, 5 asambleas y 9 bloqueos de vías entre otras tantas; en la noche se presentaron disturbios en tres zonas de Bogotá. El 29 de mayo se presentaron algunas marchas, varias reuniones y cabildos, y en la noche nuevamente algunos disturbios en Bogotá.

A pesar del trabajo realizado por las reaccionarias clases parásitas y sus medios de comunicación en contra del paro, de las amenazas y de la disposición de las fuerzas mafiosas y paramilitares afines al uribismo y los sectores más cavernarios para impedir los bloqueos y el paro, las cifras oficiales dan cuenta de una importante actividad de los trabajadores del campo y la ciudad en las distintas regiones; especialmente, en las principales ciudades y, particularmente, en la capital.

Sin embargo, es un hecho que el país no se paralizó en su mayoría, pues no hubo paro de la producción y los bloqueos no fueron permanentes. Y no podía ser de otra forma por cuanto un paro no se decreta, sino que se prepara y organiza, algo que los dirigentes de las centrales CUT y CGT, de los movimientos y partidos afines al gobierno no hicieron, porque están acostumbrados a llamarle paro a una manifestación o a un desfile en el centro de la ciudad.

Otro elemento que explica la poca concurrencia al paro se debe también a la debilidad organizativa de los trabajadores, donde la mayoría de la clase obrera no está organizada sindicalmente y se encuentra marginada de las discusiones y debates sobre la política nacional; de ahí que la preocupación inmediata de muchos asalariados y subempleados sea la subsistencia (con razón en vista de la situación que viven) y por ello no comprenden la importancia de la movilización, de la lucha, y en muchos casos ven en el paro un problema que le impide ganarse el sustento diario.

Por eso el aspecto más importante y que ocasionó la furia de los reaccionarios fueron las pequeñas acciones de bloqueo que colapsaron temporalmente el transporte en la capital, y que en general, en varias partes del país, retrasaron la circulación tanto de los trabajadores como de las mercancías, afectando en algo la ganancia de los capitalistas.

No es extraño por tanto, que luego de las jornadas del 28 y 29 de mayo las clases dominantes mediante sus medios de comunicación y políticos profesionales atacaran los bloqueos, incluso el alcalde de Bogotá, Galán, emprendiera una acción de denuncia penal contra el presidente de la CUT, Fabio Arias, acusándolo de cometer crímenes contra el orden público debido a los bloqueos. Hecho que muestra la persistencia de la burguesía en criminalizar la protesta social, especialmente aquella que entre sus acciones realiza bloqueo de vías, buscando contenerla y reducirla a límites aceptables y que no afecten ni la circulación de mercancías ni la asistencia de los trabajadores a sus puestos de trabajo.

Lo que han dicho los reaccionarios y los medios a su servicio en cuanto a que el paro fue un fracaso del gobierno porque la gente no salió a las manifestaciones, y haciendo una gran alharaca frente a la oposición de una parte de las masas en algunos puntos de bloqueo, pretenden ocultar dos asuntos importantes:

El primero, aunque todos los que participaron en las jornadas del 28 y 29 de mayo se movilizaron para denunciar el podrido Congreso antipopular y exigir que se mejoren sus condiciones de vida y de trabajo, no todos los que salieron a manifestarse y bloquearon lo hicieron en respaldo al gobierno; muchos de ellos levantaron con firmeza las exigencias del levantamiento popular que no han sido resueltas y, en esa medida, sus exigencias van más allá de la agenda del gobierno e incluso fue ocasión para recordarle al presidente sus promesas de campaña incumplidas, como lo hicieron varios sectores en el cabildo realizado en la Plaza de Bolívar el 29 de mayo.

El segundo, tiene que ver con la indignación creciente del pueblo frente a la aguda situación de crisis social, de la salud, del medio ambiente, de los feminicidios, de la criminalización de la juventud, de la guerra contra el pueblo… todas causadas por la voracidad de las clases parásitas dominantes y de las instituciones del Estado que se niegan a aliviar la terrible situación de quienes sostienen la sociedad con su trabajo. Una situación que, independiente de lo que pase por arriba en las podridas instituciones del Estado burgués, ocasiona la movilización creciente del pueblo trabajador que no se resigna a seguir viviendo como hasta ahora; una situación que tiende a un nuevo levantamiento popular.

Es un hecho también que el gobierno de Petro se ha venido desgastando en el vano intento de hacer el tal acuerdo nacional con los ricos explotadores, en contravía de sus discursos en apariencia radicales frente al pueblo que lo apoya, pero que frente a las promesas incumplidas va generando el rechazo de algunos sectores y la apatía de otros como lo evidencian las contradicciones surgidas en la Asociación Distrital de Educadores ADE (uno de los bastiones más importantes de la FECODE) cuya junta directiva orientó no participar en la manifestación del 28 de mayo sino realizar jornadas en las instituciones educativas.

A ese propósito es necesario decir que varios sectores, algunos de los que votaron por Petro, se decepcionaron y no participaron de las jornadas. Es evidente que hay un desgaste del uso de la movilización de masas de parte del gobierno. Y con razón, pues los partidarios del gobierno entre el movimiento social, en lo que ha sido este periodo de gobierno, han convocado a la movilización como el último recurso cuando su táctica de conciliar con los políticos de las clases dominantes no funciona, el pueblo responde saliendo a la calle, pero lo que se ve es que eso poco ha servido y no se ven avances en la conquista de sus exigencias. Por tanto, existe desánimo entre un sector de los trabajadores que no ven posibles los cambios que prometió el gobierno y por ello no salen a respaldarlo en las calles.

Otros sectores, se opusieron a participar en las manifestaciones convocadas en respaldo a la reforma y a la Consulta Popular, criticando directamente las jornadas de paro, con el argumento de impedir que el movimiento sea instrumentalizado por el gobierno, además de esgrimir sus limitaciones, incoherencias e incumplimientos. Esos sectores, en una posición en apariencia independiente, terminan distanciándose de los trabajadores que salen a exigir parte de sus reivindicaciones contenidas en la reforma laboral y acercándose a los sectores más retardatarios de las clases dominantes que se oponen a las manifestaciones y con mayor razón a otras formas más contundentes de lucha como los bloqueos y el paro.

Así mismo, el hecho de que los politiqueros pretendan convertir las manifestaciones actuales en trampolín para la campaña electoral del año entrante, exige no dejarles el camino despejado para que hagan demagogia con las reivindicaciones del pueblo; por el contrario, obliga a los revolucionarios a enseñar el camino correcto, contribuyendo con todo su ímpetu a preparar y organizar las fuerzas populares que han despertado a la lucha política para el próximo levantamiento popular.

Preparar y organizar las fuerzas del pueblo trabajador requiere entonces impulsar y realizar las Asambleas Populares de abajo hacia arriba, hasta llegar a una gran Asamblea Nacional Popular que defina un pliego por el conjunto de las reivindicaciones económicas, sociales y políticas inmediatas del pueblo y decida las tareas que hagan realidad un verdadero paro general indefinido para conquistarlas con el combate en las calles, los bloqueos y el paro en la producción. Un paro de verdad contra los ricos holgazanes y el Estado que defiende sus privilegios.

En ese orden de ideas, es responsabilidad de los revolucionarios, de los comunistas y de las expresiones más conscientes en el seno de las organizaciones obreras y populares avanzar en fortalecer los lazos de coordinación y de unidad para atraer a las grandes mayorías inconformes a la lucha organizada contra sus enemigos.

Comité Ejecutivo – Unión Obrera Comunista (mlm)

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