La caída del régimen de Bashar al-Assad y el ascenso de los fundamentalistas islámicos en Siria: Causas y consecuencias – desde Afganistán

La caída del régimen de Bashar al-Assad y el ascenso de los fundamentalistas islámicos en Siria: Causas y consecuencias - desde Afganistán 1

Tomado de Maoist Road, 28 de enero 2025, traducción de Revolución Obrera.

El régimen de Bashar al-Assad se ha derrumbado y «Hay’at Tahrir al-Sham» (HTS), junto con sus grupos islamistas aliados, se ha hecho con el control de amplias zonas de Siria. La rápida desintegración del régimen de Assad recuerda a la caída del gobierno títere de Ashraf Ghani en Afganistán hace tres años. Aunque los islamistas han desempeñado un papel importante en la escena política y en las guerras reaccionarias de Oriente Medio durante las últimas tres o cuatro décadas, el ascenso de HTS en Siria marca la cúspide de esta tendencia. Siria sigue siendo una situación muy ambigua y compleja, que se ha convertido en un foco de contradicciones y un campo de batalla para la competencia entre potencias imperialistas y actores regionales reaccionarios. Partes del país están bajo la ocupación de fuerzas imperialistas y reaccionarias, y el caos y el vacío político son sus características más destacadas. Los desplazamientos, la pobreza y la inseguridad siguen asolando la nación.

Durante la Primavera Árabe de 2011, el régimen de Bashar al Assad reprimió brutalmente las protestas populares en Siria, que habían surgido en respuesta a la represión, la pobreza y la corrupción. Estas protestas, cuyo objetivo inicial era derrocar el régimen autoritario de Assad, fueron respondidas con una violencia sin precedentes por parte del gobierno. Esta represión contó con el apoyo de la aviación rusa, las milicias iraníes de la Fuerza Quds y grupos del eje de la resistencia, como Hezbolá, las Fuerzas de Movilización Popular (FMP) y la División Fatemiyoun.

Esta situación convirtió a Siria en un campo de batalla de guerra por poderes, brindando una oportunidad a potencias regionales reaccionarias como Turquía, Qatar e Israel, así como al imperialismo estadounidense, para apoyar a los grupos islamistas opuestos al régimen de Assad. Esta guerra, de naturaleza reaccionaria, trajo consecuencias catastróficas para Siria, como la destrucción generalizada de infraestructuras, la masacre de más de medio millón de personas, el desplazamiento de más de la mitad de la población y la aparición de fuerzas fundamentalistas.

Factores de la caída de Assad

El colapso del régimen de Bashar al-Assad se debió a múltiples factores. Durante medio siglo, el régimen sobrevivió gracias al autoritarismo, la represión y el apoyo exterior, lo que acabó por sumir a Siria en guerras de poder entre potencias imperialistas y reaccionarios regionales. Los grupos islamistas convirtieron Siria en su patio de recreo con el respaldo de los Estados reaccionarios de la región. Además, las severas sanciones occidentales –especialmente por parte del imperialismo estadounidense–  y más de una década de guerra civil destruyeron por completo la economía de Siria.

Bajo la presión de la guerra civil y las sanciones, el régimen de Assad y en particular el ejército sirio se desmoronaron desde dentro. A medida que los principales apoyos de Assad, Rusia e Irán, se vieron envueltos en sus propias crisis –Rusia en la guerra de Ucrania e Irán en desafíos regionales e internos–, se sentaron aún más las bases para la caída del régimen. Esto creó una oportunidad para HTS y sus partidarios regionales y globales, incluyendo Turquía, Qatar, el Reino Unido y los EE.UU., para desmantelar el régimen de Assad por completo.

Durante 50 años de gobierno de la familia Assad y 12 años de guerra civil, Siria se convirtió en un campo de batalla por poderes entre el imperialismo ruso y sus aliados regionales, por un lado, y el imperialismo estadounidense y sus aliados, por el otro. Con Rusia preocupada por la guerra de Ucrania, la balanza se inclinó a favor del bloque imperialista occidental, liderado por Estados Unidos. Esto privó al régimen iraní del apoyo ruso, haciéndolo incapaz de sostener el gobierno de Assad.

Además, otros factores contribuyeron a la incapacidad de Irán para defender a Assad. Según el propio Jamenei, los aviones de guerra estadounidenses e israelíes bloquearon las rutas en la frontera oriental sirio-iraquí, cortando el apoyo de la Fuerza Quds y sus grupos aliados. Los grupos proxy de Irán sufrieron importantes reveses en Líbano y Gaza, lo que debilitó su capacidad intervencionista. Además, las crisis internas de Irán, incluido el descontento generalizado de la opinión pública, las profundas divisiones internas del régimen y la cuestión de la sucesión del anciano Líder Supremo, junto con el posible regreso de Donald Trump, dificultaron aún más su apoyo a Assad.

Rusia, centrada en sus intereses en Ucrania, habría llegado a un acuerdo encubierto con Turquía sobre el futuro de Siria para preservar sus intereses mínimos en la región. Por otro lado, Recep Tayyip Erdogan, para mantener un equilibrio de poder y mejorar su capacidad de negociación frente a Estados Unidos, sigue necesitando fuerzas rusas en Siria. En consecuencia, las fuerzas rusas siguen presentes en la base aérea de Hmeimim, en Latakia, y en la base naval de Tartus.

Erdogan, el pan-turquismo y el fundamentalismo islámico

Durante casi dos décadas, el régimen turco bajo el liderazgo de Erdogan se ha inclinado cada vez más hacia políticas expansionistas regionales. Estas políticas abarcan ahora el norte de África, la península de los Balcanes y el sur del Cáucaso. Las ambiciones de Erdogan en Siria –denominadas la «conquista de Sham»– podrían no ser el último capítulo de su estrategia expansionista y externalizada. Históricamente, bajo el liderazgo de Erdogan, la influencia de Turquía en Siria era menor en comparación con la de Irán. Sin embargo, esta situación era intolerable para el régimen reaccionario y expansionista de Turquía.

Una de las herramientas de Erdogan para negociar en Siria y Oriente Medio con potencias imperiales como Rusia y Estados Unidos ha sido la utilización de fuerzas fundamentalistas islámicas. Las políticas de Erdogan en Siria entraron en conflicto con el imperialismo ruso por su apoyo al régimen de Bashar al-Assad, y con el imperialismo estadounidense por su respaldo a los grupos kurdos sirios. La utilización por Turquía de grupos islámicos extremistas como Hayat Tahrir al-Sham en Siria se deriva de este juego volátil y de alto riesgo en medio de las turbulentas olas de Oriente Próximo.

Sin embargo, la historia ha demostrado que apoyarse en grupos islamistas extremistas puede tener consecuencias peligrosas para los países implicados. Por ejemplo, el apoyo de Pakistán a los talibanes ha tenido graves repercusiones para el país. La realidad es que regímenes reaccionarios como Turquía y Pakistán se ven incapaces de evitar este juego de alto riesgo. Las políticas expansionistas de Erdogan y su implicación en la vorágine de Oriente Próximo podrían llevar a Turquía por un camino similar al de la República Islámica de Irán o Israel.

Actualmente, Turquía está desempeñando en Siria un papel similar al de Irán durante el régimen de Assad. Turquía no sólo posee un grupo proxy llamado «Ejército Nacional Sirio», que lucha por sus intereses contra los kurdos sirios, sino que Erdogan también es considerado el aliado más cercano de Hayat Tahrir al-Sham. Sin embargo, numerosos informes destacan los conflictos y enfrentamientos entre el Ejército Nacional Sirio y Hayat Tahrir al-Sham.

En los últimos siete u ocho años, Erdogan y el ejército turco han realizado importantes esfuerzos para normalizar Hayat Tahrir al-Sham, grupo que ha controlado la provincia de Idlib durante este periodo. Parece que Turquía no sólo apoya a este grupo, sino que también pretende presentar el modelo turco de Erdogan como un ejemplo para Ahmad Shar’a, el actual líder en Siria. Sin embargo, a los individuos que en su día operaron bajo las órdenes de Abu Bakr al-Baghdadi (líder del ISIS) y más tarde juraron lealtad a Ayman al-Zawahiri les resulta difícil aplicar el modelo islamista de Erdogan en Siria.

Aunque Ahmad Shar’a se esfuerza por solidificar el gobierno central y unir Siria

Aunque Ahmad Shar’a se esfuerza por consolidar el gobierno central y unir Siria recabando el apoyo de las potencias imperiales, su postura sumisa ante los devastadores ataques aéreos de Israel ha provocado reacciones tanto dentro de su grupo como entre otras facciones fundamentalistas islámicas. ISIS ha declarado apóstatas a Hayat Tahrir al-Sham, acusándoles de subir al poder con el apoyo de «infieles». Al Qaeda, en un mensaje dirigido a Hayat Tahrir al Sham, les instó a dar prioridad a la lucha contra Israel y a centrarse en apoyar al pueblo palestino. Al parecer, el mensaje de Al Qaeda ha influido en los miembros de Hayat Tahrir al Sham, exacerbando el descontento interno del grupo.

Hayat Tahrir al-Sham se encuentra ahora en una situación similar a la de los talibanes. Se enfrentan a importantes desafíos para equilibrar el apaciguamiento global con el mantenimiento de la cohesión interna. Este escenario refleja una profunda crisis de liderazgo y divisiones ideológicas entre las facciones del grupo.

Muchos analistas, así como partidos de izquierda y comunistas, creen que la rápida caída del régimen de Assad y el ascenso al poder de Hayat Tahrir al-Sham es el resultado de maniobras entre bastidores de Estados Unidos e Israel. Es innegable que el imperialismo estadounidense se ha beneficiado de la caída del régimen de Assad y de la menor influencia de Irán en Siria. También está claro que los servicios de inteligencia estadounidenses e israelíes estaban al tanto de los planes de Erdogan y Hayat Tahrir al-Sham y les prestaron apoyo. Sin embargo, reducir la cuestión a la afirmación simplista de que Ahmad Shar’a y Hayat Tahrir al-Sham son meras marionetas de Estados Unidos e Israel corre el riesgo de alimentar el pensamiento superficial y las teorías conspirativas.

Los grupos islámicos extremistas, como muchas otras fuerzas reaccionarias, son oportunistas, pragmáticos y explotadores. Además, el colapso del califato del ISIS en Siria e Irak, junto con la victoria de los talibanes en Afganistán, ha influido en la perspectiva y los métodos de Hayat Tahrir al-Sham.

La experiencia de siete años de gobierno bajo el «Gobierno de Salvación» en Idlib, apoyado y supervisado por Turquía y Qatar, ha servido de campo de entrenamiento para que Ahmad Shar’a y Hayat Tahrir al-Sham se preparen para una apuesta por el poder político en Siria. A diferencia de los talibanes, Hayat Tahrir al-Sham no afirma perseguir la yihad global. Además, el grupo no ha aplicado rigurosamente la sharia hasta ahora. Su objetivo es establecer un Estado de derecho y celebrar elecciones.

Durante su administración de la provincia de Idlib, Hayat Tahrir al-Sham no sólo se distanció del ISIS y de Al-Qaeda, sino que también coordinó ocasionalmente acciones con Estados Unidos, como la persecución de dirigentes del ISIS en Idlib. A pesar de estos esfuerzos y de las exhibiciones temporales de Ahmad Shar’a, el grupo no ha podido disipar las inquietudes y sospechas persistentes. Han seguido apareciendo informes de represalias y malos tratos a minorías religiosas y étnicas, como cristianos, alauíes y drusos.

Imperialismo estadounidense, Israel y Siria

La caída del régimen de Bashar al-Assad ha beneficiado principalmente al imperialismo estadounidense. Esta ventaja se deriva de la victoria de Hayat Tahrir al-Sham en Siria, que redujo la influencia de la República Islámica de Irán y restringió la presencia militar y las bases de Rusia en el país. Estados Unidos, además de mantener bases militares en el sur y el este de Siria, ha sustituido recientemente a las fuerzas rusas en Kobani y varias otras localidades del norte de Siria.

Sin embargo, el reto más importante para Estados Unidos en Siria en la actualidad es el conflicto de intereses con su aliado regional, Turquía. Este conflicto podría intensificar las actuales disputas y tensiones entre Turquía e Israel sobre Siria, que ya son evidentes. Estos acontecimientos podrían acercar a Turquía al imperialismo ruso y chino. Como ya se ha mencionado, el mantenimiento de las bases rusas en Latakia y Tartus, en la costa occidental de Siria, se ha producido con la aprobación y cooperación de Turquía.

El complejo y turbulento estado de Oriente Medio refleja un cambiante equilibrio de poder entre las fuerzas imperialistas y reaccionarias regionales, que probablemente alimentará un mayor caos en la región y en todo el mundo. Aunque la influencia de Turquía como miembro de la OTAN ha reforzado la presencia de la organización en Siria y ha inclinado la balanza de poder a favor del bloque imperialista occidental liderado por Estados Unidos, el principal problema para el imperialismo estadounidense reside ahora en el expansionismo de Erdogan y sus exigencias como actor principal en Siria.

Erdogan y los militares turcos siguen insatisfechos con cualquier cosa que no sea la destrucción de las fuerzas kurdas sirias –específicamente, las Unidades de Protección Popular (YPG)– y el desmantelamiento de la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (Rojava).

Para mantener su hegemonía mundial, el imperialismo estadounidense necesita dominar Oriente Próximo y gestionar los conflictos entre sus aliados y apoderados regionales. Por consiguiente, es probable que Estados Unidos continúe su ocupación en Siria para controlar a Hayat Tahrir al-Sham, frenar el expansionismo de Erdogan, mantener el equilibrio de poder entre Turquía e Israel e impedir el resurgimiento de Irán o la creciente influencia de China y Rusia.

Para Israel, la cuestión es algo diferente. Siria siempre ha supuesto una amenaza para Israel, y esta amenaza persistirá hasta que Siria esté totalmente fragmentada y debilitada. La ocupación de zonas en la provincia de Daraa, en el suroeste de Siria, la destrucción de instalaciones e infraestructuras militares y el apoyo a las regiones de mayoría kurda en el este y a las comunidades drusas en la provincia de Sweida coinciden con el objetivo de Israel de dividir y debilitar aún más a Siria.

Hayat Tahrir al-Sham es, en muchos sentidos, medio hermano de Hamás. Al igual que el ascenso de Hamás y del fundamentalismo islámico en Palestina supone una amenaza para Israel, la consolidación del poder de Hayat Tahrir al-Sham –a pesar de su papel en el derrocamiento de uno de los enemigos de Israel (el régimen de Assad)– podría convertirse en una amenaza futura para Israel, de forma muy similar a Hamás.

La Siria actual y sus perspectivas de futuro

Las posibles consecuencias del dominio de Hayat Tahrir al-Sham sobre partes del territorio sirio podrían sumir al país en una guerra civil interminable y en un caos político devastador, agravando aún más la pobreza y el desplazamiento del pueblo sirio. La imposición de un régimen fundamentalista islámico al pueblo sirio crearía condiciones similares a las vividas en Irán bajo la República Islámica en los últimos cuarenta años y en Afganistán bajo los talibanes en los últimos tres años. Hayat Tahrir al-Sham representa a una clase burguesa compradora alineada con el imperialismo mundial, cuyos intereses chocan fundamentalmente con los de la mayoría de la población siria.

A partir de enero de 2025, Siria se encuentra en una situación ambigua y compleja sin precedentes. Grandes franjas del territorio sirio siguen bajo la ocupación de las fuerzas imperialistas estadounidenses, que continúan apoyando a los grupos kurdos en el este de Siria. Una parte significativa del norte de Siria está bajo control turco, con Turquía apoyando a sus fuerzas proxy, conocidas como el «Ejército Nacional Sirio», contra las milicias kurdas.

Aunque las fuerzas imperialistas rusas se han retirado de muchas regiones y ciudades sirias, algunas siguen manteniendo su ocupación de la base aérea de Hmeimim en Latakia y de la base naval de Tartus. Tras la caída del régimen de Assad y el ascenso de Hayat Tahrir al-Sham, Israel ha ocupado zonas tampón entre Siria y los Altos del Golán, ampliando su dominio sobre el territorio sirio. Entre las fuerzas extranjeras, sólo la Fuerza Quds de Irán y sus grupos aliados, como Hezbolá, se han retirado totalmente de Siria.

La caótica situación en Oriente Medio y Siria es un ejemplo flagrante de la naturaleza distorsionada y explotadora de los sistemas globales capitalistas-imperialistas. El sanguinario imperialismo global y sus lacayos reaccionarios han llevado al pueblo sirio a las profundidades de la pobreza, la miseria y el desplazamiento.

El pueblo de Afganistán, más que ninguna otra nación, comparte un sentimiento de solidaridad y empatía con las masas sufrientes de Siria. Al igual que Siria, Afganistán se ha convertido en ruinas debido a las invasiones y ocupaciones del imperialismo soviético y estadounidense y de sus títeres locales. Del mismo modo, Afganistán está ahora gobernado por un grupo islámico extremista que priva a su pueblo de sus derechos más básicos.

La caída de un régimen títere tanto en Siria como en Afganistán podría haber sido monumental si se hubiera producido a manos del pueblo de estas naciones, conduciendo a una auténtica revolución: una Revolución de Nueva Democracia basada en el marxismo-leninismo-maoísmo. Tal revolución, en su progresión, guiaría a las masas hacia una sociedad socialista y finalmente comunista.

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