La situación de los proletarios agrícolas y el alza general de salarios

La situación de los proletarios agrícolas y el alza general de salarios 1

En las grandes empresas capitalistas del campo se trabaja 7 días a la semana, el descanso obligatorio estipulado en la ley es violado en la mayoría de los casos, y los salarios cuando más alcanzan el mínimo, así lo denuncia un compañero cortero. Y si esta es la situación en las grandes compañías como los ingenios, en las plantaciones de palma de aceite la situación es peor por la tercerización laboral; como han denunciado insistentemente los compañeros de Palmosan, son obligados a lanzarse a la huelga para mejorar sus condiciones y evitar el despido por ejercer el derecho a la organización. La generalidad es que los obreros no son considerados trabajadores de las grandes compañías y se encuentran a merced de contratistas como a principios del siglo pasado en las plantaciones de banano.

En las plantaciones de algodón y de café la situación es aún peor, por cuanto los capitalistas solo contratan gran cantidad de personal en época de cosecha, en el caso del café son de dos a tres meses al año y del algodón son 4 meses al año; los jornales se pagan de acuerdo a la cantidad cosechada trabajando de sol a sol y sin ninguna prestación de ley, en la mayoría de casos la comida es descontada del jornal y en algunas fincas en el eje cafetero se paga parte del salario en marihuana.

En Colombia son alrededor de 5 millones los trabajadores empleados en las labores del campo, la inmensa mayoría solo tiene sus brazos para ganarse el sustento y otra parte son los campesinos pobres o semiproletarios, que tienen una pequeña parcela, pero la mayoría del año se ven obligados a vender su fuerza de trabajo en las grandes haciendas para completar su sustento.

Las cifras oficiales del Dane y el Ministerio de Trabajo calculan que de esos cinco millones el 85% trabaja de manera informal, sin contratos laborales, a tiempos parciales y 75% gana un salario por debajo del mínimo legal establecido. Ni hablar siquiera entonces de jubilación o algo que se le parezca.

La situación de los semiproletarios es tan dramática, que dentro de la propuesta de reforma laboral estaba incluido —es posible que ya le hayan mutilado esta parte—, un capítulo especial sobre jornal agropecuario.

Y si en los hogares de los trabajadores de las grandes ciudades el hambre es disfrazada con labores del llamado rebusque, en el campo la miseria y el hambre están a flor de piel, como indica la estadística oficial sobre pobreza que, a pesar de que mezcla tanto los campesinos medios como los ricos con los campesinos pobres y los proletarios, advierte que se concentra fundamentalmente en el campo la miseria y que solo en Quibdó y Riohacha se acerca a la cifra general de pobreza en el campo.

Así pues, la cifras del Dane a finales del año pasado muestran que mientras en las principales ciudades el índice de pobreza es de 28%, en el campo alcanza el 38,6%, esto quiere decir que cuatro de cada 10 campesinos se encuentran en situación de pobreza y uno de cada cinco en condición de pobreza extrema.

Y frente a esta situación de hambre y miseria reconocida oficialmente, el presidente y los jefes de las centrales sindicales hablan de que el aumento del salario mínimo para este año permite una recuperación del poder adquisitivo.

Si se tiene en cuenta la aguda situación de los trabajadores, tanto del campo como de la ciudad y a esto agregamos la actitud cínica de las clases dominantes de negarse a aumentar el salario real, la amenaza de hundir los proyectos de reforma presentados por el gobierno, a pesar de que los han mutilado hasta donde no más, se hace necesario fortalecer las organizaciones de los trabajadores del campo y la ciudad para movilizarse por alza general de salarios, por empleo y subsidio a los desempleados.

Hay que realizar las asambleas obreras y populares para exigir con la movilización e incluso con la huelga, el conjunto de las reivindicaciones que fueron exigidas en los paros del 2019 y 2021 y que no han sido resueltas.

El pueblo no puede esperar que el Congreso, ese nido de burócratas que hoy se ganan más de 43 millones por parlotear dos veces a la semana, vaya a legislar a su favor. Como se ha insistido por nuestra parte y el pueblo aprendió en las calles: ¡Solo el pueblo salva al pueblo!

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