Las causas reales e incuestionables de los ataques a los Comandos de Atención Inmediata – CAIs, se encuentran en la indignación general del pueblo frente a la brutalidad policial contra las manifestaciones populares, a la utilización de los CAIs como antros de tortura, violación, asesinato y ollas de micro-tráfico y al terrorismo de Estado expreso en masacres, asesinato de dirigentes y luchadores populares, persecución de las organizaciones sociales, estigmatización y trato militar a la protesta de los explotados y oprimidos, así como a la terrible situación del pueblo colombiano, sobre quien las clases dominantes y el régimen uribista vienen descargando todo el peso de la crisis económica, aumentando con ello la crisis social, siendo esta situación el principal combustible de las protestas y de los actos violentos del 9 y 10 de septiembre.
Las declaraciones del reaccionario ministro de defensa, Carlos Holmes Trujillo, de los comandantes de la policía y de la propaganda amarillista de los medios adjudicando la causa del levantamiento popular del 9 y 10 de septiembre, a una supuesta conspiración internacional y a la mano de los grupos guerrilleros, otorgándoles una capacidad e influencia que no tienen, son afirmaciones que reflejan la debilidad de las clases dominantes ante las fuerzas sociales que surgen de las contradicciones de su caduco y reaccionario sistema.
La indignación del pueblo y su espantosa situación, es la verdadera bomba social donde el aleve asesinato a golpes de Javier Ordóñez, un ciudadano del común, fue el detonante de la explosión popular, que en unas cuantas horas de la noche, durante dos días, sacó corriendo a los criminales uniformados quienes, llenos de pánico y por orden de sus superiores, abrieron fuego contra las masas desarmadas dejando un saldo de 13 muertos y más de un centenar de heridos. Una nueva masacre que se suma a las 61 ocurridas en lo que va corrido del año, junto con el asesinato de 116 dirigentes populares y 36 excombatientes de las Farc.
Fueron 72 CAIs destruidos o casi destruidos (cerca de la mitad de los existentes en la capital) y alrededor de 100 policías heridos. ¡Una magnifica lección de dignidad de un pueblo que no permitirá que lo sigan pisoteando!
Esos son los hechos que hablan por sí mismos. De ahí que la reacción, ante la contundencia del levantamiento popular y el temor que éste le causa, se haya propuesto orquestar una campaña oficial para desprestigiar este episodio de la lucha y hacerlo aparecer como vandalismo. Por consiguiente, es tarea de los revolucionarios y comunistas poner las cosas en claro, demostrando que los ataques se concentraron contra las fuerzas policiales en Bogotá, al punto que el 9 de septiembre solo fueron atacados, además de los CAIs, 2 grandes supermercados, algunos cajeros automáticos y unos cuantos buses de Transmilenio; al día siguiente, la furia popular se extendió además a otros blancos distintos a la policía, resultando incinerados otros vehículos del transporte público y apedreadas estaciones del sistema masivo de transporte y entidades bancarias.
De nada servirán las payasadas del títere presidente, de sus ministros y testaferros de los medios de comunicación en el vano intento de desinformar y tergiversar los hechos para sembrar confianza y moralizar las tropas de una institución que, como todas las demás del Estado burgués, están podridas hasta la médula y deben ser demolidas con la violencia revolucionaria de las masas, para darle vida a unas nuevas instituciones sin burocracia ladrona y corrupta, y sin fuerzas militares especiales, porque éstas serán sustituidas por el pueblo armado, garante de que sus decisiones democráticas sean cumplidas por los funcionarios del Estado, elegibles y removibles en cualquier momento.
Para la juventud que sigue jugando el papel de avanzada en los combates, especialmente para la juventud trabajadora, debe ser motivo de orgullo y razón de seguir adelante, haber mostrado que la paz defendida por los explotadores y los jefes politiqueros es la paz de los sepulcros y no queda otra alternativa que apelar a la violencia revolucionaria para destruir lo viejo, lo reaccionario y construir lo nuevo.
Tampoco debe ser motivo de desánimo la muerte de humildes trabajadores, estudiantes, compañeros y camaradas. Por el contrario, debemos honrar su memoria porque la experiencia sirve para preparar mejor las fuerzas; porque solo a través de un camino sinuoso de ensayos y de explosiones, de victorias a medias y de grandes y pequeñas derrotas se abre camino lo nuevo y revolucionario. Sin embargo, para que su vida no haya sido ofrendada en vano, se hace necesario hacer consciente este gran movimiento social para que los combates venideros no sean aplastados por la reacción o desviados por el reformismo y puedan conducir a la victoria de las masas populares sobre sus centenarios enemigos.
El proletariado revolucionario no posee fórmulas mágicas, ni recetas doctrinarias para resolver los problemas que le plantea el movimiento en cuanto a las formas de lucha y de organización, en cuanto a las formas de defensa y ataque que en cada período destaca la lucha de clases. En ese sentido, aprende de las masas, saca las lecciones de su lucha y las hace conscientes para educar y generalizar las que son necesarias y acercan el triunfo de la revolución. Por tanto, es pertinente hacer un balance de lo ocurrido, o por lo menos, extraer algunas lecciones fundamentales del magnífico levantamiento popular que hizo temblar a la policía en la capital y ocasionó fisuras en la élite gobernante.
La primera y más importante lección es que las masas se atrevieron a lanzarse a una acción ofensiva contra las fuerzas policiales. Hasta ahora las acciones de las masas en general y salvo en algunos casos, estaban encaminadas a resistir la ofensiva de las fuerzas militares y el ESMAD; es decir, a contener sus ataques contra las manifestaciones y bloqueos pero no a asestarles golpes contundentes o aniquilarlas en el sentido de desarmarlas o privarlas de su capacidad de combate.
Lo ocurrido el 9 y 10 de septiembre le da una nueva cualidad al movimiento y demuestra prácticamente que sí se pueden derrotar las fuerzas asesinas del Estado. En Bogotá, el Puesto de Mando Unificado – PMU, conformado por el ministro de defensa, los jefes de la policía y la alcaldesa fue literalmente impotente para determinar un plan de acción que impidiera o sofocara el levantamiento; en la mayoría de los CAIs los policías salieron en estampida y en solo 22 de ellos algunos dispararon contra las masas. El propio comandante de la Policía confesó que el levantamiento tuvo una gran semejanza con la insurrección del 9 de abril de 1948, solo que esta vez las masas no marcharon a las grandes estaciones de policía ni al centro de la ciudad, sino que concentraron su furia en los comandos de los barrios populares.
Para los próximos levantamientos que se presentarán hay que tener en cuenta tanto los CAIs, como las principales estaciones y comandos de policía, así como los cuarteles, centros de mando, depósitos de armas, etc.
La segunda lección fundamental tiene que ver con la necesidad de preparar las fuerzas populares para el combate. Los hechos dejan claro que las fuerzas militares dispararán contra el pueblo desarmado frente a cualquier acción ofensiva suya; esta es una vieja lección que ahora nuevamente pone al orden del día la necesidad de desechar cualquier ilusión en que las fuerzas armadas del Estado burgués están al servicio del pueblo, como pregonan todos sus sirvientes y politiqueros.
Así reformen las actuales fuerzas policiales como proponen Claudia López y Gustavo Petro, y las conviertan en una “fuerza civil”, “educada” y apegada al “Estado social de derecho”, en los momentos decisivos éstas dispararán contra el pueblo, porque al igual que el Ejército y las demás fuerzas represivas, fueron creadas para defender a sangre y fuego los privilegios de los explotadores y garantizar con la violencia organizada su asqueroso orden de explotación, opresión y servilismo a los imperialistas.
Por consiguiente, plantearse seriamente la necesidad de construir un nuevo Estado y nuevo orden de cosas al servicio del pueblo, lleva implícita la necesidad de derrotar y aniquilar el pilar central del Estado burgués: las fuerzas militares y paramilitares.
En las condiciones actuales de la lucha de clases y del período de preparación y organización de las fuerzas para las batallas decisivas, surge la necesidad de construir las fuerzas armadas populares. Preparación que ahora exige:
En primer lugar y tarea más importante, construir y generalizar los Grupos de Choque para repeler y aplastar al ESMAD y su escudera, la Fuerza Disponible de la Policía. Destacamentos de la reacción especializados en reprimir y sofocar las manifestaciones populares y a las cuales están dotando de nuevos equipos y armas, incluidas tanquetas blindadas no tripuladas, armadas con lanzagranadas aturdidoras y cañones de gas y agua.
En segundo lugar, y sin ser esta la tarea principal, empezar a construir la Guardia o Milicia Popular; que en momentos como los del 9 y 10 de septiembre, es decir, en las acciones militares ofensivas contra las fuerzas de la reacción, se propongan desarmar a los policías y se encarguen de liquidar físicamente a quienes disparen contra las masas. Éstas no pueden seguir lanzándose a las acciones ofensivas a pecho descubierto, ni seguir permitiendo que las sigan masacrando y asesinando a sus dirigentes.
Como en todos los asuntos de la revolución, en la Guerra Popular, las masas populares no pueden cifrar sus esperanzas en que algunos “héroes” responderán por ellas, sino que necesitan depositar en ellas mismas la confianza para organizarse y pertrecharse no solo físicamente, sino con una clara comprensión y conocimiento de los asuntos militares. Una tarea que deben cumplir los camaradas y compañeros que tienen mayor conocimiento y experiencia.
La tercera lección fundamental es la relación que debe existir entre los combates a las fuerzas represivas y la movilización general de los trabajadores y el pueblo. Si bien las acciones fueron masivas y contundentes, no debe olvidarse que las acciones militares para que sean aún más decisivas deben estar respaldadas por la Huelga y el Paro. Una cosa es que las clases dominantes solo se preocupen de cómo aplastar a los rebeldes que están enfrentando a la policía en los comandos y, otra, que la rebelión se generalice con la huelga política y las acciones que afecten su ganancia.
Tener en cuenta este aspecto es importante para conjugar en el futuro las acciones más decididas y ofensivas con la movilización general de pueblo y su participación activa, quien debe suministrar no solo los combatientes de primera fila, sino contribuir activamente en la lucha por otros medios. Si a las acciones ofensivas contra las fuerzas represivas se suma el paro, los bloqueos y las demostraciones en las fábricas, empresas y principales vías, para el enemigo es una situación insostenible porque no sabe ni tiene cómo atender o enfrentar tal situación; ni siquiera echando mano del ejército.
La cuarta lección fundamental tiene que ver con la composición de las fuerzas militares y la necesidad de descomponerlas. En efecto, la inmensa mayoría de los componentes de las fuerzas militares enemigas son hijos del pueblo que por distintas circunstancias están al servicio de sus propios verdugos y actuando ellos mismos como verdugos y asesinos de sus hermanos. Son los enemigos más visibles y odiados porque son los perros amaestrados encargados de aplastar al pueblo directamente, pero también son hijos de las masas populares.
Esa doble condición exige; en primer lugar, combatir con toda firmeza y sin contemplaciones todos los destacamentos militares del viejo Estado, sin olvidar ni un segundo que las fuerzas militares del enemigo hay que aniquilarlas y destruirlas junto con todo el Estado. Pero a su vez y, en segundo lugar, es necesario descomponerlas y atraer a la revolución a una parte de sus efectivos para poder aniquilarlas. Son dos tareas que van íntimamente ligadas para minar la moral de las tropas enemigas, neutralizar a una parte de ellas y hacer que otra parte se pase a las filas de la revolución.
Algunos revolucionarios consideran que no es necesario hacer trabajo de agitación, propaganda y organización al interior de las filas de las fuerzas enemigas y otros llegan a plantear que es una ilusión; pero ésta es una apreciación incorrecta, por cuanto desconoce el carácter contradictorio a que están sujetos los elementos de base de las fuerzas represivas y menosprecian la necesidad de fracturar al enemigo. Un ejemplo sencillo de esas fracturas se pueden observar en lo que se presentó el 9 y 10 de septiembre, y no solo por arriba, entre la alcaldesa y los mandos de la policía y el ministro de defensa en Bogotá, sino también por la base en la actitud de la mayoría de los policías que no dispararon contra las masas, e incluso en el miembro del ESMAD que se enfrentó a un policía que estaba agrediendo a un manifestante. Un trabajo más intenso y sistemático hará que se pronuncien aún más las diferencias y se produzcan fracturas mayores. No es gratuito que el títere presidente y sus secuaces en todas las esferas, incluido el periodista deportivo Javier Hernández Bonnet quien también se disfrazó de policía, se hayan propuesto moralizar la tropa después de los sucesos del 9 y 10 de septiembre.
La quinta lección fundamental destaca la importancia estratégica y táctica que tiene Bogotá y la vía de la revolución en Colombia. Las acciones ofensivas en la capital se extendieron a las principales ciudades y a otras ciudades intermedias y pequeñas en el transcurso de pocas horas; demostrando que todo cuanto ocurra en la capital tiene resonancia e incidencia en todo el país. De donde se desprende la necesidad de preparar la insurrección en las principales ciudades, especialmente en la capital, para garantizar la victoria de las masas en los combates decisivos, aunque esto no excluye la necesidad de preparar también los levantamientos en el campo.
Los hechos confirman que, en el caso de la sociedad colombiana, es equivocada la idea de tratar de cercar las ciudades desde el campo para ir arrebatando el poder gradualmente a las clases dominantes y al Estado. Igualmente, rechazan la idea equivocada de que la insurrección siempre es una explosión social inevitablemente espontánea y producto de una acumulación pacífica de fuerzas; por el contrario, enseñan que se necesita una labor intensa y sistemática de preparación consciente para organizar y preparar a las masas en todos los aspectos de la lucha, en múltiples combates nada pacíficos, a fin de obtener la victoria.
Son muchas las lecciones del levantamiento del 9 y 10 de septiembre que los comunistas y revolucionarios deben extraer todavía; como es el caso de la asonada del 10 en Tocancipá, vecino municipio de Bogotá, donde las masas arrasaron con el cuartel de la policía, la alcaldía municipal y otras instituciones.
Sin embargo, las lecciones consignadas aquí son enseñanzas fundamentales que le permitirán a las fuerzas populares prepararse mejor para los combates que se avecinan y como parte del aprendizaje para cuando llegue la hora de desatar la insurrección para destruir el viejo Estado de las clases reaccionarias e inaugurar la República Socialista de Colombia.
Comité de Dirección – Unión Obrera Comunista (mlm)
Septiembre 24 de 2020
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