Las abarcas desiertas 1
Imagen generada con IA

El camarada Miguel Hernández, poeta de Orihuela (Alicante), tuvo una infancia marcada por la pobreza y el arduo trabajo, experimentó las fatigas y la lucha por la supervivencia; sus primeros años como cuidador de cabras le sirvieron para forjarse una visión del mundo y un compromiso con los desposeídos.
Hernández abrazó la causa de los oprimidos, denunciando la explotación y el sufrimiento de los campesinos, los obreros y las mujeres, alzando su voz poética en defensa de un futuro de libertad, justicia y pan abundante para todos los desfavorecidos.
Compartimos con nuestros lectores un bello poema de su autoría, alusivo a esta fecha:

Las abarcas desiertas

Por Miguel Hernandez

Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda la gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y un mundo de miel.

Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.

"Urge alegrar esta tierra, urge arrancar de raíz la tristeza que tantos sistemas de miseria han acumulado sobre ella"

Comparte