Gianni Rodari: autor y revolucionario para las infancias

Gianni Rodari: autor y revolucionario para las infancias 1

El pequeño cuento, al final de esta nota, es obra del escritor italiano Gianni Rodari. Talvez algunos padres de familia con hábitos lectores lo conozcan, quizá uno que otro docente ha leído sus libros y estarán de acuerdo conmigo en que su propuesta para la enseñanza de la lectura y la escritura creativa es definitivamente renovadora; pero, probablemente, la gran mayoría no haya apreciado por completo lo revolucionaria que es él y su obra.

Gianni Rodari nació el 23 de octubre de 1920, en una pequeña familia obrera de la ciudad de Omegna. Su padre murió de bronconeumonía en 1929; Magdalena, su madre, debió asumir sola todas las tareas de la crianza de los hijos: Gianni y Cesare. Ella decidió volver a su ciudad natal en Varese y dejarle la pequeña panadería familiar a un cuñado.

Dado que la educación era impartida a través de la iglesia, Magdalena tuvo que ingresarlos en el seminario en 1931, pero pronto cambió de idea al comprender que ese no era el mejor ambiente para los niños. En 1934 los matriculó en el Liceo Delle Scienze Sociali, con un gran enfoque humanista.

En su juventud, Gianni empezó a ganarse la vida como músico en las tabernas, mientras terminaba de estudiar y se hacía oficialmente licenciado. Desde muy joven fue un lector voraz de Schopenhauer, Nietzsche, Engels, Marx, Stalin… quienes le fueron formando su criterio sobre la transformación que necesitaba la sociedad. Gianni, a los 17 o 18 años, se inició como profesor de italiano de «unos niños judíos alemanes que creían haber encontrado en Italia un refugio contra las persecuciones raciales».

Lamentablemente, para poder ejercer como maestro de escuela debía presentarse a la Casa del Fascio de Milán y afiliarse al Partido Nacional Fascista. Aquella obligada militancia duró poco, pues su carrera como profesor se vio interrumpida por la Segunda Guerra Mundial.

En 1943 es llamado a filas por la República de Saló, pero no pudo presentarse al frente fascista por una condición de salud que lo impedía, entonces, fue enviado al hospital militar del Baggio, en Milán, donde le horrorizó la guerra por todos los heridos y por la muerte de sus amigos de juventud en el frente; además, de que su hermano fuera internado en un campo de concentración alemán —al que sobreviviría—.

Gianni decidió acercarse a las organizaciones de la Resistencia y se convenció definitivamente de que toda su labor revolucionaria contra el fascismo y el nazismo, y por la transformación social real, debía hacerse de forma organizada. Rodari rompió el carné del partido fascista y se afilió al Partido Comunista de Italia el 1 de mayo de 1944, un año antes del que sería el día de la liberación (25 de abril del 1945), cuando Mussolini se vio obligado a disolver su Gobierno en Saló e intentó escapar.

Una vez terminada la guerra, Rodari se dispuso como un periodista rojo. Trabajó en publicaciones como L’Ordine NuovoL’Unitá, Il PionereAvanguardiaPaese SeraCorriere dei Piccoli o Il Giornale dei Genitori; desde donde desarrolló su propuesta como un revolucionario de la pedagogía.

Su idea de una infancia que aprende a través de la imaginación y del juego, la contrapone a la pedagogía religiosa, jerárquica y pseudomilitar con la que él mismo fue educado en un principio. Para él, los niños tienen que usar la fantasía «no para que todo el mundo sea artista, sino para que nadie sea esclavo». Desde siempre enseñó eso en sus libros para los niños.

En los años cincuenta, junto a la periodista Dina Rinaldi, trabajó en el semanario juvenil Il Pionere(Los Pioneros); en él aparecían personajes como Cipollino, Atomino o Stenderello y contaban a los niños historias de la Resistencia y problemáticas sociales. Las publicaciones alcanzaron tal relevancia que los conservadores le llamaban il diavolo comunista y el reaccionario Vaticano lo tachó de adoctrinamiento a los niños, por lo que no dudó en excomulgarlo, tachándolo de «ex seminarista cristiano diventato diabolico».

Una de sus novelas para niños más reconocidas es Las aventuras de Cebollino, donde su personaje principal (un niño cebolla), ante las injusticias que vive su pueblo, se organiza junto a sus amigos y vecinos (que son verduras y frutas) para derrocar al malvado tirano (un tomate). Dicha obra tuvo un gran éxito en la URSS de ese tiempo y fue llevada al cine animado y al teatro.

Igualmente, la propuesta pedagógica de Rodari fue compilada en el libro Gramática de la fantasía, dirigido a padres y profesores y a «aquellos que confían en la imaginación infantil, para quien conoce el poder de liberación que puede tener la palabra».

Gianni Rodari consideraba inseparable su vida de militante y su vida de escritor infantil. Gracias a su dedicación y compromiso revolucionario con la infancia y la juventud dejó a los hijos de la clase obrera gran número de cuentos, novelas, poemas que no solo aportan a la educación, sino también a la construcción de una conciencia de clase, puesto que trata con respeto a los niños y reconoce que en este sistema los niños son testigos e incluso víctimas de tantas injusticias que no se les pueden ocultar; en su lugar, es necesario encontrar la forma y el lenguaje adecuado para que comprendan que el sistema debe cambiar y ellos también están llamados a transformarlo.

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Por su extenso y reconocido trabajo literario dedicado a los niños, Gianni Rodari recibió en 1970 el prestigioso Premio Hans Christian Andersen. Posteriormente, el 14 de abril de 1980, muere en una clínica de Roma por una insuficiencia cardiaca a sus 59 años.

Se dice que cuando Gianni Rodari estaba especialmente contento solía gritar: «¡Viva Marx! ¡Viva Lenin! Y es totalmente comprensible, porque su postura contra la guerra imperialista y su esperanza en la revolución proletaria como fuerza poderosa para la liberación está expuesta a los niños a través de toda su obra, y aquí recomendamos especialmente una de sus últimas novelasPequeños Vagabundos.

A Gianni Rodari debemos leerlo y recordarlo como un verdadero revolucionario de la pedagogía, periodista, maestro, poeta, guionista, educador, militante comunista y revolucionario de la literatura infantil: un obrero de la palabra y la fantasía.

Con la historia de este docente revolucionario, hacemos un llamado a todos los docentes y padres de familia que tienen en su mente la preocupación de dejar a las infancias un mundo y una sociedad justa, para que se sumen a las tareas de construcción del Partido Revolucionario en Colombia.

Que este primero de mayo, en que se cumplen 79 años de la afiliación comunista de Rodari, salgan a la movilización del proletariado mundial, a rechazar la guerra imperialista y todas las medidas de los capitalistas que llenan de sufrimiento las vidas de tantas niñas y niños en el mundo entero.

Y ahora, querido lector, lea con atención el siguiente cuento y, si se antoja, léalo a sus hijos, sobrinos o hermanos pequeños; y si le queda gustando, siéntase en libertad de buscar más cuentos e historias de su autor.

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Uno y Siete

He conocido un niño que tenía siete años. Vivía en Roma, se llamaba Paolo y su padre era un tranviario. 
Pero vivía también en París, se llamaba Jean y su padre trabajaba en una fábrica de automóviles.
Pero vivía también en Berlín, y allá arriba se llamaba Kart y su padre era un profesor de violonchelo.
Pero vivía también en Moscú, se llamaba Yuri, como Gagarin, y su padre era albañil y estudiaba matemáticas. 
Pero vivía también en Nueva York, se llamaba Jimmy, y su padre tenía una gasolinera. ¿Cuántos he dicho ya? Cinco. Me faltan dos:
Uno se llamaba Ciú, vivía en Shanghái y su padre era un pescador; el último se llamaba Pablo, vivía en Buenos Aires, y su padre era escalador.
Paolo, Jean, Kart, Yuri, Jimmy, Ciú y Pablo eran siete, pero siempre el mismo niño que tenía ocho años, sabía ya leer y escribir y andaba en bicicleta sin apoyar las manos en el manillar. Paolo era trigueño, Jean era blanco y Kart, castaño, pero eran el mismo niño. Yuri tenía la piel blanca, Ciú la tenía amarilla, pero eran el mismo niño. Pablo iba al cine en español y Jimmy en inglés, pero eran el mismo niño, y reían en el mismo idioma.
Ahora han crecido los siete, y no podrán hacerse la guerra, porque los siete son una sola persona.

Aquí termina este cuento, y en estos tiempos de crisis mundial del capitalismo y de vientos de guerra imperialista así queremos que terminen todas las guerras, para lo cual lo necesitamos a usted como un revolucionario ayudando a construir la organización que dirigirá la revolución proletaria.

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