En el número anterior empezamos a examinar las raíces teóricas del Socialismo del Siglo XXI y vimos cómo su pensamiento no corresponde al materialismo dialéctico sino a la metafísica y sus teorías económicas no son nuevas, ni revolucionarias como las hace aparecer Dieterich, sino que pertenecen a Aristóteles y al socialista pequeñoburgués del siglo XIX, Lassalle, refutadas por Marx y Engels; ahora damos continuidad al examen de las raíces teóricas del Socialismo del Siglo XXI en los demás aspectos.
II. Las Raíces Teóricas del Socialismo del Siglo XXI – Continuación
Y si en el terreno económico Dieterich no puede ofrecer más que absurdos, en el terreno político, no puede ir más allá de los viejos remedios para tratar de remozar la democracia burguesa, cuyo centro es el individuo, el ciudadano ético, filosófico por encima de las clases:
«La única aportación histórica trascendental de la burguesía para avanzar la convivencia política hacia una sociedad más justa, es el Estado de Derecho, en sus elementos claves: la constitución, la división de poderes y los derechos formales. Todas estas medidas son antiabsolutistas. Su intención es la reglamentación política de la relación de poder entre el Leviatán estatal y el ciudadano, mediante la delimitación negativa de las facultades del primero. Dado que el problema del excesivo poder del Estado existirá mientras haya sociedades de clase, la negación de la democracia formal sólo puede beneficiar al Estado y a las elites en el poder, no al ciudadano. Por lo tanto, la conclusión es lógica: los derechos democrático-formales son una condición imprescindible y necesaria, pero no suficiente, para la sociedad democrática del futuro; no deben sustituirse, sino ampliarse hacia los derechos sociales participativos… Para devolverle el derecho de vivir y evolucionar dignamente, la humanidad tiene que recuperar a la sociedad global y hacerla suya. El único medio que tenemos para lograr este objetivo es la Democracia Participativa (DP)…»
Que generará milagrosamente
«una nueva autoridad pública que priorizará los intereses generales y que, al perder sus funciones de clase pierde su identidad represiva. La noción de representatividad de los gobernantes que en la plutocracia burguesa es esencialmente demagógica, recobrará entonces su auténtico sentido político, en las funciones públicas que requieren de la representación.»
En resumen, remiendos a la vieja y podrida maquina estatal de los explotadores, la cual Dieterich reconoce como instrumento de dominación y explotación de la «élite oligárquica mundial», pero que cree, candorosamente, es posible situarla por encima de las clases y los intereses de clase para servir a la sociedad en general: solo basta la acción mancomunada de los ciudadanos a través del sufragio universal y no de la acción revolucionaria y del ejercicio del poder directo de las masas armadas, como aprendió el movimiento obrero de la experiencia de La Comuna de París en 1871, de los Soviets en los primeros años de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y de las Comunas en la Gran Revolución Cultural Proletaria en China en 1966.
¿Quiénes son los protagonistas del Socialismo del Siglo XXI?
«Este sujeto emancipador está conformado por la comunidad de víctimas del capitalismo neoliberal y de todos aquellos que son solidarios con ella. La clase obrera seguirá siendo un destacamento fundamental dentro de esta comunidad de víctimas, pero probablemente no constituirá su fuerza hegemónica. La comunidad de víctimas es multicultural, pluriétnica, policlasista, de ambos géneros y global, y abarca a todos aquellos que coincidan en la necesidad de democratizar a fondo la economía, la política, la cultura y los sistemas de coerción física de la sociedad mundial…»
¿Y quién los dirigirá?
Dieterich no responde abiertamente pero en el transcurso de su obra es obvio que el papel dirigente lo jugarán los partidos burgueses del tipo Bolivariano de Venezuela, de Alianza País de Ecuador, y hasta de fascistoides como del falso Partido Comunista de China… asesorados por la «pléyade» de intelectuales tipo Dieterich:
«…los sujetos potencialmente democratizadores de la sociedad global -sectores precarios, los indígenas, las mujeres, los intelectuales críticos, los cristianos progresistas, las ONGs independientes, etcétera- no aceptarán que se les imponga el liderazgo de un ente sociopolítico, cuya legitimidad no se derive de su praxis libertadora.»
De conjunto, Dieterich no va más allá de las ensoñaciones pequeñoburguesas criticadas por Marx y Engels desde el Manifiesto del Partido Comunista en 1848, repitiendo como comedia, la tragedia de los socialistas pequeño burgueses de la época en Alemania terminando por defender, «en lugar de las verdaderas necesidades, la necesidad de la verdad, en lugar de los intereses del proletariado, los intereses de la esencia humana…» acompañada de la filantropía de los burgueses que siempre han pretendido remediar los males del capitalismo sin acabar con él y que se han preocupado siempre por mejorar la suerte de las clases trabajadoras y hacer pequeñas reformas administrativas que, según Marx y Engels, terminan sirviendo, en el mejor de los casos, «para reducirle a la burguesía los gastos que requiere su dominio y para simplificarle la administración de su Estado».
Aún así, a pesar de los absurdos del Socialismo del Siglo XXI, Dieterich se convirtió en el oráculo de Chávez, Correa, Morales… catapultándolo como el genio social de la época.
Dieterich dotó a esos gobernantes de un plan de acción en el terreno económico y político que le ha permitido a la burguesía de la región posicionar a Brasil entre los países que están «dejando atrás el atraso»; constituir un endeble bloque regional proclive al imperialismo ruso y chino, en disputa a la hegemonía del imperialismo yanqui en la región pero sin romper con él, y realizar algunas leves reformas sociales en educación, salud, vivienda…
Sin embargo, unos pocos años bastaron para que la realidad mostrara el utopismo de sus teorías, al pretender combatir el capital imperialista con las mismas armas que lo sostienen. En el 2007 salió del Gobierno de Venezuela, no convencido de que sus remiendos al sistema solo podían dar lo que dieron, sino tratando de inconsecuentes a sus amigos gobernantes, que lo único que hicieron fue poner en práctica sus recetas.
Por ello no es extraño que Dieterich hace ya varios años se haya pronunciado sobre la gestión de sus pupilos:
«Los últimos comentarios de Rafael Correa sobre la economía de mercado, el modelo económico asimilado por Ollanta Humala y la involución política de Hugo Chávez, no dejan duda de que la Nueva Clase Política Criolla (NCPC) ha dicho adiós a cualquier pretensión de crear una economía post-capitalista. Todos los gobiernos de centroizquierda en América Latina -independientemente de su procedencia civil o armada, indígena o mestiza, agraria o industrial- han adoptado el modelo de desarrollismo burgués, que Lula definió en alguna ocasión como ‘el mercado con corazón’.»1
Y más adelante:
«Desde el arribo del Bolivarianismo al poder (1999) en Venezuela, nunca ha habido ninguna medida económica socialista: ni del Socialismo del Siglo 20, ni del Socialismo del Siglo 21. El modelo político-económico desarrollado por Hugo Chávez después del 2003, nunca fue más que un desarrollismo progresista, semejante al primer gobierno del General Perón. Agotado ya en el 2010 entró en la segunda etapa de Perón: la erosión creciente y el camino hacia el abismo. El Plan Guayana Socialista, el Control Obrero, las Comunas -el más grande disparate de los Rasputines socialistas de Miraflores (Marta Harnecker et al)- no son más que quimeras en una economía capitalista de mercado (crematística) como la venezolana. Ahora toda esta fantasía implosiona… La política de Maduro y Cabello se debe al intento surrealista de prolongar el modelo político-económico de Hugo Chávez, ya agotado estructuralmente en el 2010. Como el modelo no tenía nada de socialismo, el Comandante nunca tuvo la intención de destruir a la burguesía. Sólo quería que aceptara la legalidad de su gobierno. Igual que Perón, Correa, Evo et al. Por eso, ante todo conflicto serio respectivo cedió y sacrificó a sus lugartenientes (Samán, Vielma Mora, etc.).» 2
Pero como todo genio incomprendido, unos meses antes, en abril del 2012, había dicho a la BBC sobre Nicolás Maduro:
«está evolucionando su propio perfil. Mantiene el patrón del comandante, pero está ganando una estatura propia. Va a ser un buen presidente, sin las condiciones de un Chávez o un Fidel, pero lo va a ser porque el sistema está estructurado. Una catástrofe no va a haber».
He ahí en qué acabó la «novedosa» teoría socialista «verdaderamente científica existente», pura miseria…
En Conclusión:
Como se había anunciado desde el principio, el Socialismo del Siglo XXI no tiene nada de común con el socialismo y el comunismo, ni son la superación de las teorías de los maestros del proletariado, Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao Tse-tung.
El Socialismo del Siglo XXI es una colcha de retazos de teorías prestadas desde Aristóteles, pasando por los socialistas utópicos del siglo XIX y los «austromarxistas» de la década del 70 del siglo pasado, hasta llegar a los teóricos revisionistas de la Rusia socialimperialista.
Y si el propio Dieterich ha manifestado sin ambages que su Socialismo del Siglo XXI no existe en América Latina, es testarudez seguir afirmando lo contrario, como lo hacen algunos de los amigos de los gobiernos de Venezuela, Ecuador, Bolivia. Esta gran equivocación conduce, independiente de la voluntad, a convertirse en cómplice de la burguesía y el imperialismo, esos sí, realmente existentes, al sembrar ilusiones en mentiras y utopías.
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