A pesar de la experiencia reciente del incumplimiento a los jefes de las FARC, de la burla a la guerrillerada con las promesas de reincorporación y el asesinato sistemático de los desmovilizados; a pesar de la repetición de la historia de la falsa paz burguesa y la continuidad de la guerra contra el pueblo, el estruendoso atentado del ELN solo busca presionar la continuidad de las negociaciones de sus jefes con las clases dominantes.
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El reconocimiento del atentado a la Escuela General Santander por parte del ELN y su justificación del hecho, reafirman la bancarrota de esa organización que, como se dijera en Revolución Obrera hace cerca de un año con motivo de los otros atentados, se encuentra“derrotada ya para emprender cualquier tarea verdaderamente revolucionaria” y, por el contrario, a pesar de la “radicalidad” de sus actos, sus jefes siguen el camino trazado por sus iguales de las FARC:
• Bombazos para acogerse al plan burgués imperialista de la falsa paz cuya base económica es la legalización del despojo de las tierras usurpadas a los campesinos pobres y medios; traicionados y sacrificados ya en los Acuerdos de La Habana.
• Bombazos para presionar un acuerdo de paz reaccionario que legitimará, como en los Acuerdos de La Habana, el monopolio de las armas en manos de las fuerzas militares y paramilitares que han ahogado en sangre todo grito de rebeldía de las masas populares sometidas a la más cruel superexplotación.
• Bombazos para que los jefes del ELN anuncien su decisión de abandonar la lucha y arriar las banderas de la revolución que un día levantaron, para arrodillarse al poder del capital y firmar la paz de los sepulcros, traicionando el ideario de sus fundadores.
A pesar de la experiencia reciente del incumplimiento a los jefes de las FARC, de la burla a la guerrillerada con las promesas de reincorporación y el asesinato sistemático de los desmovilizados; a pesar de la repetición de la historia de la falsa paz burguesa y la continuidad de la guerra contra el pueblo, el estruendoso atentado del ELN solo busca presionar la continuidad de las negociaciones de sus jefes con las clases dominantes.
Esas negociaciones, reiteramos, son una claudicación ante los enemigos del pueblo colombiano y una traición a las ideas revolucionarias que le dieron origen a esa organización; e independiente de las vicisitudes de tales negociaciones y el alboroto del Gobierno Duque y los medios de comunicación ahora, los jefes del ELN seguirán negociando y terminarán firmando un acuerdo con las clases reaccionarias porque ya se encuentran ideológicamente desarmados y su programa reformista puede alcanzarse participando en la institucionalidad burguesa.
El pacifismo armado de la pequeña burguesía se encuentra en bancarrota, pero deja importantes enseñanzas para el movimiento revolucionario, especialmente para el movimiento obrero: deja en claro que los bombazos son inútiles y perjudiciales para el avance de la lucha revolucionaria de las masas, pone de presente la necesidad de un Programa Revolucionario y la urgencia de un Partido capaz de dirigir la lucha de todos los explotados y oprimidos para llevar a cabo la transformación revolucionaria de la sociedad. La pequeña burguesía reformista, armada y desarmada, ha demostrado su incapacidad para organizar las fuerzas que deben resolver de fondo los problemas de la sociedad colombiana.
Solo el proletariado organizado como Partido político independiente puede forjar la alianza obrero-campesina, fuerza principal de la revolución socialista, y dirigirla al cumplimiento de su misión; por ello los obreros de avanzada persisten en su tarea central de dotar a la clase obrera de su destacamento de vanguardia, e insisten en su llamado a la militancia revolucionaria de base de las FARC y el ELN a no claudicar en la lucha contra la burguesía, los terratenientes y el imperialismo; a abrazar sin reservas la ideología del marxismo leninismo maoísmo contribuyendo al propósito de construir el instrumento imprescindible para alcanzar la victoria sobre los enemigos: el Partido Comunista Revolucionario.
El camino del pueblo colombiano no es la llamada “solución política del conflicto” como afirman las clases dominantes y los jefes reformistas armados y desarmados, ni y el regateo de migajas en las mesas de los explotadores; por el contrario, el camino sigue siendo persistir en la labor paciente de preparar a las masas para la Guerra Popular, para la insurrección que destruirá todo el poder de los imperialistas, la burguesía y los terratenientes; un propósito en el que están empeñados los proletarios revolucionarios y al cual debe unirse la base honrada de las FARC y el ELN.
La bancarrota del pacifismo armado es un hecho irrefutable. Sus bombazos, tanto de las FARC anteriormente como del ELN ahora, solo tenían y tienen la perspectiva de integrar a sus jefes en el aparato de dominación de los capitalistas para desde allí poner remiendos al asqueroso sistema de explotación asalariada y opresión semicolonial imperialista. Un sistema y un aparato de dominación que ya no admiten reformas sino que deben ser destruidos y sustituidos por el Socialismo y un nuevo Estado de obreros y campesinos, solo alcanzables mediante la violencia revolucionaria de las masas.
Comité de Dirección – Unión Obrera Comunista (mlm)
Enero 22 de 2018