La señora María ya pasó sus 55 años de edad. Es Madre Comunitaria, trabajadora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) desde los 30 años. Recuerda cuando en 1988 comenzó su labor atendiendo 14 niños de indígenas, campesinos, desplazados, recicladores, madres cabeza de hogar, dándoles qué comer y encargándose de buena parte de su formación para que sus padres pudiesen ir a rebuscarse el sustento en las calles o en los grandes negocios de los dueños del capital.
Este trabajo que ya dio sus frutos y por el que entregó toda su juventud, no tiene valor alguno para el ICBF en cabeza de su directora.
El presupuesto para atender la niñez desamparada en este país oprimido capitalista, se gasta principalmente en la alta burocracia, donde se posesionan las cuotas politiqueras de los gobernantes de turno. El resto se lo come la corrupción, quedando solo las ripias para las Madres Comunitarias y sus niños. Para ellas, solo hay exigencias, desprecio y amenaza permanente del despido, sin ni siquiera reconocerles que han sido quienes garantizaron que el gran capital tenga más mano de obra dispuesta para la explotación, que se reproduzcan por lo menos dos generaciones de nuevos obreros empleados en todo tipo de labores.
Este sistema inhumano y ruin no reconoce el papel que ellas han jugado para que los niños no se degeneren y sean víctimas de la descomposición del hediondo reino del becerro de oro que gobierna a la sociedad colombiana.
Eran 76.000 madres comunitarias, que lograron organizarse en un sindicato para hacer resistencia al ICBF; una agremiación que ahora agrupa por lo menos a unas 2000 de ellas. Muchas no se han afiliado por el chantaje patronal del Estado, que las viene sacando como a perros ̶ dicen ellas ̶ ha tercerizado su labor que es la atención a los niños de los más oprimidos entre los oprimidos. Hoy quedan menos de 63.000, el 70% exceden los 55 años de edad y tienen hasta 28 años de trabajo formando niños para que le sirvan a esta sociedad; muchos años de trabajo que solo merecen el agradecimiento de la sociedad y una pensión que han ganado con su sudor durante tantos años, pero el Estado no reconoce nada de esto.
Estas son las razones del actual paro que las compañeras Madres Comunitarias desarrollan. Una comisión de más de 100 de ellas se encuentra a las afueras de las instalaciones de la institución que se niega a reconocer que es su patrón. El desprecio no tiene límites. Los altos funcionarios las miran por encima del hombro y su directora —que permanece parasitando en Bogotá— dizque ahora anda muy preocupada viajando por el bienestar de los niños de la Guajira ¡Que hipocresía!
Enfrentando el cielo encapotado de la capital, el mismo que parecía venírseles encima en estos días de lluvia los dos primeros días, permanecen en carpas, sin siquiera una gota de agua que venga de las instalaciones que ellas mismas han ayudado a edificar con su trabajo. Está negado todo apoyo de lo más vital para las luchadoras, como el agua y el servicio de baño. Pero aún así se mantienen en pie, porque está en juego su trabajo y su pensión.
Muchas de ellas son de origen campesino, y no se arredran ante los retos que les pone el ICBF para mantenerse laborando. Han hecho su bachillerato e incluso ya son licenciadas, pero al Estado no le sirven personas viejas que vienen a reclamarle masivamente su pensión, su derecho de subsidio y transporte; sus auxiliares y los gastos de mejoras de instalaciones para atender los niños.
Como el Estado trata a los desplazados, a los recicladores, a las madres cabeza de familia, en general a todo el proletariado, así o peor trata a las Madres Comunitarias que se encargan de los niños de este sector de la clase obrera. Estos son los “derechos humanos”, los “derechos del niño” y los “derechos laborales” en este hipócrita régimen burgués.
A pulso, las Madres Comunitarias se han ganado el cariño de las masas, que se han manifestado en apoyo a su justo paro y reivindicaciones; a pulso lograron su derecho de organización y de huelga; a pulso su salario mínimo, capacitación y derecho a la salud. A pulso seguirán hasta lograr el reconocimiento como trabajadoras del Estado y su merecida pensión.
Pero estas aspiraciones se oponen a los intereses del Estado y a las órdenes de los amos y socios imperialistas. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) exigió una reforma pensional en el país si se quiere incluir a Colombia entre el selecto grupo de afiliados a esta parásita entidad, donde lejos de reconocer la edad de jubilación para las mujeres, la quiere igualar a la de los hombres; por su parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI) que tiene empeñado a medio mundo, ve un riesgo que los trabajadores estén viviendo más y presiona por su parte para que no se reconozcan más pensiones, se disminuyan los salarios y con ello se garantice que la deuda externa de los Estados lacayos como el colombiano, cumpla con sus pagos a los reyes del capital financiero mundial. Por esto la pelea de las Madres Comunitarias es la de todos los obreros, es la del capital contra el trabajo, la de los derechos laborales contra la superexplotación capitalista, la de la libertad de todos los trabajadores, contra la opresión de la burguesía, los terratenientes e imperialistas.
Las Madres Comunitarias tienen dos caminos, uno es el trámite en el Congreso de la mano de senadores como Alexander López, que puede ser muy de cuna obrera y conocer la situación de estas compañeras, por las cuales fue criado en uno de los hogares del Valle del Cauca, pero que en estos momentos es un funcionario del Estado opresor, de donde se roban el erario; de donde se da la orden de asesinar a los dirigentes obreros y populares y reprimir todas las manifestaciones de masas del país; de donde salen firmadas todas las leyes contra el pueblo; de donde se proponen las “Mesas de Trabajo” para dilatar los conflictos y continuar la arremetida contra los luchadores.
El otro camino es el de la lucha; el del taponamiento de las vías, el de la solidaridad con el movimiento obrero y de masas; el de la huelga, de la unidad de las reivindicaciones de las Madres Comunitarias con el resto del pueblo, que muy bien están representadas en la Plataforma de Lucha del Pueblo Colombiano propuesta por los Comités de Lucha en diversas ciudades del país.
Hasta ahora el paro de las Madres Comunitarias ha convocado una fuerza multitudinaria, con grandes manifestaciones en varias de las principales ciudades y municipios del país. Mucho más extensa y multitudinaria que la manifestación del uribismo el 2 de abril, sin embargo, mucho menos publicitada. Aún así, ya se han movilizado decenas de sindicatos y asociaciones de masas para respaldar este justo movimiento.
Cuentan las huelguistas en Bogotá que ayer vivieron una solidaridad hermosa de parte de la “mancha amarilla”, donde los taxistas de la ciudad entregaron apoyo material a las compañeras en toma y se pararon al frente de las instalaciones con sus vehículos a pitar. Durante el día han llegado varios sindicatos y tratan de ayudar para que estas carpas al frente de la portería del ICBF resistan hasta que haya acuerdo. Esta es la solidaridad que cambia la correlación de fuerzas entre los oprimidos que reclaman lo justo y los opresores que insolentes lo niegan; es la ayuda que necesitan las Madres Comunitarias para que su lucha pueda perdurar hasta lograr sus reivindicaciones.