Sebastião Salgado, el fotógrafo que retrató las miserias del capitalismo

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El 23 de mayo, en París (Francia), se apagaron los latidos del corazón del fotógrafo Sebastián Salgado o Sebastião Salgado su nombre en portugués, idioma oficial de la tierra que lo vio nacer, Brasil, exactamente la localidad rural de Aimorés, en el Estado de Minas Gerais (sureste), el 8 de febrero de 1944. Tenía 81 años.

Uno de sus trabajos más reconocidos fue la «Fiebre del Oro» que realizó en Serra Pelada (Sierra Pelada), una mina de oro ubicada en el distrito del municipio de Curionópolis, en el sureste del Estado de Pará (Brasil), en la que cientos de obreros suben y bajan inclinados cerros, apiñados unos con otros para ir pelando la montaña y encontrar, así fuera, una sola pepita del precioso mineral. Sobre los obreros, intelectuales y gente de todo tipo que soñaban con encontrar entre la tierra el trampolín que los sacara de la pobreza, dijo Sebastião Salgado en el documental «La sal de la tierra», que: «Toda esa gente junta formaba un mundo muy organizado. Pero en una completa locura».

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Estudió economía lejos de su pueblo natal y allí conoció a Lélia Wanick, estudiante de música y con quien después tuvo dos hijos. Ambos participaron en manifestaciones y luchas con estudiantes de París, Berlín y Chicago en los años sesenta, mientras Brasil estaba sometida por una brutal dictadura militar que inició el 31 de marzo de 1964 encabezada por el Jefe del Estado Mayor del Ejército, Humberto de Alencar Castelo Branco y que duró 21 años, es decir, hasta 1985. En agosto de 1969, Sebastião y Lélia se van en barco hacia Francia, donde él terminó sus estudios de economía y ella estudió arquitectura. Después de tratar de ubicarse como economista en Londres, finalmente Sebastião encuentra su vocación de fotógrafo usando una cámara que Lélia compró para su trabajo y regresan a Francia donde él trabajó como fotógrafo. En 1971 se empleó para la Organización Internacional del Café y empezó a viajar al África.

Regresa a América Latina para consumar su obra «Otras Américas» en 1986. Para ello visitó países como Ecuador, Perú, Bolivia, México, en los que retrató a blanco y negro la vida de los campesinos pobres, de los proletarios agrícolas, sus costumbres, sus animales de compañía, su vida en medio de la más profunda pobreza. En la Antártida fotografió morsas, osos polares usando técnicas de arrastre bajo o rodando para mimetizarse en el suelo.

Al terminar la dictadura, regresaron a Brasil y realizó una gira por el nordeste de ese país donde fotografió la muerte, las creencias religiosas del pueblo, pero también la lucha por una reforma agraria encabezada por el Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra. De allí nació «Terra», una muestra fotográfica que evidencia la lucha de los que no tienen nada en el campo brasilero contra los terratenientes y grandes capitalistas, acaparadores de las mejores tierras en Brasil. «Nuestra historia es la historia de la comunidad, no del individuo. Ese es el punto de vista de mi fotografía y el punto de partida de todo mi trabajo». Entre 1986 y 1992 tomó fotografías en 23 países, para culminar «Trabajadores: una arqueología de la era industrial», en la que la clase obrera fue el centro de su trabajo. «Trabajadores» se exhibió en más de 60 museos.

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«Escribo con una cámara, es el lenguaje que he elegido para expresarme. De alguna manera, mi punto de vista -muy centrado en lo social y lo comunitario- no difiere mucho de los conceptos básicos de la mayoría de las religiones. Se necesita tiempo, y mucho, para componer una narración coherente: no haces una foto. Se construye una historia. Al fin y al cabo, creo que los fotógrafos documentalistas son personas a las que les gusta contar historias» dijo Sebastião Salgado acerca de su labor.

Entre 1993 y 1999 el autor creó las obras «Éxodo» y «Retratos de los niños del éxodo», centradas en el desplazamiento masivo de personas y que se publicaron en el año 2000. Al respecto de ese trabajo afirmó: «Estaba acabado. Pasé siete años fotografiando a refugiados que huían de las guerras. En los campos de refugiados del Congo, en Goma, en 1994, morían 12 000 ruandeses al día. Yo estaba allí. Lo que vi en Ruanda fue tan brutal que dejé la fotografía».

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Volvió a Brasil, donde la deforestación y el daño general a la Amazonía impactaron a la pareja, tanto, que fundaron el Instituto Terra, una reserva natural de 680 hectáreas en la que plantaron 2,7 millones de árboles. Sebastião retomó su labor con la fotografía y esta vez retrató paisajes. En 2004 inicia un nuevo proyecto en el que duró ocho años viajando a distintos lugares donde las garras destructoras del capitalismo no habían alcanzado a dañar el paisaje. De ahí nace en 2015 la obra «Génesis», en la que retrató la naturaleza intacta, y el cómo animales y comunidades indígenas parecieran haber quedado congeladas en el tiempo.

«Amazonía» fue uno de sus últimos trabajos en los que retrató a 13 tribus amazónicas en un poco más de 200 imágenes. Incluye siete videos de líderes indígenas en los que denuncian lo difícil que es sobrevivir en el bosque y demandan acciones urgentes para garantizar su protección y preservación. Lélia Wanick curadora y escenógrafa de sus obras, en esta en particular, logró una inmersión del espectador en la selva por medio de una galería sonora del paisaje amazónico acompañado de la música de artistas y poetas brasileros.

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Destacamos la obra de este fotógrafo brasilero en la que conjugó la técnica y el arte de la fotografía con el interés de mostrar por medio de su lente la intensa lucha del pueblo por sobrevivir en medio de las más duras condiciones que le impone el capitalismo imperialista a los desposeídos del mundo. El duo que lograron hacer con su compañera de vida, fue el pilar fundamental sobre el que se erige la obra de Sebastião Salgado, sin ella, con sus aportes y trabajo junto al fotógrafo, hubiera sido más difícil que sus obras llegaran hasta donde llegaron. Este es un reconocimiento, que se queda corto, a la obra de un fotógrafo que decidió darle vida a nivel mundial al trabajo y lucha de los sin nada, a los sin tierra, a los sin voz. ¡Larga vida a la obra de Sebastião Salgado!

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