En septiembre de 1995, La Revista Contradicción publicó un valioso documento titulado «Hacia la Internacional de Nuevo Tipo, basada en el marxismo leninismo maoísmo», del cual publicamos a continuación una parte, dedicada a explicar el carácter internacional del movimiento obrero, y la relación que hay entre el nacionalismo y el internacionalismo. El resto del documento, lo pueden consultar en la versión digital y como artículo completo en la página web: www.revolucionobrera.com. Un tema de capital importancia para la lucha del proletariado; y con mayor razón, en esta fecha: 1o de Mayo, Día Internacional de la Clase Obrera.
La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarlos a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados
Marx
I- ALGUNAS CUESTIONES TEORICAS
Cuando los comunistas de varios países, en 1984, en plena crisis del movimiento comunista internacional, aceptaron el reto de conformar una organización internacional del proletariado, “una Internacional de Nuevo Tipo”, basada en el marxismo leninismo maoísmo, y proclamaron esta meta frente al proletariado internacional, estaban escogiendo el único camino a la victoria de la revolución proletaria, pues se basa no en los buenos deseos, sino en la expresión de conjunto de las condiciones reales de la lucha de clases existente, en el movimiento histórico que se está desarrollando ante nuestros propios ojos, como lo dice el manifiesto comunista. Se trata de hacer corresponder el carácter internacional del movimiento obrero con la organización internacional de los comunistas, ya que «el movimiento comunista es y sólo puede ser un movimiento internacional…» (Declaración del Movimiento Revolucionario Internacionalista, 1984).
Por eso, antes de hablar de la experiencia histórica y de la nueva Internacional Comunista que se está gestando, es conveniente decir algunas palabras sobre el carácter internacional del movimiento obrero y el verdadero significado del internacionalismo proletario.
1- El carácter internacional del movimiento obrero
a-. Causas económicas: Todo el desarrollo económico capitalista es necesariamente internacional.
La conformación del mercado mundial, desde el siglo pasado, la transformación del capitalismo de libre competencia en capitalismo imperialista, es decir en un sistema mundial de opresión y explotación, marcan el paso de un sistema que no puede sobrevivir sino a cambio de saltar las barreras nacionales, de universalizar las contradicciones del capitalismo. Pero sobre todo de universalizar la contradicción fundamental del capitalismo. Entre el avance del carácter social de la producción y la apropiación privada hay una contradicción cada vez más universal y que no se resolverá en últimas sino con el triunfo de la revolución proletaria mundial.
«Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo en todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional». (Marx y Engels, en El Manifiesto).
La tendencia que ya señalaba Marx, cuando era un fenómeno aún europeo, se ha cumplido: el capitalismo ha llegado, en su etapa imperialista, a ser un modo mundial de opresión y explotación.
Dicho de otra manera: el capitalismo ha enredado a la sociedad en una serie de contradicciones económicas tales, que hacen necesaria una revolución completa en el modo de producción, y la única fuerza social que, por su situación en la economía social, puede superar esas contradicciones, por medio de la revolución social, es el proletariado de todo el mundo.
b-. Causas sociales: En el preámbulo de los estatutos de la Asociación Internacional de los Trabajadores, redactado por Marx, se dice: «Considerando: … que todos los esfuerzos dirigidos a éste fin [la emancipación de la clase obrera] han fracasado hasta ahora por falta de solidaridad entre los obreros de las diferentes ramas del trabajo en cada país y de una unión fraternal entre las clases obreras de los diversos países; que la emancipación del trabajo no es un problema nacional o local, sino un problema social que comprende a todos los países en los que existe la sociedad moderna [capitalista] y necesita para su solución el concurso práctico y teórico de los países más avanzados» (Del Preámbulo de los Estatutos de la I Internacional, redactado por Marx). Aquí está formulado ya completamente, en términos programáticos, lo fundamental del internacionalismo proletario que defendemos los marxistas: la emancipación de la clase obrera no es un problema nacional o local sino un problema social, para cuya solución se necesita la participación internacional de la clase obrera misma.
Pero esto no implica que el proletariado de cada país deba sentarse a esperar el triunfo de la revolución internacional: «Por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la burguesía es primeramente una lucha nacional. Es natural que el proletariado de cada país deba acabar en primer lugar con su propia burguesía… Se acusa también a los comunistas de querer abolir la patria, la nacionalidad. Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen. Mas, por cuanto el proletariado debe conquistar el poder político, elevarse a la condición de clase nacional, constituirse en nación, todavía nacional, aunque de ninguna manera en sentido burgués… Al mismo tiempo que el antagonismo de las clases en el interior de las naciones, desaparecerá la hostilidad de las naciones entre sí». (Del Manifiesto).
De especial importancia es, para nosotros en Colombia tener en cuenta, -sobre todo ahora que grupos como el Moir (pero no sólo él) tratan de resucitar su inadmisible patrioterismo, la argumentación de Engels: «Pero, es preciso ante todo mantener el verdadero espíritu internacional, que no admite ningún chovinismo patriótico, cualquiera que sea la nación donde se produzca». (del prefacio a La Guerra Campesina en Alemania, de Engels).
«La gran industria, al crear el mercado mundial, ha unido tan estrechamente todos los pueblos del globo terrestre, sobre todo los países civilizados, que cada uno depende de lo que ocurre en el otro… ha nivelado el desarrollo social en todos los países civilizados, a tal punto que en todos estos países la burguesía y el proletariado se han erigido en las dos clases decisivas de la sociedad, y la lucha entre ellas se ha convertido en la principal lucha de nuestros días. Por consecuencia, la revolución comunista no será una revolución puramente nacional, sino que se producirá simultáneamente en todos los países civilizados… Es una revolución universal y tendrá, por eso, un ámbito universal». (Engels en Principios de Comunismo, 1848).
Los intereses materiales de la clase obrera en todo el mundo son los mismos, por encima de las nacionalidades, de las religiones, de las culturas y de las costumbres: la abolición de la propiedad privada y de las diferencias de clase.
2- Nacionalismo e internacionalismo
El carácter internacional del movimiento obrero exige el internacionalismo. El nacionalismo no es, ni ha sido nunca, la bandera del movimiento obrero. No obstante siempre ha existido una tendencia a disfrazar el nacionalismo burgués de internacionalismo proletario, y tal tendencia es llevada a las filas de la clase obrera, principalmente, por la pequeña burguesía.
Dos han sido las fuentes de esta tendencia:
La primera es no saber distinguir entre la forma nacional y el contenido de clase de la lucha del proletariado. Ya Marx al criticar el Programa de Gotha (1875), anotaba como se tergiversaban en él las afirmaciones del Manifiesto Comunista, AUNQUE SE USASEN PALABRAS PARECIDAS.
Dice el punto 5 del Programa de Gotha: «La clase obrera procura, en primer término, su emancipación dentro del marco del estado nacional de hoy…». Y le responde Marx: «Naturalmente, la clase obrera, para poder luchar, tiene que organizarse como clase en su propio país, y éste es la palestra inmediata de su lucha. En este sentido, su lucha de clase es nacional, no por su contenido, sino, como dice el Manifiesto, ‘por su forma’…».
La segunda es el hecho de que una de las contradicciones más importantes de nuestro tiempo (la época del imperialismo y de la revolución proletaria mundial) es la que enfrenta a las naciones opresoras y oprimidas, el problema nacional, el cual, necesariamente, genera nacionalismo. Y este llega a veces, sobre todo en los países y naciones oprimidas por el imperialismo, a asfixiar el internacionalismo del movimiento obrero. Incluso algunos comunistas llegan a confundir en una sola, dos contradicciones de naturaleza distinta. Sobre todo la pequeña burguesía y la burguesía nacionalista (en los países dominados donde ésta última existe), tratan de disfrazar, bajo el uniforme nacional, la dominación de clase. Ignorando, como decía Marx, que «Todos los gobiernos nacionales son UNO SOLO contra el proletariado».
Conviene aquí repasar, cómo enfrentó Lenin estas tendencias nacionalista (que tanto mal causaron al movimiento obrero en la II Internacional) en el período de la III Internacional:
El 14 de Julio de 1920 se publicó en la revista «La Internacional Comunista» (No.41) el «ESBOZO INICIAL DE LAS TESIS SOBRE LOS PROBLEMAS NACIONAL Y COLONIAL», 11 tesis escritas por Lenin para el Segundo Congreso que habría de reunirse el 20 de Julio de ese año. Ya en el congreso se nombró una comisión (Lenin, Roy, Maring, Quelch…). Esta comisión hizo algunas modificaciones a las tesis originales presentadas por Lenin y aprobó, además, unas «tesis adicionales», presentadas por Roy. En la plenaria del Congreso Lenin presenta el informe de la comisión y declara que en ella han logrado unanimidad en «todos los problemas de importancia». Añade además «algunas breves observaciones». Estas son de una gran importancia, para comprender el punto de vista, la posición y el método del marxismo para resolver el problema nacional:
Primera observación: La idea fundamental de la que parten las tesis es la distinción entre «naciones oprimidas y naciones opresoras». «Tiene particular importancia en la época del imperialismo observar los hechos económicos concretos y tomar como base, al resolver las cuestiones coloniales y nacionales, no tesis abstractas, sino los fenómenos de la realidad concreta».
Segunda observación: Después de la guerra (la primera) y del triunfo del proletariado en un país, las relaciones de los pueblos y Estados estaban determinadas por la lucha de las naciones imperialistas (un pequeño grupo), contra el movimiento soviético. Es decir reconoce Lenin el surgimiento de una nueva contradicción fundamental en el mundo: entre el imperialismo y el socialismo.
Tercera observación: Hubo divergencias en la comisión acerca de si se «debe apoyar el movimiento democrático burgués en los países atrasados». Informa Lenin que llegan a la conclusión unánime de que debe hablarse de «movimiento revolucionario nacional en vez de ‘democrático burgués’.» Y advierte Lenin:
«No cabe la menor duda de que todo movimiento nacional no puede ser sino un movimiento democrático burgués, ya que la masa fundamental de la población en los países atrasados la constituyen los campesinos, que representan las relaciones capitalistas burguesas».
Pero como se veía ya una diferenciación entre el movimiento reformista y el movimiento revolucionario, «con plena claridad, ya que la burguesía imperialista trata por todos los medios de que el movimiento reformista se desarrolle también entre los pueblos oprimidos. Entre la burguesía de los países explotadores y la de las colonias, se ha producido cierto acercamiento, por lo que, muy a menudo, —y tal vez hasta en la mayoría de los casos—, la burguesía de los países oprimidos, pese a prestar su apoyo a los movimientos nacionales, lucha al mismo tiempo de acuerdo con la burguesía imperialista, es decir, al lado de ella, contra los movimientos revolucionarios y las clases revolucionarias. En la comisión este hecho ha quedado demostrado en forma irrefutable…».
Y remata Lenin esta tercera observación con una clara diferenciación del comunismo y el nacionalismo y las condiciones bajo las cuales es permisible apoyar el movimiento nacional revolucionario:
Nosotros, como comunistas, sólo debemos apoyar y sólo apoyaremos los movimientos burgueses de liberación en las colonias en el caso de que esos movimientos sean verdaderamente revolucionarios, en el caso de que sus representantes no nos impidan educar y organizar en un espíritu revolucionario los campesinos y a las grandes masas de explotados. Si no se dan esas condiciones, los comunistas deben luchar en dichos países contra la burguesía reformista.
La cuarta observación, citada con más frecuencia, sobre todo porque muestra con toda nitidez la ligazón del pensamiento de Lenin y el de Mao, dice: «Los países atrasados, con la ayuda del proletariado de las naciones adelantadas, pueden pasar al régimen soviético y, a través de determinadas etapas de desarrollo, al comunismo, soslayando en su desenvolvimiento la fase capitalista».
La quinta observación de Lenin es acerca de «la importancia de que los partidos de los países opresores realicen labor revolucionaria en las colonias y sobre todo en las tropas».
Las 12 tesis de Lenin formulan de una manera exacta la posición de los comunistas sobre la cuestión nacional y colonial y siguen siendo la posición correcta para enfrentar el nacionalismo burgués disfrazado de internacionalismo proletario que es tan común en los países oprimidos por el imperialismo. Veamos un resumen, por lo menos, de sus más importantes ideas:
Uno: La igualdad abstracta de las naciones es propia de la democracia burguesa. «La verdadera significación de la reivindicación igualitaria, solo reside en la voluntad concreta de abolir las clases».
Dos: Al abordar la cuestión nacional y colonial no se debe partir de principios abstractos y formales, sino: a) de las circunstancias históricas y económicas; b) diferenciación precisa entre los intereses de las clases oprimidas y los llamados «intereses nacionales», que no son sino los intereses de las clases dominantes; c) diferenciación entre naciones oprimidas (dependientes, protegidas) y opresoras (explotadoras).
Tres: No es posible una «vecindad pacífica» y una «igualdad verdadera» entre las naciones, bajo el régimen capitalista.
Cuatro: «Como consecuencia, debemos concluir que la piedra angular de la política Internacional Comunista, acerca de las cuestiones colonial y nacional, debe ser el acercamiento de los trabajadores de todos los países, de los proletarios de todas las naciones, para la lucha común contra los poseedores y la burguesía. Solo ese acercamiento es la garantía única de nuestra victoria sobre el capitalismo, sin la cual no puede ser abolida ni la opresión nacional, ni la desigualdad».
Cinco: Con el triunfo del proletariado en Rusia surge una nueva contradicción: la lucha de la burguesía internacional contra la república de los soviets.
Seis: Era, entonces, necesario enlazar las dos contradicciones, dos vertientes de la revolución: los movimientos emancipadores nacionales con la Rusia Soviética.
Siete: El principio federativo, en los países donde triunfe el proletariado, es una forma de transición hacia la unidad completa de los trabajadores de todos los países.
Ocho: Para sostener las nuevas repúblicas soviéticas es necesario unirlas militar, económicamente y tener un plan económico universal.
Nueve: Denunciar incansablemente las violaciones constantes a la igualdad de las naciones.
Diez: «El nacionalismo pequeño burgués limita el internacionalismo al reconocimiento del principio de igualdad de las naciones y (sin insistir demasiado en su carácter puramente verbal) conserva intacto el egoísmo nacional, en tanto que el internacionalismo proletario exige: 1) la subordinación de los intereses de la lucha proletaria en cada país, a los intereses de la lucha del proletariado en el mundo entero; 2) por parte de las naciones que han logrado vencer a la burguesía, la voluntad de efectuar los mayores sacrificios nacionales para lograr la derrota del capitalismo mundial. La lucha contra las deformaciones oportunistas y pacifistas del internacionalismo, por la pequeña burguesía, es un deber inmediato de los más importantes en los países donde el capitalismo no ha logrado ya su desenvolvimiento completo…”.
Once: «En los Estados y países más atrasados, donde predominan instituciones feudales o patriarcales rurales», es necesario: a) participar en todos los movimientos revolucionarios de emancipación. b) combatir la influencia reaccionaria del clero. c) combatir el panislamismo, el panasiatismo… d) dar al movimiento campesino un carácter revolucionario. e) combatir enérgicamente las tentativas de los movimientos emancipadores para aparecer como comunistas. «La Internacional Comunista no debe sostener los movimientos revolucionarios en las colonias y en los países atrasados, sino con la condición de que los elementos más puros de los Partidos Comunistas -y comunistas en los hechos- se agrupen e instruyan acerca de sus tareas específicas, es decir de su misión de combatir el movimiento burgués y democrático». La Internacional jamás se debe fusionar con los movimientos nacionales. f) desenmascarar la independencia política con vasallaje económico, financiero y militar.
Doce: El deber de mostrar particular tolerancia y circunspección ante las supervivencias del sentimiento nacional en los países oprimidos.
Tal solución al problema de la posición del proletariado y en particular del movimiento comunista internacional sobre nacionalismo e internacionalismo sigue siendo la guía para solucionar hoy los diversos problemas que en este campo se nos presentan.
Esta idea la resume muy bien el MRI en su declaración de 1984: «En todo país el partido ML (MLM) se debe construir como un contingente del movimiento comunista internacional y debe desarrollar su lucha como parte de la lucha mundial por el comunismo y subordinado a ella…. El partido debe imbuir en sus propios militantes, en los obreros con conciencia de clase y en las masas revolucionarias, el espíritu del internacionalismo proletario, reconociendo que el internacionalismo no es simplemente el apoyo que el proletariado de un país le da al de otro sino, ante todo, un reflejo del hecho de que el proletariado es una clase única a escala mundial, con un solo interés de clase y que enfrenta al sistema mundial del imperialismo y tiene la tarea de liberar a toda la humanidad.»
Nota del editor: El MRI, fue un intento por reorganizar las fuerzas del proletariado revolucionario. Intento que fracasó porque sucumbió ante el ataque del revisionismo prachandista, del Partido Comunista de Nepal (Maoísta) que traicionó la revolución y la Guerra Popular en ese país; traición ante la cual el MRI guardó silencio cómplice. Ataque que fue secundado posteriormente por el Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos que abandonó la teoría del marxismo leninismo maoísmo para acoger como doctrina la “Nueva Síntesis de Avakian”, una nueva variedad de revisionismo post maoísta.
• El nacionalismo no es la bandera del movimiento obrero. El carácter internacional del movimiento obrero exige el internacionalismo.
• Hay dos tipos de nacionalismo: uno, el nacionalismo reaccionario, que se da en los países imperialistas, pero también, como ya lo anotaba la tercera internacional (y por supuesto Lenin fue el mejor intérprete de esta idea), en los países oprimidos (en las naciones dominadas y colonias); otro, el nacionalismo revolucionario (o movimiento nacional revolucionario, según Lenin). Esta es la distinción esencial en la época del imperialismo en cuanto al problema de la actitud del movimiento obrero frente al problema nacional.
• La manera de que el movimiento obrero sea realmente internacionalista (es decir que su conciencia corresponda con su carácter objetivo) es:
a- En cada país, el movimiento obrero no sólo debe unirse y brindar solidaridad a la lucha de los proletarios de otros países, sino, ante todo, debe desarrollar su lucha como parte de la lucha mundial por la emancipación y debe subordinarse a ella.
b- En los países imperialistas luchar contra la opresión nacional de «su» nación sobre otras naciones, luchar junto a los obreros de los países oprimidos en contra de «su» país, respaldar las nacionalidades dominadas en la lucha contra «su» nación.
c- En los países oprimidos y naciones dominadas, dirigir el movimiento nacional revolucionario, si lo hay, y combatir el movimiento nacional reformista. Pero además, y sobre todo, no tratar de inventar un nacionalismo donde no lo haya. Hoy es mucho más universal el movimiento obrero que el movimiento nacional revolucionario. Mantener la independencia de clase. No cambiar la bandera obrera por la bandera nacional.
• La lucha nacional no reemplaza la lucha de clases, no se confunden.
• En todo país, el Partido del proletariado se debe construir como un contingente del movimiento comunista internacional y debe desarrollar su lucha como parte de la lucha mundial por el comunismo y subordinado a ella.
II- LA EXPERIENCIA HISTÓRICA
Desde el punto de vista organizativo, son cuatro las experiencias que ha tenido el movimiento obrero internacional: La Asociación Internacional de los trabajadores (1864 – 1974), La Segunda Internacional (1889 – 1914), La Internacional Comunista (1919 – 1945), el interregno de medio siglo (1943 – 1995).
1- La Asociación Internacional de los Trabajadores, La Primera Internacional
Si bien la Liga de los Comunistas, organización clandestina en la que militaron Marx y Engels, fue la primera organización internacional del proletariado, no podemos hablar con propiedad de una organización real de la clase obrera con miras a la lucha, sino con el surgimiento de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Ella no pudo nacer sino cuando el proletariado internacional, después de las derrotas de 1848, pudo recuperar las fuerzas suficientes para emprender «un nuevo ataque contra el poderío de las clases dominantes». Un doble objetivo tuvo la I Internacional: uno, reemplazar las sectas socialistas o semisocialistas por una organización real de la clase obrera para luchar por la emancipación de los trabajadores; dos, reunir en un inmenso ejército único a toda la clase obrera combativa de Europa y América del Norte.
La asociación fue fundada el 28 de Septiembre de 1864 en Londres en una gran Asamblea Internacional de Obreros. Ese mismo día se eligió el primer Comité (provisional). El Comité se reunió el 5 de Octubre y nombró una comisión para redactar el programa y los estatutos de la Asociación. Marx redacta el Manifiesto Inaugural y los Estatutos, que son aprobados por unanimidad en la sesión del 1o. de Noviembre.
Tales documentos, como dice Engels, no podían «partir de los principios expuestos en el Manifiesto (de 1848). Debía tener un programa que no cerrara las puertas a las tradeuniones inglesas, a los proudhonianos franceses, belgas, italianos, españoles, y a los lasalleanos alemanes… Para el triunfo definitivo de las tesis expuestas en el Manifiesto, Marx confiaba tan sólo en el desarrollo intelectual de la clase obrera, que debía resultar inevitablemente de la acción conjunta y la discusión».
Efectivamente, todo el desarrollo de la I Internacional fue, de un lado, el triunfo cabal del marxismo en el movimiento obrero y el decline del sectarismo. Un papel especial en este progreso lo jugó el Consejo General, el órgano de dirección centralizada de toda la Internacional. Como lo caduco tiende a restablecerse y a mantener sus posiciones dentro de las formas recién alcanzadas, inevitablemente una forma especial de sectarismo, el anarquismo bakuninista, trató de irrumpir e imponerse en la Internacional por medio de una lucha contra el Consejo General. De Bakunin y sus métodos de lucha decía Marx: «Para el señor Bakunin su doctrina (bazofia de trozos tomados de Proudhon, Saint Simón, y otros) era y es un asunto secundario, un simple medio para su encumbramiento personal. Como teórico es un cero a la izquierda, pero las intrigas son su elemento…»
De otro lado, el desarrollo de la I Internacional fue el aprendizaje del proletariado mundial de la táctica marxista de lucha. Los Congresos instruyeron al movimiento obrero, sobre la base de su propia experiencia y con la guía del Consejo General, en cuanto a las formas de lucha y de organización (sindicatos, cooperativas, la lucha por las 8 horas, sobre el ejército permanente…).
La Comuna de París marcó el punto más alto de la lucha de clases durante la existencia de la I Internacional. Aunque la dirección práctica de La Comuna no estuvo completamente en manos de ella, lo mejor de La Comuna (el haber señalado el camino), fue un fruto directo de la Internacional. Los manifiestos del Consejo General con motivo de la lucha, el triunfo y la derrota de los comuneros, sobre todo el que conocemos como «La Guerra Civil en Francia», siguen siendo obras de actualidad apasionante y deben estar entre los libros de cabecera de todo obrero consciente en el mundo. Pero sobre todo, por su validez en los tiempos actuales, debemos prestar atención a una de las lecciones de La Comuna, sistematizada por la Internacional: Sin su propio partido político, la clase obrera es impotente en la lucha de clases.
Después de casi 10 años de fructífera existencia, la I Internacional es disuelta. La derrota de la Comuna y la persecución internacional contra la Asociación, las intrigas de los anarquistas, pero sobre todo el haber cumplido su misión (crear las condiciones para entrar al nuevo período de la lucha del movimiento obrero: la lucha política para imponer su dictadura), hacían imposible e innecesaria su existencia.
El papel de la primera internacional en el desarrollo del movimiento obrero lo podemos definir así: trazó el camino y creó los cimientos.
Bien es cierto que la Internacional tan sólo vivió 9 años, pero la unión eterna que estableció entre los proletarios de todos los países vive todavía y subsiste más fuerte que nunca… La clase obrera de 1874, cuando la Internacional dejó de existir, era muy distinta de la de 1864, en el momento de su fundación
Engels
2- La Segunda Internacional (1889-1914)
Luego de 15 años de extensión del movimiento obrero bajo la forma de partidos obreros socialistas en los diversos países, surgió la necesidad de tener un instrumento internacional que facilitara la acción internacional del proletariado, que después de la desaparición de la I Internacional sólo se continuaba a través de congresos y reuniones internacionales de Partidos.
El Congreso Obrero de París (del 4 al 20 de Julio de 1889), fue el congreso de fundación de la II Internacional. La preparación del congreso estuvo dirigida exclusivamente por marxistas, con Engels a la cabeza, y se desarrolló en permanente lucha con los «posibilistas». Finalmente los 393 delegados, de 20 países, deciden retomar la gloriosa tradición de la I Internacional y organizar la «Internacional Socialista» o Segunda Internacional, la cual tuvo como órgano de dirección el Consejo Socialista Internacional.
Una de las decisiones más notables de esta Internacional, de especial significación para los obreros conscientes en Colombia, que en los últimos 5 años se han empeñado en rescatar su significado internacionalista, fue la consagración del Primero de Mayo como «Fiesta Internacional del Trabajo».
Si bien es cierto que, como resumió Lenin, «La Segunda Internacional ha hecho un trabajo útil de organización de masas proletarias en el largo período pacífico de la peor esclavitud capitalista, en el curso del último tercio del siglo XIX y al comienzo del XX», también es necesario aprender de las experiencias negativas de este período.
Primero, en correspondencia con el período de creación de partidos obreros por países, surgió la tendencia a la organización federal y la tolerancia a defectos oportunistas aparentemente muy «típicos» de cada país. Estas son dos manifestaciones de nacionalismo burgués en el seno del movimiento obrero, que no fueron corregidas a tiempo y tuvieron consecuencias nefastas para toda la revolución proletaria mundial.
Segundo, en este período de extensión del movimiento obrero, naturalmente, la lucha por reformas y la lucha parlamentaria, jugaron un importante papel, y ellas crearon una cierta tendencia al oportunismo (parlamentarismo y pacifismo) en los partidos socialistas, las cuales al no ser combatidas correcta y enérgicamente, se empotraron como un cáncer que fue corroyendo todo el movimiento obrero internacional.
De tal manera que cuando las contradicciones del capitalismo en su etapa imperialista se agudizaron y se crearon las condiciones para el triunfo del proletariado (cuando llegaron los días decisivos de la revolución) la Internacional, que había sido un instrumento útil para la preparación de condiciones para el triunfo, se convirtió en inservible para el proletariado internacional.
En 1914, al inicio de la segunda guerra mundial, se rebeló en toda su magnitud la traición de los jefes de la Segunda Internacional. En vez del internacionalismo proletario, el nacionalismo que enfrentaba a los obreros de los diversos países en defensa de la supuesta patria; en vez de convertir la guerra imperialista en guerra civil, ayuda a la masacre obrera; en vez de destrucción del Estado burgués e implantación de la dictadura del proletariado, ayuda a las repúblicas burguesas a salir del atolladero; en vez de lucha de clases, paz social…
De pasada hay que decir, por la importancia que tiene para los obreros colombianos, que esta traición de los jefes de la Segunda Internacional tiene su sucesión en los actuales socialdemócratas, hijos directos de aquellos y continuadores de su traición a los intereses de la clase obrera.
Con razón Lenin, el 1o. de Noviembre de 1914 exclamó: «La Segunda Internacional está muerta, vencida por el oportunismo. Abajo el oportunismo y viva la Tercera Internacional, desembarazada de los renegados y del oportunismo». Inevitablemente el movimiento obrero internacional se dividió y surgió una nueva Asociación Internacional de los trabajadores: la Tercera Internacional.
3- La Tercera Internacional o Internacional Comunista (1919-1945)
Se imponía entonces la reorganización del instrumento internacional de lucha del proletariado que, negando los errores de la Segunda Internacional, reafirmara, en nuevas condiciones, la misión de la Primera Internacional.
En Septiembre de 1915, en Zimmerwald (Suiza) los socialistas italianos reúnen a «todas las organizaciones que permanecieron fieles al principio de la lucha de clases y a la solidaridad internacional». Asisten socialistas de Alemania, Francia, Italia, Los Balcanes, Suecia, Noruega, Polonia, Holanda, Rusia y Suiza. Allí se formó la «Izquierda de Zimmerwald» que con su «Comisión Socialista Internacional» fue el punto de reunión de los organizadores de la nueva Internacional. Entre 1914 y 1918, en intensa lucha contra el oportunismo socialdemócrata, contra el centrismo del renegado Kautsky, Lenin prepara las condiciones ideológicas para su fundación. Las condiciones organizativas y políticas las brindaron tanto el surgimiento de nuevos partidos comunistas como el triunfo de la Revolución de Octubre, dirigida por el Partido Comunista (bolchevique) en Rusia.
El Primer Congreso se reunió en Marzo de 1919 en Moscú, citado por los partidos comunistas de Rusia, Polonia, Hungría, Alemania, Letonia, Austria, Finlandia, Balcanes y Estados Unidos. Desde la citación misma quedó claro que uno de los objetivos era «la creación de un organismo de combate, encargado de coordinar y dirigir al movimiento de la Internacional Comunista y de realizar la subordinación de los intereses de los movimientos en los diferentes países a los intereses de la revolución internacional».
En la carta de invitación al Congreso ya se habían dado a conocer los 15 puntos programáticos, magnífica formulación de los objetivos, la táctica y las cuestiones de organización (aún hoy deben ser conocidos por todo obrero consciente!), que sirvieron como base para la «Plataforma de la Internacional Comunista». Allí se proclama: «Una nueva época ha nacido. Época de desintegración del capitalismo, de su derrumbe interior. Época de la revolución comunista del proletariado. El sistema imperialista se desploma».
En este congreso, presidido por Lenin (junto con Albert de Alemania y Platten de Suiza) se aprueban las resoluciones sobre las cuestiones decisivas, en esos momentos, para el movimiento obrero internacional: Sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, sobre las distintas corrientes socialistas, sobre la situación internacional. Además se aprueba el «Manifiesto al proletariado mundial». En este último se dejan en claro las tareas específicas de la Tercera Internacional: 1.- generalizar la experiencia revolucionaria de la clase obrera; 2.- depurar el movimiento de las mezclas impuras de oportunismo y socialpatriotismo; 3.- unir las fuerzas de todos los partidos realmente revolucionarios del proletariado mundial; 4.- facilitar y acelerar la victoria de la revolución comunista en el mundo entero. Y se plantea de una manera nueva la lucha de la clase en las colonias: «Desde ahora, en las colonias más desarrolladas la lucha ya no está empeñada solamente bajo la bandera de la liberación nacional; toma de inmediato un carácter social más o menos netamente definido». Y termina el manifiesto diciendo: «Si la Primera Internacional ha previsto el desarrollo futuro y ha preparado las condiciones, si la Segunda Internacional ha reunido y organizado a millones de proletarios, la Tercera Internacional es la Internacional de la acción de las masas, la Internacional de las realizaciones revolucionarias… Bajo la bandera de la Tercera Internacional, proletarios de todos los países uníos!» Toda la historia posterior, hasta su desaparición, comprobó la fidelidad a estos propósitos y a estas tareas.
Entre el primer y el segundo congresos la Tercera Internacional fue, tal como dejó en claro posteriormente Lenin, «más una bandera que un arma», pero, sin embargo, en un año, «había reunido un ejército alrededor de su bandera» e «infligió graves derrotas a su adversario».
El Segundo Congreso se reunió en Julio de 1920 y acorde con la situación de los problemas que estaban al orden del día en la lucha de clase del proletariado, debatió y aprobó resoluciones sobre: el papel del partido, los comunistas en los sindicatos (contra la internacional sindical amarilla), participación en las elecciones, las 21 condiciones de ingreso a la internacional. En realidad fue el congreso que delimitó campos, dividió el movimiento obrero y, a la vez, construyó la nueva unidad. Los elementos revolucionarios de todos los países en la nueva Internacional, los oportunistas en la vieja y los centristas en la «Unión Internacional de Partidos Socialistas» (llamada la internacional dos y media). Es de destacar en este congreso la aprobación de los Estatutos (17 artículos!), precedidos, por así decirlo, del preámbulo de los estatutos de la Primera Internacional: «La emancipación de los trabajadores no es, en ningún modo, una tarea local ni nacional; es una tarea social e internacional». Pero sobre todo porque deja en claro la necesidad de centralizar el movimiento obrero a nivel mundial: «La Internacional comunista no ignora, de manera alguna, que para alcanzar la victoria, la Asociación Internacional de los Trabajadores, que combate por la abolición del capitalismo y la instauración del comunismo, debe tener una organización fuertemente centralizada». La Resolución sobre el movimiento sindical no sólo resume la experiencia de la lucha sindical de los años anteriores, sino que fija la posición de principios para la actividad de los comunistas en los sindicatos (su punto 5 es un ejemplo de como la cuestión de la unidad sindical hay que plantearla de acuerdo a las circunstancias concretas de la lucha, pues es una cuestión de la táctica y lo mejor es que deja en claro que hay que «trabajar firmemente por la creación de un frente sindicalista internacional»).
La resolución sobre el «parlamentarismo» merece ser estudiada aún hoy por todo obrero marxista leninista maoísta: sobre todo el método de abordar este problema. Comienza por el análisis del desarrollo histórico de la actitud de los marxistas en relación al parlamentarismo, las condiciones económicas y políticas que determinaron el cambio de actitud, su relación con la corrupción. «La actitud de la Tercera Internacional con respecto al parlamentarismo, no está determinada por una nueva doctrina, sino por la modificación de la función del parlamentarismo mismo». Es una actitud muy coherente: utilización del parlamento burgués (no conquista como pretendían los socialdemócratas) para abolir el parlamentarismo; la tribuna del parlamento es un punto de apoyo secundario; no a la labor orgánica de los comunistas en el parlamento; campaña electoral dirigida a la movilización en torno a las consignas revolucionarias y no a la obtención de elegidos. El rechazo al «antiparlamentarismo por principio» es correcto y resuelve, ya desde esa época, y de una manera nítida, la única manera comunista de plantear el problema de las elecciones: la participación o no participación, el boicot, la combinación de participación y boicot, etc.; todo depende aquí de las condiciones específicas que se den en cada caso. Pero si algo hay que destacar ahora, en Colombia, en el período previo a la fundación del partido, es el punto 20 de la resolución: «Es por esto que la Internacional Comunista afirma en la forma más categórica, que considera como una falta grave contra el movimiento obrero toda escisión o tentativa de escisión provocada en el seno del partido por ESTA cuestión, y únicamente por ésta… Unidad completa de los elementos comunistas, por encima de las divergencias en torno a la utilización de los parlamentos burgueses».
«La Internacional Comunista es el partido de la insurrección del proletariado revolucionario mundial» es la definición tajante del manifiesto final del segundo congreso.
El Tercer Congreso de la Internacional Comunista se realizó del 22 de junio al 12 de julio de 1921. La situación mundial indicaba que había pasado la ola revolucionaria y que era necesario consolidar posiciones. Era necesario, incluso, un repliegue ordenado del movimiento obrero internacional. Se había presentado un fenómeno que se repetiría años después: donde la burguesía no pudo con la revolución, le entregó el gobierno burgués a los oportunistas socialdemócratas: Noske y Ebert en Alemania, Reuer y Otto Bauer en Austria, Tusar en Checoeslovaquia, Bohn y Garami en Hungría. Estos socialtraidores manejaron los negocios de la burguesía desde el gobierno, durante el período revolucionario y fueron quienes «ahogaron en sangre» (literalmente!) las tentativas de liberación de los trabajadores. Treinta años después, el revisionismo jugó exactamente el mismo papel. Tal parece una ley propia del desarrollo de la lucha de los oprimidos en el período de la revolución proletaria.
Ante una situación nueva, una táctica nueva. El período de las rápidas y «fáciles» victorias de la Internacional sobre los oportunistas había pasado. Era necesario profundizar y extender las posiciones ganadas en el seno del movimiento obrero. De ahí que el temario se centrara en asuntos tales como La Internacional Sindical Roja, el trabajo en las cooperativas obreras, la Internacional de la Juventud, el Movimiento Femenino, la cuestión de Oriente. «El repliegue efectuado en este congreso debe ser comparado, a mi juicio, con nuestras acciones en Rusia en 1917, mostrando, de ese modo, que dicho repliegue debe servir para preparar la ofensiva», decía Lenin, en un balance posterior del congreso.
El resultado de la táctica del tercer congreso fue fructífero: el movimiento creció a 60 secciones, tres millones de miembros y 700 periódicos.
El Cuarto Congreso se reúne en noviembre de 1922, en condiciones de expansión industrial. El movimiento sigue creciendo, fortaleciéndose, preparándose, para nuevos «días decisivos». Las consignas de «Frente Proletario único» y «Frente Antiimperialista único», que habían sido adoptadas con anterioridad al congreso, son precisadas en su contenido de clase. Se analiza el fallido intento de materializar el Frente Proletario en un comité conformado por representantes de la Internacional Comunista, la Segunda Internacional y la Internacional dos y media.
En la resolución sobre táctica hay un certero análisis de los ciclos de crisis y expansión del capitalismo, sus consecuencias y la condición para romper el círculo. Termina con éstas palabras, que resultaron «proféticas»: «El capitalismo, que de ese modo sobrevivió a sí mismo… Hasta su muerte será presa de esas fluctuaciones cíclicas. Sólo la toma del poder por el proletariado y la revolución mundial socialista podrán salvar a la humanidad de esta catástrofe permanente provocada por la persistencia del capitalismo moderno».
En este cuarto congreso se reafirmó el propósito de aplicar por completo el centralismo democrático al funcionamiento organizativo de la Internacional: «La Internacional Comunista debe ser organizada cada vez más como un partido mundial, encargado de la dirección de la lucha en todos los países». Este concepto de «partido mundial» corresponde al carácter internacional del movimiento comunista y, aunque ha sido cuestionado en la actualidad por distintos camaradas, debe ser reafirmado. Ningún daño se ha derivado para el movimiento obrero de la existencia de un partido mundial (la primera y la tercera internacional lo fueron en gran medida), y sí mucho se ha perjudicado con una organización internacional basada en la federación de partidos nacionales (como lo fue la Segunda Internacional).
El Quinto Congreso (Junio-Julio 1924), fue el congreso de la bolchevización y depuración de los partidos comunistas. Se insiste en cuanto a organización en el centralismo democrático y, de importancia especial para los comunistas colombianos en la actualidad, en la organización de células por fábrica: «La socialdemocracia, preocupada solamente del reformismo dentro de la democracia burguesa, y sobre todo por la tarea electoral y parlamentaria, está organizada, en consecuencia, por distritos electorales; tiene como base la sección local y como criterio de organización el lugar de residencia. El partido comunista, que dirige a los obreros hacia la lucha revolucionaria para liquidar el capitalismo y conquistar el poder, crea otras formas de organización. El partido comunista debe tener su base entre los trabajadores, en la fábrica y en los lugares de trabajo».
El Sexto Congreso se realizó del 17 de julio al 1 de septiembre de 1928, se realiza en pleno ascenso del fascismo y el creciente peligro de una segunda guerra mundial. Se aprueba la «Campaña internacional contra la guerra imperialista y la defensa de la Unión Soviética». En el programa aprobado por el congreso, se establece: «El proletariado internacional, que tiene en Rusia su única patria, el bastión de sus conquistas y el factor esencial de su liberación internacional, debe contribuir al éxito de la edificación del socialismo en la URSS y defenderla con todos sus medios de los ataques de las potencias capitalistas».
El Último Congreso de la Internacional Comunista, el séptimo, se celebró en Agosto de 1935. Sus decisiones han sido tema de discusión entre los marxista leninista maoístas. Sobre todo la política de Frente Unido Antifascista y la organización de Frentes Populares.
Desde Junio de 1934, en una reunión de la comisión preparatoria del congreso, Manuilski, representante del Partido Comunista (bolchevique), expone la idea de que la consigna de lucha por instauración inmediata de la dictadura del proletariado no correspondía a la situación de muchos países capitalistas, y propone un programa de lucha más concreto para atraer a las masas al socialismo. También antes del congreso el Partido Comunista Francés había obtenido valiosa experiencia en un frente único proletario contra el fascismo, según testimonio del camarada Dimitrov. El ascenso del fascismo y la inminencia de una nueva guerra mundial obligaban a un viraje en la táctica y en la política de alianzas.
El congreso se mantuvo dentro de las formulaciones correctas sobre la política de frente único y las orientaciones para la formación de frentes populares, manteniendo la independencia de clase del movimiento obrero. Pero de hecho había ya vacilaciones, germen de una división en el seno de la Internacional: una línea de derecha que interpretaba esas formulaciones como una claudicación frente a la burguesía antifascista, una implantación del reformismo y la conciliación de clases, y la línea marxista leninista que pugnaba por conseguir los objetivos inmediatos del movimiento obrero (la derrota del fascismo) sin sacrificar los intereses vitales y últimos del movimiento.
Muy correctamente, la Declaración del MRI de 1984, ha señalado tres desviaciones que se presentaron en el seno de la Internacional: «Primero, la distinción entre el fascismo y la democracia burguesa en los países imperialistas… tendió a hacer un absoluto de la diferencia entre estas dos formas de la dictadura burguesa y también a hacer de la lucha contra el fascismo una etapa estratégica aparte. Segundo, se desarrolló una tesis que sostenía que la creciente pauperización del proletariado crearía la base material para remediar la división de la clase obrera en los países avanzados… Tercero, cuando el fascismo se definió como el régimen del sector más reaccionario de la burguesía monopolista en los países imperialistas, esto le dejó la puerta abierta a la peligrosa tendencia reformista y pacifista de identificar a un sector de la burguesía monopolista como progresista…»
La causa objetiva de estas vacilaciones está en la situación mundial tal como se presentaba en esa época: la guerra que se estaba preparando por parte de las potencias imperialistas era «una guerra injusta, reaccionaria, imperialista», «prolongación de largos años de rivalidades imperialistas en el mundo capitalista». Y en este sentido era igual a la Primera Guerra Mundial. Pero, además, como aclaró Stalin, «La Segunda Guerra Mundial contra los Estados del Eje, a diferencia de la primera, tomó desde un principio el carácter de una guerra antifascista y liberadora, uno de cuyos objetivos era el restablecimiento de las libertades democráticas. La Entrada de la Unión Soviética en la guerra contra las potencias del Eje no podía sino reforzar, y de hecho reforzó, el carácter antifascista y liberador de la Segunda Guerra Mundial». Esta dualidad del carácter de la guerra fue la base material para el surgimiento del oportunismo de derecha que, en su versión extrema, llegó hasta el browderismo.
Pero la principal causa subjetiva de la persistencia y posterior afianzamiento del oportunismo de derecha y su evolución hacia el revisionismo, las encontramos en la incomprensión de la dialéctica de la lucha de líneas en el seno del movimiento comunista internacional. En el séptimo congreso se derrotó formalmente, con unas formulaciones básicamente correctas, las tendencias de derecha. Se las derrotó organizativamente, pero no ideológicamente. Hubiera sido mejor una intensificación de la lucha ideológica, aún corriendo el riesgo de una división orgánica, que permitir, bajo el manto de una aparente unidad monolítica, una división ideológica que carcomía inevitablemente la unidad política y organizativa.
La corrección de las formulaciones del séptimo congreso sobre la política de frente unido y la organización de frentes populares la podemos ver en la aplicación práctica que de ellas hicieron partidos como el de China. La insuficiencia de la corrección formal, la podemos comprobar en lo que pasó con el Partido Comunista de Colombia. La delegación colombiana al congreso volvió dividida, con dos versiones distintas del transcurso de las discusiones del congreso, y el partido ya invadido por el oportunismo, se acogió a la derecha y marchó, con aparente aprobación de la Internacional, a la cola de López Pumarejo.
El 22 de Mayo de 1943, por medio de Resolución del Presidium del Comité Ejecutivo, la Tercera Internacional fue disuelta. Se trababa de una medida circunstancial por las nuevas condiciones creadas por la guerra y para facilitar un frente común contra el fascismo.
Nuevamente, aquí, la resolución es en su formulación correcta, pero tras ella se tapaba una lucha no llevada hasta el fondo, hasta la delimitación exacta de fronteras entre los oportunistas de derecha (nacionalistas) quienes estaban por una liquidación completa de la Internacional y los internacionalistas para quienes era aceptable una disolución temporal, pero no una liquidación de este vital instrumento de lucha que materializaba el internacionalismo proletario. De hecho se impuso en el movimiento comunista internacional, en cuanto a la forma organizativa de su unidad internacional, el nacionalismo burgués.
4- Medio siglo sin organización internacional del proletariado (1943-1995)
Nunca antes el movimiento obrero había tenido tan largo interregno de organización internacional. Cuando hemos hablado de las causas de la crisis de los últimos años no hemos mencionado ésta (Véase, entre otros, Contradicción No.3). Pero indudablemente es una de ellas y de las más importantes.
Podemos encontrar la principal causa objetiva, en la falta de una de las condiciones materiales favorables para el resurgimiento de la Internacional: El primer lugar en las contradicciones fundamentales del imperialismo, en el período que siguió a la Segunda Guerra Mundial, lo ocupaba la contradicción países y naciones opresoras vs. países naciones y pueblos oprimidos, primero, y las contradicciones interimperialistas, después. Esto inevitablemente hace surgir en el seno del movimiento obrero tendencias nacionalistas, pone de moda un cierto «marxismo» envilecido por el nacionalismo.
Pero el factor decisivo fue de carácter subjetivo: el papel jugado por el revisionismo, que presentó el internacionalismo como compatible con el patrioterismo, que combinó eclécticamente todas las contradicciones mas importantes de la época.
Es de destacar la lucha del Partido Comunista de China por cumplir con sus deberes internacionalistas durante el período 1945 – 1976 y en especial durante la Gran Revolución Cultural Proletaria: La lucha contra el revisionismo, el apoyo al movimiento obrero internacional, el estímulo al surgimiento de los partidos marxistas leninistas en todo el mundo (propaganda, preparación de cuadros, reuniones bilaterales, finanzas). Por otro lado, como señala el MRI, el Partido Comunista de China «no encontró las formas ni los modos necesarios para desarrollar la unidad internacional de los comunistas».
[Próxima entrega: Hacia una Nueva Asociación Internacional de los Trabajadores]Frente a la coyuntura actual de la historia mundial, le toca al proletariado internacional recoger el desafío de la conformación de su propia organización, una Internacional de Nuevo Tipo basada en el Marxismo leninismo maoísmo, asimilando la experiencia importante del pasado. Hay que proclamar esta meta frente al proletariado internacional y los pueblos revolucionarios del mundo
De la Declaración de formación del MRI, 1984