A nuestro correo llegó la siguiente denuncia muy ilustrativa y valiosa que esperamos sea difundida masivamente y sirva como otro motivo más para crear los comités de mujeres y el Movimiento Femenino Revolucionario.
Los casos de opresión a la mujer se dan a diario, tanto que la mayoría de ellos ya pasan imperceptibles a los ojos de la sociedad, como que se hubieran convertido en parte de la idiosincrasia de la gente… y seguramente es así, el caso de esta chica (que llamaremos “Alejandra”) acaba de suceder en una de las universidades de Bogotá, y sin duda es un botón de muestra de esa cruda realidad que viven muchas mujeres, la mayoría en completo silencio.
El opresor, su jefe inmediato en la universidad, al cual dejaremos solo con el remoquete de El opresor, decidió que aquella chica sería el gran reto de sus conquistas, lo que lo llevó a cortejarla prácticamente desde el día en que ingresó, luego de pasar por dos pruebas de conocimiento, una de habilidad en el manejo del inglés y dos entrevistas virtuales; todo pasado con sobrada solvencia de conocimiento y actitud, lo cual la hacía absolutamente merecedora del cargo. Tan buena fue su labor, que pasado el período de prueba, fue reconocida con una calificación de “excelente”.
Pues bien, el opresor decidió darle un trato “especial”, ofreciéndole tiempo libre en su horario, permisos innecesarios si ella lo quería, trabajo en casa en varias ocasiones, calificativos “cariñosos”, invitaciones a salir, ofrecimientos de detalles… a todo, Alejandra siempre se mantuvo firme en no acceder y por el contrario, muy respetuosamente pedirle que le llamara por su nombre y no con diminutivos ni adjetivos impropios de una relación laboral.
La gota que rebosó la copa fue un sábado, en horario no laboral, el opresor le ofreció vía chat un regalo, “a mí me gusta regalar libros a quienes les gusta la lectura” le escribió, a lo cual Alejandra no respondió, con lo que esperaba que le quedara claro; pero no fue así. Ese lunes, el opresor decidió a primera hora y sin mediar palabra alguna, ni siquiera el saludo, colocar de manera impositiva un libro sobre el escritorio de Alejandra… Ella con sorpresa e indignación, luego de cerca de una hora de reflexión, llena de temor y pasado el rato de justificado llanto, se armó de valor, se dirigió al escritorio de su agresor, puso el libro con contundencia y le dijo: ¡NO gracias, ahí le dejo su libro!
Un gran sentimiento de tranquilidad dio algo de paz a su corazón, con gran euforia por haber abofeteado la arrogancia del agresor quien no fue capaz de decir una sílaba, Ella partió a su lugar de trabajo a continuar con sus funciones.
El agresor había sido puesto en su lugar, desde aquel momento, esta cucaracha había visto a una mujer como le pisoteaba su orgullo de macho y tragándose su opulencia tuvo que dejar de cortejarla, pues sabía muy bien con qué calidad de mujer se había metido. Pero pasaron los días y las acciones de “trato especial” y “palabras adobadas” dieron paso a lo que era de esperarse en esta inmunda sociedad basada el abuso de poder en las empresas; la presión laboral tomó varias formas que muy valientemente Alejandra asumió, segura de que su eficiencia en el trabajo era la mejor arma para contrarrestar este tipo de ataques, la pelea es peleando fue la máxima que estimulaba a esta joven indoblegable.
La cosa tomó otro rumbo cuando un problema de salud obligó a Alejandra a acudir a un médico particular, ya que, como si eso fuera poco, necesitó de un tratamiento que no sería cubierto por la EPS, y para los que no saben del tema, varias incapacidades se vuelven un problema en estos casos, a lo que se sumó la necesidad, por recomendación médica, de que debía tener trabajo en casa por una semana, después de los días de incapacidad.
Gran oportunidad para el acosador, quien no dudó en aprovechar esta circunstancia para atacar a Alejandra mediante la acusación de abandono de cargo e incumplimiento de sus funciones. El día del retorno, como un buitre esperando a su presa, al verla regresar a su trabajo, la accedió en solitario y le dijo: ¡o pasa la carta de renuncia o le inicio un proceso disciplinario! Muy orondo el agresor se sintió que había triunfado en su venganza por el rechazo de Alejandra. Ella sintió que el mundo se le venía encima nuevamente, que la sociedad volvía a abalanzarse sobre ella para condenarla solo por el hecho de ser mujer, la incertidumbre y la desorientación se apoderaron y el llanto fue su refugio nuevamente; pero algo dentro de Ella le decía que no todo estaba perdido. Con decisión tomó el camino de enfrentarlo y no huir de la batalla con el opresor.
Dos propósitos puso en el horizonte inmediato: No quiero seguir aquí, así que me largo; pero no lo haré, sin desenmascararlo.
Recabar todas las pruebas y redactar la denuncia ante la universidad fue un plan de acción que se realizó a la perfección en varias horas, la denuncia verbal ante el grupo encargado y la total evidencia, no les dejó más camino que convocar una reunión extraordinaria de los directivos para tratar el tema y la cita sería al otro día a las 9 am.
Las pruebas fueron contundentes, ante los ojos de las directivas quedó desnudado el proceder del agresor, y la decisión de la universidad de que Ella continuara en su trabajo, fue para Alejandra uno más de sus triunfos, la pretensión del opresor de llevarla a renunciar había sido negada.
Alejandra ya había decidido renunciar, pero toda esta batalla rápidamente puso en los objetivos de Ella ir mucho más allá, pues quería la cabeza del opresor, las evidencias eran contundentes, y ¿cómo no aspirar a ganarlo todo?, mucho más cuando eso sería un precedente que serviría para golpear este tipo de acciones machistas, estimular a otras mujeres a no guardar silencio; ¡más que justa esta aspiración!
Pero, vivimos en una sociedad, que se esmera por mostrar un rostro de protección a la mujer, mientras en realidad resguarda y minimiza las acciones del agresor y re-victimiza al sexo femenino. El opresor fue nuevamente derrotado por Alejandra, pues la sentencia fue que Ella podía seguir en su puesto; pero, bajo el mando del mismo opresor, al cual le iniciarían solamente un “periodo de seguimiento” por 2 meses, argumentando que ese era “el debido proceso”, que por ahora no se podía hacer más.
Alejandra obtuvo una clara victoria sobre el opresor, lo acorraló, lo frenó y lo puso en evidencia ante sus superiores, pero para el conjunto de las mujeres, el agresor fue protegido por “el debido proceso” y no obtuvo el merecido y legítimo castigo. Alejandra hizo lo que tenía que hacer, batalló con uñas y dientes, y este es el mejor de los ejemplos.
¡Que muchas Alejandras reverdezcan en la fuerza de las mujeres! porque esas luchas son abono para los grandes cambios que necesita esta sociedad hasta que situaciones como la sucedida sean parte del vergonzoso pasado de la sociedad.
Corresponsal de Bogotá
Julio 18 de 2024