Aunque el precandidato Petro se opuso a la radicalización del Paro Nacional en el segundo trimestre de 2021, mejor conocido como el Estallido Social, condenando los bloqueos y los brotes de nuevas formas ofensivas de lucha, llamando a la juventud rebelde a desmovilizarse y centrar sus energías en la campaña electoral del Pacto Histórico, los hechos indican que fue la fuerza del Estallido Social la que subió a Petro a la Presidencia de Colombia.
Y no porque el Estallido Social hubiera entronizado directamente a Petro en el solio presidencial, como ha sido la experiencia de espontáneas rebeliones populares en otros países. En el caso de Colombia, la elección del Presidente Petro fue un efecto colateral e indirecto de la fuerza económica y política del Estallido Social.
El Estallido Social fue producto de la situación insoportable para el pueblo bajo el régimen de la mafia uribista; fue el resultado de veinte años de incremento de la miseria, de la opresión, del sojuzgamiento, de las vejaciones y de la explotación, en las precisas palabras de Marx.
El Estallido Social fue aplacado a punta de terror por las fuerzas represivas, policiales, militares y paramilitares, fieles cancerberos del régimen de la mafia uribista; terror que al sofocar las llamas del levantamiento, avivó el odio y la cólera pueblo, pues sus grandes y graves problemas quedaron sin resolver.
Desde entonces el Estallido Social se convirtió en un fantasma, que causa pánico en las clases dominantes porque les redujo sus ganancias y puso a tambalear al títere presidente; atemoriza a los jefes reformistas, oportunistas y patronales, porque al desnudarles su compromiso en defensa del orden burgués, fueron desobedecidos y repudiados por las bases; colma de orgullo a las clases trabajadoras, al pueblo raso, porque le mostró su propia, arrasadora y desconocida fuerza y peso social; engrandece el ánimo de los revolucionarios y comunistas porque cimentó materialmente la confianza en el poder de las grandes masas populares cuando se movilizan, y a la vez mostró que el atraso en la construcción de un verdadero Partido del proletariado, es la principal limitación actual del movimiento revolucionario.
Al período de fogosa lucha política en las calles, el territorio de las masas, le sucedió un período de lucha política en el escenario burgués de las elecciones, un juego donde los reyes de la baraja son los partidos y sus candidatos, mientras que el pueblo es el comodín, pero un comodín envestido del poder que había demostrado en el Estallido Social.
De ahí, que la bataola de la campaña para legitimar con los votos del pueblo, quién sigue administrando la dictadura de los capitalistas, estuvo signada por el peligro de un nuevo Estallido Social, que a la manera de la Espada de Damocles amenaza con cortarle el pescuezo al poder burgués si no se resuelven los urgentes problemas del pueblo.
Pero, dice Lenin, Si la táctica de la burguesía fuese siempre igual, o por lo menos del mismo tipo, la clase obrera aprendería rápidamente a responder a ella con una táctica también igual y del mismo tipo. Pero, de hecho, la burguesía en todos los países establece, inevitablemente dos sistemas de gobierno, dos métodos de lucha por sus intereses, métodos que van alternándose o que se entrelazan en distintas combinaciones. Se refiere al método de la violencia, que no otorga concesiones al pueblo, y al método reformista de conceder algunos derechos y reivindicaciones, sin que afecten sus intereses ni su poder político.
El pueblo colombiano luego de soportar por veinte años el método violento del gobierno de la mafia, espontáneamente decidió levantarse contra ese régimen, de tal manera que a la tramoya electoral, las clases dominantes llegaron con un gobierno desprestigiado y aborrecido por el pueblo. En tanto que, la coalición de los partidos de oposición en el Pacto Histórico, cuyo programa confeccionado con pequeñas reformas a los problemas sociales más sentidos, logró ganar el apoyo no solo del grueso de la juventud rebelde, sino de las masas del pueblo más de abajo, las más arruinadas y vilipendiadas, de las periferias urbanas y de los litorales del país.
Ante la impopularidad de los candidatos directamente representantes del régimen mafioso, las clases dominantes mediante el fraude electoral llevaron a segunda vuelta al abominable candidato Rodolfo Hernández, un representante indirecto del método violento. Un tanteo, que de inmediato fue respondido por las bases del Pacto Histórico con la amenaza de un nuevo Estallido Social si imponían al candidato aparecido. Amenaza donde un fraude y un golpe de fuerza, servirían simplemente de mecha para explotar la bomba social. Amenaza rechazada virulentamente por todas las voces de la reacción y hasta por los mismos jefes del Pacto Histórico, pero que aterrorizó a los reaccionarios y ganó apoyo en vastos sectores del pueblo, todo porque ya se había comprobado en la práctica lo que era un Estallido Social, porque la indignación del pueblo ante un gobierno indolente con sus problemas, es un combustible sumamente explosivo y eso lo saben los opresores.
La burguesía y los terratenientes, clases cada vez más reaccionarias incapaces de parir un partido o un caudillo reformista liberal, y ante el peligro de perder todo el poder en una revuelta popular solo por mantener un administrador directo en el gobierno, se dieron al dolor de aceptar los servicios reformistas de la pequeña burguesía, entrelazando su régimen terrorista con un gobierno anti-uribista encabezado por Gustavo Petro, combinación posible porque su programa de gobierno no atenta contra el establecimiento, ni contra el poder económico y político de los capitalistas, ni de la mafia uribista, y sí tiene la gran ventaja de contar en este momento con amplio apoyo popular, y en ese sentido, aleja el peligro de un nuevo Estallido Social.
Así, indirectamente la fuerza del Estallido Social del año pasado, llevó a Petro a la presidencia, cuyo respaldo popular, sirvió a los capitalistas para refrendar su previa decisión, con 11,3 millones de votos, aprestigiando su degenerada democracia con la apariencia de que bajo el látigo del poder del capital el pueblo sí puede elegir libremente a sus gobernantes.
Llega la hora del nuevo gobierno de Petro, sin poder evitar que si no resuelve los problemas del pueblo causantes del Estallido Social, éste siga siendo la Espada de Damocles que penda sobre su cabeza, y por lo visto no son buenos los augurios pues su pregón de fortalecer el capitalismo significa apagar el incendio con gasolina.