Ya se alistan los verdes (Alianza Verde), los amarillos (Polo Democrático) y la Colombia Humana, como buenos politiqueros que son, afilando sus micrófonos para seducir y engañar a los sectores obreros y populares con sus miserables propuestas reformistas. Es tal la desfachatez de estos charlatanes, que personajes como Petro dicen que hay que desarrollar el capitalismo en Colombia, como si el tormento de la esclavitud asalariada fuera una idea abstracta de la realidad concreta que somete a millones de colombianos a la guerra, al hambre y la miseria.
Aceitan sus máquinas para conseguir votos perfilándose como mesías, donde el pueblo queda reducido a meter un papelito en una cajita y ya con eso dicen que es una manifestación democrática, escondiendo la dictadura real de los ricos y la farsa que son las elecciones. Reformar el sistema decadente es su máximo propósito; reformas que a lo sumo cubrirían de flores y perfumes las pesadas cadenas de la explotación, pero que no eliminarían las contradicciones de clase, que por más que las niegue la izquierda domesticada y amarrada al poder del capital, esta realidad es una cuestión empíricamente demostrable, que se manifiesta en cuestiones tan sencillas como la millonada entregada a empresas como Avianca y el irrespeto de la momia vicepresidente que con cinismo se atrevió a llamar al pueblo colombiano de “atenido”.
Son tan “inocentes” nuestros “nobles” politiqueros de la izquierda que su fin último es llegar a la jefatura del Estado, “ser gobierno” dicen, escondiendo que éste, además de ser el ejecutor de la dictadura de los capitalistas, es el administrador de los negocios comunes de la burguesía, como lo señaló Marx hace más de un siglo. Esos supuestos salvadores también hablan de reformar el ejército y la policía ocultando que ellos son el pilar central del Estado, los destacamentos burocráticos y profesionales de dominación, cuya función es mantener en pie el régimen del capital por medio de la violencia y el terror contra las masas populares.
El pueblo colombiano no necesita creer en individuos “todopoderosos” y supuestos salvadores. Su fuerza y su poder son superiores a cualquiera porque emanan de él mismo, si se encuentra organizado en sus sindicatos, asociaciones, juntas y demás organizaciones sociales; si esas organizaciones a su vez están unidas en las Asambleas Populares, comités de lucha, grupos de choque, guardias o milicias populares, actuando con independencia del Estado de los enemigos y de politiqueros que lo defienden.
Los trabajadores colombianos no necesitan favores de los politiqueros y sus partidos; necesitan sí de un Partido Revolucionario, que en lugar de sumarse al engaño de la politiquería, organice y dirija su lucha; el pueblo necesita de un Partido que sepa recoger el sentir y las aspiraciones de sus organizaciones y de la población explotada, humillada, marginada y olvidada por el Estado de los ricachones explotadores, para transformar los reclamos y reivindicaciones populares en acción y lucha revolucionaria contra los enemigos, y para construir con sus aspiraciones y sus sueños el Programa Revolucionario por el cual el pueblo sea capaz de entregar su vida.
Ese Partido compañeros, es el que estamos construyendo.