Día Mundial del Árbol: deforestación por la avaricia del capital

Día Mundial del Árbol: deforestación por la avaricia del capital 1
Deforestación en el Guaviare - Colombia 

El Congreso Forestal Mundial, realizado en la ciudad de Roma en el año 1969, instauró que cada 28 de junio se conmemorara el Día Mundial del Árbol, ello con el objetivo de recordar y destacar la enorme importancia que los árboles tienen para la vida y la conservación del medio ambiente, dado que captan y recargan las fuentes de agua, liberan el oxígeno y capturan el dióxido de carbono, entre otros beneficios.

Sin embargo, como siempre, la conmemoración no es más que hipocresía capitalista, pues la deforestación es un problema global estrechamente vinculado a las dinámicas de un sistema de producción que superexplota los recursos naturales, en beneficio de unos pocos holgazanes que viven del trabajo ajeno; un sistema de producción generador de hambre, miseria, muerte y crisis ecológicas de gran magnitud, pues es claro que la acumulación de capital depende de la depredación de la naturaleza y de la fuerza de trabajo.

Debido a que la producción capitalista es absolutamente dependiente de las condiciones naturales, el voraz apetito del capitalismo por materias primas, que inevitablemente le resultan escasas, es una amenaza a la viabilidad de nuestro planeta y a la continuidad de la vida; de allí que cualquier solución para las crisis ecológicas actuales debe surgir de un espíritu y una lucha auténticamente anticapitalista y antiimperialista.

Y es que por cuenta de la explotación capitalista, que vive ávida de ganancias a corto plazo sin tener en cuenta las consecuencias ambientales y sociales, cada año se pierden millones de hectáreas de bosques en todo el mundo, con lo que se destruyen los ecosistemas, se pierde biodiversidad y se contribuye al desastre climático.

En el caso de Colombia, donde según la Oxfam el 1 % de la población es dueña del 81 % del territorio, los terratenientes y las empresas imperialistas controlan vastas extensiones de tierra que dedican a la minería a gran escala (carbón, ferroníquel, oro, plata, platino, esmeraldas…), al cultivo de coca, marihuana, amapola…, a la expansión de cultivos agroindustriales (palma para aceite, caña de azúcar, cacao, árboles para madera y pulpa papel,…), a la ganadería extensiva (producción de carne y productos lácteos) y a la construcción de infraestructuras (construcción de carreteras, represas, expansión urbana…) con lo que imponen la deforestación y sus consecuencias en todo el país.

Según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (Ideam), en el período 2001-2020 se deforestaron 3.182.876 hectáreas de bosque en Colombia, con lo que se ha contribuido grandemente a la destrucción de hábitats naturales, la pérdida de biodiversidad, la erosión del suelo, la pérdida de servicios ecosistémicos y la alteración de los ciclos hidrológicos.

Y la deforestación por la avaricia del capital en Colombia no solo nos pasa cuenta de cobro en temas ambientales, también lo hace en el componente social, pues amenaza a los pueblos indígenas que dependen de los bosques para su sustento; a las comunidades campesinas que durante generaciones habían sobrevivido con lo que producía su poca tierra y actualmente sufren por sequías, inundaciones o heladas que dañan sus cosechas. Además, en Colombia la deforestación está ligada al despojo de la tierra de los campesinos y ello va de la mano del desplazamiento forzado, que según el Registro Único de Víctimas (RUV), desde 1985 hasta el 31 de diciembre de 2021 tenía un acumulado histórico de 8.219.403 víctimas.

Y como si todo esto fuera poco, también está el asesinato de dirigentes ambientales en Colombia: según la ONG Global Witness en el mundo en el 2022 fueron asesinados 212 líderes, de los cuales 65 fueron asesinados en Colombia. De acuerdo con el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), desde la firma del supuesto “Acuerdo de Paz” (2016), 712 dirigentes ambientales han sido asesinados (364 indígenas, 230 campesinos y 93 afrodescendientes) por su lucha contra la minería, el monocultivo agroindustrial, la industria del petróleo, las hidroeléctricas y la deforestación, la mayoría de ellos fueron asesinados en los departamentos de Antioquia, Cauca, Guajira, Meta y Valle del Cauca.

Toda esta destrucción de la naturaleza por cuenta del capital exige un movimiento ecologista que sea anticapitalista y antiimperialista, pues las contradicciones entre capital y naturaleza sólo pueden resolverse con la Revolución Proletaria Mundial, como camino para forjar sistemas de producción socialistas y comunistas que dejen de ver a la naturaleza y a los seres humanos como simples mercancías, que en lugar de poner la ganancia al mando generen un verdadero bienestar humano que indisolublemente está ligado al bienestar de todo el planeta y la vida que lo habita.

Como revolucionarios y como trabajadores luchamos por conquistar el Socialismo y el Comunismo, modos de producción en los que toda la sociedad sea responsable de proteger la tierra como una riqueza colectiva de las actuales y las futuras generaciones; unas sociedades donde se colectivice el conocimiento científico y tecnológico para que todos estemos capacitados para desarrollar procesos de producción y de consumo realmente ecológicos; unas sociedades donde las decisiones productivas se tomen basándose en la ausencia de daños ambientales.

Estos propósitos no serán posibles si se sigue confiando en las promesas de reformar el capitalismo o hacerlo más humano; por el contrario, el papel que ha jugado el reformismo ante el problema de la deforestación y la depredación de la naturaleza se ha limitado al establecimiento de acuerdos, leyes y convenciones en las que las esperanzas de salvar el planeta se convierten en letra muerta y en simple favor de la burguesía.

La esperanza que los reformistas promueven entre los luchadores y los defensores ambientales para confiar en el Estado burgués perpetúa la deforestación en el país, pues la ilusión en las leyes y los acuerdos burgueses para la defensa y la protección de la naturaleza desvía de la lucha real a las mujeres y los hombres, a los científicos e intelectuales más comprometidos con la protección de la naturaleza.

Es necesario y urgente que ante la situación que atraviesa el planeta todos los defensores del planeta comprendan que la única forma de salvarnos es sumarse a las tareas por el derrocamiento del sistema capitalista. Y en Colombia este combate se traduce en la lucha por organizarse, vinculándose a las tareas de la organización de un Partido que dentro de su programa tenga como tareas concretas las acciones que están resumidas en el Programa para la Revolución en Colombia.

Compañeros ambientalistas, campesinos, indígenas, científicos e intelectuales, la crisis ambiental propiciada por la voracidad del capitalismo los llama concretamente a sumarse a las filas de los revolucionarios; los llama a unir esfuerzos con cada tarea, a hacer suya la táctica revolucionaria y desechar la táctica reformista. Los comunistas los invitamos a unirse a la lucha del proletariado contra el principal problema: el sistema capitalista, a que acojan el Programa para la Revolución en Colombia, lo abanderen como suyo y se sumen a los esfuerzos por la construcción del Partido de la clase obrera, auténtico Partido capaz de dirigir la revolución en Colombia, para que con el proletariado y el campesinado en el poder sea posible llevar a la práctica, y sin dilaciones, las medidas más urgentes por la vida y la naturaleza.

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