El 16 de marzo de 2023, la primera ministra de Francia, Élizabeth Borne de 61 años, ante una sesión de la Asamblea Nacional francesa activó por 100ava vez desde 1958 el artículo 49,3 de la Constitución política de ese país que reza: El Primer Ministro podrá, previa deliberación del Consejo de Ministros, plantear la responsabilidad del gobierno ante la Asamblea Nacional sobre la votación de un texto. La mencionada Primer ministro lo sentenció diciendo No podemos hacer apuestas sobre el futuro de nuestras pensiones; dicho esto y ante la Asamblea, donde sabían que no lograrían el apoyo mayoritario, la reforma fue sentenciada por decreto gubernamental.
En esencia la medida busca cambiar la ley de jubilación, aumentando de 62 a 64 años para el 2030 y para el 2027 adelantar la exigencia de cotizar 43 y no 42 años como hasta ahora, para acceder a una pensión completa; hoy su aplicación oficial está a la espera del visto bueno final del Concejo Constitucional o de que en las calles y con el paro de la producción, se obligue al gobierno a recular y al menos por ahora, engavetarla nuevamente.
Como dato paradójico y que muestra la excrecencia de las instituciones del Estado burgués, la propia constitución dice que uno de los mecanismos que tiene la Asamblea para desautorizar tamaña decisión de la Ministra es una moción de censura rápida contra la funcionaria, que de ser aprobada, dejaría sin piso la medida tomada y llevaría de inmediato su destitución, sin embargo esa opción no tuvo más que algunas amenazas de mociones tanto de la Derechista Le Pen como de la mal llamada “izquierda”, pero ninguna prosperó; es decir, con una mano la Asamblea levantó el puño para oponerse a la draconiana medida y con la otra dejó el brazo abajo para apoyarla.
La encrucijada del gobierno es grande, pues el fondo del meollo de la Reforma está en la aguda crisis económica francesa; el presidente argumenta que la reforma es fundamental para mantener la credibilidad de los mercados internacionales. En realidad, es sobre todo la confianza en el capital usurero financiero, que le lanza como siempre falsos salvavidas a los países para refinanciar la deuda, que según cifras en Francia sobrepasa el 110% del PIB y que ha venido en curva ascendente y acelerada desde 2008 y fuertemente estrangulada por el mismo sector financiero que dice salvarlo.
Pero claro, los argumento del gobierno se distancian de mostrar la justificación en el leonino capital usurero; y más bien toman el camino trillado de justificarlo supuestamente buscando el bienestar de los trabajadores mismos, Macron argumenta que la reforma es necesaria para elevar los ingresos al presupuesto para las futuras generaciones; según sus asesores, de no realizarse la reforma al sistema de pensiones registraría un déficit anual de 14.400 millones de euros de aquí al 2030; y que por el contrario de aplicarse la reforma, se crearía un superávit de 320 millones de euros en el mismo período.
Es una política general, no es solo en Francia, se aplica en Latinoamérica y en la mayoría del planeta; según el diario La República: En comparación, Estados Unidos está aumentando lentamente su edad de jubilación hasta los 67 años, mientras que Gran Bretaña ha anunciado planes para elevar la edad de jubilación estatal a 68 años en algún momento entre 2037 y 2039.1
Y los argumentos son similares en todas partes, pues en Francia también acuñaron el discurso de que las pensiones que se reciben hoy, están destinadas a financiar y cubrir a quienes ya están hoy pensionados, es decir mostrar el rubro de las pensiones como una carga para el Estado y sobre todo para quienes están cotizando, pues según ellos, lo hace es para sostener a otros. Para el caso de Francia, la misma fuente mencionada lo expresa así: El sistema de pensiones es una piedra angular del apreciado modelo francés de protección social. Se basa en un régimen de pensiones contributivas obligatorias y en la solidaridad entre generaciones. En otras palabras, las cotizaciones de los que actualmente trabajan financian directamente las pensiones de los que ahora se jubilan.
La lucha en Francia es la misma de Colombia o de cualquier parte del planeta donde ha llegado con sus tentáculos el capitalismo y todas sus tragedias, sobre todo las medidas que estrangulan brutalmente con el capital financiero y que han llevado a la profunda crisis en que hoy se debate la sociedad; una crisis que tiene al menos dos caminos bien marcados y diferenciados.
El primero de los dueños del capital, cual es buscar paliar la crisis descargándola sobre los hombros del pueblo y sobre todo de la clase obrera, imponiendo medidas que intensifiquen la explotación y arrebaten todas los derechos que les permiten sobrevivir en este infierno de la explotación; y una de ellas es precisamente extendiendo el tiempo de trabajo a más años para extraerles más plusvalía y con ello reduciendo esos mismos años de derecho a una vejez sostenida por sus ahorros propios ya cotizados, que dicho sea de paso cubren completamente los años que les quedaran de vida junto con su familia, y que por demás, es un ahorro que ha estado por décadas en manos del usurero capital financiero que lo ha multiplicado en sus jugosos negocios, pues la verdad es que el dinero de las pensiones es uno de los más apetecidos capitales que producen multimillonarias utilidades, de las cuales sus verdaderos dueños no reciben ni un centavo.
Y el segundo camino, es del pueblo, que se niega por puro instinto de supervivencia a ser más vapuleado y ahorcado por la soga del capitalismo, y por ello hoy está en las calles poniendo el pecho contra el gobierno de Macron en una nueva, en realidad vieja y sostenida lucha por impedir que en esta ocasión vayan por sus jubilaciones. En ese camino de frenar al gobierno, han sido muchas las batallas del pueblo francés, donde este último round ya lleva más de 2 meses de movilizaciones con 2 grandes picos altos de la lucha; el primero fue el 7 de marzo, el segundo el 23 de marzo, de tal magnitud que varios medios las han calificado como las más grandes jornadas de las últimas tres décadas en contra de una reforma social.
Para el jueves 23 de marzo, el paro sacudió toda Francia, especialmente fue majestuosa la cantidad, fuerza y contundencia del pueblo en las calles en París, Rennes, Nantes, Lorient y Burdeos; fueron millones quienes paralizaron la economía y tomaron el control de grandes zonas de las metrópolis. Por parte del gobierno buscaron contener las manifestaciones con 12.000 policías, de los cuales 5.000 fueron desplegados en la capital, en un vano intento por aplacar la rebelión de las masas francesas, en realidad el gobierno de Macron pretendió aplacar las revueltas, como casi siempre, apagar un incendio con gasolina; lo que desencadenó muchas batallas campales que según reportes del día siguiente, dejaron más de 500 personas detenidas y mas de 440 policías heridos. La entidad encargada de hacer el barrido de lo sucedido reportó ese jueves 903 incendios provocados por grupos de manifestantes, quienes aprovecharon además las montañas de basuras acumuladas en las calles, producto del paro general de los trabajadores encargados de la recolección de basuras, quienes también llevan más de 2 semanas con esta forma de lucha.
Uno de los ingredientes importantes es la participación de fuerza obrera francesa, que aunque no es la deseada, si es mayor en esta nueva batalla y juega un papel importante, ya que contribuye con uno de los requisitos para darle donde más le duele a los capitalistas y su Estado: la parálisis de la producción. Sobre este aspecto, los informes destacan paros en sectores energéticos, del transporte entre ellos el metro de París, en depósitos petroleros, puertos, maestros de colegios y universidades. Desde el 7 de marzo se lanzaron huelgas de los trabajadores de la energía y el gas, de refinamiento de petróleos, en las terminales que almacenan y distribuyen el crudo, de trabajadores portuarios y ferroviarios, de los recolectores de basuras; huelgas que con el paso de los días y con el uso por el gobierno del decreto 49,3 subieron de nivel, por ejemplo la parálisis total de la Refinería de Normandía, la más grande de Francia y la parálisis de los trenes de alta velocidad sobre todo en toda la parte oeste del país.
Junto a esa condición muy favorable de la lucha actual, se ha alzado la fuerza de la juventud, quienes se han vinculado masiva y combativamente a la lucha, destacándose el esfuerzo por hacerlo a partir de reuniones asamblearias sobre todo en varias universidades, según los informes de las propias universidades, en la jornada del 23 fueron más de 500 mil los jóvenes que salieron a la calle y de ellos cerca de 200 mil lo hicieron en París; y su vinculación y actitud combativa no es extraña, sino el resultado coherente con la situación del movimiento estudiantil, el cual se ha visto burlado por el gobierno al dejar en el olvido varias de las promesas de años anteriores, como la reapertura de varias facultades cerradas en pandemia, o la traición de la promesa de asignación de becas, o el financiamiento de los comedores universitarios para garantizar los almuerzo a solo 1 euro. Con todo ello, el movimiento estudiantil francés es siempre una bomba lista a explotar por cualquier razón contra el gobierno.
Francia es un hervidero de contradicciones, lo que para muchos puede ser una sorpresa porque estamos hablando de uno de los países poderosos del mundo, donde a ojos vistas se pensaría que debería ser un paraíso para toda la población; pero el capitalismo arrasa con todo, en todo el mundo y golpea de igual forma a los trabajadores en todas partes; y aunque hay que dejar claro que no es el mismo nivel que en los países oprimidos, lo importante para el caso es que a la lucha de clases no escapa a nada, ni nadie, ni tampoco a ningún rincón de los continentes. Las lacras del capitalismo pululan en Francia, dice un informe al respecto En total, 2,4 millones de personas recibían ayuda alimentaria a finales de 2022 de la red de bancos de alimentos y sus entidades asociadas, tres veces más que hace diez años. Pero la cifra real está probablemente más cerca de los 5 millones, porque hay otras redes de ayuda alimentaria en Francia, como los “Restos du cœur” y la Cruz Roja. 2
Lo que mueve al pueblo francés a la lucha, va mucho más allá de la Reforma a las pensiones, es una reacción en grado enorme espontánea contra todo el sistema, millones de franceses están hastiados de vivir cada vez en peores condiciones y precisamente dentro de una de las mayores potencias del mundo, un país que destina miles de millones de euros para guerras de destrucción y muerte en otras partes del planeta, que exprime y oprime a millones de seres humanos en países oprimidos pero se niega a mantener a su pueblo en buenas condiciones y por el contrario empeora sus condiciones de vida; esa realidad es inaceptable y por eso se lanzan a las calles y a la lucha.
Para el pueblo francés, la perspectiva es alentadora, pero llena de contradicciones y grandes retos y necesidades.
La lucha por imprimirle conciencia y organización a esa enorme fuerza social francesa se manifiesta en la existencia de revolucionarios, y entre ellos comunistas que se vinculan activamente a las formas organizativas que se desarrollan para tratar de imprimirle dirección al movimiento, los llamados “Comités de Acción por la Huelga General” han cobrado fuerza y se han fortalecido, entre otras, en lucha contra la llamada Intersindical que es la forma organizativa adoptada por los burócratas de las Centrales Obreras quienes desde ese aparato pretendieron amarrar el movimiento para reducir la contundencia con acciones limitadas, separadas, gremiales para dividir; obstáculo que fue ampliamente superado luego del 16 cuando se usó el recurso del 49,3 por parte del gobierno; la fuerza social desbordó las cercas montadas por los jefes de las centrales y una nueva dinámica ganó nuevos bríos en la lucha por organizarlo y dirigirlo todo. Y como era de esperarse, los jefes burócratas, al menos por un tiempo, no tuvieron más que hacer que plegarse como la parte trasera del movimiento llamando solo a marchas, y a hacer respetuosos llamados al gobierno.
En Francia, las condiciones objetivas están dadas para grandes transformaciones, el capitalismo está muy desprestigiado, la rabia de las masas está al tope, cualquier motivo es suficiente para grandes explosiones y se pone en evidencia que el problema está en la parte consciente del movimiento, en la ausencia de un fuerte Partido Comunista Revolucionario que tenga la capacidad de encauzar toda esa disposición del pueblo a darlo todo por cambiar el mundo. La parte revolucionaria que seguro existe y lucha abnegadamente por conquistar esa dirección aún es muy débil, dispersa y atomizada en medio de todo ese movimiento de masas, lo que seguramente llevará a que esta oportunidad de asestarle un golpe contundente al gran capital y sobre todo a su anacrónico Estado, no pueda ser suficientemente aprovechado; pero lo que sí deben y seguramente harán es extender lo más posible la línea y el Programa de los comunistas entre los obreros e intelectuales revolucionarios, y como es lo mandado, unir lo susceptible de ser unido para potenciar las fuerzas organizadas de los comunistas; y todo ello, en franca lucha por contribuir en las luchas actuales para conquistar lo más posible y por hacer retroceder hasta donde sea posible al gobierno y sus fuerzas reaccionarias.
La batalla que hoy está dando el pueblo francés, es la batalla de todos los trabajadores del mundo, y por eso, hay que levantar muy en alto y practicar consecuentemente el internacionalismo proletario, organizando todo lo que sea posible en cada país como un destacamento más para conquistar las banderas de nuestros hermanos en el viejo continente.
Conquistar lo que más puedan, organizar todo lo posible, avanzar hasta donde las fuerzas les permitan y extraer la mayor cantidad de enseñanzas, ahí está el quid de los grandes triunfos.
Notas
1 https://www.larepublica.co/globoeconomia/por-que-emmanuel-macron-tiene-tantos-problemas-con-la-reforma-de-las-pensiones-3572731
2 https://www.rfi.fr/es/francia/20230227-el-n%C3%BAmero-de-personas-que-reciben-ayuda-alimentaria-se-ha-triplicado-en-francia