A medida que el mundo capitalista se dirige rápidamente hacia una nueva gran crisis económica y una depresión prolongada, con una inflación significativa detonada por la guerra imperialista en Ucrania entre la OTAN y Rusia (que ya se está apoderando de muchos países oprimidos y está creciendo de forma descontrolada en las potencias imperialistas) existe, en líneas generales, una situación objetiva internacional cada vez más favorable para el auge de la lucha de clases de forma revolucionaria.
Las contradicciones están explotando dentro de la pacificada Europa imperialista (Francia) y en los países de América Latina (Chile, Ecuador, Colombia, Perú), con una creciente indignación popular en oposición al gobierno, contra una inflación vertiginosa, con importantes interrupciones de las cadenas de suministro básicas y un movimiento de huelga revitalizado, como no se ha visto en décadas. Sin embargo, para aprovechar las condiciones objetivas cada vez más favorables, los comunistas deben organizarse, profundizar los lazos con las masas y solidificar su comprensión teórica bajo una ideología revolucionaria: el marxismo-leninismo-maoísmo.
Una parte esencial de esto es aprender de los movimientos revolucionarios contemporáneos en todo el mundo, en concreto, de las actuales revoluciones que se desarrollan en la India y Filipinas. Durante más de cincuenta años estos movimientos han mantenido en alto la bandera roja, incluso ante los reveses mundiales y los furiosos ataques de las fuerzas reaccionarias. Han navegado en medio de turbulentos y complicados flujos y reflujos de la revolución en sus respectivos países, han superado innumerables obstáculos y reveses, y han brindado esperanza e inspiración al proletariado de sus respectivos países.
Las más de cinco décadas de experiencia que tienen estos dos partidos son un tesoro para los comunistas de todo el mundo. A pesar de las diferencias entre estos países y Colombia, hay mucho que aprender de las experiencias del Partido Comunista (maoísta) de la India y el Partido Comunista de Filipinas.
Muchos maoístas están familiarizados con estos movimientos, pero es necesario ir más allá de una comprensión superficial. Un estudio exhaustivo de las lecciones de la Comuna de París fue fundamental para la victoria de los bolcheviques en la Revolución de Octubre. El estudio de Lenin sobre la II Internacional no solo le enseñó valiosas lecciones sobre la organización comunista, sino que también le permitió ver el surgimiento del revisionismo dentro de sus filas y liderar la lucha contra Kautsky y otros en el Movimiento Comunista Internacional (MCI), así como levantar la III Internacional (Comintern o Internacional Comunista). El estudio de Mao sobre la Unión Soviética lo ayudó a trazar un rumbo hacia adelante para la construcción socialista en China, se aprendió del éxito y de la derrota de la experiencia de la URSS, mientras se evitaba repetir muchos de los mismos errores.
A las experiencias de dictadura del proletariado le siguió la revolución albanesa y los movimientos de liberación nacional (tras la II Guerra Mundial), extendiendo la revolución a lo ancho y largo del globo. Tras la derrota de la dictadura del proletariado en China y la URSS, en América Latina el Partido Comunista del Perú encabezó la primera guerra popular en territorio latinoamericano, para mantener la lucha por la revolución comunista y la superación del capitalismo.
Las guerras populares, tanto en la India como en Filipinas, durante su nacimiento se enmarcaron en ese contexto, pero superaron la difícil etapa de la caída del comunismo como programa emancipador tras la disolución de la URSS. Hoy, pugnan por volver a relanzar la revolución proletaria mundial y ser un ejemplo inspirador para los miles de proletarios y oprimidos en el mundo; por recuperar el horizonte emancipador que nos recuerda que lo único por lo que merece la pena vivir es por lograr la radical y auténtica emancipación: una sociedad sin clases, sin propiedad privada y sin explotación ni opresión.
Desde la muerte de Mao y la subsiguiente restauración capitalista en China (1976), las guerras populares comunistas se han convertido, en un grado u otro, en contendientes por el poder en Filipinas a mediados de la década de 1980, en Perú a principios de la década de 1990 y en Nepal al principio hasta su capitulación revisionista en 2006. La guerra popular dirigida por el Partido Comunista de la India (Maoísta) ha sido considerada por el primer ministro indio en 2005 como la mayor amenaza a la seguridad interna del país, y el PCI (Maoísta) ha logrado grandes avances en sus capacidades militares y ha organizado diferentes bases de masas a lo largo de las últimas décadas. Si bien ninguna de estas guerras populares ha alcanzado aún el nivel de fuerza necesario para lanzar un asalto total destinado a tomar el poder en todo el país, en al menos dos casos la revolución dirigida por los comunistas se convirtió en el fenómeno que más impactó a esos países en particular: el factor subjetivo.
Dados los cambios drásticos en el funcionamiento del sistema capitalista-imperialista en las últimas décadas y las nuevas configuraciones de clase que estos cambios han provocado, es necesario investigar y apoyar las guerras populares recientes para que puedan prosperar en estas nuevas condiciones. Esa es hoy la pregunta y la tarea más importante que deben considerar los comunistas a medida que desarrollamos nuevas estrategias y prácticas. Sin olvidar que el mayor servicio y apoyo a dichas revoluciones es preparar y lanzar la guerra popular, la revolución en nuestro propio territorio contra ‘nuestra’ respectiva burguesía.