Indonesia, el 4º país más poblado de la tierra, con cerca de 260 millones de habitantes está viviendo una de las huelgas políticas más grandes de los últimos años, un paro nacional en contra del gobierno que pretende, como en muchas partes del mundo, aprovechar la pandemia para imponer una terrible reforma laboral que exprima hasta la asfixia al pueblo y descargue aún más la crisis del capitalismo sobre las ya exangües espaldas de los trabajadores.
Las medidas no son muy distintas a las que se pretenden imponer en países como Colombia. La justificación del gobierno para imponer la lesiva reforma llamada “Ley Omnibus” es que la inversión extranjera, sobre todo de China, ha migrado hacia otras partes del mundo, por eso lo que buscan es abaratar mucho más la mano de obra y empeorar las condiciones laborales para que los capitalistas exploten a sus anchas a la clase obrera.
Según algunos dirigentes obreros, son cerca de 70 leyes las que pretende modificar el gobierno, y todas van dirigidas a eliminar las licencias por maternidad, quitar los límites al trabajo por horas, eliminar el pago de horas extras, reducir al mínimo la indemnización por despidos sin justa causa, promover la subcontratación y transformar la forma de salario hacia la generalización del pago por horas. A ello se suma un paquete de medidas para desproteger el medio ambiente y darle rienda suelta al capital para que siga destruyendo sin límites la naturaleza.
Para el pueblo, el gobierno es una cueva de ladrones y corruptos que han aprovechado las condiciones de aislamiento impuestas por la pandemia, para implantar sus medidas de salvamento de los ricos, tanto del país, como de los imperialistas.
Las masas en Indonesia se lanzan a las calles, el paro general es la forma en que el pueblo enfrenta al gobierno, y como en muchas partes del mundo, las autoridades levantan sus voces y lanzan sus perros asesinos de la policía, con el argumento de que las movilizaciones violan las disposiciones del país y aumentan el contagio de la COVID-19. No es extraño, la verdad es que pretenden mantener al pueblo con los ojos vendados y las manos amarradas para la lucha, para imponer todas las medidas que arrebaten todo a los trabajadores con el fin de salvar las ganancias de los ricos.
Las calles de Yakarta, la capital, se engalanan con la incontable marea del pueblo, que entiende que hoy es necesario empuñar con firmeza, el arma de la huelga, que los llamados del gobierno a mantener el aislamiento y no salir a las calles son una burda jugada para inmovilizar la lucha revolucionaria, cuando en realidad, así como el pueblo puede salir a producirles ganancias, con mayor razón puede y debe hacerlo para enfrentar a sus enemigos a muerte.
Y como era de esperarse, los enfrentamientos violentos llegaron, la paz entre clases enemigas es solo un sofisma de distracción usado por los gobiernos para inmovilizar, mientras lanzan a sus perros guardianes a golpear y asesinar a los manifestantes; pero por fortuna, el pueblo de Indonesia ya sabía que debía estar listo para responder y así lo hizo. La lucha revolucionaria sigue abriéndose camino, las masas van acumulando experiencia y así como grandes batallas están por venir; un porvenir promisorio para la humanidad está madurando…
Es por eso, que se necesita urgentemente la unidad internacional de los comunistas revolucionarios, que se cristalice en la nueva Internacional Comunista y de su mano la construcción o reconstrucción de fuertes Partidos del proletariado, que encausen todo ese caudal de potencia de las masas hacia la revolución proletaria mundial.