El pasado 7 de junio, asistí a la Universidad del Valle a una actividad convocada con motivo del Día del Estudiante Combativo y Revolucionario. Este evento prometía ser especial, ya que el tema principal era el apoyo al pueblo palestino y la denuncia del genocidio perpetrado por el régimen sionista de Israel, con respaldo de los imperialistas yanquis y la complicidad abierta o encubierta de los demás imperialistas.
Me emocionaba mucho asistir a esta cita, pensando en que, a pesar de los plantones, algunas marchas o charlas que se han realizado en Cali en apoyo al pueblo Palestino, las acciones de solidaridad internacionalista son muy escasas en comparación con lo que sucede, o se observa en redes sociales, en otras partes del mundo. Ni qué decir del creciente movimiento de jóvenes universitarios con sus campamentos y movilizaciones directamente en el corazón de los imperialistas.
Y las expectativas se fueron cumpliendo: los edificios de la Facultad de Artes nos recibían con sendas banderas que representaban la solidaridad internacionalista y el apoyo al pueblo palestino. En uno de los edificios, de manera vertical, una bandera palestina descendía desde la terraza del cuarto piso hasta el primero. En el edificio contiguo, dos banderas más, una gran bandera roja con el martillo, la hoz y la estrella en el centro, y otra un poco más pequeña de Palestina.
El espacio estaba ambientado con el sonido de canciones revolucionarias. Sobre el prado, se veían muñecos de trapo con las caras del sionista y genocida Netanyahu, y del concejal paraco Andrés Escobar; colocados sobre las banderas de los imperialistas yanquis y del sionista Israel.
Durante el evento, algunos jóvenes tomaron el micrófono entre canción y canción para intervenir con discursos, defendiendo la importancia de que un grupo de jóvenes en una universidad pública en Cali levante la voz y se pronuncie contra el genocidio. Algunos hablaron sobre la historia del Día del Estudiante, reconstruyendo los hechos desde 1929, mientras que otros abordaron la situación actual y el papel de la juventud, llamando a la unidad y a actuar solidariamente frente a las luchas del pueblo y contra la guerra reaccionaria en campos y ciudades.
Además, el evento contó con la participación de un grupo de artistas que se sumaron leyendo poemas de artistas palestinos. Aunque modesto, el espacio transmitía una sensación de fraternidad, alta estima y solidaridad internacionalista que nos conmovió como asistentes, permitiéndonos experimentar por un momento el dolor y la tristeza que enfrentan las familias palestinas.
Por casualidad, llegó al evento un hijo de inmigrantes palestinos, quien tomó el micrófono profundamente conmovido al descubrir la solidaridad de la juventud en Cali hacia el sufrimiento de su pueblo y el de sus ancestros. Derramó en sus palabras el llanto y el dolor que le pesa con cada hora, la desesperanza que lo embarga al ver las lágrimas de su padre pensando en los familiares que aún esperan una Palestina Libre y el orgullo por la resistencia armada aun en medio del sanguinario ataque imperialista.
Las palabras de este joven, duras y desgarradoras, hicieron aún más contundente la consigna: ¡No dejar de hablar de Palestina, no dejar de luchar por Palestina! La presencia de un único descendiente de palestinos en el evento hizo que este fuera aún más justo y significativo.
A medida que llegaba la noche, el espacio se disponía para un cierre que debía cumplir con el nivel de emociones que habían colmado la tarde. La expectativa estaba sembrada, un artista de circo junto a un artista del violín; ambos, jóvenes que se han caracterizado por su compromiso político desde el arte, y por supuesto, también con la causa Palestina. Los elementos estaban dispuestos en el escenario. El violín evocaba música que nuestro imaginario relaciona con los pueblos árabes hasta que llegó a oídos de todos Libre Palestina.
Vestido de negro y con una kufiya cubriéndole el rostro, el artista de circo domina el espacio, encerrado en un círculo de fuego que evoca a Palestina y su pueblo cercado por el sionismo.
Al compás del violín, despliega su destreza, liberando con agilidad una bola de fuego (meteoro) que recuerda las llamas que atraviesan los cielos y de las cuales intentan escapar miles de palestinos. Así ocurre con los diferentes aparatos que maneja este joven: su cuerpo danza al ritmo que marca el violín, a veces lento y doloroso, otras veces brioso y altivo. Es un cuerpo capaz de imponerse al fuego, de mirarlo de frente e intentar devorarlo. Somos testigos de una batalla en la que el cuerpo del pueblo palestino se enfrenta y alcanza a dominar el fuego que parece incontrolable.
Sobre el suelo, las llamas forman la palabra «Libre», mientras el joven violinista, arropado con una bandera palestina, nos transporta de nuevo a un lugar que clama por la libertad con los acordes de «Libre Palestina». El cuerpo que parecía agotado por la batalla contra el fuego se recupera, se levanta de nuevo y avanza entre quienes lo observamos. Abriéndose paso, lleva consigo una antorcha encendida y camina hacia las imágenes que que vimos toda la tarde y representaban al sionismo y al imperialismo yanqui. El violín guarda silencio, el cuerpo que resistió el combate con las llamas se transforma en un enorme dragón que escupe fuego sobre los imperialistas y sionistas hasta dejarlos calcinados.
Por un momento, el sueño del mundo se hizo realidad y todos gritamos de júbilo, llenos de una esperanza rabiosa: ¡Viva Palestina Libre!
Es necesario enaltecer la labor valiente de los jóvenes que mantienen viva esta fecha y demuestran solidaridad activa con la lucha del pueblo palestino. Es preciso honrar a los artistas que, con su arte, iluminan el camino de la resistencia y la emancipación. Llamo a toda la juventud a levantarse y unirse en estas tareas vitales. El arte no es solo expresión, es arma y guía en la batalla por un mundo justo y liberado del yugo imperialista.
Un lector y amigo de Revolución Obrera