
Está muy normalizado en estos días, gracias al reformismo anteriormente armado de las Farc y los mamertos del Partido Comunista Colombiano (PCC) y allegados, hablar de “poder popular, paz y socialismo”, todo junto, sin ningún tipo de asco. Pero lo anterior tiene un origen, una explicación histórica; se trata de la adopción y defensa de las tesis revisionistas del XX Congreso del PCUS de “coexistencia pacífica de los dos sistemas” y de “transición pacífica al socialismo”, además de la dirección también revisionista de la violencia revolucionaria desde los años 60, que han llegado en Colombia y en otras partes del mundo ya demasiado lejos. Para ilustrar mejor este punto, se reproduce el siguiente fragmento del informe de dicho Congreso:
“No cabe la menor duda de que el derrocamiento violento de la dictadura burguesa y la brusca agudización de la lucha de clases que lleva implícita son inevitables para una serie de países capitalistas. Pero hay distintas formas de revolución social. Y eso de que reconocemos la violencia y la guerra civil como el único camino de transformación de la sociedad está muy lejos de ser cierto” [1]
Han llegado al punto de proponerles a las masas populares sin ningún tipo de vergüenza, el colosal engaño que implica la paz en el marco del Estado burgués, como si los comunistas fuesen pacifistas… ¡todo lo contrario! Lo que queremos es destruir violentamente este Estado y construir otro, el de los obreros y campesinos, no hay término medio. No queremos la paz con las clases explotadoras, ni mucho menos un partido que concilie con ellas, pues el partido de los trabajadores debe existir para acabar con las clases explotadoras, sean burguesías y/o terratenientes y su Estado.
Partiendo de esto, no hay base allí para el poder popular, pues el poder realmente popular debe ir dirigido a la insurrección y conquista del poder, no a la administración del Estado de los ricos, ni a mantener con remiendos (reformas) el estado de cosas existente y mucho menos abandonar el marxismo y la lucha de clases manoseando el socialismo a su conveniencia. El Estado Socialista es la negación del Estado burgués, es la Dictadura del Proletariado. Para construirlo hay que destruir primeramente el estado de cosas anterior, y esto no se puede lograr sin la insurrección del pueblo, la Guerra Popular y la violencia revolucionaria. No hay otra forma.
La excusa más común (o intento de argumento) de los mamertos y reformistas, es alegar que no hay condiciones para la Guerra Popular, esgrimiendo las innumerables fortalezas del Estado que deberían proponerse derrotar, mientras caen en la victimización eterna. Así llevan más de 60 años. ¿Su muletilla? «Marx dijo que 20 años son dos días en tiempo histórico». Y así han tenido al pueblo, perdiendo valioso tiempo e impulsos (el caso más inmediato fue el Paro de 2021 en Colombia, con antecedente en 2019 y 2020) que hubieran permitido una preparación genuina de la Guerra Popular, con la DIRECCIÓN adecuada; dirección que no ha tenido porque la clase trabajadora del campo y la ciudad no tiene hace varias décadas su propio Partido revolucionario y de vanguardia.
Si algo nos ha demostrado la realidad concreta y reciente en Colombia es que la clase obrera en su conjunto está más que dispuesta a luchar de forma revolucionaria, que cuando se trata de la lucha en las calles por su liberación no le teme a la violencia, sino que la abraza y la hace suya. Se la apropia. Entonces, el germen del asunto no está en simplemente echarle la culpa a los mamertos y reformistas (sin dejar de mencionar a los elenos con su guerrillerismo de espaldas a las masas) y quedarnos ahí. No.
Debemos ir más allá y hacer uso de la autocrítica como comunistas revolucionarios que somos, y por eso debemos empezar reconociendo que si bien existen las condiciones objetivas para la revolución (siempre están), las subjetivas no han sido suficientemente desarrolladas más allá de lo espontáneo, de ahí que necesitemos el Partido que nos hemos tardado tanto en construir. Hay que partir de las necesidades históricas del proletariado organizándonos siempre, aunque estemos en una etapa temprana de la revolución, con la lucha realmente revolucionaria de las masas en nuestro horizonte.
Necesitamos una dirección revolucionaria que surja de la teoría y la misma práctica revolucionaria que está ocurriendo, y la necesitamos ya. La revolución no da espera. El Partido hace parte de las necesidades históricas inmediatas de nuestra clase pues, como decía Stalin, es su Estado Mayor.[2] Por eso, como comunistas revolucionarios debemos acelerar la restauración del Partido. ¿Cómo podemos responder al reformismo de los mamertos y reformistas organizados? actuando como Partido, lo que implica un arduo trabajo de agitación y propaganda para fundir el socialismo con las masas, en particular el Programa para la Revolución en Colombia; cuadros revolucionarios profesionales; orientaciones concretas partiendo del constante análisis táctico; trabajo constante entre el movimiento de masas, para movernos como pez en el agua y levantar las banderas de la Reestructuración del Movimiento Sindical, la construcción del Movimiento Femenino Revolucionario, concretar las Asambleas Populares, hacer todo lo necesario para elevar el nivel de conciencia del movimiento; disputar la dirección del movimiento haciendo conciencia sobre la necesidad de una dirección revolucionaria para hacer contrapeso en la práctica cotidiana y que nos permita ofrecerles la vía revolucionaria a las masas populares, cuestión de la que adolece el movimiento, y por la que debemos seguir luchando.
Por esto, hacer la crítica a la paz burguesa de los mamertos reformistas pasa por reconocer que estamos en crisis, que persiste entre los comunistas confusión ideológica, impotencia política y dispersión organizativa, lo que ha llevado a que pese a los intentos de unidad, se impongan salidas organizacionistas a esta crisis, evadiendo la discusión programática; crisis que además se evidencia en el Movimiento Comunista Internacional, que pese a la inminencia de los preparativos de guerra imperialista, el genocidio en Palestina, el rearme y modernización militar de los imperialistas, la guerra en Ucrania…tampoco logra poner por encima de los llamados pensamientos, la necesidad de unidad del MCI y de avanzar en una nueva Internacional Comunista. Lo cierto es que no habrá condiciones subjetivas plenamente desarrolladas en la vía revolucionaria sin Partido revolucionario, y no habrá Partido revolucionario si, aun con las limitaciones actuales, dejamos de desarrollar las condiciones subjetivas para la revolución, por ello seguimos construyendo el Partido, actuando como Partido.
[1] Informe del C.C del PCUS al XX Congreso del Partido, página 17
[2] Fundamentos del Leninismo, Stalin, cap. VIII.