Frenar el calentamiento global con la revolución

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Las noticias internacionales muestran las catástrofes naturales ocurridas por estos días en el mundo: montañas que caminan, glaciares que se desmoronan, milenarios bosques consumidos por el fuego, carreteras transformadas en enormes ríos, edificios convertidos en piscinas, inundaciones tras la rotura de represas, y muchedumbres que luchan por sobrevivir.

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El lago Hensley, seco, en Madera, California

El conocido «calentamiento global» ha batido nuevos récords en temperaturas, lluvias, huracanes, incendios y sequias. Así, se presentan lluvias en regiones donde no se necesitan precipitaciones prolongadas, pero hay zonas donde se precisan lluvias y no se están recibiendo. No hay precedentes en las inundaciones ocurridas en China, son estas las lluvias más intensas en la historia de ese país; lo mismo ocurre con Europa, en Alemania las tormentas causan el desbordamiento de ríos y embalses con lo que se inundan las viviendas y las calles pasan a ser ríos de lodo, lo mismo pasa en Bélgica y Países Bajos. Otro tanto son los incendios en Rusia, en los últimos dos meses el fuego ha destruido 1,5 millones de hectáreas de bosques y más de 200.000 hectáreas de terrenos no forestales; por su parte, Estados Unidos y Canadá afrontan una ola de calor, este último país ha perdido medio millar de vidas a causa de los golpes de calor. Otra consecuencia del calentamiento global es el descongelamiento de la masa vegetal ubicada en las regiones Ártica, Antártica y Alaska, trayendo como resultado la exposición al aire de nuevos virus y bacterias, y en consecuencia la aparición de nuevas enfermedades y pandemias.

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Inundaciones en China

Todo lo anterior es el cimiento de la aparición de nuevos conflictos sociales y el fortalecimiento de los ya existentes. Gigantescas migraciones que pasaran de censarse por millares a contabilizarse por miles de millares debido a la escasez de agua, alimento y, en general, por el desequilibrio de la naturaleza; así pues, en el mediano plazo, se prevé la agudización de las guerras en distintos lugares del mundo.

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El incendio Bootleg en el sur de Oregón

Este desequilibrio de la naturaleza tiene sus causas con nombre propio: el afán desmedido del capitalismo imperialista por extraer la máxima ganancia en el menor tiempo posible. Cada año aparecen nuevas sustancias químicas nocivas que van a parar a la atmósfera, el uso desmesurado de fertilizantes y agrotóxicos en las siembras, y la gran industria ─junto a la guerra─ generan enormes emisiones de gases y desencadenan el calentamiento global.

Una muestra; las fuerzas militares norteamericanas compraron en el año 2017 unos 269.230 barriles de petróleo al día y emitieron más de 25.000 kilotoneladas de dióxido de carbono con la quema de esos combustibles. Las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos adquirieron combustible por valor de 4.900 millones de dólares, la Armada, 2.800 millones, seguida por el Ejército, con 947 millones, y los Marines, con 36 millones. Pero esto son solo los datos de la contaminación producida por el gasto operativo. Pero los múltiples conflictos armados que hay en el mundo, en la mayoría están los EEUU presentes o detrás, producen una brutal contaminación producto del grandioso despliegue de bombardeos de todo tipo; durante la pandemia Estados Unidos triplicó el gasto militar, ocho potencias más lo fortalecieron.

A este panorama, por un lado las sectas religiosas lo llaman apocalíptico y, en vez de favorecer la conciencia para entender y comprender las causas y las consecuencias del fenómeno climático, sacan provecho de las calamidades para la satisfacción de su beneficio personal; pero no se trata de un ser sobrenatural que se encuentra escondido entre las nubes ideando planes de ataque contra los pueblos del mundo, por el contrario, es la propia naturaleza la que reclama el retorno a su curso armónico. Por otro lado, el Estado burgués, sobornado por el capitalismo imperialista, pretende convertir las tragedias en situaciones normales, al igual que algunas ONG incoherentes que al final resultan siendo cómplices de los grandes capitales.

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Vehículos municipales rociando agua en el centro de Moscú

Tampoco basta con conocer las causas y las consecuencias del deterioro de la vida de nuestro planeta, se necesita la acción conjunta de toda la sociedad, de manera consciente, para que se transformen por completo las formas en que se presenta hoy la producción. Debemos destruir el actual modo de producción capitalista y construir un sistema de cooperación no solo entre hombres y mujeres, sino también con la naturaleza, con irrestricto respeto por ella; necesitamos forjar una sociedad donde la producción de bienes y servicios esté enfocada al alcance de una vida plena, por tanto, no queremos un medioambiente, lo queremos todo.

Así pues, les corresponde a los ambientalistas, a los obreros, los campesinos, los estudiantes y las comunidades en general emprender acciones tendientes a tomar el verdadero control, sobre la base de un orden social distinto al hoy imperante.

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Un comentario

  1. Jugando un papel de abogado del diablo, pregunto: No viene a ser una contradicción afirmar que los obreros de las industrias tan contaminantes van a ser los que logren la aniquilación del capitalismo?

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