VENEZUELA Y LOS REFORMISTAS BURGUESES DEL SIGLO XXI (5)

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En la entrega anterior dimos inicio al examen de los resultados prácticos de las orientaciones del portador de la «nueva» teoría socialista «verdaderamente científica existente». Analizamos en particular los resultados de sus recetas «socialistas» de palabra y capitalistas de hecho; en éste nos proponemos examinar su falso anti-imperialismo.

III. Los Resultados Prácticos del Socialismo del Siglo XXI

Pro-imperialismo Disfrazado de Anti-imperialismo:

Las recetas de Dieterich y su «socialismo realmente existente» no podía ir más allá de alentar a la burguesía latinoamericana a convertirse en un nuevo bloque económico y político para competir con los demás bloques y potencias imperialistas; solo que Dieterich «olvidó» dos pequeños detalles: el primero, que vivimos en la época del imperialismo y, el segundo, que la burguesía y los terratenientes de América Latina son clases lacayas del imperialismo; no por voluntad servil, sino por el único móvil que tiene el capital, como es la ganancia, cuya tasa lograron nivelar con los imperialistas; es decir, no solo son lacayas, sino socias de los imperialistas y, por tanto, no tienen ningún interés nacional o antiimperialista.

Por consiguiente, los consejos de Dieterich fueron ridículos y solo podían despertar el interés de la pequeña burguesía utópica, y no como un programa para la realización práctica sino como una ensoñación.

Y los hechos hablan por sí mismos: el fracaso del Mercosur y del ALBA, el fracaso de todos los proyectos chavistas para comprar la burguesía latinoamericana con el petróleo y ninguna de las grandes «Compañías Transnacionales – CNT» o «Nacional-Regionales» que Dieterich les propuso existen. Un fracaso que tiene su causa en la pretensión de combatir el imperialismo con las mismas armas que lo sostienen, como son las compañías imperialistas y la dominación de unos países sobre otros.

De ahí que el anti-imperialismo del «Socialismo del Siglo XXI» no pasa de ser una impostura y no hay que ir muy lejos para confirmarlo:

«En 15 años de revolución, Venezuela lo que ha demostrado es que cumple sus compromisos y este año no será excepción, estamos listos para seguir cumpliendo nuestros compromisos internacionales completicos, al pelo, hasta el último dólar», dijo Maduro hace unas cuantas semanas, cuando algunos advertían de las dificultades para pagar los intereses y cuotas de la deuda externa y las amenazas de los imperialistas ante una moratoria.

Desde el inicio de la fase imperialista del capitalismo, los reformistas burgueses y pequeñoburgueses han pretendido ocultar sus verdaderas características, negar su lugar histórico de antesala del socialismo y así velar la necesidad de la Revolución Proletaria Mundial única capaz de sepultar para siempre al imperialismo. Incluso han pretendido desdibujar la palabra imperialismo, término exacto de la teoría leninista, reemplazándolo por el de «imperio», acuñado por la socialdemocracia para identificar su apología del capitalismo monopolista, siendo adoptado y elevado a su máxima potencia por el llamado «Socialismo del Siglo XXI».

Como consecuencia, la lucha contra el imperialismo queda reducida al «cambio del modelo» abusivo de capitalismo que llaman neoliberal; creen «resolver» la dominación política expulsando a uno u otro embajador o rompiendo relaciones diplomáticas con el «imperio». En pocas palabras, tratan de modificar las bases del imperialismo mediante reformas, oponiéndole un anti-imperialismo falso que termina, como dijera Lenin, por «distraer la atención de lo esencial mediante proyectos de ‘reformas’ faltos por completo de seriedad, tales como el control policiaco de los trusts o de los bancos, etc.» como expresamente lo hace Dieterich en sus ilusas pretensiones de desmontar la alianza militar pro imperialista yanqui OTAN desde la imperialista ONU y de que esta institución, en manos de las potencias imperialistas, apruebe la «indemnización» de los países que han esclavizado.

Dieterich y sus pupilos ocultan y encubren que el reparto total del territorio mundial durante el viejo colonialismo, continúa y se exacerba en esta época del imperialismo, con nuevos repartos del territorio ya repartido, llevados a cabo ahora bajo una nueva forma de dominación íntimamente ligada al predominio del capital financiero: la dominación semicolonial de países oprimidos y explotados, por unos cuantos países opresores, explotadores e imperialistas.

En la economía mundial que encadena las economías de todos los países, el poder del capital financiero es tan decisivo, que en los hechos anula la independencia económica y política de los países y pueblos explotados, reduciéndola a mera formalidad jurídica, y envolviéndolos en las redes de la dependencia financiera y diplomática. Con el dogal del capital parásito financiero sobre la garganta de los países oprimidos, los grandes grupos monopolistas de los países imperialistas echan mano a sus territorios, fuentes de materias primas y mercados, incluido el mercado de la superexplotación de la fuerza de trabajo disponible en cada país.

Hace cincuenta años, cuando el dominio del mundo se lo disputaban dos bloques de países imperialistas encabezados respectivamente por el imperialismo norteamericano y el social-imperialismo ruso, recomendaban los comunistas chinos: cuidarse de que entre el oso por la puerta de atrás, mientras se expulsa al tigre por la del frente. Hoy la llamada «revolución bolivariana del Siglo XXI», que ni siquiera se propone expulsar al imperialismo de occidente, ha abierto también de par en par, la puerta trasera para que entre campante el imperialismo del oriente.

Y en efecto, el nuevo mandarín Xi Jinping ─jefe del imperialismo chino─ y el nuevo zar Putin ─jefe del imperialismo ruso─, son recibidos como héroes salvadores por sus lacayos «Socialistas del Siglo XXI».

Yuri Paniev, uno de los cerebros al servicio del imperialismo ruso y miembro del Instituto de Estudios de América Latina (Rusia), en su informe Rusia – América Latina del 2013, da cuenta de la relación ruso–venezolana, no muy distinta a la sostenida entre Estados Unidos–Colombia en algunos terrenos:

En el año 2001 comenzó a entablarse el diálogo político entre los dos países y se perfilaron las principales esferas de interacción económica: la industria de petróleo y de gas, la química y la petroquímica, explotación conjunta de recursos naturales y la colaboración técnico-militar. En todas las esferas mencionadas los dos países han alcanzado notables éxitos, cosa que le permitió a Venezuela convertirse en el socio privilegiado de Rusia en la región.

Venezuela es ahora el segundo (después de India) comprador de mercancías militar-industriales rusos. El Centro del análisis del comercio mundial de armas aprecia el costo de armamentos rusos, adquiridos por Caracas, en US$4,4 mil millones. Entre las adquisiciones figuran 24 aviones de caza Su-30MK2B, 100 mil ametralladoras AK-103, más de 40 helicópteros multipropósito Mi-17B-5, 10 helicópteros de asalto Mi-35M2, tres helicópteros de carga pesados Mi-26T2, 5 mil fusiles de francotirador SVD, 12 complejos antiaéreos coheteriles Tor-M1, sistemas antiaéreos ZU-23-2 y un lote de misiles antiaéreos portátiles Iglá-S. Según los datos de la agencia oficial de información ANV, en agosto del año 2011 a Venezuela le fue entregado otro de los lotes de turno de sistemas ZU-23, de morteros portátiles y de vehículos blindados. Según Carlos Mata Figueroa, ministro de defensa de Venezuela, «estos armamentos se necesitan para estar listos para la defensa de la Patria».

A juzgar por los resultados de las negociaciones, celebradas en Caracas en octubre del año 2011, Venezuela recibirá de Rusia un segundo crédito de US$4 mil millones para la modernización de su ejército. Según Chávez, se trata de US$2 mil millones en el año 2012 y de igual cantidad en el 2013. Caracas ve su independencia del Occidente en el traslado de sus reservas de oro y divisas, que se guardan en EE.UU. y en Europa, a su propio Banco central y a los países, como Rusia, Brasil y China.

En los últimos 12 años la exportación de materias primas hacia China se multiplicó por 22; en tanto éste país está ad portas de ser el segundo país imperialista, después de Estados Unidos y por encima de Europa, en el monto de «inversiones» (léase dominación del capital financiero) en América Latina.

Si se comparan los préstamos del BM, BID con los de la banca y el gobierno chinos a los países del «Socialismo del Siglo XXI», se puede observar no solo que continúa el sometimiento al capital financiero imperialista, sino que sus gobernantes han ido trasladando la dependencia de Estados Unidos, principalmente hacia el «gigante asiático». A pesar de que es difícil precisar la cantidad de dineros desembolsados por las reservas y trabas para adquirir la información por parte del gobierno y la banca china, la mayoría de analistas y estudiosos coinciden en las cifras que tomamos de diferentes medios para elaborar el siguiente cuadro que sirve de ilustración:

Préstamos a los países del “Socialismo del Siglo XXI” por parte de BM, BID y China entre 2005 – 2011 en Millones de Dólares:

País BM BID CHINA TOTAL
Venezuela 6.028 46.500 52.528
Ecuador 153 2.457 7.254 9.864
Bolivia 145 850 611 1.606

He ahí la exacerbada nueva repartición de los territorios de América Latina, todavía no con la rotulación forzada por los tanques y misiles, sino con la pluma del capital financiero y la tinta de sangre y sudor de los pueblos. He ahí la falsedad anti-imperialista de los gobernantes «Socialistas del Siglo XXI», que mientras encubren el dominio del capital parásito y de los grandes grupos monopolistas de Estados Unidos y Europa, alardean de romper con el «imperio» amortizando la dependencia con el FMI y el Banco Mundial, cuando en realidad, ahora son iguales o mayores sus deudas y compromisos con los bancos de otros países imperialistas, principalmente China, cuyos préstamos entre el 2005 y 2012 en un 90% fueron para cuatro países afectos al «Socialismo del Siglo XXI»: Venezuela que adeuda 54,2% del total, Argentina 14,1%, Brasil 13,7% y Ecuador 8,5%.

Así mismo, la entrega de proyectos (tales como el canal interoceánico de Nicaragua), de explotaciones (tales como las del hierro en el Perú, del gas en Bolivia, del petróleo en Venezuela), de tierras (como las de producción de soya en Bolivia, Brasil, Argentina) y recursos naturales (como el anticipo petrolero del Parque Nacional Yasumí en el Ecuador)… todo servido a los imperialistas chinos en bandeja de plata, etiquetada con el flamante slogan de «ganamos todos con la inversión extranjera». Argumento muy esgrimido por el lacayo Correa, tildando a los revolucionarios que se oponen a la dependencia imperialista, de estúpidos «izquierdistas».

La relación económica de los países del «Socialismo del Siglo XXI» con China es regresiva, donde el país imperialista incursiona en las ramas de productos básicos como el petróleo de Venezuela, invierte la mayoría del capital prestado en la extracción, procesamiento y transporte de esos productos que luego compra. Por eso no es extraño que su capital vaya fundamentalmente a la inversión en actividades extractivas y en infraestructura. Tal relación reproduce la condición semicolonial de los países oprimidos, impide la diversificación de su producción y les impone la dependencia tecnológica que no les permite el desarrollo de la industria básica para producir máquinas, o bienes de capital como dicen los economistas burgueses. Es decir, no potencia su industria pesada, condición para lograr una real independencia económica, sino que su inversión va destinada a saquear la riqueza y a mejorar las vías para sacarla, tal como lo hace el imperialismo yanqui en Colombia, por ejemplo.

La verdadera lucha contra el imperialismo, exige tener en cuenta una de sus más importantes contradicciones mundiales, la que enfrenta a los grandes grupos monopolistas entre sí, y a los países imperialistas entre sí, por el dominio y nuevo reparto del mundo. Es una contradicción permanente, no entre imperialistas buenos y malos, sino entre todos los peores enemigos de los pueblos del mundo. Es la base del peligro de guerra mundial y a la vez, la base de la debilidad del imperialismo, reserva estratégica que favorece el triunfo de la revolución proletaria como se demostró en las dos guerras mundiales del siglo pasado.

A propósito de los imperialistas «buenos» cabe recordar el Browderismo —por Earl Browder, dirigente del Partido Comunista de Estados Unidos hasta su expulsión en 1946— corriente revisionista que llegó a sustentar el carácter progresista del imperialismo yanqui por su intervención en la II Guerra Mundial, negar la lucha de clases e imaginar un mundo de paz y cooperación entre el imperialismo norteamericano, la Unión Soviética y los países oprimidos. No muy lejos de las tesis de Dieterich que todavía considera como socialista a la China imperialista y los seguidores del «Socialismo del Siglo XXI» que ven con buenos ojos el imperialismo europeo y felicitan la contraofensiva imperialista rusa contra Estados Unidos, defendiendo un supuesto carácter progresista de estos sanguinarios reaccionarios.

La verdadera lucha contra el imperialismo no puede concebirse desligada de la revolución en cada país, que sea cual sea su carácter (Nueva Democracia o Socialista) no puede más que ser dirigida por el proletariado, única clase capaz de conducir el tránsito de esta sociedad capitalista mundial basada en la explotación asalariada, a la nueva sociedad socialista basada en el trabajo cooperado entre los hombres. Este sí es el anti-imperialismo revolucionario del proletariado, diametralmente opuesto al falso anti-imperialismo del «Socialismo del Siglo XXI» que no va más allá del negocio lacayo con otros imperialistas, a cambio de mendrugos para las «socialistas» clases dominantes, todo a cuenta de profundizar la opresión y explotación de las masas trabajadoras y de mantener el dominio semicolonial imperialista sobre los países oprimidos.

[Continuará]

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