Frenar el infierno de la superexplotación, conquistando alza general de salarios

Es un hecho histórico que al proletariado en Colombia, se le paga su fuerza de trabajo por debajo de su verdadero valor. Esa superexplotación es el secreto de la inexistencia de una burguesía nacional antiimperialista interesada en desarrollar las fuerzas productivas, pues su cuota de ganancia es igual a la de las grandes compañías imperialistas. Superexplotación que se ha acentuado en casi 50 años por la pérdida de la independencia de clase y la imposición mayoritaria de la política de conciliación de clases desde las cúpulas de las centrales sindicales.

Superexplotación, quiere decir que los capitalistas en Colombia no pagan el verdadero valor de la fuerza de trabajo, el cual corresponde a lo que requiere el obrero y su familia para la producción y reproducción de la misma fuerza de trabajo, es decir lo que sería la Canasta Familiar (alimento, vestuario, transporte, aseo, vivienda, salud, educación y recreación), todos ellos elementos necesarios para continuar acrecentando las ganancias de los capitalistas holgazanes.

Según el propio DANE, experto en maquillar las cifras en beneficio de los explotadores, la canasta básica familiar cuesta alrededor de tres millones seiscientos mil pesos ($3.600.000) y, por tanto, este debería ser el salario mínimo. Aun así, a los capitalistas les parece demasiado el miserable salario decretado para el 2024 de 1 millón cuatrocientos sesenta y dos mil pesos ($1.462.000), incluido el subsidio de transporte, que queda reducido a 1 millón trescientos cincuenta y ocho mil pesos ($1.358.000) descontando el pago de salud y pensión.

Para este año, como ha sucedido desde que se implementó la Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y Laborales (esperpento que cada año se reúne para realizar la farsa de negociación del salario mínimo), no ha existido ningún aumento real del salario; por el contrario, utilizando falacias como la inflación y la productividad, y echando mano de las cifras de desempleo y argumentando que el porcentaje de los que devengan un salario mínimo es pequeño (apenas el 9,9% de la población), tanto gobierno, gremios de los capitalistas y dirigentes traidores de las centrales sindicales, pactan un salario por debajo de su valor, ya sea por acuerdo o por decreto.

Este año tampoco fue la excepción, los mismo parámetros estuvieron presentes en la mesa de concertación; tanto la Ministra de Trabajo, como los capitalistas y los dirigentes de las centrales sindicales manifestaron tener como punto de referencia la inflación, la cual solo refleja en parte la devaluación de la fuerza trabajo, pues el Índice de Precios al Consumidor incluye productos de lujo y productos básicos que de conjunto dan un porcentaje inferior al aumento de los productos que consumen los trabajadores.

Así que la discusión presentada sobre si ocho puntos por encima de la inflación del año que pasó por parte de las centrales sindicales y los dos puntos por encima que el gobierno decretó, no representan una recuperación del poder adquisitivo, por cuanto ni siquiera contemplan la inflación de este año. Aún así, el presidente y los jefes de las centrales sindicales tienen el descaro de decir que hubo un aumento real del salario.

A esta situación se suma el hecho de que, según la propia estadística oficial, la mayoría de los asalariados se encuentran en la llamada informalidad (subempleo y desempleo disfrazado) devengando salarios o subsistiendo con menos del salario mínimo. Lo cual significa que los proletarios que ganan el salario mínimo o más, subsidian y sostienen al ejército de subempleados y desempleados. En términos sociales, independiente de cada patrón u obrero en particular, toda la clase de los capitalistas parásitos compra la fuerza de trabajo de toda la clase obrera, acumulando ganancias a granel para su capital privado, mientras socializa cada vez más la miseria en el pueblo laborioso.

La voracidad sin límite de los capitalistas indica que no están dispuestos a ceder por las buenas la merma de sus ganancias para que los trabajadores obtengan un alza real de los salarios. Y no puede ser de otra forma, porque es una lucha entre clases antagónicas y no depende de los “buenos oficios” de los politiqueros en el parlamento, ni de las súplicas de los jefes vende-obreros en las mesas de traición o de las buenas intenciones de un presidente, sino de la fuerza de los asalariados; es decir, de su conciencia, unidad, organización, movilización y lucha.

La historia está llena de ejemplos de esa gran verdad defendida por los comunistas. Cuando en 1977 el costo de vida se incrementó, siendo presidente López Michelsen, un 14 de septiembre los trabajadores realizaron el que se llamó Paro Cívico Nacional, con el cual conquistaron tres aumentos del salario en menos de dos años. Los capitalistas se vieron obligados a ceder por la presión del paro de la producción y la movilización general del pueblo en las calles.

La experiencia tanto del paro del 77, del paro de 2019 y del Levantamiento Popular de 2021, enseña que el pueblo solo puede conquistar sus justas reivindicaciones mediante la lucha directa, mediante la presión ejercida con el arma de la huelga, del bloqueo y la lucha en las calles para que los explotadores cedan una parte de las ganancias que producen quienes sostienen la sociedad con su trabajo.

Es por ello que insistimos en la necesidad de fortalecer las organizaciones obreras y populares en todos los órdenes y de reactivar las Asambleas Obrero Populares, para preparar la movilización e incluso un nuevo paro nacional por el conjunto de las reivindicaciones exigidas en el Levantamiento Popular y que Petro recogió en campaña.

Los trabajadores y el pueblo en general no tienen otra opción que la lucha directa, pero requieren conquistar la independencia del Estado y los politiqueros. En ese sentido, las Asambleas deben actuar con independencia de quienes pretenden utilizarlas como trampolín para hacer carrera en el Estado burgués. Las Asambleas deben convertirse en los órganos decisorios del pueblo, donde se imponga la verdadera democracia popular y se ejecuten sin dilación las decisiones aprobadas. Garantizar la independencia de las Asambleas es una tarea de los obreros conscientes, de los revolucionarios y de los verdaderos dirigentes del pueblo, quienes deben ser ejemplo de unidad para poder dirigir la lucha con acierto.

A ello estamos llamando los comunistas, convencidos de que este es el camino que contribuye a preparar las fuerzas populares para encarar la tarea de realizar la revolución socialista que necesita Colombia, como parte de la Revolución Proletaria Mundial que está exigiendo el mundo, para impedir que el paraíso de explotación de los capitalistas, convierta el planeta en un infierno de destrucción de la naturaleza y de la vida misma.

Comité Ejecutivo – Unión Obrera Comunista (mlm) 
Enero del 2024

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