
Antecedentes de la huelga
Para los años de la década de 1920 a 1930, Colombia se encontraba en medio del traslado de gran cantidad de personas que llegaban del campo para poblar las ciudades. En el caso de Bogotá, llegaron cientos de campesinos, principalmente de la zona cundiboyacense que, junto con los artesanos, fueron el germen de la clase obrera que hoy es predominante en el país. La población urbana aumentó de 96.605 habitantes en 1900 a 121.257 en 1912, llegando a los 224.127 para el año 1927. Esa mano de obra se vinculó a las industrias del cemento, las bebidas, alimentos y los textiles. La rama del transporte también se desarrolló porque las mercancías tenían que ser distribuidas desde la ciudad hacia el campo. Las ciudades, y principalmente Bogotá, empezó a convertirse en el centro político, administrativo, industrial y financiero del país. Los nuevos habitantes de la capital y la industria naciente necesitaban barrios obreros, viviendas, vías, comercios y servicios públicos. Estos últimos, se convirtieron en una necesidad del desarrollo del capitalismo y se vio la necesidad de mejorar o ampliar servicios como el transporte, el acueducto, el alcantarillado, el aseo, la energía eléctrica y el teléfono, servicios aún incipientes en su implementación y desarrollo, pero que eran una necesidad tanto para la burguesía como para el proletariado.
La clase obrera vinculada a diferentes ramas de la producción era predominantemente masculina, menor en número respecto a los artesanos, pero hacía presencia en los sectores más determinantes y estratégicos de la economía colombiana. La mujer estaba vinculada al sector de las manufacturas y los servicios públicos. Aún arrastraba las cadenas impuestas por una sociedad tradicionalista y atrasada que la obligaba exclusivamente a cuidar de su familia, empujadas también por la iglesia católica. Mientras, las mujeres burguesas a la par del desarrollo del capitalismo salieron de sus hogares para ir a teatro o a cine, a tomar té, practicar un deporte, etc. La vinculación de la mujer a diferentes ramas de la producción vino de la mano de jefes abusadores que les pagaban menores salarios que a los hombres por desarrollar las mismas funciones, les aplicaron regímenes de multas y castigos, para acosarlas sexualmente o para vigilar que no se salieran del orden establecido por la iglesia católica. En las fábricas se llevaron a cabo campañas entre las obreras que las llamaban a no salirse de las «buenas costumbres» y la moral católica, obstaculizando su derecho a reunión, a organizarse, a rebelarse. Explotación laboral y opresión agudizada fundamentalmente por ser mujeres.
Sin embargo, donde hay opresión hay resistencia. Las mujeres realizaron acciones de resistencia que consistieron en abandonar sus puestos de trabajo, desacatar las órdenes, ser altaneras con el patrón, enfrentar a los vigilantes y ejecutar huelgas. Entre las mujeres burguesas se desarrollaron las ideas del feminismo provenientes de Europa y Estados Unidos, lucharon por el voto femenino y la educación profesional, pero dejaron de lado la lucha contra la superexplotación laboral que sufrían las mujeres en las fábricas y otras ramas de la producción. Surgieron diferentes líderes de la clase obrera, entre ellas María Cano o más conocida como «La Flor del Trabajo», la situación de la mujer trabajadora se ligó con la lucha por el Socialismo desde el Partido Socialista Revolucionario fundado en 1919.
La huelga de las telefonistas
El 21 de septiembre de 1881 se hizo la primera llamada telefónica en Colombia, entre el Palacio Nacional con la Oficina de Correos. La Compañía Colombiana de Teléfonos, que en un principio prestó sus servicios para comunicar exclusivamente las dependencias del Estado y el Municipio para después introducirse poco a poco en los hogares capitalinos, sufrió un incendio en mayo de 1900 de grandes proporciones, que obligó a vender el poco patrimonio que se salvó al señor George Odell, quien fundó una nueva compañía telefónica llamada The Bogotá Company con capitalistas ingleses que inauguraron el servicio hasta 1906.
Aunque constantemente se presionaba al Consejo Municipal para que autorizara un aumento de tarifas, el servicio no era el mejor, después de instalar un conmutador se redujeron los reclamos del público por un tiempo, sin embargo, los problemas de conexión, de maltrato de los cables, la escasez de empleados, etc., llevaron a que la compañía se vendiera a la General Electric de Londres. Esto tampoco solucionó el problema que implicaba importar e instalar nuevos equipos telefónicos, conmutadores y cables. La Compañía continuó con su política de solicitar la autorización de aumentar las tarifas que no se dio.
La manipulación y operación de los conmutadores de la estación central de teléfonos, recayó principalmente en el personal femenino, en las telefonistas. La mayoría de ellas eran jóvenes y sufrían los abusos del patrón como maltrato laboral materializado en los bajos salarios que les pagaban, humillación por parte de sus supervisores, extensas jornadas de trabajo y un injusto sistema para obtener permisos y ascensos. Al no ser autorizada un alza en precios del servicio por parte del Concejo Municipal, se recortaron los sueldos de los trabajadores y se implementó la jornada laboral nocturna para las telefonistas.
A principios de junio de 1928 empleadas y obreros de la Compañía de Teléfonos presentaron a los directivos un memorial solicitando trato humanitario por parte de los supervisores, autorización del descanso dominical y un aumento de sueldo muy pequeño. Sin embargo, la patronal no accedió argumentando que no habían podido subir aún las tarifas del servicio. Frank Koppel, director de la Compañía, solicitó un plazo a los representantes de los trabajadores hasta que respondieran los directivos desde Londres, pero ese plazo no fue concedido. Días después respondieron desde Londres, con la negativa de subir los salarios, lo que motivó que el 13 de junio de 1928 a las 3 de la tarde, se iniciara la huelga de las telefonistas.
Las telefonistas presentaron el pliego de peticiones que fue rechazado por las directivas de la Compañía. Ellas nombraron a Jorge Eliécer Gaitán como su abogado para que se entendiera con la contraparte patronal. Las huelguistas no permitieron la entrada de otras jovencitas que las reemplazaran en sus funciones, es decir, no permitieron esquiroles o rompe huelgas. Recibieron el apoyo del pueblo bogotano y hasta del alcalde de la época José María Piedrahita, que además rechazaba la solicitud de alza de tarifas. La patronal se reforzaba en sus posiciones de no acceder a las peticiones de las telefonistas, quienes recibieron también el apoyo de los demás trabajadores de la Compañía de Teléfonos que se solidarizaron con sus compañeras de trabajo y hermanas de clase, amenazando con iniciar un paro general de todos los trabajadores de la compañía.
Después de varias reuniones entre las partes y de un creciente ambiente general de inconformismo con el servicio que prestaba la Compañía de Teléfonos, sumado a la amenaza de subir las tarifas, se pactó el pago de la quincena a las telefonistas durante el tiempo que no se prestó el servicio por estar en huelga, llegó el permiso desde Londres para subirles los salarios y renunció la Jefe de Tráfico, Carmen Rosa Quiroga, una maltratadora de las telefonistas quienes exigieron en el pliego su renuncia.
Fin de la huelga y conquistas
El 19 de junio se firmó el arreglo entre las telefonistas y la patronal de la Compañía de teléfonos. Estas valientes mujeres, por medio del paro de la producción conquistaron:
- Aumento de salario de acuerdo con su antigüedad en la empresa y a su cargo.
- Servicio médico más amplio y completo.
- Derecho a presentar sus quejas a la gerencia sin que esto fuera motivo de sanción.
- Turno nocturno prestado exclusivamente por hombres.
- Los carros de materiales serían arrastrados por animales y no por los trabajadores.
- Reglamento de turnos acordado por trabajadores y empleador.
- Buen trato por parte de la jefe de Tránsito a las telefonistas.
- Reconocimiento de la existencia del Sindicato de Telefonistas de Bogotá por parte de la Compañía.
- La Compañía no podía ejercer ningún tipo de represalia contra los empleados y obreros que participaron en huelga.
El servicio se reanudó ese mismo día y se celebró la conquista de las telefonistas con un brindis. Jorge Eliécer Gaitán pronunció un discurso, al igual que dos delegadas de las telefonistas, María del Carmen Quiroga y María Triviño. Gaitán no cobró sus honorarios como abogado asesor de las telefonistas, en su discurso resaltó el buen comportamiento de los representantes de la Compañía en la negociación, rechazó que se discriminara a los trabajadores que no entraron en huelga y agradeció el apoyo de la ciudadanía y la prensa. Las huelguistas en sus discursos agradecieron a Gaitán, a la ciudadanía, a los estudiantes, a los gremios de trabajadores y a la prensa por su apoyo. Reconocieron la importancia de la huelga como herramienta para conquistar sus reivindicaciones y el papel de las mujeres colombianas. María del Carmen Quiroga dijo:
«El triunfo no es nuestro exclusivamente, pertenece también a la mujer colombiana representada hoy por nosotras, por nuestras madres, por nuestras hermanas, por nuestras parientes, por todas las mujeres que sufren y que compartieron con nosotras las horas trágicas que acabamos de vivir en guarda del decoro, de la dignidad, del respeto que merece en todo país culto la mujer.»
Rescatamos esta importante lucha de las mujeres obreras en Colombia y hacemos un llamado a profundizar en su investigación y difusión porque de esta lucha se deben sacar las lecciones necesarias que le permitan a la clase obrera, a la mujer obrera aprender de su historia de lucha contra los vejámenes del capital, de como la solidaridad de clase es indispensable para el triunfo por las reivindicaciones inmediatas y por la construcción de una nueva sociedad Socialista sin clases sociales.