Pongamos el teatro al servicio del pueblo

Pongamos el teatro al servicio del pueblo 1

En Colombia, son mucho los que desde su oficio de actores, directores y dramaturgos han estado inquietos, preocupados y dedicados por contar las historias que padece el pueblo. Algunos hemos podido ver obras de teatro como acto de memoria sobre hechos que han marcado la historia del pueblo. Colombia cuenta con muchas obras de teatro sobre el desplazamiento forzado, la guerra contra el pueblo a manos de terratenientes y grupos armados; y, en los últimos años, se han visto especiales trabajos en el teatro colombiano sobre la desaparición de los hijos del pueblo en los llamados «falsos positivos».

Para esos creadores, extendemos un saludo en el Día Mundial del Teatro, y saludamos a todos los artistas de las artes escénicas que de una u otra manera dedican su conocimiento y experiencia para librar la batalla contra los opresores, desde el campo de la cultura. Este día, también es un reconocimiento al trabajo dedicado, sacrificado y paciente que se hace, aun bajo condiciones precarias en las que el Estado de los capitalistas cada día desfinancia más la cultura, para dedicar el erario al rescate de los negocios de la burguesía y de la guerra.

En este 27 de marzo del 2024, cuando se viven tiempos sombríos, es preciso recordar las palabras expresadas por el autor alemán Bertolt Brecht con motivo del II Congreso Internacional de Escritores en defensa de la cultura realizado en Valencia España en 1937:

Si la cultura es algo inseparable de la productividad general de los pueblos, si una misma intervención violenta puede privar a los pueblos de la mantequilla y del soneto, si en efecto la cultura es algo tan material, ¿qué se ha de hacer entonces en favor de su defensa?

¿Qué puede hacer ella misma? ¿Puede batirse? Se bate, luego puede. La lucha tiene sus distintas fases. Los diferentes productores culturales se oponen primero sólo de forma impulsiva a los terribles sucesos en su país. Pero ya la designación de la barbaridad como barbaridad significa: batirse. Entonces se unen contra la barbaridad, lo que es necesario hacer para batirse. Pasan de la protesta a la apelación, del lamento al llamamiento de lucha. No sólo indican con los dedos hacia la acción criminal, sino que llaman a los criminales por su nombre y exigen su castigo. Se dan cuenta que la condena de la opresión tiene que finalizar con la exterminación de los opresores, que la compasión con las víctimas de la violencia ha de convertirse en rechazo contra los agresores, la compasión en rabia y la aversión contra la violencia en violencia. A la violencia de la clase privilegiada se ha de contraponer la violencia, la violencia plena y destrozadora del pueblo.

Que sirvan estas palabras del dramaturgo alemán para llamar a los artistas del pueblo, a los que con dificultades transitan escuelas, plazas, pueblos, teatros… por todos los rincones del país a tomar la decisión de batirse con su pueblo en la lucha que está próxima a resurgir. A los que sufren también en carne viva la violencia social y económica, a los que sienten con enorme pasión en sus entrañas el dolor del pueblo, los llamamos a que consideren también la importancia desde su oficio contribuir a la preparación y organización de las asambleas populares.

Que sus textos, sus actos y sus palabras dramáticas y cómicas sigan hablando de la memoria del pueblo, de las tragedias que no se deben olvidar y no se pueden seguir viviendo, pero que hable también de las victorias, que tome lección de los hechos que sirven para seguirse batiendo contra los opresores. Que hable de su poder y su fuerza como productores de toda la riqueza, que sea capaz de hablar de sus defectos, esos singulares defectos del proletariado contra los que debe luchar para seguir avanzando. Que hable de la tarea más importante que es de la unidad y la lucha con independencia para enfrentar a todos los opresores; de cómo ejercer verdaderamente poder popular de forma directa en las asambleas populares.

Y, aunque son mucho los autores que a través de la historia han puesto su arte al servicio de la revolución, compartimos con ustedes un fragmento de la obra «Los días de la Comuna», de Bertolt Brecht. En esta escena en particular somos testigos de cómo fue aprendiendo el pueblo parisino durante la Comuna de 1781 a ejercer la democracia directa, para tomar las decisiones más revolucionarias que necesita el pueblo. La escena termina con una bella canción: «O todos o ninguno», la cual resume la gran discusión que se libró en esta escena y que si la viéramos en vivo sube los ánimos para disponernos con amor a la lucha revolucionaria; una canción que complementa perfectamente la consigna que se extendió en los muros de las calles en Colombia desde el 28A del 2021: Solo el pueblo, salva al pueblo.

Pongamos el teatro al servicio del pueblo 2
Los días de la Comuna, de Bertolt Brecht
Pongamos el teatro al servicio del pueblo 3
Pongamos el teatro al servicio del pueblo 4
Sesión de la Comuna de París

Canción «O todos o Ninguno»

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