
Hace ya varios años que algunos intelectuales académicos e incluso organizaciones autodenominadas revolucionarias vienen hablando de un supuesto fenómeno llamado tecnofeudalismo (acuñado por Yanis Varoufakis, economista y político griego) que viene a superar el capitalismo, pues -dicen ellos- lo ha dejado obsoleto. Postulan que se trata de una fase posterior en la que los «genios» tecnológicos están dominando el mundo de acuerdo con las viejas y conocidas relaciones feudales, es decir, Mark Zuckerberg o Elon Musk son ambos señores feudales que, a través del control de los medios tecnológicos (feudo digital), tienen a sus pies a los Estados burgueses y, bajo esa lógica, a la clase trabajadora.
En resumen, Varoufakis y sus seguidores plantean de manera errónea que los proletarios e incluso los grandes burgueses (ambos ciber-siervos) producen capital para las grandes plataformas digitales (las que denominan como capital-nube). Bajo esta lógica, el proletariado y la burguesía coexisten subordinados a una clase de señores por encima de toda regla, ignorando toda concepción dialéctica de la realidad.
Lo anterior no es más que otra evidencia del abandono del marxismo para analizar el papel de las relaciones sociales de producción (en adelante RSP) y la propiedad de los medios de producción por parte de la academia y muchas de las organizaciones que se dicen comunistas, ya que la cada vez mayor concentración del poder económico por parte de la burguesía lleva inevitablemente a un mayor control del poder político y al desarrollo anárquico de las fuerzas productivas (el trabajo humano, los medios de producción, el conocimiento), las cuales son características fundamentales del capitalismo, pues depende de esto para consolidarse y mantenerse como régimen socioeconómico a nivel mundial.
Así las cosas, el tecnofeudalismo no existe, es solo el capitalismo siendo capitalismo. Que un puñado de burgueses que poseen a su vez un puñado de empresas vinculadas al desarrollo tecnológico, monopolizando el mercado, controlando el consumo, en este caso se trata de, aunque suene repetitivo: capitalismo puro y duro, analizado correctamente hace más de 150 años por Marx y hace más de 100, en su fase superior, por el camarada Lenin. Es la tendencia a la que se conduce este sistema, buscando acaparar más y más por la menor cantidad de personas posible. Darle otro nombre pretendiendo que el agua moja, solo distrae al proletariado, mientras maquilla las viejas dinámicas (concebidas por el marxismo y bien conocidas) de infraestructura y superestructura.
Qué hay unos pocos mega ricos que son dueños de unas empresas y sus recursos tecnológicos. Eso es la infraestructura: relaciones sociales de producción y propiedad privada de los medios de producción. ¿Qué burlan las leyes burguesas, las cambian, compran parlamentarios (lobby) y ponen y quitan presidentes? Eso es, precisamente la superestructura: leyes, cultura, comunicaciones, instituciones permeadas por las RSP del capitalismo. Todo lo anterior es, nuevamente, capitalismo. Pueden ponerle nombres más amigables, suavecitos o llamativos, pero su esencia no cambia, está determinada hace bastante tiempo y está condenada a morir agonizante a manos de su sepulturero: el proletariado, con su dictadura a través del socialismo.
Esta situación no es algo que se pueda elegir o cambiar fácilmente, no depende de nuestros deseos porque está determinada por el mismo desarrollo histórico del capitalismo, y para explicar a nuestros lectores por qué lo que Varoufakis llama tecnofeudalismo es capitalismo, expondremos tres asuntos que consideramos importantes: la acumulación y el desarrollo tecnológico bajo el capitalismo; la importancia de los conceptos; y las condiciones de vida del proletariado bajo el capital.
Una de las razones por las que Varoufakis argumenta que estamos viviendo bajo el tecnofeudalismo sería por un lado, el papel fundamental que desempeñan las plataformas digitales y las inteligencias artificiales en la circulación de mercancías, y por otro, la forma de enriquecimiento; para empezar las inteligencias artificiales como Siri o Alexa recopilan información relevante sobre nuestros gustos e intereses para ofrecernos productos, facilitando nosotros (los usuarios) el trabajo a los capitalistas e incorporándonos al consumo de X o Y contenido digital; por otro lado, las plataformas digitales no competirían a través de precios más bajos o por la calidad de su servicio o producto, sino que serían los usuarios quienes en busca de mejores experiencias migrarían de una plataforma a otra (como en el feudalismo los campesinos o siervos migraban de un feudo a otro), gracias a este modo de operar, las plataformas, no mejorarían la calidad de sus productos, sino que, con sus bases de datos buscarían nuevos usuarios, que como ya vimos a la vez que disfrutan del servicio, trabajan de algún modo para él, lo cual enriquece más a los propietarios de las plataformas, imposibilitando el ascenso o la movilidad social de las personas en las clases, siendo la lucha, ya no entre proletariado y la burguesía, sino entre señores feudales de la red compitiendo por quién tiene el feudo más grande.
Al respecto hay que decir que la «migración digital» y la propiedad de grandes monopolios tecnológicos concentrados en unas pocas manos, no son elementos nuevos ni exclusivos capaces de transformar la esencia del capitalismo, son producto del mismo desarrollo del capitalismo en esta, su fase superior: el imperialismo, y esto lo ignora Varoufakis, ya que contrariamente a lo que él cree, las relaciones sociales de producción del feudalismo estaban vinculadas a las relaciones patriarcales, los estamentos y las divisiones sociales basadas en la sangre, en la renta de la tierra y no en la migración, la cual existió antes que el feudalismo y posterior a este, por lo cual las relaciones de producción feudales no son comparables con su descripción.
Las RSP feudales con el capitalismo han sido paulatinamente arrinconadas y destruidas, dejando cada vez más clara la división de la sociedad en dos grandes clases sociales: la burguesía, dueña de los medios de producción, y el proletariado, dueño únicamente de su fuerza de trabajo[1]. Lo que el capitalismo hizo fue crear nuevas clases y condiciones de opresión[2]. Al esclavo lo liberó y le dio unas nuevas cadenas basadas en la explotación asalariada.
Una vez que se puso en marcha este modo de producción, basado en la explotación asalariada, empezó a incrementarse la riqueza e influencia de ciertos sectores de la burguesía. En este punto es importante aclarar que la burguesía no es homogénea, y en ella hay ciertas capas y grupos que compiten entre sí. Esto explica por qué sus expresiones políticas son distintas y pueden cambiar de acuerdo con el desarrollo histórico de la lucha de clases, pero siempre con el mismo objetivo: conservar y si es posible aumentar sus privilegios.
Del mismo modo sus intereses NO serán siempre los mismos. En este sentido la gran burguesía vinculada al desarrollo tecnológico tiene hoy intereses particulares, entre los cuales destaca la venta de sus servicios, y la industria militar y represiva de Estados Unidos se ha convertido en su principal comprador, de ahí que, grandes magnates de empresas vinculadas al desarrollo tecnológico hayan apoyado a Trump, quien en la búsqueda de la estabilidad y seguridad del imperialismo Yanki ve en las bases de datos de estas plataformas y en los avances tecnológicos de las mismas, una poderosa herramienta. No se trataría de una simple competencia entre «señores feudales» por los usuarios de las plataformas, si no de un fenómeno propio de la crisis por la que pasa el capitalismo, lo que con el paso del tiempo ha significado un ascenso de las ideas fascistas.
Además al desaparecer en esta teoría el papel del proletariado en la producción y en la generación de la riqueza, también desaparece su papel en la revolución, pues al no hablar de cómo el desarrollo científico sólo ha sido posible bajo la base de desarrollo material creado por el proletariado -que ha producido tanto como el capitalismo demanda- tal progreso científico no existiría, siendo la base fundamental, no el uso de dichas plataformas sino, los proletarios que extrajeron el coltán de las minas, ensamblaron los aparatos tecnológicos y construyeron con su sudor y sangre todo lo que hoy vemos y necesitamos, incluso para comunicarnos.
En cuanto a la generación de riqueza, Varoufakis señala que los ingresos que obtienen los propietarios de las plataformas provienen, además de su uso, del pago realizado por los usuarios para acceder a beneficios exclusivos o para poder vender productos o servicios en estas, siendo una dinámica similar a la renta de la tierra en el feudalismo. Sin embargo, esta comparación no es correcta, ya que, por un lado, a diferencia de la tierra, las empresas en cuestión sí tienen un valor tangible. Como ya se ha mencionado, dicho valor es el resultado del trabajo de cientos de miles, e incluso millones de obreros; mientras que, por otro, en el feudalismo esa renta se pagaba principalmente en especie, por lo cual, lo que cuesta el acceso a ciertos beneficios o servicios en las plataformas es igual al costo de producción más la ganancia media, expresada en dinero, no se le paga en especie por poseer algo que no es fruto del trabajo humano, sino por poseer algo que sí es fruto de este.
La información que recopilan estas plataformas no es con el único fin de atraer nuevos usuarios, si no con el fin de reproducir la ideología burguesa en el proletariado y para afianzar su represión, así logra amortiguar los choques entre las clases, privándola de cierto contenido de clase, difundiendo la «caducidad» de la lucha revolucionaria, y promocionando este tipo de contenido aparentemente «revolucionario», que ante un problema bastante grave y complejo que afecta a los proletarios de todo el mundo, encubre la esencia de los hechos.
Así mismo, la acumulación de los capitalistas les ha permitido ser dueños incluso de nuestras formas de relacionarnos y expresarnos en la actualidad, nos empuja a la inmediatez que ofrecen las redes sociales y demás plataformas digitales, pues no tener
redes sociales equivale a desaparecer o directamente no existir para el mundo, a la vez que nos condena al anonimato. En este sentido, esta inmediatez nos enajena al punto de entregarnos siempre contenido simple, ligero y poco profundo, lo que puede ser muy perjudicial para la lucha revolucionaria de nuestra clase, pues la presencia de contenido con mayor calidad es relegado por el algoritmo basado en el consumo «exprés». Esta misma situación se presenta para comunicarnos entre personas y, en el caso concreto de la organización de los trabajadores, ha sustituido los necesarios encuentros presenciales por cada vez más espacios virtuales. Esto es parte de entender el desarrollo del capitalismo en el momento histórico determinado, en este caso del ya bien entrado siglo XXI.
Con esto dicho, entonces los grandes propietarios «genios» tecnológicos digitales, no descubrieron nada nuevo ni traen de vuelta las RSP del feudalismo bajo su tutela, tan solo reafirman el diagnóstico marxista de la realidad: el capitalismo contiene etapas más o menos evidentes de acuerdo al momento histórico determinado, más aún en lo que tiene que ver con la tendencia de la centralización del capital[3], como se evidencia en el caso concreto de las grandes empresas de Silicon Valley: Meta, Microsoft, Google, Intel, Oracle, etc., las cuales ponen en cada vez menos manos el capital y la propiedad de los medios de producción de la industria tecnológica digital. En el caso de Meta, es preciso recordar que Mark Zuckerberg, inicialmente propietario de la red social Facebook, luego absorbió otra de las redes sociales de mayor auge como lo es Instagram, para luego adquirir también WhatsApp y condensarlas todas en la empresa matriz Meta, es decir, compró casi toda su competencia en el terreno de las redes sociales. Adquirir la competencia implica comprar sus instalaciones, sus algoritmos, sus códigos y, por supuesto, la información almacenada de cientos de millones de personas. Este ejemplo tangible de concentración, producto de la llamada libre competencia, conduce al monopolio[4], característica fundamental del capitalismo en sus fases más avanzadas, las cuales conducen al imperialismo que desde el marxismo se caracteriza hace más de 100 años, como se demuestra hoy, no solo por parte de Estados Unidos y Rusia, sino también por el socialimperialismo chino.
Pero esto no es todo, pues Varoufakis pasa de largo de manera cuasi poética, las RSP más básicas de este sistema capitalista, negando el papel del proletariado, la clase que produce la riqueza y hace posible la existencia de estas plataformas. Como se mencionaba antes, el coltán con el cual fabrican los dispositivos tecnológicos de la actualidad no es extraído por «gracia divina», sino que hay un trabajo asalariado de los mineros que se internan durante semanas o meses en las minas (y que no tienen nada más que su fuerza de trabajo, es decir, son esclavos del salario), de los programadores que dan forma a los algoritmos y las inteligencias artificiales de las plataformas y que producen el código de las aplicaciones.
Todo lo anterior no sería posible sin la presencia de estas empresas en los países subdesarrollados, ya que además de emplear mano de obra en extremo barata y precarizada, ahogan experiencias revolucionarias y derrocan gobiernos para poner otros que les permitan extraer sus tan preciados minerales, es decir, es de esta presencia imperialista de la cual se sirven para sostener su imperio digital y tecnológico con materias primas que, de otro modo, no podrían obtener en las cantidades que requieren para operar.
Es importante que los comunistas y nuestras organizaciones abordemos estas «teorías» como la de Varoufakis que han ganado tanto bombo y que, al estar lejos de ser lecturas correctas del sistema actual, es necesario que las desmontemos científicamente, es decir, debemos trascender la lucha ideológica (esto no implica jamás abandonarla) y emplear nuestra ciencia revolucionaria del marxismo- leninismo- maoísmo para hacer frente a los intentos de desviar el análisis de la realidad vigente de este sistema capitalista y la consecuente lucha revolucionaria. No debemos huir de la confrontación intelectual, sino plantearla siempre desde la lucha de clases apoyada en el materialismo dialéctico, que no basta con analizar la apariencia del objeto, sino ir hasta las entrañas para caracterizar correctamente su esencia. Analizar correctamente para luchar correctamente, tal debe ser nuestra línea.
[1] Revista NN5 (UOC (mlm))
[2] Manifiesto del Partido Comunista, K. Marx, F. Engels
[3] K. Marx, El Capital, Cap. XXIV (1867)
[4] Lenin, V.I. Imperialismo, fase superior del capitalismo (1917).