Rosa Luxemburgo habla en el congreso de la Segunda Internacional en 1907
«Bajo aquella apariencia de temperamento reservado, se escondía un alma delicada, profunda, apasionada, que no sólo abrazaba como suyo a todo lo humano, sino que se extendía también a todo ser viviente, pues para ella el universo formaba un todo armónico y orgánico». Clara Zetkin, Semblanza de Rosa Luxemburgo.
Era la noche del 15 de enero de 1919. Un grupo de paramilitares de las Freikorps entran por la fuerza a la vivienda en que se encuentran Wilhem Pieck, Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. Los camaradas fueron arrestados, conducidos al Hotel Edén, interrogados y torturados. Liebknecht fue trasladado en un automóvil y asesinado de un disparo en la nuca en el jardín zoológico, los paramilitares lo enterraron en una fosa común. Rosa fue golpeada en el cráneo por los soldados, el teniente Kurt Vogel le disparó en la cabeza y arrojaron su cuerpo al Canal de Landwehr, de Berlín. Así, los oportunistas al servicio de la burguesía, pretendieron desaparecer a dos grandes dirigentes del proletariado mundial.
A 105 años del asesinato de la camarada Rosa Luxemburgo, los comunistas continuamos —con sus mismas palabras— sentenciando el orden burgués: Su «orden» está construido sobre arena. Mañana la revolución «se levantará de nuevo, ¡enfrentando sus armas», y para su horror proclamará con trompetas ardientes: ¡Yo era, yo soy, yo seré!
Rosa Luxemburgo nació en Zomoch (Polonia), el 5 de marzo de 1871; trece días antes de que se promulgara la Comuna de París, «el ejemplo de un gobierno obrero que conquistó y retuvo en sus manos durante más de dos meses la Capital del mundo», al decir de Lenin. Rosa fue la menor de cinco hermanos, en el seno del hogar conformado por Elias Luxemburg y Line Löwenstein. Desde su nacimiento tuvo una deformidad en la cadera que le dejó una cojera de por vida.
En 1880 ingresó al instituto secundario; ante sus ojos se desplegaba la opresión de la Rusia zarista sobre Polonia y los judíos. Todo ese cúmulo de injusticias encendió en su espíritu un ardor contra la tiranía y la convicción de transformar la sociedad.
En los últimos años del secundario, se contactó con el movimiento revolucionario organizado y, en 1886, ingresó al partido de izquierda «Proletariado», una de las más grandes organizaciones revolucionarias de Polonia que movilizaba a miles de obreros fabriles.
Cuando contaba con apenas 18 años, en 1889, la policía descubrió su compromiso revolucionario, lo que desencadenó la amenaza inminente de prisión y deportación a Siberia. Rosa no se inquietó por la persecución policial, pero sus camaradas la persuadieron de abandonar su tierra natal. Escapó a través de la frontera ruso-alemana, en un carro campesino, ocultándose entre bultos de paja. Así emigró a Suiza e ingresó a la Facultad de Ciencias Naturales, de la Universidad de Zúrich, la única en toda Europa que permitía a las mujeres estudiar.
La universidad ofrecía a los jóvenes revolucionarios la posibilidad de formarse políticamente; además, Rosa —incendiaria y firme— también militaba en el seno del movimiento obrero de Zúrich. En aquella época Suiza congregaba emigrantes rusos y polacos, y fue allí donde conoció a los rusos Axelrod y Vera Sassulitch y a varios polacos, quienes serían sus futuros cofrades.
En 1893 se encargó de organizar la edición, impresión y distribución del periódico La causa de los trabajadores; en ese mismo año —junto a Leo Jogiches, Marchlewski y Warszawski— fundó el Partido Socialdemócrata del Reino de Polonia y Lituania.
En el Congreso Internacional Obrero Socialista, celebrado en Zurich, en agosto de 1893, Rosa —con tan solo 22 años de edad—, se opuso a las ideas nacionalistas, a las simples reformas del Estado y la vía pacífica. Señaló que son las masas las que deben librar su propio combate, dirigidas por un partido socialista, y buscando la causa última del proletariado: conquistar el poder político a través de la lucha de clases.
Como teórica de la socialdemocracia polaca, Rosa también escribió para otros periódicos comoLa voz de los trabajadores, editado en Zúrich, y la revista teórica Nueva era, pilar fundamental de la socialdemocracia alemana que contaba con cuadros como Bebel, Singer, Liebknecht y Kautsky.
En 1897, se trasladó a Alemania, allí se intensificó su actividad militante en tareas de educación de cuadros y de agitación y propaganda. Sus discursos persuadían y hacían vibrar a las multitudes y su intensa actividad desencadenó una violenta persecución que la llevó a cárcel.
Entre 1898 y 1899 colaboró en diversos periódicos socialistas y publicó una serie de artículos refutando a los revisionistas encabezados por Berstein. Esos artículos fueron reunidos en el folleto ¿Reforma o Revolución? (1900); así, la camarada Rosa Luxemburgo se colocó del lado de los enemigos del revisionismo y fue una de las más ardientes defensoras del marxismo.
Rosa combatió el parlamentarismo de algunos socialistas, señaló los errores y las falsas ilusiones sobre la labor parlamentaria dentro del Estado burgués; pues en aquel tiempo las actividades electorales y parlamentarias si a mucho podían servir solo como espacio para la propaganda de las ideas socialistas y de termómetro para medir la influencia del socialismo en el seno de las masas.
Cuando empezaron a sonar tambores de guerra en Europa, en 1904, Rosa se destacó como una luchadora por el desarme y contra la ocupación colonial; estuvo en la cárcel, acusada de insultar al emperador alemán. Fue liberada a principios del año siguiente e ingresó a la redacción del periódico socialdemócrata Vorwärts, de Berlín.
El 22 de enero de 1905, tuvo lugar el «Domingo sangriento», ante el cual el pueblo de San Petersburgo reaccionó con motines, protestas y huelgas generalizadas, así comenzaron a surgir los Soviets. Rosa Luxemburgo escribió sobre los acontecimientos en los periódicos polacos y alemanes, y participó en las asambleas y los mítines pronunciando vibrantes discursos que honraban la lucha de los trabajadores sublevados, buscando con ello despertar la solidaridad y la conciencia obrera. También organizó a las masas populares que tomaban parte en deserciones militares, los levantamientos campesinos y la expropiación de centros de trabajo industrial.
La Revolución Rusa de 1905 la llevó a escribir prolíficamente analizando los hechos y sacando enseñanzas para la clase obrera internacional. Asimismo, comenzó a desarrollar el concepto de la Huelga de Masas como un arma del proletariado, no solo para la lucha económica sino también para la lucha política.
El 4 de marzo de 1906 fue capturada en su vivienda en Varsovia, junto a Leo Jogiches; el 28 de junio pudieron salir bajo el pago de una fianza y sobornos. Ya libertada, Rosa pasó a Finlandia y se reunió con Lenin, Axelrod y Vera Sassulitch. Durante su permanencia en allí escribió el folletoLa huelga de masas, el Partido y los sindicatos obreros (1906), donde explica que: La huelga de masas, tal como nos la muestra la revolución rusa, no es un medio astuto, ingeniado con el fin de lograr una actuación más poderosa en la lucha proletaria, sino que es el mismo movimiento de las masas proletarias, la forma en que se manifiesta la lucha proletaria en la revolución.
En 1907 participó en el V Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, en Londres, donde también estaba Lenin. En agosto de ese mismo año asistió al congreso de la II Internacional, que se realizó en Stuttgart; allí participó en el famoso debate acerca de la actitud de los partidos socialistas en caso de guerra imperialista, defendiendo la idea de que la violencia sólo debía ser utilizada como forma de construcción política de los objetivos proletarios y en el marco de la lucha de clases.
Junto a Lenin y Martov lograron hacer aprobar la siguiente resolución: Si pese a todo estalla una guerra, los socialistas tienen el deber de actuar para ponerle rápidamente fin y de utilizar por todos los medios la crisis económica y política provocada por la guerra para despertar al pueblo y obtener así el derrumbe de la dominación capitalista.
Tras ese congreso, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) quedó roto en tres fracciones: los reformistas, que estaban derivando a las políticas imperialistas y militaristas; los parlamentaristas, liderados por Kautsky, y los revolucionarios, capitaneados por Rosa Luxemburgo.
La Socialdemocracia alemana organizó una escuela para la formación teórica y práctica de los cuadros del partido, allí Rosa colaboró como instructora de Economía Política; algunas de sus lecciones han sido reunidas en Introducción a la Economía Política (1925).
En febrero de 1914 se le inició un juicio por su propaganda contra la guerra imperialista; en espera de la condena, Rosa y su abogado, Paul Levi, fueron invitados a multitud de asambleas para que hablaran del proceso judicial, asunto que benefició a Rosa para sus objetivos ideológicos.
Cuando el Reichstag aprobó los bonos de guerra, el 4 de agosto de 1914, el Partido —dirigido por el revisionismo— llegó a pactar con el gobierno no declarar huelgas durante el conflicto bélico, colocándose así en una posición antimarxista y reaccionaria. Esa fue la bancarrota de la II Internacional. Al otro día, Rosa Luxemburgo se reunió con sus camaradas: Franz Mehring, Clara Zetkin, Karl Liebknech… y fundaron el grupo «Internacional», el cual el 1 de enero de 1916 se refundaría bajo el nombre de «Liga Espartaquista», que rechazaba de plano cualquier colaboracionismo con la guerra imperialista y los intereses nacionalistas.
Sin embargo, Rosa y sus demás camaradas cometieron un error fundamental al no haber aprovechado la situación de ruptura para reestructurar un partido, cohesionándolo ideológicamente en la lucha contra el oportunismo, o haber generado el terreno para que aquellos elementos oportunistas fueran expulsados del partido y lograr así la independencia ideológica y política. La convivencia orgánica en un mismo partido con elementos oportunistas es una concepción centrista errónea que deshace la unidad ideológica del partido comunista, pues debilita a los elementos revolucionarios y fortalece a los elementos oportunistas.
Rosa Luxemburgo elaboró una tesis defendiendo las posiciones centristas dentro del partido, Lenin respondió que esta tesis estaba desprovista de toda trascendencia práctica si no iba presidida por la decisión de romper a tiempo en cada país, no sólo con las organizaciones que habían aceptado participar en esa guerra, sino con la II Internacional contrarrevolucionaria, a fin de reunir orgánicamente en la lucha a los elementos revolucionarios de la Internacional.
La Liga Espartaquista trabajó en pro de provocar una huelga general para impedir la producción bélica y el financiamiento de las tropas, este trabajo llevó nuevamente a Rosa la celda condenada, junto a Karl Liebcknecht, a dos años y medio de cárcel. Detenida seguía estudiando folletos en ruso y alemán, los cuales le llegaban gracias a las visitas de Marta Rosenbaum y Mathilde Jacob, quienes salían de la celda con los textos de Rosa que se habrían de publicar a nombre de la Liga Espartaquista.
En 1918 —un año después del triunfo de la Revolución Bolchevique—, Alemania perdía en la guerra imperialista, cuarenta mil marineros alemanes se sublevaron en Kiel y la revolución tocó las puertas de la vida política alemana. El 8 de noviembre, Rosa Luxemburgo fue liberada, para aquel entonces Consejos de Obreros y Soldados —tipo Soviets— controlaban el oeste de Alemania. Rosa retomó su trabajo propagandístico a través del periódico La Bandera Roja, mediante el cual la Liga Espartaquista propendía porque se generará una revolución socialista en Alemania, pero el Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (USPD) y el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) no tenían la misma intención, sino que peleaban por una república parlamentaria.
Hasta ese momento en Alemania existía una situación revolucionaria, donde la lucha por el poder se balanceaba entre dos fuerzas: los Consejos de Obreros y Soldados —no consolidados aún— y las elecciones parlamentarias orquestadas por la burguesía y los oportunistas. La ausencia de un único partido revolucionario con influencia de masas y que hubiera roto los vínculos con los oportunistas pesó mucho para inclinar la balanza a favor del bando burgués. Contra la revolución conspiraba el reaccionario Partido Socialdemócrata Alemán, con el que ni Rosa Luxemburgo, ni Liebknetch, ni tantos otros como Ledebourg y Haase, decidieron romper a tiempo y combatir abiertamente, «olvidando» este importante asunto enseñado por los bolcheviques en Rusia.
El 9 de noviembre de 1918 abdicó el emperador y se proclamó la República en Berlín, el socialdemócrata Friedrich Ebert asumió el gobierno provisional. Un mes después los consejos en Berlín confirmaron a Ebert como presidente y el nuevo gobierno desarmó a los soldados y a las milicias obreras revolucionarias.
El 30 de diciembre de 1918, durante la Conferencia del Reich de la Liga Espartaquista, se acordó abandonar en bloque el USPD y construir el Partido Comunista de Alemania (KPD).
El 5 de enero de 1919, estalla una insurrección armada contra la política del gobierno de Ebert, pero el levantamiento fue salvajemente reprimido. El 15 de enero de 1919 los Freikorps asesinaron a la gran Rosa Luxemburgo.
El cadáver de Rosa Luxemburgo apareció flotando en el puente de Freiarchen, el 1 de junio de 1919; el 13 de junio pudo ser enterrada en el cementerio de Friedrichsfelde, junto a Karl Liebknecht. La procesión fúnebre se convirtió en una manifestación revolucionaria contra el gobierno. Años más tarde, en su tumba se erigió un monumento de ladrillo rojo con la hoz y el martillo, fue derribado por los nazis y reconstruido en 1951.
Los comunistas de todo el mundo guardamos la memoria de la camarada Rosa Luxemburgo, heroica combatiente de la revolución socialista, gran mujer que —como señaló Clara Zetkin— «puso al servicio del socialismo todo lo que era, todo lo que valía, su persona y su vida».
Camarada Rosa Luxemburgo: ¡presente, presente, presente!
Nota:
[1] Clara Zetkin, Semblanza de Rosa Luxemburgo