El Paro del 28A enseñó que el pueblo puede y debe gobernar

El Paro del 28A enseñó que el pueblo puede y debe gobernar 1

El reciente Paro Nacional Indefinido, que inició el pasado 28 de abril, dejó en claro muchas cosas. Entre ellas que, el pueblo cuenta con una enorme capacidad para gobernar. El mismo hecho de decidir transformar las lánguidas “jornadas de protesta” convocadas por las centrales sindicales conciliadoras y por el Comité Nacional de no Paro, fue una muestra grandísima de poder popular, pues fue por medio de las Asambleas Populares que el Paro tomó su carácter indefinido, beligerante y se decidió afectar la circulación de las mercancías y paralizar la producción en algunas zonas industriales del campo y la ciudad, mediante el bloqueo de importantes vías del país.

Fue así como en medio de las carreteras, las masas se reunían, deliberaban y decidían qué mercancías y en qué horario pasaban y cuales no; qué vehículos podían circular y cuáles representaban un peligro para los puntos de bloqueo. Así mismo, establecieron grupos de salud y primeros auxilios; de seguridad para detectar infiltrados, posibles vías de acceso de las fuerzas asesinas del orden burgués y para estatales y de responder con violencia revolucionaria los ataques que el régimen de la mafia cometía contra los manifestantes. En las Asambleas Populares el pueblo ejerció la democracia directa, decidieron las exigencias y las tareas para proseguir la lucha. Hubo grandes esfuerzos por generalizar dichas Asambleas Populares, pero al final, entre la represión estatal en cabeza del régimen uribista y los jefes politiqueros, que quieren encauzar la lucha del pueblo hacia las elecciones del 2022, lograron desmovilizar y apagar el fuego de la lucha directa que se estaba gestando en el seno del pueblo.

El pueblo comprobó -y sufrió- en la práctica el carácter terrorista del Estado burgués terrateniente. Las clases dominantes planean y ejecutan el terrorismo estatal por medio de sus fuerzas represivas, como muestra de la debilidad del régimen de la mafia y el miedo que le tienen a la lucha directa de las masas, y sobretodo, a la posibilidad de que se generalice un Paro General Indefinido que afecte las ganancias de los capitalistas. Durante el Paro que inició el 28 de abril, quedó en evidencia como el Estado garantizó a sangre y fuego los intereses de los dueños del capital, desbloqueando las vías por la fuerza, dándole tratamiento militar a la protesta social de las masas desarmadas, perpetrando casi cien asesinatos, cientos de detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, violaciones y abusos sexuales por medio de la asesina Policía Nacional, principalmente.

El Estado, usó los medios de comunicación de su bolsillo para desprestigiar la lucha directa del pueblo; para darle tribuna a los “falsos amigos del pueblo” que llaman a la conciliación entre clases sociales representados en el Comité Nacional de Paro y difundir miedo y terror al pueblo en voz de los mentirosos altoparlantes del régimen de la mafia. Se evidenció que, bajo el capitalismo imperante en Colombia, la democracia y los derechos existen sólo para los dueños del capital que con tranquilidad y total impunidad pudieron salir a las calles, uniformados de blanco y bajo el mote de “gente de bien” a dispararles con sus armas traumáticas y de fuego, junto a la Policía Nacional, a los manifestantes desarmados que apenas pudieron usar piedras y palos para preservar sus vidas, mientras los activistas de las clases dominantes gozaban del derecho a matar y herir a los luchadores para defender y garantizar el sacrosanto derecho a la propiedad privada sobre los medios de producción y a superexplotar mano de obra barata.

Por todo lo anterior, quedó en evidencia también, la necesidad de destruir el poder político de los explotadores representado en su podrido Estado burgués. Al desnudo quedó la nociva política conciliadora del “diálogo social” y la “paz” a secas, pues, son distractores con los que ceban al pueblo para apaciguar la rebelión popular; para distraerlo del blanco de su lucha, lo invita a bajar la guardia, a estar a la defensiva ante los golpes del enemigo que aprovechó varias reuniones con los luchadores en sitios aislados y encerrados, a escuchar la verborrea de la conciliación y concertación entre clases enemigas, mientras en los puntos de concentración el Esmad, el Goes y el Ejército baleaban y capturaban a los manifestantes que se encontraban resistiendo. El reformismo, que hizo todos los esfuerzos por empujar al pueblo hacia la conciliación con las clases enemigas de las masas desde la dirección del Comité Nacional de no Paro, redujo la poderosa llama de la lucha directa a marchas y desfiles inofensivos, a la vez que condenó los bloqueos y los enfrentamientos cuerpo a cuerpo entre el pueblo rebelde y las fuerzas asesinas defensoras del orden de los ricos, pues su táctica consiste en encaminar la lucha directa hacia la vía electorera, que le resulta inofensiva a las clases dominantes y a su Estado de dictadura sobre los obreros y campesinos. Por ello, el camino revolucionario se impone, sigue vigente, cobra más importancia, en oposición a la conciliación entre clases sociales que es un engaño, es una trampa para el pueblo.

La democracia bajo el capitalismo sirve a los intereses de los dueños del capital, es dictadura para las amplias masas trabajadoras, por eso, el camino correcto ahora, es el de la reorganización de las fuerzas para los futuros combates contra el régimen de la mafia y el podrido Estado burgués en las calles, paralizando la producción de los capitalistas por medio del Paro General Indefinido, generalizando las Asambleas Populares, conformando las Guardias y Milicias Populares y aprobando el Programa Inmediato que sirva para tumbar al régimen y prepare al pueblo para gobernar. Una sociedad dirigida por el proletariado es posible, las condiciones materiales, como la socialización de la producción, ya están dadas, basta con que el elemento consciente actúe como Partido político revolucionario para unir las masas, organizarlas de forma independiente y dirigir su lucha directa para que destruyan el Estado de la burguesía y los terratenientes y sobre sus ruinas construyan el futuro Estado de Obreros y Campesinos.

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