Hoy, más que nunca, debemos denunciar y combatir la indolencia criminal del Estado burgués que, aunque se pavonea con discursos de derechos y protección, ha condenado a nuestros niños, niñas y adolescentes a una vida de miseria, explotación y muerte.
Es hora de que el proletariado y el campesinado se levante y tome las riendas de su destino, pues no nos sirve un Estado que permite que el 67 % de nuestros hijos crezcan en la pobreza. Más de 11 millones de niños, niñas y adolescentes en Colombia son pobres, 8,3 millones viven en pobreza monetaria y más de 3 millones en pobreza extrema, según cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).
No podemos seguir permitiendo que miles de jóvenes abandonen el sistema educativo cada año: entre noviembre de 2022 y mayo de 2023, 473.786 jóvenes desertaron del sistema escolar; lo que representó un incremento significativo en comparación con los años anteriores en los que la cifra de deserción se situó en alrededor de 330.000 estudiantes.
¡Y qué decir de la violencia! Según la Procuraduría General de la Nación, entre enero y agosto de 2023, se registraron 8295 delitos sexuales contra menores de edad, 4605 contra niños y niñas y 3690 contra adolescentes. ¿Dónde está el Estado burgués cuando los cuerpos de los hijos del obrero y del campesino son violentados? Nos dicen que este Estado nos protege, pero nosotros sabemos que solo protege a los ricos y parásitos que se alimentan de nuestra sangre y del sufrimiento de nuestros hijos.
Y también está el flagelo del trabajo infantil: un 10 % de los niños y niñas en Colombia son esclavizados bajo el yugo del trabajo infantil; 310.000 menores de 5 a 17 años trabajaron en condiciones precarias y peligrosas solo en el trimestre de octubre a diciembre de 2023, según la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil.
Y a estos datos alarmantes se les suman las cifras en el tema de salud: el Instituto Nacional de Salud (INS) señaló que en Colombia hubo 65.698 casos de desnutrición aguda en menores de 5 años entre 2019-2022. En 2023, 895 niños menores de 5 años murieron por desnutrición, infecciones respiratorias y enfermedades diarreicas.
Visto de conjunto, el Estado burgués ha condenado a muerte a las infancias y las adolescencias; es un genocidio silencioso y sistemático contra los hijos de la clase obrera.
En el primer trimestre de 2024, 140 menores se suicidaron, sumándose a los 230 suicidios de 2023 y los más de 400 de 2022. Según cifras del Ministerio de Salud, el 44,7 % de nuestros jóvenes sufren problemas de salud mental, y de acuerdo con un estudio de la Universidad Nacional de Colombia solo el 15 % recibe algún tipo de tratamiento. Esto es la evidencia que el capitalismo imperialista es un sistema que destruye nuestras mentes y cuerpos para alimentar al sanguinario capital.
Además, la guerra reaccionaria ha afectado a más de 2 millones de niños desde 1985 al 2021. En 2021, fueron víctimas del conflicto 23.465 menores. El Estado burgués, en su afán de enriquecer a unos pocos parásitos, ha destrozado las vidas de millones de nuestros hijos.
¿Hasta cuándo permitiremos que este Estado opresor y explotador siga destruyendo nuestras vidas y las de nuestros hijos? Es hora de que el proletariado y el campesinado tomen el control de su destino.
Ha llegado la hora de alzar la voz y luchar revolucionariamente contra el capitalismo imperialista que no solo nos explota, sino que condena a nuestros niños, niñas y jóvenes a una vida de miseria, abuso y muerte. No podemos seguir permitiendo que nuestros hijos crezcan bajo las garras de un Estado que solo sirve a los intereses de los capitalistas, dejando a nuestra infancia y juventud en el abandono y la desprotección total.
Los datos no mienten y cada cifra es una llamada a la acción. El capitalismo imperialista, con su insaciable sed de ganancias, ha creado un infierno para las futuras generaciones de la clase obrera; las políticas de bienestar, educación, salud y protección social están siendo sistemáticamente destruidas por la avaricia de una burguesía que se enriquece a costa de nuestra sangre y sufrimiento.
La degradación moral y física que el capitalismo impone sobre nuestras vidas ha llevado a miles de trabajadores a hundirse en el alcohol, los psicotrópicos y otras formas de autodestrucción. Esta misma degradación ha permitido que el machismo, una herramienta de opresión burguesa, se perpetúe incluso dentro de nuestras propias filas, llevando a que miembros de la clase obrera cometan delitos atroces contra mujeres y niñas, perpetuando el ciclo de violencia que solo sirve a los intereses del capital.
¡No podemos permitir que esto continúe! Luchar contra la pobreza no es solo un deber moral, es un acto de rebelión contra las condiciones de súper explotación y miseria que el capitalismo impone sobre todo el pueblo. Es hora de exigir mejores condiciones laborales, es hora de demandar un alza general de salarios que permita a los obreros estar con sus hijos y no esclavizados por jornadas interminables.
Así mismo, la educación de calidad debe ser un derecho para todos los hijos del proletariado. Basta ya de colegios de concesión o de cobertura, basta de aulas superpobladas, basta de un sistema educativo autoritario diseñado para mantenernos en la ignorancia. Exijamos alimentación escolar completa, nutritiva y garantizada por el Estado, exijamos enfermeras y psicólogos en cada institución educativa, así como programas que acerquen a nuestros hijos al deporte, a la ciencia y a las artes, y no a las simples cadenas de la explotación.
La lucha contra la explotación laboral infantil, contra la desnutrición, y por la salud mental de nuestros infantes y jóvenes es inseparable de la lucha por un sistema de salud público y de calidad, totalmente financiado por el Estado. Un sistema en el que los trabajadores de la salud puedan ejercer su labor con dignidad y en condiciones óptimas, promoviendo la salud preventiva y no solo curativa.
Y no olvidemos a nuestros hermanos y hermanas en el campo, que sufren el embate de la guerra reaccionaria y el desplazamiento forzado. La lucha contra el desplazamiento y el reclutamiento forzado de nuestros jóvenes exige que nos organicemos de inmediato, que construyamos una fuerza combativa capaz de enfrentar con violencia revolucionaria a los enemigos del pueblo, a esos mismos que han convertido nuestras tierras en campos de batalla.
La lucha por la protección de nuestros menores es la lucha por el futuro de la clase obrera. Es una lucha por la dignidad, por la vida, por la revolución. ¡No más desprotección, no más explotación, no más miseria! Es hora de que el proletariado colombiano se levante y luche por un futuro digno y seguro para nuestros hijos, por un futuro socialista donde la vida humana valga más que las ganancias del capital.
¡Viva la lucha revolucionaria!
¡Viva la organización combativa de los trabajadores y campesinos!
¡Por nuestros hijos, por nuestro futuro, venceremos!