2023: un año de grandes convulsiones

2023: un año de grandes convulsiones 1

El 2023 agoniza en medio de los bombardeos y el genocidio al pueblo palestino por parte del Estado sionista de Israel. Otra agresión orquestada por los imperialistas que opaca la guerra entre la OTAN y Rusia en Ucrania y que aún no termina. Fenómenos que son la expresión más brutal de las grandes convulsiones de un sistema moribundo; pero a su vez y para esperanza de la humanidad, se levantan las fuerzas para darle sepultura, así no se sean todavía plenamente conscientes de su misión histórica.

Crisis económica del capitalismo mundial que a pesar de los esfuerzos de los apologistas de la explotación por minimizarla, dando esperanzas en una pronta recuperación desde el 2008, aún no es superada, y las agencias del imperialismo y los gobernantes se esfuerzan por paliarla con medidas que terminan, en última instancia, preparando una caída más profunda. No puede ser de otra forma porque se trata de una crisis sistémica, que pone al desnudo la contradicción fundamental entre el carácter social de la producción llevada a cabo por la inmensa mayoría de la población mundial trabajadora y el carácter privado de la apropiación en una ínfima minoría de parásitos monopolistas. Crisis que solo tiene solución socializando los grandes medios de producción y acabando con la anarquía impuesta por la ganancia al mando.

Colombia es una muestra de lo que está pasando en el mundo. Según el DANE, en el tercer trimestre de este año el PIB decreció 0,3% respecto al mismo periodo de 2022. La producción industrial decreció 6,2%. El comercio y otros renglones como el transporte, almacenamiento, alojamiento y comida decreció 3,5%. La construcción por su parte el 8%.

Una caída general de la economía que se ve opacada por el crecimiento de renglones como administración pública y defensa, y otros como los servicios sociales de salud y educación cuyo crecimiento de conjunto fue del 4%. Igualmente los sectores de actividades artísticas, de entretenimiento y recreación y otras actividades con el 11,8%. Y por supuesto, los negocios del capital parásito financiero y de seguros que crecieron el 8,8%.

Crisis social mundial agudizada al extremo, pues cada medida de los capitalistas conduce no solo a la ruina de los pequeños productores, al despojo del campesinado, al despido en masa de quienes han producido la riqueza, sino además a la rebaja del salario, encarecimiento de los productos y servicios esenciales, y empeoramiento de las condiciones de vida de quienes sostienen la sociedad con su trabajo; cuya consecuencia es la generalización del hambre y la miseria y con ellas, la degradación de vastos sectores de las masas y el aumento de las lacras del sistema, como son la delincuencia, la prostitución, la drogadicción, el tráfico y trata de personas, cuyos más directos afectados son los ancianos, las mujeres y los niños.

En Colombia se observa que los sectores que más ocupan fuerza de trabajo son la industria, la construcción y el comercio, además del sector estatal, por tanto no es extraño que haya aumentado el desempleo y el subempleo, especialmente el disfrazado de “emprendimiento”; aun así, la cifra de desempleo del 9,3% a septiembre de este año es escandalosa, siendo mucho mayor en las 13 ciudades principales y áreas metropolitanas donde alcanzó el 9,6%.

Igualmente, hoy es motivo de escándalo y de la visita de Caritas Internacional a Colombia, una de las grandes tragedias sociales mundiales como es la gran cantidad de población migrante, una de cuyas rutas es el Tapón del Darién en el golfo de Urabá, por donde en el último año más de medio millón de personas cruzaron en su viaje hacia el norte, principalmente hacia Estados Unidos. Según la ONG Human Rights Watch, muchos huyen por la crisis de derechos humanos en las Américas, incluyendo violencia, persecución y pobreza. Miles son venezolanos, haitianos y ecuatorianos, pero también hay personas de Asia y África, que arriesgan sus vidas en esta selva.

Una tragedia humanitaria alimentada por las restricciones impuestas por Estados Unidos, que han servido a los planes del grupo paramilitar Clan del Golfo, quien ha convertido esta desgracia en un lucrativo negocio para expandir su poder en la región, sin mencionar las vejaciones a que son sometidos por estos y otros bandidos, como robos, abusos y violaciones sexuales.

Crisis medioambiental como producto de la devastación de la naturaleza y la expoliación de los países oprimidos a manos de los grandes capitalistas nativos y los monopolios imperialistas, en cuyos foros hipócritamente muestran preocupación por los desastres causados a la naturaleza, hacen declaraciones rimbombantes sobre el cambio climático, y se comprometen a mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, avanzar en el reemplazo de los combustibles fósiles y darles nuevos impulsos a las energías limpias, cuya explotación se convierte en otra fuente de disputas intermonopolistas e interimperialistas y en nuevos agentes destructores del medio ambiente, pues el capitalismo solo puede subsistir a cuenta de destruir las dos únicas fuentes de riqueza: los hombres y la naturaleza.

El hecho es que el 2023 ha sido un año de catástrofes producidas por terremotos, grandes inundaciones y tormentas, olas de calor y frío excesivas, sequías y pérdida de cosechas, causantes de nuevos cientos de miles de desplazados, lanzados al arroyo por la voracidad del capital y la imprevisión de los gobernantes; tragedias que sirven a la vez para el lucro de los grandes comerciantes y traficantes de toda laya.

Solo como ejemplo, a principios de noviembre el norte de Colombia fue afectado por la perturbación atmosférica AL97 que impactó sobre el Caribe, con torrenciales lluvias, inundaciones, deslizamientos, derrumbes, problemas de comunicación y miles de familias afectadas sobre todo en los departamentos de La Guajira, Bolívar, Magdalena, Atlántico, San Andrés y Providencia, Córdoba, Sucre y Norte de Santander, según la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD). Son tragedia, tras tragedia que hacen olvidar las pasadas como las ocurridas a principios de año al sur del país cuando se presentaron 27 eventos en 9 departamentos y 24 municipios según ese mismo organismo.

Tragedias que seguirán presentándose, pues ahora los grandes capitalistas y monopolios van por los minerales para las llamadas energías limpias y con ello generar nuevos desplazamientos y destrucción del medio ambiente. Para el caso de América Latina, crece la disputa por el llamado “Triángulo del Litio” correspondiente a la región fronteriza entre Bolivia, Chile y Argentina, cuyas reservas alcanzan el 85% del existente en el mundo, y equivalentes a las de Arabia Saudita en petróleo. Igualmente, Chile y Perú producen cerca del 40% del cobre mundial, y México es el mayor productor de plata, minerales básicos para la producción de energía eólica y solar.

La lucha a muerte de los imperialistas y los monopolios por las fuentes de materias primas, nuevos mercados para el capital sobrante y mano de obra barata para moler en el infierno de la explotación, son consecuencia de la crisis y llevan al mundo a la amenaza de una nueva guerra imperialista por el reparto del mundo ya repartido. Una guerra que, si se atreven a oprimir los botones de las armas nucleares y los pueblos lo permiten, pondría en peligro la existencia de la humanidad y la vida en el planeta.

Colombia no escapa a esos preparativos y como país oprimido por el imperialismo, principalmente yanqui, se encuentra atado como socio de la OTAN, y el gobierno de Petro no ha roto con tales acuerdos, mantiene las bases gringas en el país, y ha profundizado los tratados acordando establecer una nueva base militar en la isla Gorgona y solicitar la intervención de las tropas y helicópteros gringos para la supuesta protección de la Amazonía.

La cruda realidad de la sociedad colombiana va en contravía del sueño utópico del Presidente, de resolver los problemas creados por el capitalismo imperialista desarrollando más el capitalismo; la ilusión del “acuerdo nacional” se desmorona ante la negativa de aprobar las reformas sociales en el Congreso, convertido en un antro nauseabundo de los enemigos del pueblo, como inútiles son las recientes reuniones con los representantes del gran capital, Uribe y su séquito.

Igualmente, la promesa de una “paz total” se vuelve quimera ante la persistencia de la guerra contra el pueblo que hasta el 21 de noviembre registró 86 masacres según los datos oficiales; según la ONG Indepaz fueron asesinados 135 dirigentes y activistas sociales de enero al 22 de octubre de 2023, y hasta el 17 de octubre eran 35 los excombatientes de las Farc ejecutados. Igualmente, son más de 99.000 las víctimas de desplazamiento forzado.

Vista de conjunto, a pesar de los anuncios del gobierno, la situación en el terreno social se ha agravado; es decir, las condiciones económicas y sociales que ocasionaron el levantamiento popular de 2021 acentúan la inconformidad del pueblo, y con mayor razón cuando las clases dominantes no se muestran dispuestas a ceder en sus privilegios y ganancias, y por el contrario, amenazan permanentemente con el golpe de Estado.

Una situación que genera inestabilidad general y conduce a la división entre las clases dominantes y crisis políticas, porque a la par con esas contradicciones el pueblo ya no aguanta y termina levantándose. Una situación que no es exclusiva de Colombia sino mundial porque la principal fuerza productiva, los trabajadores no están dispuestos a vivir como hasta ahora: huelgas parciales y generales de Estados Unidos a Blangladesh, levantamientos populares en diversos países, boicot al transporte de armas en Europa y gigantescas manifestaciones alrededor del mundo contra el genocida Estado sionista de Israel y en solidaridad con el pueblo palestino, incluso desafiando las prohibiciones y las fuerzas represivas.

Y como en los demás países, también en Colombia, la cruda realidad de la crisis en todos los ámbitos (económica, social, de salud, de vivienda, ambiental, de la guerra, etc.), está agudizando aún más las contradicciones, tanto por arriba como por abajo. Destacándose la reactivación del movimiento de masas, que está tomando un nuevo impulso con importantes eventos como las cumbres, encuentros y asambleas obreras, campesinas, de recicladores, estudiantiles, algunas de carácter nacional, donde se han planteado con claridad las reivindicaciones populares, se ha exigido al presidente el cumplimiento de las promesas de campaña como entrega de la tierra a los campesinos, el cese de las masacres y el asesinato de dirigentes, la liberación de los luchadores sociales… y se ha planteado la independencia del movimiento con respecto al Estado y al gobierno. Así mismo la movilización, el bloqueo, el tropel y el paro se han incrementado en los últimos meses, y su tendencia es hacia un nuevo levantamiento, continuación del proceso que comenzó con la crisis política de 2021, pero que debe ir más allá, superando las debilidades del gran levantamiento del 2021 como son la falta de conciencia y de organización para conquistar las reivindicaciones populares.

Las grandes convulsiones del año que termina son el anuncio de lo que traerá el 2024, y el proletariado consciente y los revolucionarios, deben captar el momento para marchar al frente de los nuevos combates, en la perspectiva del triunfo de la Revolución Proletaria Mundial.

Comité Ejecutivo – Unión Obrera Comunista (mlm)
1 de diciembre 2023

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