Maestros revolucionarios, maestros al servicio del pueblo

Maestros revolucionarios, maestros al servicio del pueblo 1

El capitalismo imperialista en su agonía se torna extremadamente sanguinario, superexplotador y opresor, incluso sobre las infancias y las juventudes. Quienes como docentes compartimos con los niños y los jóvenes, no podemos quedarnos pasivos. Es por eso que el papel del maestro no puede reducirse a la simple transmisión de conocimientos académicos; puesto que todo el sistema educativo responde exclusivamente a los intereses del capital, a los maestros rebeldes se nos impone una gran responsabilidad: forjar conciencia crítica y construir la revolución desde las aulas.

La escuela formal capitalista no es más que un engranaje en la maquinaria burguesa, donde la meritocracia y la competitividad, tan exaltados en el modelo educativo burgués, son herramientas que perpetúan la desigualdad, y forma individuos dóciles y moldeados para servir al capital.

Ante este panorama, el maestro debe rebelarse.

Como miembros de la clase trabajadora, la lucha de los maestros tiene un doble carácter: por un lado, cumplir con nuestra tarea cotidiana como educadores, como forjadores de una conciencia crítica, científica, social y revolucionaria en las nuevas generaciones; y por otro, luchar por trasformar las condiciones laborales, sociales y políticas para ejercer nuestra labor.

Nuestra lucha de resistencia es una lucha económica por mejorar las condiciones del trabajo educativo y las condiciones de vida, tanto de los maestros como de los estudiantes y sus familias. En eso consiste también la tarea educativa, de allí la justeza de la consigna: el maestro luchando, también está enseñando.

No podemos continuar educando en condiciones precarias, con aulas hacinadas, con falta de recursos, y con un sistema que al garantizar la superexplotación con aulas hacinadas, destruye la humanidad de estudiantes y docentes por igual.

Es fundamental que los maestros revolucionarios comprendamos que nuestra lucha va más allá de las paredes del aula. La resistencia económica, la lucha por condiciones laborales dignas, por la reconstrucción de organizaciones sindicales fuertes y revolucionarias y por la creación de federaciones sindicales al servicio del proletariado y no del patrón Estado son esenciales para garantizar una educación que verdaderamente sirva al pueblo. Los maestros deben ser conscientes de que esta batalla es tan importante como la que libran en el aula al desafiar las ideas burguesas que bombardean diariamente a las infancias y a la juventud.

Inspirados en el legado de Nadezhda Krúpskaya, maestra y pedagoga marxista, entendemos que la educación debe ser un espacio de lucha y transformación. La camarada Krúpskaya nos enseñó que la pedagogía debe ser un arma en la lucha de clases, un espacio donde se cultiva una conciencia de clase que permita a las nuevas generaciones no solo comprender su realidad, sino también transformarla.

Entonces, la verdadera tarea del maestro no es preparar a los estudiantes para ser simples piezas del engranaje productivo, sino sembrar en cada estudiante las semillas del cambio, prepararlos para la lucha por la construcción de una nueva sociedad. Esto implica luchar en tres frentes: la teoría y la ideología, la resistencia económica y la lucha política.

Por ello, el maestro que se dedica al pueblo no puede contentarse con enseñar conocimientos técnicos o habilidades para el mercado laboral. Su verdadera misión es formar seres críticos, solidarios y comprometidos con la transformación de la sociedad. Cada lección debe ser una chispa de conciencia revolucionaria, cada clase una batalla ganada contra el orden burgués.

La labor del maestro revolucionario debe ser una entrega completa al pueblo. Una entrega que se da en las trincheras de la resistencia económica, en las batallas ideológicas y en la construcción de un futuro socialista. Como lo hizo Krúpskaya, nuestra pedagogía debe estar al servicio de la clase trabajadora, y nuestra lucha, tanto dentro como fuera del aula, debe apuntar a la destrucción del sistema capitalista.

Al tomar la decisión de ser maestros es fundamental que lo hagamos con plena conciencia: ¿nuestra labor en las aulas y fuera de ellas es para Servir al Pueblo, a la clase obrera o para servir a los explotadores y opresores? Los que hemos optado por servir al proletariado debemos hacerlo también como lo hizo Krúpskaya: disponiéndonos a trabajar por la destrucción del sistema de explotación, trabajando por la restauración del Partido del proletariado que guíe la revolución. Solo así podremos construir una educación liberadora, al servicio del pueblo y no del capital.

¡Por una educación revolucionaria: transformemos las conciencias de las infancias y la juventud!

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