Física, ingeniera y periodista de medios reformistas, en un país donde el derecho de las mujeres a recibir educación es uno de los más vulnerados, esta guerrera mujer se ha abierto paso con uñas y dientes para impedir que el capital la doblegue. Pero, sin saberlo quizá, sus luchas más importantes, las ha dado precisamente, contra el capital.
Se trata de Narges Mohammadi una mujer de 52 años, nacida en Zanyán, Irán. En 2023 le fue otorgado este mal llamado distintivo «Premio Nobel de Paz» por cuanto, lejos de estimular su lucha por los derechos humanos, especialmente de las mujeres, la mayor parte del tiempo ha sufrido una intensa persecución; de hecho, el mismo premio fue recibido en medio de todo un cuestionamiento social para otorgárselo, pues desde 2011 ella ha sido detenida varias veces y sus hijos, quienes viven en el exilio junto a su esposo, fueron quienes lo recibieron por ella. Asuntos que sin embargo no han sido óbice para dejar de persistir en su lucha, al contrario, al propio evento envió clandestinamente un discurso donde condena al gobierno “tiránico” bajo los ayatolas y en el que conmina al pueblo iraní a que con perseverancia superará la represión y el autoritarismo, además de elogiar a la juventud por haber transformado las calles y espacios públicos en lugares de resistencia durante las protestas de 2022 por la detención y asesinato de Mahsa Amini, a manos de la policía de la moral, por no llevar bien puesto el velo que estaban obligadas a llevar las mujeres en este país.
A los 26 años, Narges Mohammadi fue detenida por primera vez, pasó un año en prisión por criticar al gobierno iraní y defender la igualdad y los derechos de las mujeres en medio de las restricciones basadas en el islam en este país. Su lucha apenas comenzaba, el régimen la arrestó 13 veces, la condenó cinco en total a 31 años de prisión y a 154 arcaicos, pero no por eso, menos dolorosos latigazos.
En 2003 comenzó a participar en el Centro de Defensores de los Derechos Humanos en Teherán, organización fundada por Shirin Ebadi, también Premio Nobel de Paz, por lo cual, en julio de 2011, Narges volvió a ser procesada y declarada culpable, también por atentar contra la seguridad nacional del país y realizar propaganda contra el régimen, siendo condenada en septiembre del mismo a 11 años de prisión y aun así, dos años después, participó en una campaña contra la pena de muerte en este país.
Ahora, está detenida por participar durante las intensas protestas que hubo por todo el país por la muerte de Mahsa Amini, la cual provocó una de las mayores crisis en Irán desde la llamada Revolución Islámica de 1979, en cuyas protestas fallecieron centenares de personas y más de 22 mil fueron detenidas.
En esa última detención, la activista escribió un artículo publicado en el New York Times, donde sentencia, “Lo que el gobierno quizá no entienda es que cuantos más de nosotros encierre, más fuertes nos hacemos”. Además, en febrero de 2021 subió un video a las redes sociales denunciando haber sido citada ante el tribunal dos veces por un caso abierto en su contra estando detenida aún, al cual se negaba a comparecer y desobedecería cualquier sentencia; allí también denunció los abusos sexuales y malos tratos a los que ella y otras mujeres son sometidas en las cárceles.
Es tal la situación soportada por Narges, que desde 2012 su salud se ha visto seriamente deteriorada ante las torturas y malos tratos en la cárcel, pues además de afectaciones a sus pulmones y su corazón, presenta síntomas relacionados con la epilepsia. Pero, por si fuera poco, el pasado 9 de agosto, en lucha contra tantas penas de muerte en este país, ella junto a otras compañeras de prisión protestaron, siendo agredidas fuertemente por la guardia y en particular, ella fue golpeada en el pecho y su familia teme las consecuencias, pues la Penitenciaría de Teherán solamente permitió la atención médica de la cárcel, pero desatendió su orden de ser remitida a un hospital.
Y es que la sociedad capitalista, hipócrita a más no poder, esperando doblegarla para que le sirva al capital, todo este tiempo la ha llenado de premios, que el Alexander Langer en 2009, que el Per Anger en 2011 y que el de Derechos Humanos de Weimar, Alemania en 2016, además de los nominados para este año. ¿Y todo para qué, cuando nos la entregan hecha un guiñapo humano?, ¿a nombre de qué? De la ganancia capitalista donde el imperialismo se lava las manos precisamente con sus grandilocuentes premios, con los cuales pretenden ocultar sus crímenes.
Pero los activistas, los dirigentes del movimiento obrero tienen un futuro pleno, un futuro lleno de satisfacciones, por cuanto su papel más gratificante, más grandioso está en su lucha al lado del pueblo, para él y con él. Ya Lenin, maestro insigne del proletariado nos enseñó que en el movimiento revolucionario hay dos grandes fuerzas, el elemento consciente y el elemento espontaneo y de lo que se trata es de que los dirigentes populares den el paso como elemento consciente y se pongan al frente de las luchas del pueblo, más allá de sus reivindicaciones económicas y sociales, pero a través de ellas, dirija su lucha revolucionaria hasta la toma del poder político, por el socialismo y el comunismo, única garantía de que un día derrotaremos definitivamente a nuestros enemigos, los mismos del pueblo iraní, los ayatolas, los capitalistas y los imperialistas, derrota que también es la única garantía para alcanzar la liberación real y objetiva de la mujer.
¡Mujeres como esclavas, nunca más!