
La depresión y el suicidio son un síntoma más de la crisis por la que pasa el capitalismo. Según los datos y cifras publicados por la OMS en 2024, cada año más de 720mil personas fallecen por suicidio, siendo este la tercera causa de defunción entre las personas de 15 a 29 años y el 73% de los suicidios ocurren en países de ingresos bajos y medianos.
Estos datos nos revelan que las enfermedades mentales y sus consecuencias, como el suicidio, no son un problema individual, sino que en su gran mayoría son un problema social que golpea principalmente a los jóvenes y a los proletarios de los países explotados y oprimidos. Por lo cual corresponde a los revolucionarios exponer esta verdad: el suicidio es una característica inherente del capitalismo en decadencia.
Este sistema inhumano, con tal de sobrevivir a las crisis que él mismo genera, saca provecho de los problemas que causa en la salud mental, enriqueciendo a las grandes farmacéuticas, a la industria de bebidas alcohólicas y a las mafias. Mientras tanto, aumenta la alienación, debilita los lazos sociales y fomenta el individualismo, convirtiendo el deterioro de la salud mental en parte de la cotidianidad.
Las calles, las fábricas y los hogares en los que vivimos estropean inevitablemente la mente, ya que el presente no es más que un escenario de precariedad, explotación y frustración. A diario nos vemos obligados a librar una lucha agotadora por derechos básicos como la salud, educación y vivienda.
Y estas condiciones no se pueden entender sin entender qué es el capitalismo, y cuando eso suceda, debemos explicarlo a nuestros compañeros, pareja, familia, a desconocidos e incluso a nuestros «enemigos», como clase debemos conocer este sistema y sus alternativas, para aumentar nuestros objetivos políticos, así será más cercano el día en que podamos librarnos de todas las cadenas que nos oprimen en la sociedad.
El capitalismo es un sistema moribundo, que sobrevive gracias a la explotación y la precariedad, su poder lo ha adquirido gracias a la acumulación de medios de producción y que ha protegido sus privilegios a través del Estado y la bota militar, privando a la clase obrera de métodos violentos y revolucionarios para su destrucción y condenándola a la muerte y la miseria de la cual saca provecho, no solo a través del suicidio, si no de otros negocios inhumanos como la guerra, la cual oxigena a los capitalistas.
El capitalismo no solo se expresa fuera de nosotros, también dentro, son esas ideas de auto exigencia para trabajar tanto como el patrón lo necesita. Aparece en esa voz interna que nos dice que debemos ver el bien individual sobre el bien colectivo. Son esos miedos al fracaso que nos impiden pedir ayuda e incluso organizarnos en contra del sistema. Es esa frustración de no poder acceder al nivel de consumo que llegan otros. Es esa idea machista que normaliza el maltrato a la mujer no solo en la empresa por el burgués, sino también en el hogar del proletario.
Y en este tema en concreto, es esa idea que nos dice que nuestra salud es un problema aislado, siendo una noción que no permite identificar la verdadera cara del hecho en las cifras mencionadas. No nos van a curar, no tienen esa intención, quieren anclarnos al consumo y distribución de sus medicamentos y drogas.
¿Qué podemos hacer ante esta situación? Al revisar cómo los comunistas hemos abordado problemas similares, hemos extraído fragmentos de un artículo de los camaradas filipinos titulado El manejo revolucionario de las enfermedades mentales, el cual también pueden consultar en el portal Revolución Obrera. El objetivo es compartir experiencias positivas sobre el manejo que podemos dar, incluso en este momento, a estas enfermedades.
«Es importante conocer sus factores desencadenantes y cómo estos afectan su disposición y acciones como persona con MHP», dijo Sam. Un disparador es cualquier factor externo que produce una emoción, sentimiento o ansiedad negativos. La identificación del desencadenante de un individuo es el primer paso y la clave para establecer su gestión.
Alguien le preguntó una vez a Sam si la condición estresante en el campo desencadena su MHP[1]. “Por supuesto que sí”, respondió ella, “pero lo veo de la misma manera en que hubiera estado lidiando con la vida bajo un sistema podrido. La diferencia es que sé que estoy llegando a algún lugar aquí, que tenemos victorias, y la esperanza no es solo una palabra para animar a los deprimidos, sino algo real que se hace evidente en las interacciones diarias con las masas”.
“Un desencadenante suele agravarse con el subjetivismo al que hay que resistir. Estos son sentimientos que no están basados en la realidad y son inciertos”, explicó Sam. “En mi experiencia, si mi subjetivismo no es criticado, mis pensamientos negativos tienden a acumularse y eventualmente me empujará a autolesionarme o lastimar a otros a mi alrededor».
La vida colectiva, la crítica y la autocrítica son importantes para manejar esta discapacidad, dijo Sam. Mediante el intercambio regular de disposiciones personales, como los «3 chequeos», los camaradas pueden ayudar a las personas con discapacidades mentales a objetivar situaciones y resistir el subjetivismo. Esto contrasta con la vida en las ciudades donde el individualismo está muy extendido, donde a nadie le importa y donde solo los ricos tienen acceso a tratamiento médico y terapia. “Sin embargo, lo dicho aún es insuficiente en contra del liberalismo”, señaló Sam. “La clave es entrenarse para ser honesto, sin importar cuánto sienta que no está pensando bien o cómo reaccionarán sus compañeros. Lo importante es que te expreses, porque solo así los compañeros podrán ayudarte y comprender tu condición y tus detonantes”.
Con lo anterior, entendemos que lo más importante para el trato revolucionario de las enfermedades mentales es la vida colectiva, la honestidad y la critica y auto critica constructiva. Además de la esperanza y sentido de propósito que se encuentra en las victorias que le acercan a la revolución.
[1] sigla para designar enfermedades mentales en inglés o problemas de salud mental