“El mundo es de ustedes, y también de nosotros; pero, en última instancia, es de ustedes. Los jóvenes, plenos de vigor y vitalidad, se encuentran en la primavera de la vida, como el sol a las ocho o nueve de la mañana. En ustedes depositamos nuestras esperanzas… El mundo les pertenece. El futuro… les pertenece”. Mao Tse-tung
Se han hecho notar en las tormentas sociales que hoy en el mundo anuncian nuevos tiempos y la esperanza en un futuro luminoso. En Colombia son una fuerza poderosa: los jóvenes entre los 14 y 26 años constituyen una cuarta parte de la sociedad y un sector importantísimo del pueblo trabajador. Son en su mayoría, hijos de familias obreras, otra gran cantidad nacieron en los hogares campesinos y de pequeños propietarios de las ciudades, muy distintos y separados de los hijos de las minoritarias familias de las clases parásitas explotadoras de burgueses y terratenientes. No son una clase especial sino que pertenecen a la clase donde nacieron y por ello sus intereses y aspiraciones no son distintas a las de sus mayores, aunque tengan muchas diferencias con ellos.
Sí, existen diferencias entre los viejos y los jóvenes del pueblo, porque la juventud es una etapa de la vida que está impregnada de unas características especiales representadas en la curiosidad por lo nuevo, la irreverencia frente a lo viejo, la inconformidad frente a las injusticias existentes, por la vitalidad y la pasión que los viejos perdieron; por eso juegan un papel importante en la sociedad y en los cambios cuando se unen sus cualidades a la experiencia de los mayores.
No puede ser de otra forma, porque los hijos del pueblo trabajador padecen y con mayor rigor los vejámenes del sistema capitalista moribundo y en descomposición, y eso los coloca en una situación especial:
Son sometidos al infierno de la explotación en las fábricas y plantaciones con contratos miserables y sin estabilidad, sobre ellos recae mayormente el desempleo y no poseen ya ninguna de las reivindicaciones conquistadas en las décadas pasadas, porque ellas fueron entregadas por las camarillas dirigentes de las centrales sindicales. Por ello, no es extraño que los jóvenes obreros no se vean atraídos por los sindicatos e incluso desconfíen de los sindicalistas.
Son perseguidos por las fuerzas represivas del Estado, que ven en cada joven un criminal de hecho o en potencia y, por tanto, merecedor de golpizas, violaciones, detenciones arbitrarias o el asesinato. De ahí que sea normal el odio visceral de la juventud a las fuerzas militares reaccionarias.
Son también reclutados para la guerra contra el pueblo; por la fuerza en unos casos, y en otros, con el engaño de contribuir a cambiar el mundo. Hechos que causan desconfianza frente a los revolucionarios.
Son señalados por pensar distinto y no someterse a las normas irracionales establecidas para formar borregos obedientes; a la vez que los enemigos y sus acólitos de la intelectualidad burguesa y pequeñoburguesa les han inoculado la idea de que el comunismo fracasó, e incluso los reaccionarios uribistas señalan a confesos reformistas como Petro de socialista y comunista, causando en muchos jóvenes apatía y desconfianza hacia los comunistas.
En resumen, ser joven se ha convertido en un delito. La juventud es perseguida, criminalizada, asesinada por el imperialismo y los reaccionarios. No les ha sido suficiente su utilización como carne de cañón en las guerras reaccionarias, sino que se le estigmatiza desde el púlpito y la academia, desde el parlamento y el cuartel. Gobernantes, curas, profesores, vecinos y padres… pretenden aplastar y reducir a la impotencia el odio y la rebeldía juvenil contra el orden establecido, contra la autoridad irracional y contra un mundo horroroso y detestable que no tiene absolutamente nada que ofrecerle.
Tales son los motivos que han lanzado a la juventud a marchar al frente de los estallidos y rebeliones que sacuden el mundo en la actualidad. En Colombia, fueron los jóvenes la vanguardia en los levantamientos del 2019, 2020 y 2021, especialmente en este último, desplegando su iniciativa creadora, su heroísmo sin límites, su generosidad desinteresada y sacrificio, abonando incluso con su sangre el camino en busca de cambiarlo todo.
La ausencia de un Partido Comunista de verdad -que se manifiesta en la impotencia de los revolucionarios y comunistas, y por ende en la debilidad de la conciencia y organización del movimiento- permitió que esa justa rebelión fuera encausada por el reformismo y malgastada en el falso camino de las urnas y el respaldo a la institucionalidad burguesa que llevó a la presidencia a Gustavo Petro. Cuyo Gobierno no ha cumplido sus promesas de campaña: el escuadrón asesino Esmad, con otro nombre, sigue golpeando, gaseando, disparando a los ojos y asesinando cuando puede; los prisioneros siguen en las mazmorras del Estado y estigmatizados por los reaccionarios; no fueron condonadas las deudas impagables con el ICETEX; no hay el empleo prometido y el hambre sigue haciendo estragos… Nada ha cambiado como prometieron en campaña y vuelve a acumularse la ira contenida, acrecentando el ímpetu rebelde, y con mayor razón cuando se cierne sobre la humanidad el peligro de una guerra imperialista y la amenaza de la destrucción del planeta.
La situación es tan terrible, que vastos sectores de esa juventud se desencantan de los promeseros, buscan una salida y se encaminan a la lucha nuevamente, desplegando sus voces y banderas, pero esta vez no pueden dejarse embaucar por los representantes de lo viejo y moribundo, por los que solo quieren humanizar este infierno insoportable, por los que prometen cambiarlo todo para que todo siga igual…
No más caminos inservibles. No más engaños a los sueños. Se necesita una verdadera revolución que no deje piedra sobre piedra del asqueroso orden establecido por los imperialistas, sus socios y lacayos. El capitalismo no puede ofrecer nada bueno, el mundo necesita el socialismo y conquistarlo requiere destruir con la insurrección popular el Estado burgués, con toda su burocracia parásita y sus podridas instituciones de parlanchines inútiles, con todos sus jueces curas y pastores, con todas sus fuerzas represivas militares y paramilitares… para sustituir esa máquina burocrático-militar al servicio de la explotación asalariada, por el nuevo Estado de obreros y campesinos, donde las Asambleas del pueblo armado tengan todo el poder para acabar de raíz con la explotación y la opresión.
La Unión Obrera Comunista (marxista leninista maoísta) llama a la juventud obrera y campesina a persistir en el camino cierto de la lucha revolucionaria, a abrazar las verdaderas ideas que conducen a la abolición de toda forma de explotación y de opresión, necesarias para luchar conscientemente contra todo el poder del capital y alcanzar la liberación nacional y social.
Llama a los jóvenes revolucionarios, especialmente, a vincularse a los esfuerzos de sus mayores para construir pronto el Partido Comunista Revolucionario, necesario para dirigir con acierto la lucha del pueblo colombiano contra sus históricos enemigos; los convoca a sentar las bases para constituir la Joven Guardia, la organización de la juventud dirigida por ese Partido que permita organizar a las masas juveniles y movilizarlas en la gigantesca tarea de destruir el viejo mundo y construir el mundo nuevo, libre de cadenas. El mundo les pertenece, el futuro les pertenece y deben aprestarse a tomarlo y construirlo con sus propias manos.
Comité Ejecutivo – Unión Obrera Comunista (mlm)
Junio 2023