Un escuadrón élite de tropas del ejército de EEUU, llega a Colombia con la supuesta misión de apoyar la lucha contra el narcotráfico. ¡Gran mentira! pues el narcotráfico es tremendo negocio no solo para los narcotraficantes de Colombia y de EEUU, sino para los bancos de ambos países.
El Gobierno del títere Duque y su alfil en el Ministerio de Defensa, Holmes Trujillo, los representantes políticos de la burguesía y los terratenientes y los voceros directos de los gremios explotadores, han saludado alborozados la llegada de los mercenarios yanquis. ¡Lacayos desvergonzados! que corean la mentirosa declaración del monigote Trump: “EEUU es el amigo y aliado más confiable de Colombia”.
Y no podía ser de otra manera, pues siempre las clases dominantes y sus gobiernos han sido ¡lacayos desvergonzados! sirvientes y cómplices de las agresiones armadas de los imperialistas contra el pueblo colombiano, defendiéndolas como parte de los “convenios de cooperación”. Por nombrar solo algunas, la presencia de los marines yanquis en defensa de la tiránica United Fruit Company en la Huelga de las Bananeras fue respaldada por el Gobierno de Abadía Méndez; la monopolista Chiquita Brands financió el paramilitarismo con la anuencia de los Gobiernos de la época, principalmente de Uribe Vélez quien también dio vía libre al asentamiento de siete bases militares yanquis en el territorio nacional.
La inversión directa y los empréstitos del capital financiero, el más pesado yugo imperialista que asfixia a la sociedad colombiana, es presentado por los burgueses, terratenientes y sus gobernantes ¡lacayos desvergonzados! como el gran aporte de la inversión extranjera al desarrollo del país y a la creación de empleo, cuando en realidad tal inversión ha traído más superexplotación al proletario, más ruina al campesino, más hambre y miseria al pueblo colombiano, más saqueo de materias primas y recursos naturales por distintos países imperialistas, principalmente EEUU, en las minas del Chocó, de Cerro Matoso, de La Jagua de Ibirico, de El Cerrejón… en la sierra y en el valle, en la selva y la montaña.
Los ¡lacayos desvergonzados! de las clases dominantes, por ser también socios de los imperialistas, siempre han aceptado su dominación política y económica, principalmente de EEUU sobre la sociedad colombiana, ocultando tal dominación tras los velos de tratados y declaraciones de “soberanía” e “independencia” del país, que no pasan de ser meros tapujos jurídicos y formales.
También los partidos reformistas y oportunistas de la pequeña burguesía han alzado su voz de rechazo a la llegada de las tropas yanquis, porque según ellos, viola la “soberanía” e “independencia” del país y porque es una amenaza al gobierno bolivariano de Maduro. Esta posición es un abierto respaldo a la mentira burguesa e imperialista de que Colombia es un país realmente soberano e independiente. El proletariado revolucionario reconoce que Colombia o Venezuela son países semicoloniales, sometidos económica y políticamente, al imperialismo de EEUU, de China, de Rusia… donde los derechos a la soberanía, la independencia y la autodeterminación no son derechos reales sino formales y jurídicos.
Y denunciar la agresión y amenazas de intervención imperialista en Venezuela, manifestando apoyo al gobierno bolivariano de Maduro, es así mismo un abierto respaldo a la dictadura de la burguesía bolivariana. Para los partidos y organizaciones revolucionarias del proletariado y de la pequeña burguesía, el rechazo a la agresión imperialista contra Venezuela, es en apoyo al pueblo venezolano no a sus clases dominantes. El antiimperialismo revolucionario presupone la defensa del derecho de los pueblos de los países oprimidos a resolver sus destinos y problemas internos sin intervención de un gendarme internacional. El antiimperialismo revolucionario a la vez que lucha contra las agresiones, ocupaciones y guerras imperialistas contra los países oprimidos, denuncia y apoya la lucha de los pueblos contra las dictaduras reaccionarias locales de las clases dominantes en esos países. El compromiso del antiimperialismo revolucionario es con las masas, con los pueblos oprimidos, no con las clases opresoras, y mucho menos en apoyo a otros países imperialistas, que como Rusia y China participan en la rapiña por la gran riqueza petrolera y han convertido en su lacaya a la burguesía bolivariana.
Con total claridad planteó Mariátegui este problema: “El antiimperialismo, para nosotros, no constituye ya, ni puede constituir por sí solo, un programa político, un movimiento de masas apto para conquistar el poder” […] “En conclusión, somos antiimperialistas porque somos socialistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias” del mundo.
De ahí que el Programa para la Revolución en Colombia, plantee que la burguesía, los terratenientes y el imperialismo, son los enemigos a muerte que deben ser derrocados por la Revolución Socialista, sabiendo que derrocar el poder político de la burguesía y los terratenientes implica vencer la dominación semicolonial imperialista. Y vencer la dominación semicolonial imperialista implica derrocar el poder político de la burguesía y los terratenientes. Pretender liberar al país de la dominación imperialista sin tocar el poder de los ¡lacayos desvergonzados! burgueses y terratenientes, es antiimperialismo falso, antiimperialismo pequeñoburgués, en el fondo reaccionario.
Comité de Dirección – Unión Obrera Comunista (mlm)
Junio 02 de 2020