Presentando excusas a los lectores por la interrupción, retomamos la polémica con el «Socialismo del Siglo XXI» en este número de Revolución Obrera. En las anteriores echamos un vistazo a sus postulados, terminamos demostrando sus raíces teóricas y nos adelantamos a decir que esa doctrina había fracasado en Venezuela, Ecuador y Bolivia donde sus gobernantes Chávez, Correa y Morales habían aplicado las recetas de Dieterich. La crisis de los gobernantes venezolanos y la inestabilidad de los gobiernos de Ecuador y Bolivia no son producto exclusivo de las maquinaciones de los imperialistas yanquis y sus aliados como pregonan Maduro, Correa y Morales sino que obedecen a la dinámica propia del imperialismo como sistema de explotación y de opresión, cuya crisis económica hace estragos en todos los países como eslabones que son de una sola cadena mundial. Ya Diterich había dicho que en esos países no existía socialismo, pero los hechos sí son producto o resultado de las orientaciones del portador de la «nueva» teoría socialista «verdaderamente científica existente» y por ello es necesario detenerse en sus recetas.
III. Los Resultados Prácticos del Socialismo del Siglo XXI
Capitalismo de Estado Disfrazado de Socialismo:
Dieerich no tendría por qué quejarse de sus pupilos en Latinoamérica por cuanto fue él mismo quien los dotó de un «Programa de transición latinoamericana al nuevo socialismo», argumentando que «el proyecto bolivariano nacional y regional, es la única esperanza inmediata de cambio. El núcleo de esta Patria Grande solo puede ser el Mercosur que es el único espacio económico regional no controlado directamente por Washington, con incipientes estructuras de un proto-Estado regional. Este bloque regional, por supuesto, es un ente capitalista, tal como fue la Patria Grande planteada por el Libertador, Simón Bolívar…”(p. 132. *Hugo Chávez y el Socialismos del Siglo XXI)
Agrega que
[»los programas de cambio nacional que se realizarán en coordinación con el bloque regional latinoamericano, son la respuesta inmediata a la situación latinoamericana actual. El horizonte estratégico de Nuestra América, como el de toda la humanidad, es la democracia participativa o el nuevo socialismo. Al integrar este tercer nivel programático del cambio en la lucha nacional y regional, se abre el camino hacia el “reino de la libertad” y se evita estancarse en la política de la cotidianeidad.”][1]p. 132
Quitándole la palabrería huera, en resumidas cuentas se trata de hacer un bloque fuerte de los capitalistas latinoamericanos, «independiente» del imperialismo yanqui para competir con los demás bloques de poder imperialista y avanzar de ahí al «socialismo verdaderamente científico».
El argumento para la receta capitalista con etiqueta «socialista» es el atraso de los países latinoamericanos, además porque [»no solo no existe un programa socialista latinoamericano arraigado en las masas, sino tampoco hay sujetos sociales organizados y con capacidad operativa, para realizarlo…”][1]p. 134
Hasta aquí, todo se resume en que el *»socialismo verdaderamente científico existente”, solo existe en la cabeza de Dieterich y lo que queda para la realización práctica es la “estrategia del capitalismo proteccionista de Estado [que] tiene que cumplir con tres criterios, para ser exitosa: 1. tiene que ser nacional-regional; 2. debe basarse internamente en cuatro polos de crecimiento y, 3. debe resolver el problema del financiamiento de la acumulación ampliada del capital.»p. 134
Los “cuatro polos de crecimiento o columnas estructurales” a que se refiere Dieterich son: [»1. las pequeñas y medianas empresas (PYMES); 2. Las corporaciones transnacionales nacionales (CTN); 3. Las cooperativas y, 4. Las empresas estratégicas del Estado. Esta verdad debe constituir el punto de partida de toda teoría y planificación económica en América Latina.”][1]
Así, el programa para desarrollar el capitalismo proteccionista de Estado, que es lo verdaderamente existente del «Socialismo del Siglo XXI», consiste: en primer lugar, en darle migajas a la pequeña burguesía para desarrollar las pequeñas y medianas empresas (Pymes) y algunas cooperativas, comprando así su apoyo al programa gran burgués; engaño disfrazado con la mentira de la gran capacidad de tales empresas para innovar, generar empleo y conquistar mercados internacionales; y en segundo lugar, sin romper los lazos existentes con el imperialismo, los burgueses latinoamericanos deben crear su propio “Bloque Regional de Poder” a partir de Mercosur, creando además las grandes corporaciones imperialistas regionales a partir de la explotación del petróleo, la medicina, la aeronáutica, etc. que les permitan competir con las «corporaciones transnacionales» y los demás bloques regionales de poder.
Una parte de ese programa ya se lo habían propuesto los gobiernos de Brasil y Venezuela antes de Dieterich; lo único que hizo el nuevo «genio» fue darle un «ordenamiento» y una justificación, haciéndoles ver a las clases dominantes el poder que tienen y no usan frente al imperialismo: [»Sólo, cuando los partidos y movimientos sociales importantes de América Latina se atrevan a plantear el uso de los tres poderes para la construcción de un Bloque Regional de Poder fincado en el capitalismo de Estado proteccionista —como la Unión Europea y Estados Unidos— y con elementos integrales de la Democracia Participativa postcapitalista, habrá la posibilidad de mejorar las condiciones de vida de las mayorías en América Latina. Lo demás es quimera.»][1]p.140
En cuanto a los resultados, aunque el fracaso es ya conocido y admitido por casi todos, merece alguna atención, sobre todo, el sistema bancario por cuanto se trata del capital financiero, el rey del capital, en la época del imperialismo, donde se acentúa el parasitismo del capitalismo en general como muestra de su decadencia y putrefacción y del cual no escapan las recetas de Dietrich:
En Venezuela, según SOFTline Consultores, en su Informe de enero de 2015 sobre el sistema financiero venezolano, basado en los estados financieros de las 32 instituciones que componen tal sistema con 24 bancos universales, 4 bancos comerciales y 4 bancos de desarrollo y sin incluir los saldos consolidados de las oficinas y sucursales en el exterior, no dejan dudas:
En resumen, todo va bien para el capital parásito financiero mientras lo opuesto ocurre en los demás sectores; la crisis económica se agudiza, con una caída superior al 7%, crece al inflación por encima del 180% según las cifras oficiales y se agudiza la crisis social que, dicho sea de paso, pone en apuros al gobierno de Maduro quien pierde cada vez más el apoyo que había conquistado con las reformas y medidas asistencialistas, como lo demostraron las últimas elecciones.
La pretensión de sostener la «revolución» con la renta petrolera, como lo hizo Chávez, fracasó: «quién va a negar su éxito [dijo Maduro en estos días], pero ese modelo se agotó producto de la caída abrupta de los precios del petróleo y el agotamiento del modelo rentista petrolero». De ahí que las medidas tomadas el 17 de febrero de 2016, entre ellas el aumento del precio de la gasolina, buscan desmontar los subsidios y esto es solo el comienzo. El aumento del salario mínimo, forzado por la inflación y como medida para aplacar la crisis social no tendrá ningún efecto positivo para el pueblo dada la especulación con los productos de primera necesidad, negocio montado por los mismos funcionarios del Estado que «compran a precio de huevo –cuando no roban– y venden a precio de oro». Igualmente, el viejo recurso de la burguesía de todos los países, como es la inversión en obras de infraestructura, para incentivar el crecimiento económico y generar empleo, y el plan «Gran Misión Vivienda Venezolana» (una copia del plan de vivienda de Santos en Colombia)… todos, son paños de agua tibia frente a la magnitud de la crisis y los males que el capitalismo realmente existente en Venezuela, no puede resolver. Hechos que la burguesía proimperialista yanqui venezolana está aprovechando para acabar con la quimera del supuesto «Socialismo del Siglo XXI».
En Ecuador, las cosas no son muy distintas; según la Superintendencia de Bancos del Ecuador, las utilidades netas de los bancos privados fueron de 148 millones de dólares a junio del 2014 y para junio de 2015 fueron de 165 millones de dólares, que representa un crecimiento del 11,35%, a pesar que la rentabilidad es inferior a la de otros países de la región como Perú con el 22%. Y si la banca privada representa el 80% del sistema financiero de Ecuador, la conclusión de la Superintendencia no podía ser otra: “El sistema financiero ecuatoriano se encuentra saludable, sólido y cuenta con excelentes indicadores financieros y de gestión frente a otros años”. Mientras tanto, los demás renglones de la economía van de capa caída y con ella el descontento general del pueblo que durante todo el año pasado y, especialmente a finales se volcó nuevamente a las calles exigiendo las reivindicaciones inmediatas: contra los despidos masivos, contra el aumento del precio de la canasta familiar, y contra las reformas a la Constitución que en palabras de uno de los dirigentes del paro del 11 de noviembre pasado «violentan los derechos políticos, sociales y colectivos de los pueblos del Ecuador».
En Bolivia, según datos de la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero: «En el período de enero a junio de 2015, el sistema de intermediación financiera registró utilidades por 835.3 MMBS [millones de Bolivianos]…, monto ligeramente inferior al obtenido en similar período de la gestión pasada (872.8 MMBS). Del total generado en 2015, 451.8 MMBS (54.1%) corresponde a BCC [Bancos Comerciales], 339.7 MMBS (40.7%) a las EMF [Entidades Especializadas en Microfinanzas], 28.3 MMBS (3.4%) a MAP [Mutualidades de Ahorro y Préstamo] y 15.5 MMBS (1.9%) a CAC [Cooperativas de Ahorro y Crédito].» Mejor no le podía ir a la banca y, especialmente, a la banca comercial privada en un país donde apenas existen 2 bancos con participación mayoritaria del Estado.
Por otro lado, la estatización o nacionalización de algunas empresas no significa socialización de las mismas, los «Socialistas del Siglo XXI», en su intento por reformar el Estado burgués, dan por hecho que propiedad estatal es igual a propiedad de toda la sociedad, concluyendo que la estatalización de las principales empresas es un paso al socialismo. Ilusos se imaginan que la nacionalización de sectores estratégicos por parte del Estado burgués ya es socialismo, cuando en realidad, tales nacionalizaciones, bajo las relaciones de producción capitalista, lo único que garantizan es el reparto de la plusvalía entre los distintos sectores de la burguesía. En otras palabras, la nacionalización burguesa (sin suprimir la base del capitalismo, la explotación asalariada) no beneficia a la sociedad sino a la misma burguesía, cuyos privilegios de clase y poder estatal, le permiten seguir explotando al pueblo. La nacionalización de los bancos y de poderosos medios de producción (petroleras, siderúrgicas, medios de transporte…) ya ha sido realidad en el sistema capitalista bajo el Estado de dictadura de la burguesía, como sucedió en Colombia con la nacionalización de Ecopetrol hoy nuevamente entregada al capital privado.
En resumen, los resultados del «socialismo realmente existente» dejan en cueros las fórmulas de Dieterich. El capitalismo imperialista no se puede combatir con las armas que lo sostienen como les orientó Dieterich a sus pupilos. Solo era cuestión de tiempo el acabose de la bonanza petrolera para que el edifico se viniera abajo en Venezuela. Solo era de esperar el estallido de la crisis económica del capitalismo mundial para que la nueva utopía burguesa disfrazada de socialismo se viniera a pique. Y no podía ser de otra forma, por cuanto el asunto primero y primario de cualquier revolución que quiera existir realmente, es el problema del poder; «salvo el poder todo es ilusión» y en Venezuela, Ecuador y Bolivia el poder siempre ha estado en manos de la burguesía y los terratenientes, clases socias y lacayas del imperialismo.
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