La Comuna de París, como nuevo tipo de Estado, fue la negación del Estado burgués; y al mismo tiempo, el comienzo de la negación de todo Estado.
Desde el momento en que la sociedad se dividió en clases, es decir, entre unos que trabajan y otros que viven del trabajo ajeno, se hizo necesario un poder especial que impidiera la destrucción de la sociedad a cuenta de los antagonismos irreconciliables entre sus clases. Ese poder especial es el Estado cuya función consiste en refrenar el antagonismo entre las clases, amortiguando sus choques, lo cual no significa conciliar los intereses de las clases antagónicas (como lo interpretan y desean los oportunistas), sino todo lo contrario, garantizar el dominio de una clase sobre otras, para lo cual, el Estado priva a las clases oprimidas de ciertos medios y procedimientos de lucha. De ahí que el instrumento principal, o el pilar central de la fuerza del Estado, lo constituyen los destacamentos armados de carácter profesional (las fuerzas armadas del ejército y la policía) quienes tienen el monopolio de las armas y junto con sus cárceles, convierten al Estado en una máquina para la opresión de una clase por otra.
Particularmente, en la sociedad capitalista, la burguesía pregona que esa máquina del Estado es “una institución democrática al servicio de toda la sociedad” y por tanto, “situada por encima de toda la sociedad”. Pero eso no es más que una falsa apariencia, pues el Estado es un producto social que tiene un definido carácter de clase; en el capitalismo es un Estado burgués cuya fuente de poder está en el capital y sirve exclusivamente a los intereses de una minoría de la sociedad, los capitalistas (burgueses, terratenientes e imperialistas), siendo, además de máquina de represión, uninstrumento de explotación en manos de los dueños del capital, que funciona con un gigantesco y costoso aparato burocrático de jueces y diputados parlanchines, quienes junto con las fuerzas armadas, viven como parásitos a cuenta de los impuestos arrancados al pueblo.
El Estado tipo Comuna, sigue siendo Estado de clase porque sirve al proletariado como clase dominante para ejercer su dictadura sobre los antiguos opresores y explotadores; pero es un nuevo Estado que niega al viejo Estado burgués, primero porque su fuente de poder está en la iniciativa directa de las masas populares desde abajo, sirviendo y defendiendo por vez primera en la historia de la sociedad, los intereses de la inmensa mayoría (las masas trabajadoras), ya no con destacamentos especiales armados, sino con el armamento general del pueblo en sustitución del ejército y la policía (instituciones apartadas de las masas y contrapuestas a ellas); y segundo, porque sustituye el gigantesco aparato burocrático del Estado, por funcionarios elegibles y removibles por las masas en cualquier momento, y todos, absolutamente todos, remunerados con salarios de obrero. Respecto a estas sencillas pero profundas transformaciones, concluye Marx: “La Comuna convirtió en una realidad ese tópico de todas las revoluciones burguesas, que es ‘un gobierno barato’, al destruir las dos grandes fuentes de gastos: el ejército permanente y la burocracia del Estado”.
Y en la medida en que las funciones del Estado (que antes eran privilegio y ocupación de cuerpos o destacamentos especiales apartados del pueblo), fueron colocadas por la Comuna en manos de las masas trabajadoras, en esa misma medida se inicia la negación del Estado en general como institución especial de la sociedad, pues sus funciones empiezan a ser cumplidas por toda la sociedad.
Negar el Estado burgués no es remodelarlo, sino destruirlo mediante la violencia revolucionaria; destruir su pilar central, sus aparatos e instituciones burocráticas. Esta es la característica esencial de la revolución del proletariado, y de hecho la abismal diferencia con las revoluciones de la pequeña burguesía que en lugar de destruir el Estado burgués, lo preservan con el argumento de ejercer a través de él una verdadera democracia, con lo cual lo único que hacen es maquillar la dictadura burguesa, gobernando en beneficio de la burguesía pues el carácter de clase de tal Estado sigue siendo burgués, donde la democracia es para los explotadores y la dictadura para los explotados. En cambio, la democracia proletaria significa dictadura abierta sobre la burguesía, los terratenientes y los imperialistas, y democracia real para las masas trabajadoras de obreros y campesinos. Mientras la democracia burguesa no va más allá de la proclamación formal de los derechos y libertades del pueblo, la democracia proletaria consiste en la participación real de las masas trabajadoras en la administración del Estado, y en el usufructo de los bienes expropiados a los expropiadores. Mientras para la burguesía igualdad es un concepto jurídico que disfraza la desigualdad de las clases, para el proletariado igualdad significa acabar con las diferencias de clase en la posesión de los medios de producción.
De ahí, que como dijera Marx refiriéndose al régimen de la Comuna de París “la dominación política de los productores es incompatible con la perpetuación de su esclavitud social”, por tanto, el poder de la Comuna como nuevo tipo de Estado“había de servir de palanca para extirpar los cimientos económicos sobre que descansa la existencia de las clases y, por consiguiente, la dominación de clase. Emancipando el trabajo, todo hombre se convierte en trabajador, y el trabajo productivo deja de ser atributo de una clase”.
Por eso la Comuna no convirtió el poder político en un fin en sí mismo, sino en un medio para expropiar a los expropiadores, como lo demuestra su actuación práctica a pesar de su corta existencia de dos meses: abolió el trabajo nocturno para los obreros panaderos, suprimió las oficinas de empleo, prohibió con penas la práctica frecuente de los patronos de rebajar los salarios mediante multas a los obreros, entregó a las asociaciones obreras todos los talleres y fábricas que habían sido clausurados por sus dueños, condonó los pagos de arrendamiento desde octubre de 1870 hasta abril de 1871, prohibió la venta de objetos empeñados y clausuró las casas de empeño, dispuso la asociación cooperativa de los obreros de la gran industria y la manufactura, y la organización de todas las cooperativas en una gran Unión, liberó a los campesinos de las costas derivadas de la guerra adjudicándoselas a sus verdaderos causantes, dictó medidas para destruir la fuerza espiritual de represión de la iglesia separándola del Estado y expropiando a todas las iglesias como corporaciones poseedoras, abrió gratuitamente al pueblo todas las instituciones de enseñanza eliminando de ellas todos los símbolos religiosos, imágenes, dogmas, oraciones, constriñéndolos a la órbita de la conciencia individual. La Comuna de París cuyo poder había sido inspirado en el sentimiento de la defensa de la nación contra la agresión prusiana, por su carácter de clase proletario, se convirtió en un nuevo tipo de Estado con un gobierno obrero auténticamente internacional.
La clase obrera no esperaba de la Comuna ningún milagro. Los obreros no tienen ninguna utopía lista para implantarla par récret du peuple [por decreto del pueblo]. Saben que para conseguir su propia emancipación, y con ella esa forma superior de vida hacia la que tiende irresistiblemente la sociedad actual por su propio desarrollo económico, tendrán que pasar por largas luchas, por toda una serie de procesos históricos, que transformarán completamente las circunstancias y los hombres. Ellos no tienen que realizar ningunos ideales, sino simplemente dar suelta a los elementos de la nueva sociedad que la vieja sociedad burguesa agonizante lleva en su seno”.
Carlos Marx