¿Por qué el proletariado perdió el poder en Rusia y China?

¿Por qué el proletariado perdió el poder en Rusia y China? 1

Es un hecho histórico que el socialismo no fue un fracaso, como repiten los apologistas de la explotación asalariada y los loros cagatintas de las clases dominantes, también es un hecho que el proletariado fue derrotado por las viejas fuerzas de la reacción, y el campo socialista desapareció.

Tal derrota ha llevado a la sociedad mundial a esta época de opulencia y disipación para un grupo minoritario de parásitos que amenaza a la humanidad con la destrucción de las dos únicas fuentes de riqueza, y cuya salvación se encuentra en el triunfo de la RPM y la instauración de una nueva forma de Estado, que abra el camino al triunfo del comunismo en toda la tierra.

Pues bien, se ha ilustrado con detalle las cosas nuevas surgidas con el poderoso levantamiento obrero popular iniciado el 28 de abril con asambleas que discutían y decidían sobre todos los asuntos que afectaban a la comunidad: alimentación, suministros, atención de los heridos, cuándo, cómo y dónde bloquear, prevención de robos y castigo de ladrones, ocupación de los CAI de la policía para inaugurar bibliotecas, despliegue de la creatividad artística de las masas laboriosas, así como los destacamentos para enfrentar las fuerzas del Esmad, el GOES y los paramilitares autollamados “gente de bien”.

Tales formas de organización corresponden a las necesarias formas de lucha que las masas populares crearon por iniciativa propia, admitiendo que algo espontáneas, para resolver los problemas que enfrentaban, constituyéndose en embriones de un nuevo poder.

Embriones significa que estas no son aún las formas perfectas para el ejercicio del poder popular, por cuanto el nuevo poder debe estar sustentado en el pueblo armado, algo apenas insinuado en el levantamiento popular y básicamente reducido a la defensa de la comunidad y los combatientes.

Sin embargo, embriones también significa que en las formas ideadas por las masas se encuentra el germen del nuevo poder y cuya esencia consiste, en instituciones legislativas y ejecutivas al mismo tiempo, dignatarios o representantes elegibles y removibles en cualquier momento y sin privilegios, contando con el respaldo de sus decisiones en su propia fuerza armada.

Algo que debemos hacer consciente ahora preparando mejor las fuerzas para el próximo levantamiento que se presentará, no solo para resistir como heroicamente lo hizo el pueblo, sino para lanzarse a la ofensiva, al derrocamiento del régimen mafioso y paramilitar y a la destrucción del viejo Estado de los explotadores.

Y justamente hoy, cuando celebramos los triunfos del proletariado en Rusia y China es importante volver a destacar las grandes lecciones de las gestas que cambiaron la faz del mundo y que, como por arte de magia, surgen también por iniciativa de las masas así sea embrionariamente en este rincón del mundo llamado Colombia.

Por supuesto, no se trata de artilugios mágicos o de inventos geniales de grandes sabios. Tales proezas corresponden a una tendencia que la sociedad demanda para entregarles a las masas trabajadoras las riendas de la sociedad, ante la incapacidad de las minoritarias clases explotadoras para resolver los angustiosos y terribles problemas que azotan a los pobres, por cuanto sus intereses económicos son contrarios a los intereses de la mayoría de la sociedad.

Desde a Comuna de París en 1871 se inauguró esa tendencia de la sociedad trabajadora a sustituir la vieja máquina burocrático militar que la aplastaba, por una máquina verdaderamente democrática, por encima de cual no puede existir ningún poder. Tal fue el camino seguido por la Revolución de Octubre en Rusia y la Revolución de 1949 en China y, sobre todo, por la Gran Revolución Cultural Proletaria de 1966 a 1976 en la China socialista.

¿Qué tiene de común y destacado esta rica experiencia en cuanto al nuevo Estado? ¿Qué la diferencia del viejo Estado de las clases explotadoras?

Para empezar, en que es una nueva máquina democrática de la inmensa mayoría trabajadora para ejercer la dictadura sobre la ínfima minoría explotadora; necesaria porque esa minoría parásita no renunciará por las buenas a sus antiguos privilegios y, por el contario, centuplicará sus esfuerzos pacíficos y violentos, armados y desarmados, para restaurar su paraíso perdido.

La dictadura del proletariado tiene en común con la dictadura de otras clases, en que como cualquier dictadura, se origina en la necesidad de suprimir a través de la fuerza la resistencia de la clase que ha perdido su poder político.

En que a pesar de ser una máquina de dominación y eso tiene de común con todos los Estados, ya no es propiamente un Estado por cuanto ya no se necesita de ejército permanente y profesional, el pilar central del viejo Estado, para aplastar por la fuerza la inevitable rebelión de los de abajo, sino que estos, ahora como pueblo en armas, podrán prevenir y disuadir a la antigua minoría explotadora de cualquier tentativa de restaurar el viejo orden y castigar de manera ejemplar a los bribones y antisociales.

De allí se deduce que la dictadura del proletariado debe involucrar inevitablemente no sólo un cambio en las formas e instituciones de democracia, sino también un cambio que produce una extensión sin precedentes de democracia real, a las clases trabajadoras a quien el capitalismo ha oprimido y excluido del poder.

Pero además porque es un nuevo tipo de Estado que se va extinguiendo, en la medida en que cada vez más se involucran en la administración de los asuntos públicos a las gentes sencillas de pueblo; funciones que no requieren, como han hecho creer las clases explotadoras, de gentes expertas o sabihondas, sino que se reducen a la planificación, el control y la contabilidad. Es decir, en la medida en que el Estado pierde su carácter de máquina de opresión y explotación en manos de la minoría para defender los privilegios de los explotadores, éste va reduciendo sus funciones a la solución de los problemas sociales: a la producción, la distribución, la salud, la educación, la vivienda, la preservación de la naturaleza… es decir, a la administración de las cosas.

Así surgieron los Soviets en Rusia, como constata la historia del movimiento obrero:

El poder soviético consiste en que la base permanente y única del poder Estatal, del aparato Estatal por completo, es la organización de masas de esas mismas clases que fueron oprimidas por los capitalistas, eso es, los obreros y semiproletarios (campesinos que no explotan trabajo ajeno y que venden constantemente aunque sea solo en parte su fuerza de trabajo), decía Lenin.

El poder de los sóviets, es decir, la dictadura proletaria… está organizado de manera tal que las masas se aproximen a la máquina administrativa. La fusión del poder legislativo y del ejecutivo en la organización soviética del estado tiene el mismo propósito, tanto como hacer la substitución de las circunspecciones electorales territoriales por entidades de la producción, como lo son las fábricas.

En palabras de Stalin: La dictadura del proletariado no es una simple élite gubernamental, “inteligentemente seleccionada” por la mano solícita de un “estratega experimentado” y que “se apoya sabiamente” en tales o cuales capas de la población. La dictadura del proletariado es la alianza de clase del proletariado y de las masas trabajadoras del campo para derribar el capital, para el triunfo definitivo del socialismo, a condición de que la fuerza dirigente de esta alianza sea el proletariado.

Sólo el poder soviético, en tanto que organización Estatal único permanente de las mismas clases oprimidas por los capitalistas, insiste Lenin, está en una posición de abolir la dependencia del ejército al mando burgués y realmente fundir el proletariado con el ejército, al llevar acabo realmente el armamento del proletariado y el desarme de la burguesía, condiciones sin la cuales la victoria del socialismo es imposible.

La abolición de poder Estatal es la meta de todos los socialistas con Marx a la cabeza. Mientras esta meta no sea alcanzada, la verdadera democracia, es decir, la igualdad y libertad, es irrealizable. Solo la democracia soviética o proletaria lleva de hecho a esa meta, porque inmediatamente empieza a preparar la agonía completa de todo Estado, asociando la organización de las masas trabajadoras en la participación constante y sin restricción de la administración Estatal. Aclaraba una vez más Lenin por allá en 1919.

Sin embargo, los grandes avances alcanzados en los primeros años por el poder soviético se vieron obstaculizados por las circunstancias de ser un país atrasado, necesitado de los técnicos capaces de dirigir los procesos de la producción, quienes constantemente reclamaban privilegios, fueron desplazando el poder de los soviets, reducidos a simples auxiliares del Estado y no encarnación del nuevo Estado, para después desaparecer definitivamente.

Posterior a la II Guerra Mundial que le costó a la URSS cerca de 20 millones de muertos, entre ellos la mayoría de la vanguardia proletaria, contribuyó también a la derrota del proletariado, pero especialmente, porque se abandonaron las medidas de la Comuna de París y se olvidaron las recomendaciones de Lenin. La antigua URSS se convirtió en la Rusia socialimperialista de los nuevos zares, esclavizadores de sus pueblos y rivales de los imperialistas estadounidenses y europeos.

De manera similar a los soviets de obreros, campesinos y soldados surgió el poder de las Asambleas Populares en China, pero especialmente, en la Gran Revolución Cultural Proletaria y las Comunas, particularmente en la Comuna Shanghai que se propuso reconquistar el poder en todos los terrenos y establecer el poder omnímodo de la clase obrera.

La derrota del proletariado en la URSS y el ascenso de la nueva burguesía surgida de la sociedad socialista requería de explicaciones. No era suficiente decir que una vez muerto Stalin los revisionistas, encabezados por Jruschev, habían tomado el poder, se necesitaba entender por qué y cómo lo habían hecho.

Así los proletarios revolucionarios en China retomaron el estudio de la experiencia histórica y las enseñanzas de los maestros. Recordaron que Lenin había dicho que:

La Dictadura del Proletariado, no es el fin de la lucha de clases sino la prolongación de esa lucha en nuevas condiciones. Es una lucha tenaz, sangrienta e incruenta, violenta y pacífica, guerrera y económica, pedagógica y administrativa contra las fuerzas y las tradiciones de la vieja sociedad, contra los enemigos capitalistas exteriores, contra los restos de las clases explotadoras en el interior del país, contra los gérmenes de una nueva burguesía surgida sobre la base de la producción mercantil que no es posible eliminar de un solo golpe, contra los funcionarios del Estado que degeneran y tienden a convertirse en la nueva burguesía burocrática.

Recordaron a su vez que:

En la sociedad socialista, subsisten las diferencias entre los obreros y los campesinos, entre la ciudad y el campo y entre el trabajo manual y el intelectual; todavía no se ha abolido por completo el derecho burgués, ni se está todavía en condiciones de destruir de golpe la otra injusticia, consistente en la distribución de los artículos de consumo “según el trabajo” (y no según las necesidades); por consiguiente, aún existen diferencias de riqueza. Estas diferencias, esta injusticia y el derecho burgués sólo desaparecerán paso a paso y, necesariamente, en el curso de un largo período… Sólo será posible hacer realidad el completo comunismo, en el que regirá el principio: “de cada uno, según su capacidad; a cada uno, según sus necesidades”, cuando estas diferencias hayan desaparecido y cuando se haya abolido por completo el derecho burgués.

Por ello durante la Gran Revolución Cultural se criticó la idea mecanicista que se impuso entre los comunistas rusos según la cual, bastaba con avanzar en las relaciones de propiedad y en la producción socialista para garantizar el carácter socialista de la sociedad, rebatiendo esa tesis con el grito de combate ¡empeñarse en la revolución, promover la producción!. Tal comprensión le permitió al Partido Comunista de China desatar la fuerza revolucionaria de millones de obreros y campesinos, no solo en la esfera política sino además en el mismo proceso de la producción y la construcción socialista, ganando estupendas batallas en todos los frentes.

En el terreno político, la Gran Revolución Cultural Proletaria dio continuación a la revolución bajo la Dictadura del Proletariado y por más de una década impidió la restauración del capitalismo en China.

Sin embargo, la Gran Revolución Cultural Proletaria también fue derrotada, pero ¿por qué? Tal es la pregunta que ahora necesita respuestas y los proletarios revolucionarios deben darlas para no cometer los mismos errores y armar a las masas para la próxima toma del cielo por asalto.

La derrota en China se presenta, no por ignorancia o inexperiencia en la lucha contra las formas revisionistas en el socialismo ya descubiertas y desenmascaradas en la URSS, sino por la fuerza de la costumbre en los quehaceres del Estado, por el abandono en la práctica de la línea de la Comuna de París.

El revisionismo “a nombre y en defensa” del maoísmo, tomó el control del Partido Comunista y degeneró el Estado en una dictadura de la nueva burguesía “comunista”, cuyo poder restauró el capitalismo en China convirtiéndola también en un país imperialista, opresor y explotador del pueblo chino y de otros pueblos.

La experiencia de la construcción del socialismo en la Unión Soviética, China y los demás países socialistas, enseña que la sociedad socialista cubre una etapa histórica muy larga, y que en ésta, se desarrolla desde el principio hasta el fin la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado; existe el problema de “quién vencerá a quién”: el camino capitalista o el socialista; existe el peligro de restauración del capitalismo. Es decir que, como advirtiera Lenin: “Mientras esta época histórica no finalice, los explotadores siguen inevitablemente abrigando esperanzas de restauración, esperanzas que se convierten en tentativas de restauración”.

La experiencia de la edificación del socialismo demostró que no basta con la socialización de los medios de producción y la planificación económica; que no basta con tomar la agricultura como base y la industria como el factor dirigente de esa planificación; que no basta con desarrollar las fuerzas productivas; que no basta con que los obreros y los campesinos reemplacen los científicos, académicos y técnicos burgueses… para liberar a los trabajadores de la enajenación y la alienación se hace necesario llevar la revolución a la producción misma, vinculando a las masas conscientemente al plan unificado, a la dirección del proceso productivo, al control de su ejecución, así como al control de la distribución de los bienes producidos.

Las causas de la derrota del proletariado en los países socialistas no son casualidades, ni pueden explicarse por los golpes de mano de la burguesía o la falta de habilidad de los comunistas. El que se haya abandonado el Estado tipo comuna, y se adoptara la vieja forma de Estado burocrático-militar, con funcionarios privilegiados —muchos nombrados por el Partido y amparados por el ejército profesional— influyera determinantemente en la marcha de la sociedad socialista hasta revertir sus relaciones sociales de producción en capitalistas, y su propiedad socialista en propiedad privada, era apenas la consecuencia de que los funcionarios se corrompieran y se convirtieran en la materialización misma de la nueva burguesía al frente de un Estado, cuya forma política ya no era proletaria sino burguesa. Bastaron unos pocos años para que esa forma de Estado se revelara como máquina de opresión de una minoría privilegiada sobre la inmensa mayoría trabajadora como se ve ahora claramente.

Hoy, aprendiendo de esta rica experiencia histórica y como parte de los preparativos para los nuevos levantamientos y combates que se presentarán, se hace necesario admitir la necesidad de la continuación de la revolución bajo la Dictadura del Proletariado en el socialismo a través de las revoluciones culturales, y reafirmar la necesidad de sustituir la vieja máquina burocrático militar de funcionarios privilegiados y el ejército permanente, por funcionarios elegibles y removibles en cualquier momento por el pueblo armado: el poder de las masas sobre el cual no exista poder alguno, ni siquiera del mismo Partido Comunista del Proletariado. Cuyas tareas no pueden concentrarse en la administración del Estado sino continuar organizando y dirigiendo la lucha de clase del proletariado.

Queridos compañeros y compañeras, que esta importante conmemoración del Octubre Rojo sirva como preámbulo, en este nuevo período revolucionario, para poner en su justo lugar las históricas enseñanzas de la Comuna París, de los soviets en la Unión Soviética y de la Gran Revolución Cultural Proletaria en China. Para rescatar la esencia de la nueva forma del Estado tipo comuna que, parodiando a Marx, fue la forma política al fin descubierta para garantizar la liberación definitiva de los trabajadores, y que en esta época del capitalismo agonizante, es además, la forma necesaria para garantizar la continuidad de la sociedad y la vida en el planeta.

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