Cada 8 de marzo, el mundo conmemora el Día Internacional de la Mujer, una jornada para recordar la historia que suscitó la proclamación de este día: de homenaje a las 129 obreras quemadas vivas por su patrón en la fábrica Cotton en Nueva York y una jornada de lucha por conquistar y mantener los derechos obtenidos por el proletariado y por las mujeres a lo largo de la historia. Sin embargo, se ha pretendido deformar el carácter de esta fecha, empezando por las Naciones Unidas al querer adjudicarse la proclamación del 8 de marzo en 1975, ocultando que esta fecha fue impulsada por una de las camaradas y luchadoras más queridas por el proletariado internacional: Clara Zetkin; también reduciéndolo a la lucha de género, negando con ello la lucha de clases y por ende la lucha por una sociedad distinta.
Evocando un poco la historia, desde finales del siglo XIX y principios del XX, el combate de las mujeres por la igualdad de derechos, mejores condiciones laborales y el sufragio universal tomaba fuerza en distintos países. La clase obrera trabajaba en condiciones deplorables y para las mujeres las condiciones incluso eran peores: largas jornadas, bajos salarios, cero derechos laborales, era el infierno que las mujeres como parte de la clase obrera soportaban, y sus derechos políticos eran prácticamente inexistentes. De ahí que la movilización y lucha de los desposeídos en este contexto, brotara en cada fábrica, y la participación de las mujeres en este combate además de valiente fue determinante en la conquista de derechos que hoy día los explotadores pisotean a su antojo. Pero en concreto, una de esas importantes luchas la libraron 129 mujeres, quienes exigieron a su patrón sus derechos como trabajadoras. Exigir mejores condiciones laborales, fue la condena de muerte para las 129 de Cotton, su patrón negándose a atender sus exigencias, prefirió encerrarlas e incinerarlas vivas; ese hecho concreto dio origen al 8 de marzo Día Internacional de la Mujer.
De ese modo, Clara Zetkin junto a otras dirigentes del movimiento obrero, comprendieron la necesidad de unificar la lucha de la mujer con la lucha de clases. Por ello en la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague en 1910, Clara Zetkin propuso establecer un día internacional dedicado a la reivindicación de los derechos de la mujer, como parte de la lucha general por los derechos del proletariado. La propuesta fue aprobada unánimemente por más de 100 mujeres de 17 países.
La conmemoración del 8 de marzo comenzó a tomar forma en distintos lugares. En 1911, Austria, Dinamarca, Alemania y Suiza celebraron el primer Día Internacional de la Mujer con manifestaciones multitudinarias en las que se exigían derechos políticos y laborales. El 8 de marzo de 1917, en medio de la Revolución Rusa, miles de mujeres obreras junto a sus compañeros en Petrogrado salieron a las calles exigiendo «pan y paz» una importante protesta que hizo parte del inicio de la instauración del poder soviético en octubre de 1917.
Hoy, a pesar de algunos avances en materia de derechos, las mujeres siguen enfrentándose a incontables agresiones y vulneración de sus derechos: la brecha salarial persiste en muchos países; la violencia de género continúa agudizándose en todo el mundo; el aumento de feminicidios resulta incontrolable; la pauperización laboral y el acoso a las compañeras es constante; los derechos conquistados son pisoteados, como sucede con nuestras hermanas sometidas al régimen Talibán; el asesinato infame y sin mayores repercusiones como el de las 163 mujeres incineradas vivas en la República Democrática del Congo hace parte del panorama mundial; el aumento del machismo y acoso sexual en el trabajo, la escuela y en la sociedad en general; el genocidio de las hermanas palestinas con la anuencia y financiación del imperialismo norteamericano; la insuficiente y poco apreciada participación de la mujer en política; los derechos reproductivos y las libertades fundamentales de las mujeres bajo amenaza… en fin.
Por ello, el Día Internacional de la Mujer además de recordar la conquista de los derechos de la mujer, debemos seguir avanzando en la lucha particular contra todo tipo de violencia hacia las mujeres, por igualdad salarial, por derechos sociales y la participación política de las mujeres en igualdad de condiciones, todo ello como parte de la lucha por la emancipación de la clase obrera; esto significa luchar por nuestros derechos como clase y contra los preparativos de guerra imperialista, a la vez que trabajamos por la restauración del Partido de la clase obrera y la nueva Internacional Comunista, haciendo honor a las enseñanzas de Clara Zetkin, sobre la unidad, organización y la lucha que hacen parte de las tareas para transformar la sociedad.
Este 8 de marzo, es fundamental reivindicar el carácter combativo y revolucionario de esta fecha, recordando que nació de la lucha incansable de nuestras hermanas y de la iniciativa de nuestras dirigentes revolucionarias.
La convocatoria es clara: encontrarnos en las calles, organizadas en los bloques rojos, proletarios y revolucionarios, para alzar nuestras voces y exigir justicia, igualdad y derechos para todas, sin olvidar que la lucha de la mujerhace parte de la emancipación de la clase obrera, recordando el llamado de Clara Zetkin: La emancipación de la mujer depende de la victoria de la clase explotada.
Así mismo, este 8 de marzo debe ser un punto de partida para fortalecer la organización de los comités femeninos que impulsen el Movimiento Femenino Revolucionario. La cita es en las calles, con la convicción de que solo a través de la movilización y la organización revolucionaria podremos construir un futuro libre de opresión y desigualdad.
¡Por un 8 de marzo proletario y revolucionario!
¡Viva la mujer combativa y revolucionaria!