Desde el espacio, los Estados Unidos son una muestra de la actual crisis climática mundial, con huracanes, inundaciones e incendios; las imágenes que traspasan las fronteras muestran la destrucción material y humana, pero al mismo tiempo, estos desastres llaman a la conciencia universal, a colocar los límites sobre las causas y a definir los responsables directos del desastre.
El Huracán IDA uno de los más fuertes de la historia, golpeó la costa este de los Estados Unidos poniendo a Nueva York en estado de emergencia, las peores lluvias torrenciales nunca antes registradas en el Estado; mientras en la costa oeste, en igual o peor manera suceden sequias sin precedentes con fuego extremo, poblaciones enteras han sido desplazadas ante el avance de las llamas, desde el cielo se observa un aterrador color rojo confundiéndose el día con la noche.
Las catástrofes climáticas ya se han multiplicado por cinco y estamos a un grado del aumento de la temperatura global, los científicos dicen que el calentamiento estará a 2.7 grados el final del siglo, esto es un aumento lejos de los dos grados que los países imperialistas habían fijado en el acuerdo de París y que conllevará mayores eventos climáticos extremos como sequias, inundaciones, golpes de calor; cientos de millones de personas en el mundo sentirán las sequias y la falta de agua. La temperatura de los océanos se ha acelerado desde 1960 hasta nuestros días; a más calor, más huracanes que ya aparecen en nuestra actualidad.
Estados Unidos es el segundo país generador de las emisiones de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono a la atmosfera, el Estado y sus clases dominantes se convierten así en uno de los mayores responsables de la crisis climática, porque la esencia de sus ganancias están basadas en la sobre explotación de los combustibles fósiles; así mismo, otro de los mayores renglones, del que se extraen las más grandes ganancias, es la industria alimentaria basada desde la siembra, producción, distribución y consumo, ligada con la industria de los agrotóxicos, que ha ocasionado deforestación, contaminación de ríos, tierras infértiles, dejando también una enorme huella ecológica.
A todo esto el imperialismo Norteamericano, Asiático y Europeo se colocan en contravía a la posible solución de las catástrofes con el argumento displicente de «no se puede hacer lo que piden los científicos, no se puede acelerar tanto la transición verde, hay que ir al ritmo de lo económico y lo políticamente factible» y mientras tanto, continúan con su imposición a sangre y fuego de sus políticas destructoras sobre el crecimiento de las migraciones y la depredación de la naturaleza; para poder mantenerse de pie, sus consorcios compran funcionarios para fabricar leyes que los favorecen, utilizan sus Estados para imponerlas como se necesite y reprimen las voces de los pueblos que luchan por la defensa de la naturaleza, lo que deja en evidencia que no están interesados siquiera en hacer una transición verde, así sea al ritmo “económica y políticamente factible”.
Es posible detener el avance de la crisis climática en la medida en que la clase obrera, el campesinado pobre, la juventud, mujeres y hombres empiecen a movilizarse en defensa de la naturaleza y de la propia existencia de vida y futuro del planeta, lo cual está enteramente dependiendo del cambio en las relaciones de producción capitalistas basadas en la explotación del hombre por el hombre, para avanzar a unas relaciones de producción basadas en la cooperación del hombre por el hombre, es decir, el socialismo y el comunismo.