El 27 de enero de 1945 el mayor campo de concentración y de exterminio nazi fue liberado por el Ejército Rojo, el ejército de obreros y campesinos del país de los soviets; no fueron los estadounidenses ni los aliados europeos quienes regaron su sangre en Polonia para aplastar la bestia fascista y cerrar la que se conoce como «la fábrica de la muerte».
La mayoría de las historias contadas sobre Auschwitz y demás campos de concentración nazi resultan ser propaganda proveniente de los imperialistas, creadas con la intención de lavarse las manos ensangrentadas por ayudar a alimentar y criar a aquella bestia abominable, rebajar las atrocidades cometidas por los fascistas alemanes, demeritar el papel del Ejército Rojo y mostrarse ellos mismos como los liberadores de aquella barbarie. Por eso cuando hablan de Auschwitz oscurecen la historia sembrando dudas sobre la intervención del Ejército Rojo y para no quedar opacados recurren a los demás campos de concentración liberados en que intervinieron las tropas estadounidenses e inglesas, cuyos monopolios financiaron el armamento de las tropas fascistas.
Sin embargo, los hechos testarudos están allí recordando el Holocausto: en la ciudad de Oswiencim en Polonia donde se erigió el campo de exterminio de Auschwitz, se fundó en 1947 un museo que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979, siendo uno de los lugares más simbólicos de la tragedia del Holocausto, y como recordatorio, el 27 de enero pasará a la historia mundial como el Día Internacional de la Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto.
Con ocasión de esta efemérides y en homenaje a las víctimas y a los 231 soldados del Ejército Rojo que murieron en la lucha por liberar el campo de concentración de Auschwitz, publicamos los recuerdos de participantes y testigos de estos sucesos que contradicen toda la propaganda anticomunista y falsa de los imperialistas.
En la segunda mitad del día entramos al territorio del campo, atravesamos las puertas principales, donde estaba la lema, Arbeit macht frei («El trabajo os hace libres») hecho de alambre. Era imposible entrar a los barracones sin una mascarilla. En las literas estaban apilados los cadáveres. A veces por debajo de las camas se asomaban esqueletos de personas medio vivas que juraban que no eran judíos. Nadie podía creer en que la liberación era posible.
En ese momento en el campo había alrededor de 7.000 reclusos. Entre ellos estaba el prisionero Nº 74233, del que se desconoce su nombre:
De repente vi siluetas vestidas de blanco y gris cerca del campo. Eran alrededor de las cinco de la tarde. Primero pensamos que eran los presos que estaban regresando. Salí para ver quién era. Nos sentimos tan felices al ver que eran los soviéticos. Hubo entonces un sinfín de saludos y besos. Nos decían que nos fuéramos, porque aún no se sabía dónde estaba el enemigo. Dimos algunos pasos y regresamos.
El general teniente Vasili Petrenko, comandante de la división 107 de fusileros en 1945, estuvo en el campo poco después de Shapiro. En las memorias Antes y después de Auschwitz recuerda:
Los alemanes sacaron a todos los que podían caminar el 18 de enero. Dejaron a los débiles y enfermos. Los pocos que podían caminar se escaparon cuando nuestro ejército se llegó al campo. Llevamos a las unidades médicas de los batallones 108, 322 y 107, el mío. Los batallones de sanidad desplegaron unidades de baños y cocinas portátiles.
El comandante de la compañía Vasili Gromadski también fue uno de los primeros en entrar en el campo de la muerte:
Tenían las puertas con cerraduras, no sé si era la entrada principal o alguna otra. Ordené que tiraran la cerradura. No había nadie. Recorrimos unos 200 metros y vimos a los presos, unas 300 personas con ropa de rayas, correr hacia nosotros. Estábamos alerta, nos habían advertido de que los alemanes podían cambiarse el atuendo. Pero realmente eran presos. Lloraban y nos abrazaban. Contaban que aquí exterminaban a millones de personas. Todavía recuerdo que nos dijeron que los alemanes habían enviado 12 vagones llenos de carritos de coche desde Auschwitz.
Iván Martynushkin tenía 21 años en el 1945, era teniente mayor y comandante de la compañía de ametralladoras 322 de la división de fusileros. Recuerda que hasta el último momento desconocía que había sido enviado a liberar el campo de concentración:
Me acerqué a la valla con mi compañía, pero como ya era de noche no entramos. Ocupamos un espacio de vigilancia fuera del campo. Recuerdo que dentro hacía mucho calor y pensamos que los alemanes habían puesto la calefacción para ellos mismos. Al día siguiente iniciamos la operación.
Estábamos en un asentamiento grande, Brzezinka, con impresionantes casas de ladrillo, y cuando empezamos a avanzar nos dispararon de un edificio. Nos escondimos y solicitamos a nuestro comando que lo atacaran con artillería. Pero nos contestaron que no lo harían, porque ahí mismo había un campo con gente dentro, y debíamos evitar los tiroteos. Solo entonces entendimos para qué era la valla.
Los corresponsales de guerra entraron al campo después de los soldados. Usher Margulis y Guennadi eran periodistas de la división 38 del ejército Savin:
Entramos en el edificio de ladrillos y miramos dentro de los cuartos. Las puertas no estaban cerradas. En el primero había un montón de ropa infantil: pequeños abrigos, pantalones, chaquetas y blusas. La mayoría tenía manchas de sangre. En el otro cuarto había cajas llenas de coronas dentales y prótesis doradas. En el tercero, cajas llenas de cabello femenino. Y al final la mujer (una de las prisioneras del campo) nos llevó a un cuarto lleno de elegantes bolsos para mujeres, carteras y otros objetos de piel. Nos dijo: «Todo esto está hecho de piel humana».
Auschwitz está liberado. Grigori Elisavetinski es nombrado nuevo comandante para gobernar la ciudad. En una carta a su esposa el 4 de febrero de 1945, escribe:
En el campo hay un barracón para niños. Allí llevaron a niños judíos de diferentes edades y gemelos. Experimentaban con ellos como si fueran conejos. Vi a un chico de 14 años, le habían inyectado queroseno en las venas por alguna razón «científica».
Después le amputaron un pedazo de su cuerpo y lo mandaron a Berlín. Luego le colocaron otro pedazo de cuerpo. Ahora está en el hospital, lleno de yagas podridas y no podemos hacer nada para ayudarlo. En el campo hay una chica joven y bonita, pero completamente demente. Me sorprende que no todas estas personas hayan perdido la cabeza.
Los liberados que todavía tenían algo de fuerza abandonan Auschwitz por su propia cuenta. Testimonio del prisionero Nº 74233:
El 5 de febrero nos dirigimos a Cracovia. A un lado estaban las enormes fábricas construidas por los presos, que habían muerto hace tiempo debido al agotador trabajo. Al otro lado había otro campo de gran tamaño. Entramos allí y encontramos a los enfermos que, al igual que nosotros, sobrevivieron solamente por no haberse ido con los alemanes el 18 de enero. Seguimos caminando. Las alambradas sobre los postes de piedra nos acompañaron durante un tiempo. Estábamos familiarizados con ellos, eran símbolos de esclavitud y muerte. Nos parecía que nunca podríamos salir del campo. Finalmente lo conseguimos y llegamos a la aldea de Vloseniusch. Allí pasamos la noche, y al día siguiente, el 6 de febrero, continuamos. A lo largo del caminó nos recogió un coche y nos llevó a Cracovia. Somos libres, pero todavía no sabemos alegrarnos. Hemos vivido tantas cosas y hemos perdido a tanta gente.
Testimonios tomados de: https://es.rbth.com/cultura/2015/01/27/en_memoria_de_los_liberadores_y_liberados_de_auschwitz_46789