Italia – COVID-19: maestros, gobierno, estado, peores remedios que el mal

Italia – COVID-19: maestros, gobierno, estado, peores remedios que el mal 1

Editorial del Periódico Proletari Comunisti – Órgano del Partido Comunista maoísta de Italia

Tomado de Maoist Road, 10 de marzo 2020, la traducción es de Revolución Obrera.

La epidemia del coronavirus que se desarrolló en China infectando y afectando a un área entera, Wuhan, de 11 millones de personas, y se extendió a varios otros países del mundo con un brote importante en Europa, Italia, se ha convertido en una emergencia de salud global que ha metido en el juego gradualmente a todos los estados y gobiernos.

Los coronavirus son un grupo de virus circulares con una serie de protuberancias en la superficie que los hacen parecer una corona, penetran en las células de las membranas mucosas y afectan las vías respiratorias superiores y alcanzan progresivamente los pulmones. De ahí su peligrosidad, particularmente para las personas que tienen una resistencia más baja debido a enfermedades previas, principalmente debido a la edad y / o la reducción de las defensas inmunitarias.

Es el último caso de epidemias y pandemias históricas: gripe aviar, virus del Ébola, SARS, sin embargo, todavía no existe una vacuna eficaz para erradicarlo.

Los enormes recursos financieros, el enorme potencial de la ciencia y la investigación, en un sistema dominado por las leyes de lucro, no nos permitieron no solo prevenir sino también intervenir rápidamente frente a la propagación de estas enfermedades graves. La mayor parte de la ciencia y la investigación están en manos del capital y se utilizan en gran medida para producir armas cada vez más sofisticadas; de hecho, una parte de ellos se usa para crear armas químicas y bacteriológicas, capaces de propagar enfermedades mortales en un teatro de guerra. Por otro lado, el imperialismo estadounidense ya ha usado armas químicas y bacteriológicas en la guerra de Vietnam, y el asunto de las armas químicas ha surgido repetidamente en las guerras recientes en el Golfo Pérsico, Medio Oriente, etc.

El desarrollo de estas epidemias mortales debería hacer evidente a los ojos de los proletarios y de las masas populares que este sistema no es capaz de proteger la vida de las personas, de hecho pone su salud cada vez más en riesgo, al igual que pone en riesgo el medio ambiente y la vida de todo el planeta.

Si no hablamos de esto durante las emergencias que afectan a todo el mundo, si no vamos a la raíz de lo que sucede, no identificamos a los verdaderos culpables de los miles de muertos, las decenas y decenas de miles, hasta ahora, de personas infectadas y el grave peligro que representa la creciente extensión de la epidemia.

Por lo tanto, no podemos pedir al sistema que crea y alimenta estas enfermedades, a los que obtienen beneficios en este sistema ―incluidas los escandalosos laboratorios farmacéuticos―, a los estados y gobiernos que gestionan este sistema, que sean los que puedan protegernos y salvarnos en estas dramáticas circunstancias. No podemos pedir a quienes destruyen el sistema de salud pública día a día, a favor del sector privado y transformándolo en un negocio sensacional, que sean los organizadores de la respuesta a la emergencia sanitaria de hoy.

Por eso las medidas que los gobiernos están tomando son generalmente inaceptables, tanto en el espíritu, como en la práctica. Todas ellas se basan en la centralización del poder de intervención y en un estado de emergencia que impone, como en una dictadura, no sólo algunas medidas sanitarias, de prevención e intervención necesarias para contener la epidemia, sino una militarización general, con el cierre de puestos de trabajo, escuelas y todos los lugares de reunión y socialización, diciendo a todo el mundo: “quédense en casa… nosotros nos encargaremos de ello…”

Durante estas semanas ya se ha visto que esta línea, esta práctica no ha impedido que el coronavirus se propague, ni que aumente el número de personas muertas y enfermas, y de hecho ha creado una atmósfera de miedo inducido entre las personas, haciéndolas cada vez más presas de noticias y medidas que impiden su vida normal, sin una conexión real con un resultado efectivo en la protección contra la propagación de la epidemia.

En nuestro país, un Consejo de Ministros en sesión permanente produce principalmente prohibiciones, compartidas por todos los partidos, instituciones locales, etc.; mientras que son “tacaños” en la financiación y el empoderamiento de hospitales y centros de salud, inscribiendo a médicos, enfermeras, llamando a las asociaciones de voluntarios y a cualquier asociación que organice a las masas para participar y apoyar la emergencia.

Las masas populares son mantenidas bajo una información aterradora y aquellos que quieren saber más deben hacerlo por sí mismos, buscando en Internet, en lugar de estar realmente informados, conscientes y movilizados. Factores que son decisivos para hacer frente a las emergencias e incluso a las epidemias.

Las masas de ancianos, que están en mayor riesgo, son dejadas a su suerte, una política de “hisopos” demasiado extensos o defectuosos, dan el sentido, no de una respuesta sino de un uso de la emergencia del coronavirus para lograr la protección de los intereses como siempre.

Es evidente que en una situación en la que la economía mundial atraviesa una crisis económica y financiera, con la extensión de la guerra comercial, de la cual la guerra con China es la principal, es obvio que el impacto de la epidemia del coronavirus abre el camino a una exacerbación extrema de esta crisis, a una recesión mundial que se extiende desde las eternas zonas de pobreza y miseria hasta el corazón mismo de los países capitalistas e imperialistas.

Sea como fuere, el coronavirus se origina en el país con la tasa de desarrollo más alta del mundo, China, y encuentra su “contagio” en los otros países ricos.

Entonces, ¿estamos “todos en el mismo barco” para enfrentar la emergencia? De ningún modo. Cada crisis, incluso la crisis sanitaria, acentúa el contraste entre un puñado de países ricos y los pueblos del mundo y, dentro de estos países, entre la burguesía industrial y financiera, las clases parasitarias, por un lado, y los proletarios y las masas populares por otro.

Los gobiernos y las clases dominantes quieren someter más que antes, a pesar de que su gobierno aparece cada vez más claramente como la causa de los desastres sociales y humanos. Quieren utilizar la emergencia para dirigir recursos que garanticen sus economías y ganancias; mientras que a los proletarios se les da como máximo la miseria del seguro de desempleo, si su fábrica está ubicada en un área donde se impone el cierre. Y se protegen de cualquier protesta prohibiéndola desde la fuente, con medidas que prohíben huelgas, manifestaciones, reuniones y cualquier actividad similar. Los proletarios y las masas populares son buenos para trabajar, incluso cuando la salud está en riesgo, pero está prohibido hacer una huelga para reclamar, pedir lo que realmente necesitan, incluso las llamadas “máscaras”, esto no se puede hacer, es prohibido. Pero no hay prohibiciones para ser explotado, morir por el trabajo, tantas muertes en estos días en la situación perenne de las condiciones de trabajo con falta de seguridad, sobre esto, no hay imposiciones de gobiernos y estados. De hecho, si denuncias todo esto, recibirás multas, represión.

¡No! Los comunistas, los sindicatos y organizaciones de clase, los movimientos de lucha no pueden ni deben aceptar este estado de cosas. Una parte de ellos dice representar a los trabajadores y las masas, pero cuando se necesitan, ¿dónde están?

Sus vacilaciones sobre la prohibición de la huelga nacional de mujeres el 9 de marzo y otras huelgas son vergonzosas. Los sindicatos principales comparten las medidas del gobierno y se comprometen a convencer a los trabajadores de que no los cuestionen en absoluto; pero la mayoría de los sindicatos de base y los movimientos de masas no ven coherencia con las cosas que escriben y dicen en sus comunicados.

Es la primera vez en la historia de la República italiana que se prohíbe una huelga nacional general. ¿Deberíamos aceptarlo?

Debemos, y lo hicimos, llamar a la movilización total de los proletarios y las masas populares, tanto en las dramáticas condiciones de las llamadas “zonas rojas”, como en todas las otras partes del país donde esta emergencia general es injustificada e ilegítima.

Tenemos que organizar, celebrar reuniones, manifestaciones, para transformar las peticiones correctas planteadas por los trabajadores, sobre todo en el sector de la salud, en reivindicaciones que exigen una aceptación inmediata.

En ninguna fábrica, en ningún puesto de trabajo, podemos aceptar ser enviados a casa y sin garantía de los salarios completos y la continuidad del trabajo y si no se les permite a los trabajadores poder expresar su opinión sobre si las medidas adoptadas son realmente adecuadas para la situación en su lugar de trabajo y territorio. Ningún trabajador precario debe ser enviado a casa. Teniendo en cuenta que todavía no hay datos sobre trabajadores que se hayan enfermado por el coronavirus en su fábrica o se hayan infectado en su lugar de trabajo, aparte de la atención sanitaria.

Por último, si existe realmente un peligro grave, no es ciertamente transformando los hospitales en fortalezas asediadas para que se ocupan de ello, sino creando diez, cien, mil unidades sanitarias, contratando médicos y operadores en todas partes: en el lugar de trabajo, en las zonas industriales y en los territorios. Cada ciudadano debe encontrar fácilmente quien le informe, quien controle su salud y le ayude.

La emergencia sanitaria es una oportunidad para revertir lo que se ha hecho con la privatización de la atención de la salud.

¿Si no es ahora, cuando? Si no hay un movimiento de lucha y movilización, ¿cómo podemos esperar que este gobierno sirva a nuestros intereses?

Además, el cierre de escuelas es innecesario y perjudicial. Con ocasión de otras emergencias, los jóvenes se movilizaron y demostraron su valía. Por el contrario, con las escuelas cerradas volvieron a jugar con los teléfonos inteligentes.

No lo sabemos, y nadie, incluidos los llamados “científicos y expertos” que aparecen en la televisión, puede decir si estamos en una fase severa pero temporal y bajo control, o si es solo el comienzo de algo mucho más extenso y pesado. Lo cierto es que no debemos dejar pasar ni un solo día aceptando este estado de cosas o sin realizar todas las actividades necesarias para que los proletarios y las masas populares tomen en sus propias manos, no las medidas de precaución que se sugieren, la mayoría de las cuales son comunes y triviales, pero sí el destino real de su propia salud, su vida diaria y aún más el futuro que nos pertenece, y que no debe convertirse en una pesadilla y un horror sin fin.

Italia
Marzo 10 de 2020

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