Por un 8M combativo y revolucionario

Por un 8M combativo y revolucionario 1

Desde el surgimiento del capitalismo, muchas mujeres fueron vinculadas a la producción y se vieron expuestas a la doble explotación del sistema, lo que las empujó a luchar de forma organizada en sindicatos junto a los hombres de su clase y contra el poder de los capitalistas.

Fueron cientos de huelgas de obreras de las fábricas las que, desde mucho antes de declararse el 8 de Marzo como el Día Internacional de la Mujer, forjaron el camino de la emancipación de la mujer proletaria del yugo de la explotación.

En los últimos años, el mundo ha sido testigo de la tendencia al alza en la lucha de los movimientos de masas femeninas por múltiples reivindicaciones y que, en general, condensan la lucha de las mujeres contra la expresión más machista y reaccionaria de todo el sistema político y económico imperante: el imperialismo segunda y última fase del capitalismo en descomposición.

En muchos casos las mujeres han tomado las calles y las plazas, como parte de la lucha diaria contra las condiciones de opresión y miseria que imponen los capitalistas a toda la clase obrera; en otros, contra la violencia vulgar, sexual, criminal y reaccionaria que comete el género masculino en contra de las mujeres; y en otras contra la abierta discriminación que ejerce la burguesía desde sus instituciones.

Desde los entornos académicos, intelectuales e institucionales de la burguesía se ha respondido a esta lucha con la promesa de adoptar medidas para garantizar la «igualdad de género»; bajo este sofisma se pretende hacer creer a las mujeres —especialmente a las mujeres proletarias— que el capitalismo imperialista —sus Estados e instituciones— puede adoptar medidas para reformarse a sí mismo y llevar a la sociedad a un punto en el que garanticé el fin de toda desigualdad social e inequidad de género.

Cada tanto esa falsa promesa es firmada como compromiso por los capitalistas, como lo hizo por ejemplo con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Según el primer objetivo, aspiraban a poner fin a la pobreza en todas sus formas y que todas las mujeres y hombres tengan los mismos derechos al aprovechamiento de los recursos económicos, al acceso a los servicios básicos, la propiedad, el control de la tierra y otras formas de propiedad. ¡Por supuesto, no es cierto que luchen por ello! Según Antonio Guterres, Secretario General de la ONU: «Lograr la igualdad de género tomará 300 años al ritmo actual».

Así pues, el fin de la pobreza y de la desigualdad entre hombres y mujeres no vendrá de la buena voluntad de los mismos capitalistas; al contrario de lo prometido se espera que para el 2030 aproximadamente el 8 % de la población femenina mundial viva en pobreza extrema, lo que corresponde a más de 340 millones de niñas y mujeres, y casi el 25 % (236 millones de mujeres y niñas) pasarán hambre o deficiencia alimentaria.

En los últimos 20 años, el acceso de las mujeres al empleo, las condiciones de trabajo y las diferencias de ingresos a variado muy poco. Según informa la OIT, en los llamados «países en desarrollo», las mujeres que no pueden encontrar un empleo alcanzan el 24,9 %, mientras los hombres desempleados en esos mismos países son el 16,6 %. En Colombia, de los 1,5 millones de empleos perdidos en el 2020 apenas se recuperaron 403.000 en el 2021 y solo 157.000 fueron ocupados por mujeres. Aunque hubo cierta recuperación de empleos al final del 2021, la tasa de desempleo cerró en un 13,7 %, logrando reponer solo alrededor de 2 puntos porcentuales en comparación con el 2020.

En términos de brechas salariales a nivel mundial, las mujeres atraviesan una terrible situación, ganando solo 51 centavos de dólar por cada dólar que perciben los hombres. Este margen tan grande no solo se atribuye a las elevadas tasas de desempleo femenino, sino también al hecho de que, en promedio, las mujeres reciben ingresos más bajos cuando están empleadas. Estas condiciones empeoraron durante el primer semestre del 2020, con la destrucción de puestos de trabajo, y que alcanzó la tasa más alta en la historia reciente, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y que afectó de manera severa a las mujeres.

En el contexto colombiano, la brecha salarial entre hombres y mujeres es preocupante, puesto que las mujeres reciben aproximadamente $300,000 menos que los hombres. Según el Dane (2019), esta brecha salarial general fue del 12.9 %, lo que significa que, por cada 100 pesos que un hombre ganaba en ingresos laborales totales, una mujer recibía 87.1 pesos. Además, la brecha salarial por hora para el 2019 fue del -2.3 %, indicando que, aunque las mujeres ganan más por hora en promedio, su ingreso total es menor debido a que las mujeres destinan en promedio 41 horas semanales al trabajo remunerado, en contraste con las 49 horas promedio de los hombres.

Esto quiere decir que, a los bajos salarios que recibe la clase obrera en general, las mujeres deben soportar una disminución en sus ingresos por atender el trabajo no remunerado, que no es otro que las tareas que deben hacer la mayoría de las mujeres en sus hogares para garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo, y que debe exigírsele a los capitalistas en el alza general de salarios.1

La doble moral de los capitalistas sirve para sacar el máximo beneficio a costa de las mujeres proletarias en el mundo. Por una parte, justifican la brecha salarial entre hombres y mujeres como producto de la «segregación ocupacional» que justifica que las profesiones y los oficios ejercidos y preferidos por mujeres reciben menor remuneración que los de los hombres, así requieran del mismo nivel de formación y habilidad que otras «profesiones masculinas»; es decir, el capitalismo culpa a las mujeres por elegir oficios de bajos salarios.

Además, según los capitalistas, las dificultades para satisfacer la demanda de empleo de las mujeres se deben a la tendencia de las mujeres y a su necesidad de elegir trabajos con «modalidades flexibles» (acceso a guardería, distancias cortas entre el trabajo y el hogar, costos y horas de transporte), pues «la norma social» le impone a la mujer las responsabilidades domésticas, en cambio, en el caso de los hombres estos no tienen que renunciar a más horas de trabajo y, por tanto, no sacrifican hasta 20 % de sus ingresos económicos.

Por otro lado, el sistema capitalista, por más «buenas intenciones» de algunos pequeñoburgueses que pretenden darle un barniz de humano a este sistema sanguinario, avanza en su proceso de colapso, empeorando las condiciones de trabajo de toda la clase obrera, generando la degradación de la sociedad y la extensión de la esclavitud asalariada, esclavitud pura y dura. Según la OIT entre el 2016 y el 2021 se tuvo un incremento de 2,7 millones de personas sometidas a trabajo forzoso, lo que significó que para el 2021, cuarenta y nueve millones seiscientas mil personas vivían en condiciones de esclavitud moderna; por supuesto, las mujeres de la clase obrera reciben la peor parte.

Si nos concentramos en Colombia el panorama no es más alentador. Pese a los recientes anuncios de haber reducido a 9,3 % el desempleo (que los estadistas de la burguesía llaman «desocupación»); su algarabía por llevar este porcentaje a un solo dígito no es tan significativo si consideramos que, de 23 ciudades y áreas metropolitanas, solo 6 llegaron realmente a un solo digito, las demás se mantienen por encima del 10 % de «desocupación» siendo Quibdó y Riohacha las ciudades con mayores tasas de desempleo con el 23,8 % y el 13,8 %, respectivamente.

Igualmente, la tasa de desempleo total nacional en noviembre del 2023 para las mujeres fue del 11,1 %, y la de los hombres del 7,4 %. Celebran la supuesta reducción de la brecha a 3,7 puntos porcentuales, pero en noviembre del 2023 la tasa de ocupación a nivel nacional alcanzó el 58,3 %, con una tasa de ocupación nacional de hombres del 70,7 % y la de las mujeres 46,7 %. Entonces, callan sobre los 24 puntos porcentuales de brecha en el porcentaje de ocupación.

En el 2024 los capitalistas avanzan con más ferocidad para exprimir la vida de toda la clase obrera, en especial la de las mujeres obligándolas a soportar la agudización de las condiciones: la carestía de la vida, la rebaja de salarios, los despidos, la persistencia de amplias brechas salariales, la condena a la economía informal de subsistencia, las dificultades para acceder a empleos formales y bien remunerados. Todas estas condiciones son aprovechadas por los capitalistas, mientras se empuja a la clase obrera hacia la degradación moral y se condena a las mujeres a las bestialidades del machismo.

Casos como los de las trabajadoras de Atún VanCamp´s, que «toman por sorpresa» a la Ministra de Trabajo, son significativamente generalizados en toda la industria, especialmente en los sectores donde se contrata mano de obra femenina: industria de manufactura, las flores, las confecciones, la salud, el alojamiento, la preparación de comida, los servicios de aseo… Generalizadas también son las denuncias de las mujeres y sus organizaciones sindicales de casos que van desde el descuento y las rebajas de salario por ir al baño en varias empresas del país, como denuncian trabajadoras de sindicatos de aseo en Bogotá, pasan por desconocimiento de enfermedades laborales, despidos sin justa causa por ser miembro de la organización sindical como denunció Sintraime Santander en enero de este año con un mitin frente a la fábrica Cetelsa By Nesan y llegan hasta el acoso laboral y sexual por parte de los supervisores, como denunció Sintraquim en Cali el año pasado ante el despido de varias compañeras que no se quedaron calladas ante el acoso.

En los últimos años, las mujeres —en particular las sindicalistas— han sido víctimas de distintas formas de discriminación, exclusión y violencias: sexual, económica y antisindical. Todo ello es consecuencia de la opresión de los capitalistas sobre toda la clase obrera y que afecta doblemente a las mujeres proletarias. Por ello, la conquista de la igualdad de género de la que hablan la burguesía y la pequeña burguesía, no vendrá de la lucha común de las mujeres de todas las clases por la reforma del sistema burgués, ni será el resultado de una lucha exclusiva contra el sexo masculino y su posición privilegiada.

Los comunistas estamos convencidos de que la verdadera emancipación de la mujer solo puede realizarse, como dijera la camarada Clara Zetkin: «Mediante la lucha común de las mujeres y los hombres del proletariado explotado contra los privilegios, el poder de los hombres y las mujeres de las clases poseedoras y explotadoras».

Por todo esto creemos necesario llamar a todas las mujeres y los hombres del pueblo trabajador, que reclaman con justeza todos sus derechos, a que a se unan a las filas de los revolucionarios y preparemos desde ya un 8 de Marzo Día internacional de la mujer, Combativo y Revolucionario.

Llamamos a las dirigentes y activistas de organizaciones sindicales y de masas a desarrollar un amplio trabajo de propaganda, educación y organización entre las mujeres trabajadoras, jóvenes, estudiantes, desempleadas y unir tanto a hombres y mujeres de la clase obrera en una gran jornada de movilización, en un 8 de Marzo Día internacional de la mujer, Combativo y Revolucionario en el que, además de levantar las reivindicaciones generales e inmediatas que atañen a toda la clase obrera (por rebajar y congelar los precios de la canasta familiar, los servicios públicos y la gasolina, por alza general de salarios, subsidio a los desempleados y subempleados, por empleo formal, estabilidad laboral y acabar la tercerización e intermediación laboral…) levantar de conjunto — hombres y mujeres— las reivindicaciones que en particular interesan a las mujeres:

• Garantizar el aborto asistido gratuitamente por el Estado
• Medidas de prevención y castigo a todo acto de violencia verbal, sicológica o física
• Trato especial para las mujeres embarazadas y lactantes
• Igualdad real de salarios y promoción a los cargos de dirección en todos los ámbitos
• Empleo para mujeres cabeza de hogar
• Ampliación de guarderías públicas diurnas y nocturnas

Reivindicaciones que en general responden a los intereses de clase del proletariado y sus aliadas las del campesinado pobre.

Los comunistas estamos convencidos de que fortalecer y desatar la lucha de la mujer en el seno de la lucha del movimiento obrero representa un avance significativo para el progreso más rápido y más fuerte del movimiento obrero y para una rápida transformación de las condiciones sociales existentes.

«La lucha de emancipación de la mujer proletaria no puede ser una lucha similar a la que desarrolla la mujer burguesa contra el hombre de su clase; por el contrario, la suya es una lucha que va unida a la del hombre de su clase contra la clase de los capitalistas. Ella, la mujer proletaria, no necesita luchar contra los hombres de su clase para derrocar las barreras que ha levantado la libre concurrencia. La mujer proletaria combate codo a codo con el hombre de su clase contra la sociedad capitalista». Clara Zetkin

Nota:

1 Este tema será desarrollado más en detalle en un próximo artículo.
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