Dos Posiciones Diametralmente Opuestas Sobre el “Nuevo Poder”

Dos Posiciones Diametralmente Opuestas Sobre el “Nuevo Poder” 1

Los recientes levantamientos populares, especialmente el iniciado el 28 de abril, crearon un ambiente donde los aires de revolución se manifestaban en creadoras y poderosas iniciativas de las masas desde abajo, incursionando nuevamente en la organización de Asambleas Populares como forma idónea de hacer valer las decisiones de la base, para avanzar en el embate contra el régimen de la mafia y los paramilitares, y defenderse de su sanguinaria respuesta militar a un Paro desarmado.

En tal ambiente de lucha revolucionaria, directa y masiva del pueblo, se hizo “moda” hablar de “un nuevo poder”. Nadie quería pasar desapercibido en tan majestuoso combate de clases. Los comunicados, los periódicos, las páginas web, las redes, los muros, los cánticos… reflejaban casi que simultáneamente las proclamas de las organizaciones políticas sobre la necesidad de “un nuevo poder”.

Un vocero de la organización Congreso de los Pueblos refiriéndose a las Asambleas Populares, en una entrevista posterior dijo: «las expresiones más importantes que se han dado en el proceso del estallido son las dinámicas asamblearias con un enfoque de construcción de poder popular en los territorios y desarrollar nuevas formas de democracia, participación directa y una perspectiva de seguir fortaleciendo la movilización para ser opción de poder».

El trotskista PST expresó en un volante «Hoy después de varias semanas de lucha en las calles del pueblo colombiano, se pone al orden día un programa que avance en la solución de la profunda crisis social y económica que padece la clase trabajadora…» Y seguidamente, como parte de ese programa inscribió la consigna: «Por un gobierno obrero y popular». Meses después, refiriéndose a la situación de la llamada Asamblea Bakatá-Sabana en Bogotá, publicó en lo que llaman Editor Central: «Asimismo, dependiendo del desarrollo del espacio mismo y de la lucha de clases sociales, la asamblea podría llegar a desarrollar organismos de coordinación y conducción de las luchas juveniles a nivel distrital en la capital del país, y por qué no avanzar hasta convertirse en un organismo de poder popular».

En una declaración de Poder Proletario – Organización partidaria Marxista Leninista Maoísta se dijo: «Por todos los lados, aunque con diferentes formas y bajo intereses de clase distintos, se intenta prevenir e impedir a toda costa toda forma de construcción de organización de las masas independiente, revolucionaria y en función de un nuevo poder de las clases revolucionarias de la sociedad”. Y más adelante: «Sólo si se desarrolla y aplica la línea militar de masas orientada desde los preceptos de la ideología del proletariado, el marxismo leninismo maoísmo, es posible transformar realmente la actual lucha de resistencia, en una lucha revolucionaria de las masas, que le sirva a cambiar el carácter a la actual guerra que se vive en Colombia por una guerra popular que concrete un nuevo poder: el poder de las clases revolucionarias de nuestra sociedad».

En el recinto de Cali, donde empezó a sesionar en julio la fallida segunda sesión de la Asamblea Nacional Popular, apareció como un relámpago en la oscuridad, una gran y reluciente pancarta firmada por Revolución Obrera con la siguiente leyenda: «EL RÉGIMEN MAFIOSO DE DUQUE URIBE NO PUEDE CONTINUAR ¡EL PUEBLO DEBE PREPARARSE PARA GOBERNAR!».

Durante los meses que duró el ascenso del Paro Nacional, en medio de la atmósfera revolucionaria que se vivía, daba la apariencia de que todo mundo estaba hablando de un mismo “nuevo poder”. Pero vino el repliegue del Paro y el ascenso de la sucia propaganda burguesa y reformista que artificiosa y engañosamente, usando todo el poder de sus medios de comunicación, pretende convencer al pueblo de creer en la tradicional mentira de la democracia burguesa, según la cual, el pueblo puede libremente acceder al Poder, participando en la lucha electoral principalmente, así siga ejerciendo su “derecho” a la protesta social, siempre y cuando lo haga pacíficamente y sin interrumpir el orden burgués.

En este nuevo ambiente viciado, sombrío y reaccionario, como por encanto aparecieron en los grandes medios de comunicación con sospechosa frecuencia, cantidad de avisos ofreciendo empleos por miles y con jugosa remuneración a los jóvenes desempleados que habían luchado en las primeras filas y líneas del Paro Nacional. Todos los portales de los partidos burgueses y reformistas desplegaron sitios dedicados a la organización de la juventud, a convencerla de que el único camino para su salvación social es el de la lucha electoral.

De los reaccionarios quienes siempre han hablado y gobernado “en nombre del pueblo colombiano”, ya se sabe con anticipación que solo “ofrecen carne de perro envuelta en piel de cordero”; que el veneno de la explotación y de la opresión siempre está oculto en los apetitosos beneficios que ofrecen a la gente, para que les contribuya a legalizar su dictadura de clase participando en las elecciones controladas totalmente por el poder del capital.

De los reformistas, también es conocido que todo su programa político se reduce a, en “nombre del pueblo”, embellecer el capitalismo y disimular la dictadura de clase del Estado burgués mediante los oropeles y bordados del Estado Social de Derecho. Sus denuncias, en general ciertas, no pasan de ser parloteos y ladridos a la luna. Y cuando han gobernado, lo hacen similar y a veces peor que los reaccionarios. Basta ver cómo los hechos de gobierno de la Alcaldesa de Bogotá, la verde Claudia López, no tienen diferencia con los hechos del Alcalde Peñalosa que la antecedió y quien es un declarado reaccionario. Y así ha pasado con otros alcaldes, gobernadores y ministros incluso de procedencia obrera.

Hoy se entrecruzan las expectativas, tanto de los reaccionarios y reformistas por las elecciones del 2022, como de los revolucionarios por el inevitable surgimiento de nuevos y más amplios estallidos sociales, pues las condiciones y contradicciones antagónicas de clase trabajan en lo profundo de la sociedad en esa dirección. Hoy en medio de la calma chicha después de la tempestad social, se decantan dos posiciones diametralmente opuestas respecto al “nuevo poder”, dos programas que permiten ver cómo los tan diversos matices de expresiones en el seno del movimiento revolucionario y de masas no hablaban del mismo “nuevo poder”, sino de dos concepciones opuestas de clase: la reformista partidaria de un “nuevo poder” sin derribar el Estado de los explotadores, y la revolucionaria defensora de un “nuevo poder” que presupone derribar el régimen de la mafia uribista y destruir el viejo Estado protector de la moderna esclavitud asalariada.

La posición reformista del “nuevo poder” está nítidamente expresada en la Declaración Política del Partido Comunista de Colombia Unidad y Resistencia por un Nuevo Poder

La posición revolucionaria se hizo pública a fines de mayo por la Unión Obrera Comunista (mlm) en el Programa Inmediato ¡Por un Gobierno de los Obreros y los Campesinos, no de los Explotadores!.

La Declaración Política Unidad y Resistencia por un Nuevo Poder, zumo de una conferencia ideológica nacional de programa y estatutos del revisionista PCC, inicia con un rodeo por los “beneficios” del Acuerdo de Paz, hablando de incumplimientos de lo pactado no de la continuación de la cruenta guerra contra el pueblo, reafirmando por enésima vez su convencimiento en que es posible la paz entre explotados y explotadores, entre oprimidos y opresores, y sin una palabra sobre la lucha de clases. Perfila las consecuencias del oprobio explotador capitalista, pero no con las palabras exactas, sino con las acostumbradas referencias al modelo neoliberal no al sistema, al gobierno autoritario negado al diálogo no al carácter de clase del Estado. Insiste en que «El proceso electoral y la movilización no deben estar divorciados, al contrario, hacen parte de un mismo torrente que propulsa las posibilidades de cambios», pretendiendo canalizar en servicio de la farsa electoral que beneficia de los opresores, la lucha directa del pueblo emergida de las profundas contradicciones de clase en la sociedad y que como tal, tiende y se debe canalizar por cauces revolucionarios no parlamentaristas. Y todo para justificar que el tal “Nuevo Poder” destacado en el título de la Declaración, en realidad se refiere a dar apoyo al Pacto Histórico y la candidatura de Petro, en quien depositan las esperanzas de liberar políticamente al pueblo colocándole el remiendo de “una democracia avanzada” para encubrir la dictadura de los ricos, y de liberarlo económicamente sin abolir la explotación asalariada, sino intensificándola con el “desarrollo de las fuerzas productivas” bajo el dominio del capital, y con la “redistribución de la riqueza” defendiendo la propiedad privada de los capitalistas sobre los medios de producción.

Por su parte, el Programa Inmediato ¡Por un Gobierno de los Obreros y Campesinos, no de los Explotadores!, diametralmente opuesto al Programa Reformista del Pacto Histórico y sus defensores revisionistas, plantea la necesidad de conquistar un Nuevo Poder cuya condición inmediata es «derribar el régimen de la mafia uribista, para resolver desde abajo las reivindicaciones más sentidas e inmediatas, como preámbulo de la lucha revolucionaria por una nueva sociedad». Un Nuevo Poder basado en «Alianza de los obreros, campesinos, masas del pueblo, y todas las fuerzas democráticas partidarias de tumbar el régimen paramilitar de la mafia y constituir un nuevo gobierno de todas estas fuerzas». El Nuevo Poder de «un gobierno revolucionario de quienes todo lo producen: los obreros y los campesinos. No más gobiernos de los capitalistas ni de los reformistas obedientes e insertos en la reaccionaria Constitución burguesa». Un Nuevo Poder donde «Las Asambleas y Comités populares son la forma de construir desde ahora el gobierno de un nuevo Estado donde los obreros y campesinos sean los dueños del poder construido de abajo hacia arriba, legislativo y ejecutivo al mismo tiempo, elector de sus representantes por democracia directa de los trabajadores, con funcionarios asalariados como los obreros». Un Nuevo Poder conquistado no por la vía de los votos, ni de la legislación constitucional burguesa, sino por la vía revolucionaria del pueblo armado, donde desde ahora se deben «Fortalecer y consolidar las formas de lucha directa y de organización (Grupos de Choque o Primera Línea, Guardias o Milicias Obreras y Populares) para avanzar a formas superiores necesarias para la derrota definitiva de los enemigos mediante una Revolución». Un Nuevo Poder dirigido por el Partido político de la clase obrera (en construcción), garantizando «el armamento general del pueblo para asumir el poder político en la forma de un nuevo Estado, como condición indispensable para proceder a la abolición de toda clase de explotación, confiscar sin indemnización los bienes y capital financiero de los monopolios, eliminar las imposiciones políticas y militares, constitutivas del yugo imperialista estrangulador de la sociedad colombiana, socializar los grandes medios de producción capitalista y nacionalizar toda la tierra y los recursos naturales. Los obreros y los campesinos deben ser los dueños y administradores de toda la producción social».

Tal es el insondable abismo entre el Programa Reformista y el Programa Revolucionario que no “olvida” ni “reniega del leninismo” como sí es característico en los revisionistas.

De la “libertad” reivindicada por los revisionistas del PCC para llamar a votar por el “nuevo poder” del Pacto Histórico, dice Lenin: «No puede haber ‘libertad’ real y efectiva, en una sociedad fundada sobre el poder del dinero, en una sociedad en que las masas trabajadoras viven en la miseria, mientras un puñado de potentados vegeta en el parasitismo».

De las elecciones que los revisionistas del PCC llaman “camino liberador”, dice Lenin: «La fuerza del capital lo es todo, la Bolsa es todo, mientras que el Parlamento y las elecciones no son más que muñecos, marionetas… La máquina, llamada Estado y ante la que los hombres se inclinan con supersticiosa veneración, porque creían en el viejo cuento de que significa el Poder de todo el pueblo, el proletariado la rechaza y afirma: es una mentira burguesa».

Y del Nuevo Poder de los obreros y campesinos, que los revisionistas reducen a una alianza electoral para gobernar con arreglo a la constitución burguesa, dice Lenin: «¿Cuál es el carácter político de este gobierno? Es una dictadura revolucionaria, es decir, un Poder que se apoya directamente en la conquista revolucionaria, en la iniciativa directa de las masas populares desde abajo, y no en la ley promulgada por el Poder centralizado del Estado. Es un Poder completamente diferente del de la república parlamentaria democrático-burguesa del tipo general que impera hasta ahora en los países avanzados de Europa y América. Esta circunstancia se olvida con frecuencia, no se medita sobre ella, a pesar de que en ella reside toda la esencia del problema. Este Poder es un Poder del mismo tipo que la Comuna de París de 1871. Los rasgos fundamentales de este tipo de Poder son: 1. La fuente del Poder no está en una ley, previamente discutida y aprobada por el Parlamento, sino en la iniciativa directa de las masas populares desde abajo y en cada lugar, en la «toma» directa del Poder, para emplear un término en boga. 2. Sustitución de la policía y del ejército, como instituciones apartadas del pueblo y contrapuestas a él, por el armamento directo de todo el pueblo; con este Poder guardan el orden público los mismos obreros y campesinos armados, el mismo pueblo en armas. 3. Los funcionarios y la burocracia son sustituidos también por el Poder directo del pueblo o, al menos, sometidos a un control especial, se transforman en simples mandatarios, no sólo elegibles, sino amovibles en todo momento, en cuanto el pueblo lo exija; se transforman de casta privilegiada, con una elevada retribución, con una retribución burguesa de sus «puestecitos», en obreros de un «arma» especial, cuya remuneración no exceda al salario corriente de un obrero calificado».

Como se puede ver, tiene mucha razón Petro cuando jura y perjura que él no es marxista, que no es partidario de las expropiaciones, que es enemigo del comunismo, que está por la defensa del capitalismo “corrigiéndole” sus defectos. Los doctos ideólogos del PCC debieran adherirse a esa declaración de principios burgueses, porque son vergonzosos renegados de la ciencia revolucionaria que dicen profesar. Y aun así, ante tal evidencia, sus borregos en redes sociales, a ese reniego le llaman “capacidad de analizar las condiciones subjetivas e históricas”, capacidad que dicen no tienen los “maoístas” quienes en “artículos pueriles y mal escritos” “llegan insultando al PCC”, al PCC sumiso y prosternado ante el Estado dictatorial de los odiados enemigos del pueblo colombiano.

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