Tan pronto fue declarada la Pandemia mundial por la Covid-19, arrancó la carrera por encontrar la vacuna, una luz de esperanza se abría ante la tenebrosa realidad de que un virus desconocido se esparcía rápidamente por el mundo llevándose a su paso a miles de personas ante la mirada desesperada de sus familias, y sobre todo ante la total impotencia de los sistemas de salud y el personal médico, que veía como sus esfuerzos para derrotar a este virus asesino no surtían efectos positivos en la mayoría de los casos; era un enemigo nuevo para la ciencia, era un nuevo asesino surgido de una fuente confusa, pero lo real y palpable era que recorría el mundo llevándose por delante de manera “indiscriminada” a la población. Desde todos los rincones, las voces se unieron para clamar por encontrar el arma que pudiera derrotarla, y la esperanza del planeta se puso en las vacunas.
La Pandemia es el Sistema, fue una de las sentencias que profirieron rápidamente los comunistas denunciando que la responsabilidad principal por la muerte de miles, y luego de millones, no era fundamentalmente del virus, sino del sistema económico-social que impera en todo el mundo y que está diseñado, no para salvar vidas, sino para beneficiar a los grandes magnates económicos, dejando en el total olvido y la indefensión la vida de los trabajadores, pues lo que para ellos importa es la ganancia. Una sentencia que a primera vista parecía para muchos, traída de los cabellos, una exageración propia de los “extremistas”, de los “izquierdistas”, de los “enemigos del propiedad privada”, de los comunistas que “todo lo reducen a la lucha de clases”.
Pues bien, un año después, “las plegarías” y los deseos de todo el planeta dieron sus frutos, la vacuna por fin vio la luz, y como si hubiera sido un regalo divino, milagrosamente se desarrollaron, no solo una, sino más de 5 vacunas, y no en 3 o cuatro años, no, en un año, vacunas que se levantaron como poderosa arma para asestarle el golpe demoledor a la pandemia. El mundo se llenó de júbilo, sin embargo, con el paso de los días y de los primeros meses de uso de las vacunas, nuevamente salta a la palestra la sentencia: La pandemia es el Sistema.
Las vacunas, más que una solución para el mundo, se convirtieron en una versión tragicómica que recuerda a la espada de Damocles, un arma que se pone sobre la cabeza de las masas, y no precisamente para salvarlas de la muerte. Es un arma que mantenida en las manos de las clases explotadoras se utiliza para someter a pueblos enteros, para dominar los mercados del planeta, imponer políticas de monopolio. Es decir, fue peor el remedio que la enfermedad; y no lo dicen los comunistas, lo sentencian los millones de personas que no tienen y no tendrán acceso a las vacunas en medio de la producción desenfrenada de ellas, lo dicen las denuncias de millones de dosis escondidas en un pueblo de Italia solo por la presión económica y las disputas intestinas entre los países de la Unión Europea y el gobierno del Reino Unido, que recientemente abandonó sus filas, etc.
Grandes titulares de los medios se preguntan “¿Por qué no se liberan las patentes para que puedan producirse de manera masiva y lleguen a todo el mundo?”, “¿Por qué el 75% de las vacunas se han administrado solamente en 10 de los países más desarrollados?”, ¿Por qué en 130 países, donde viven más de 2.500 millones de personas, no ha llegado ni una sola dosis? Estos y muchos otros interrogantes recorren el mundo y van dejando una vez al descubierto la triste, dolorosa, pero tozuda realidad de que el estorbo principal que tiene el planeta es el sistema capitalista donde prima el poder asqueroso del dinero, donde todo lo convierte en mercancía. Una de las leyes implacables del sistema capitalista es que al lado de la abundancia para unos pocos, convive la escasez para la inmensa mayoría, y las vacunas no serán la excepción. Literalmente, unos pocos ya tenían vaciada la estantería de las vacunas, dejando para la mayoría de países, solo las sobras, unas cuantas dosis que sirven para que cipayos de la talla de Duque, “se tomen la foto” y se pavoneen dando la apariencia de que están haciendo la tarea.
Una cosa es que las vacunas sean efectivas o no, esa es una discusión que deben enfrentar y esclarecer los especialistas en el tema, los científicos y médicos que se atrevan a desafiar la maldita mordaza que les pone el sistema; pero otra muy distinta es el acceso de la población a ellas; y duélale a quien le duela, bajo el sistema capitalista, lo que menos puede haber es igualdad y democracia para todos.
El capitalismo es el responsable directo y principal de que un virus se convierta en pandemia, y directo y principal de que la población no tenga acceso a efectivos sistemas de salud y por ende de atención sanitaria, responsable directo y principal de las muertes de millones de personas, y directo y principal de que las vacunas no estén al alcance de todos, absolutamente todos los seres humanos, como es lo mandado en estos casos; y como sí lo haría con absoluta seguridad un Estado gobernado por la clase obrera en alianza con los campesinos, un Estado que pone en primer orden el bienestar general de los trabajadores y que para el caso de una pandemia, no tendría ningún problema en liberar todo lo que fuera necesario para atender rápida y efectivamente a toda, absolutamente toda la sociedad.
No hay duda, los hechos siguen cantando: ¡LA PANDEMIA ES EL SISTEMA¡