En días pasados, distintos sitios de internet y redes sociales, publicaron y exaltaron un Editorial atribuido a The Washington Post, titulado “O muere el capitalismo salvaje, o muere la civilización humana”. El domingo 5 de abril fue desmentida la autenticidad de tal Editorial.
Sin embargo, por el carácter lapidario del título y su adjudicación a un diario como The Washington Post, le permitió al autor meter un contrabando ideológico, que en Colombia despertó apoyo en políticos reformistas y despistó a no pocos compañeros revolucionarios, que sin leerlo a conciencia lo han compartido en sus perfiles de redes.
Era apenas natural que los reformistas se sintieran bien representados por un escrito de denuncia a las lacras sociales, desigualdades y demás consecuencias del que llaman “capitalismo salvaje”, sembrando la esperanza en que “Ha llegado la hora de replantear y de humanizar este modelo económico”, famosa formulación utópica y pieza fundamental de todo programa reformista.
Son enormes las falsedades históricas del libelo, tales como afirmar que los pilares de la Economía Moderna formulados por Adam Smith dieron paso al Capitalismo Moderno, cuando el Capitalismo como sistema económico y social se abrió paso por sí mismo sobre las ruinas del feudalismo, y los valiosos descubrimientos teóricos de los economistas burgueses fueron punto de apoyo para el desarrollo de una nueva y poderosa ciencia, la Economía Política marxista, que sí descubrió lo que no pudieron lograr, por su punto de vista burgués, Adam Smith ni David Ricardo: la explotación asalariada capitalista es la forma de extraer una plusvalía al obrero esclavo moderno. Plusvalía que enriquece al capitalista y empobrece al obrero.
Para información de quienes creen que el adjetivo “salvaje” identifica al modelo que llaman “neoliberal” del capitalismo y lo hace distinto al capitalismo de los tiempos de la libre competencia,“el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza” en palabras de Marx, y así con ese carácter explotador inhumano, fue el mayor aporte de la civilización burguesa a la sociedad, logrando el máximo esplendor y desarrollo progresista para la humanidad a finales del siglo XIX. Desde entonces, empezó su declinación, su descomposición como sistema económico social, ensañado en exprimir hasta agotar y destruir, las principales fuentes de riqueza social: el trabajo y la naturaleza. He ahí la causa de su caducidad histórica, después de la cual solo sigue la Revolución Proletaria Mundial y el Socialismo bajo la Dictadura del Proletariado.
El viejo capitalismo avanzó a su fase terminal, el imperialismo parasitario, sistema mundial de opresión y explotación, devorador de hombres y destructor de la naturaleza. ¡No es posible “remodelarlo”! ¡Hay que sepultarlo! Tal es la misión de los millones y millones de explotados y oprimidos cuya terrible existencia tapada por la burguesía con el velo de mentiras morales en favor del pueblo, velo violentamente rasgado por la crisis sanitaria del coronavirus en todos los países del mundo, enseñando con el látigo del hambre y letras de sangre que la verdad verdadera es: ¡Solo la derrota revolucionaria del capitalismo imperialista puede salvar la sociedad!