Se nos fue un obrero revolucionario

Se nos fue un obrero revolucionario 1

Hace unos días, lamentablemente de forma repentina murió el camarada Darío, un obrero revolucionario que hizo parte de las filas de la organización. Compartimos unas palabras de algunos camaradas que lo conocieron y que reflejan al compañero que perdimos.


Hace 6 años conocí al camarada Darío. Solo alcancé a establecer una relación en ideas y política de forma muy dilatada en el tiempo. Las primeras impresiones que me dejó fue la de un proletario maduro que había llegado a la ciencia y conocía la justeza y endereza de la causa.

Con el pasar de los años ya pude conocer más de fondo a ese hermano de clase: Toda una vida viviendo de asalariado, recordaba con especial interés su periodo de servicio militar, experiencia en donde aprendió a odiar la opresión y la humillación que se vive en esa institución castrense.

Según me relataba, su vida era la de un obrero atrasado, atrapado por la botella y la vida bohemia con mujeres. Además, su instinto rebelde lo hacía chocar y tener roces y con las injusticias en la empresa en donde se vendía. Esos choques le ameritaron sanciones y la persecución de los de arriba. En ese ambiente sindical fue que conoció nuestras ideas y su vida dio un cambio radical. Dejó la botella y la bohemia de lado, comenzó a vivir en paz consigo mismo y a comenzar a vivir como un hombre, con una causa y una lucha que emprender.

En sus propias palabras le debía mucho a la Unión, pues gracias a ella había logrado ser un obrero consciente en busca de la verdad. Sin importar cuál fuera el campo del saber se interesaba profundamente por aprender y dejar de lado la ignorancia. Sabía preguntar y solicitar lecturas para salir de las apariencias e ir a la esencia de las cosas. Una vez que conocía un tema luchaba intransigentemente contra todas las ideas erróneas y falsas. Era un hombre de discusión y debate, dialéctico en pocas palabras. Implacable contra las ideas religiosas y místicas, avasallador contra la populachería y la superficialidad en el saber y las ideas.

Pese a su edad se preocupaba de los problemas del pueblo, un compañero que sin importar los achaques de salud lo alcance a ver en varias oportunidades participando en el levantamiento del 21N del 2019, saliendo en esas largas caminadas que hacía la juventud. Lo recuerdo rebosante de alegría, ésta se le destilaba por todos sus poros pues el pueblo estaba ajustando cuentas al Uribismo.

Me recordaba en cierta ocasión que en toda su vida había sobrevivido a varias guerras que azotaron a la ciudad, pero para él la más dura fue la que desarrollo el «matarife» en todas las comunas de Medellín después del año 2000. Los carros bomba de Pablo Escobar fueron una nimiedad al lado de esa guerra que costó mucha sangre, que mutilo y desmembró a familias enteras. Apretaba sus mandíbulas y desviaba su mirada en una muestra de odio cuando hablaba del arquitecto de aquella hecatombe. Un profundo odio de clase movía sus fibras más sensibles. El camarada Darío murió sin poder ver la completa derrota del Uribismo, la muerte le arrancó la dicha de ver aquel triunfo que puede estar cercano.

Su partida, con otras derrotas que últimamente hemos recibido han golpeado un poco nuestra moral, pero a pesar de que el viento sople en contra, sabemos que la poderosa obra revolucionaria continúa. Considero que en este espacio de partida debemos ser los ejecutores y encomenderos de los sueños no cumplidos de nuestro camarada obrero, de nuestro viejo y polémico Darío, que con su gruesa voz trato tantas veces de animarnos y ayudarnos en la causa.

Flx


Su partida pesa más que las tres grandes cordilleras que atraviesan Colombia juntas. Aunque nos vimos en tres o cuatro oportunidades, alguna vez tuve el honor de alojarlo en mi casa, en alguna cita que la Revolución y la vida nos puso. Eso me bastó para saber que el camarada Darío es de los imprescindibles.

Este no es más que un homenaje sencillo para este hombre que dio gran parte de su vida a defender los intereses de su clase. Un homenaje de parte de un anónimo que en pocos encuentros supo descubrir que Darío era un hombre rebelde, irreverente, buen conversador, un intelectual de la clase obrera. Esa noche nos costó mucho acostarnos a dormir porque conversar con él era de esas cosas deliciosas que la vida nos puede regalar.

Juro convertir estas lágrimas sinceras que hoy brotan de mis ojos, en profundo odio de clase. La siembra de Darío, indudablemente es abono para la Revolución. Esa, por la que dedicó gran parte de su existencia.

Que se sientan orgullosos sus familiares, sus amigos, los obreros que formó, sus camaradas de lucha, por haber conocido a Darío, por haber compartido con él. Con orgullo puedo decir que, aunque poco, lo conocí; y créanme, los viejos camaradas que sí se formaron junto a él, hablan muy bien de él.

Camarada Darío, ¡presente y combatiente! 
Por nuestros muertos, ¡ni un minuto de silencio, toda una vida combate!
¿Hasta cuándo? ¡Hasta siempre!
Y si es necesario, ¡hasta la muerte!
¡Venceremos!

Fico

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